domingo, 17 de febrero de 2013

SERPIENTES MORTÍFERAS


Lugar: Bangladesh
Palabra de Dios: Salmo 19:12.

Mientras una mujer trabajaba en su casa, divisó dos serpientes mortíferas. Con un grito, se dio vuelta y salió corriendo de su casa, buscando a su esposo.
-¡Cobras! -exclamó-. Tenemos dos cobras en casa.
Su esposo también se alarmó. ¿Qué debían hacer? No podían dejar que las cobras se quedaran allí, en su casa. ¿Qué pasaría si una de ellas los mordía?
-Llamemos al encantador de serpientes -sugirió la esposa-. Él sabrá qué hacer. Después de todo, trabaja con serpientes todo el tiempo.
Pronto, llegó el encantador de serpientes con sus ayudantes y se pusieron a buscar las cobras. Buscaron por todas partes: detrás de la cocina, debajo de la galería, dentro de las grietas y los rincones, pero no pudieron encontrarlas.
-¿Está bien si levantamos el piso? -preguntó el encantador de serpientes-. A veces, ese es un buen escondite para ellas.
No tuvieron que cavar demasiado. Apenas sacaron un poquito de tierra, vieron a las dos serpientes. Pero ¡esperen! Había otra, y otra y otra. El encantador de serpientes y sus ayudantes siguieron cavando a lo largo del piso de la casa, y siguieron encontrando más y más serpientes. Cuando terminaron, habían desenterrado más de 3.500 cobras pequeñas ¡y centenares de huevos de serpiente!
¿Puedes imaginarte lo que es vivir con tal cantidad de criaturas mortíferas debajo de tu casa, sin siquiera saberlo? Pero ¿qué piensas en cuanto a vivir con tantos pecados mortales? A veces, podemos no ser conscientes de ellos, pero eso no los hace menos peligrosos. Pidamos a Dios que se deshaga de esos pecados mortíferos. Y hagamos que esta sea nuestra oración hoy: "¡Perdóname aquellos [errores] de los que no estoy consciente!".

Tomado de Devocionales para menores
En algún lugar del mundo
Por Helen Lee Robinson

LA SAL DA SED


Ustedes son la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve insípida, ¿cómo recobrará su sabor? Ya no sirve para nada, sino para que la gente la deseche y la pisotee. Mateo 5:13

En uno de sus discursos magistrales, Jesucristo pronunció las magníficas palabras del versículo de hoy: «Ustedes son la sal de la tierra, pero si la sal se vuelve insípida, ¿cómo recobrará su sabor? Ya no sirve para nada, sino para que la gente la deseche y la pisotee». ¡Cuántas lecciones extraordinarias hay en esta declaración! Sobre todo si pensamos en las propiedades de la sal.
La sal es un mineral de bajo costo que posee propiedades conservantes, y resulta vital a la hora de sazonar los alimentos. Las amas de casa sabemos esto, y con toda razón podemos asegurar que un guiso sin sal pierde toda su exquisitez. Pero también sabemos que si consumimos un alimento rico en sal, nos provocará una sed intensa y nos impulsará a beber agua.
El Señor nos dice hoy: «Ustedes son la sal». Es decir, somos las que debemos dar sabor a la vida por medio de nuestro testimonio, las que debemos preservar los valores, y esto tiene que ser con tanta intensidad que provoque, en toda persona que nos observa, sed del evangelio. Porque si nosotras no nos hacemos cargo, ¿quién lo hará?
Provoquemos sed de Dios a las mujeres que nos observan, ¡empujémoslas a beber de la fuente de agua de vida! Eso será posible si mostramos la exquisitez de gozar intensamente el compañerismo con Jesús.
Hay tantas mujeres que desprecian la vida... Viven existencias insípidas y vagan buscando dirección por rutas equivocadas. Atrapadas en el desierto de una vida sin sentido languidecen sin que nadie les provea el agua de vida. Te aseguro que muchas anhelan sentir la presencia de quien puede calmar toda tormenta formada en la existencia humana. Sé tú, pues, un oasis en el desierto para ellas; acércales el evangelio y guíalas a los pies del Salvador.
Qué maravilloso es el Señor, que nos ha dado a nosotras el ministerio de salvación. Tú y yo somos llamadas a ser la sal de la tierra, mujeres que mostremos el sabor que tiene la vida con nuestras actitudes y nuestro testimonio. Mujeres que inspiremos amor, comprensión y abnegación cada vez que hablemos; mujeres que, a pesar de lo que pase, jamás perderán su sabor.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Aliento para cada día
Por Erna Alvarado

LOS CUATRO DEL AMOR


El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor (1 Corintios 13:4,5).

Los últimos dos días te hablé del laboratorio del amor, de John Gottman, en la Universidad de Washington. Hoy quiero hablarte de otra revelación muy importante de la investigación que se lleva a cabo en ese laboratorio. Gottman dice que, de todos los enemigos de una relación exitosa, cuatro destacan por su poder destructivo: una actitud defensiva (tener ansias de cuestionar o evitar la crítica), la evasión (rehusar responder una pregunta o responder ambiguamente), la crítica y el desprecio. Gottman les llama «los cuatro jinetes».
Gottman dice que uno de estos jinetes es el peor de todos. Muchos piensan que es la crítica, pero se equivocan. Gottman dice que generalmente las mujeres tienen una tendencia mayor a criticar, y los hombres una tendencia mayor a evadir. Es decir, cuando nos irritamos, las mujeres critican y los hombres se dan la media vuelta y se van, rehusando responder a la crítica. Esta situación se convierte en un círculo vicioso. La crítica produce evasión y la evasión produce más crítica.
El peor de los enemigos, sin embargo, es uno que practican ambos sexos: el desprecio. Es cualitativamente diferente a los demás males porque atenta contra la igualdad entre las personas. Quien desprecia, asume una posición de superioridad hacia el otro, a quien considera inferior y, por lo tanto, indigno de valor. Por eso el desprecio generalmente incluye el insulto, porque solamente se insulta a los despreciables. Es muy difícil vivir una relación en la cual hay desprecio. La humillación afecta nuestro sistema inmunológico; causa heridas muy difíciles de curar. Gottman dice que los cuatro factores, y muy especialmente el desprecio, son tan destructivos, que él puede escuchar una conversación entre una pareja en la mesa de al lado en un restaurante y saber con claridad cuándo comenzarán a pensar en el divorcio.
Entre los jóvenes es muy común observar muestras de desprecio hacia los demás, especialmente quienes son diferentes por su tez, su estatura o su nivel socioeconómico. Pero el desprecio hacia tus semejantes sembrará en ti una mala semilla que más tarde cosecharás en tu vida sentimental. Por eso es importante desarraigarla cuanto antes de tu vida. Mejor cultiva la aceptación, el buen trato y el respeto hacia los demás. Todo esto preparará el camino para las buenas relaciones interpersonales.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
¿Sabías que..? Relatos y anécdotas para jóvenes
Por Félix H. Cortez

LAS BENDICIONES DE DIOS Y NUESTRA RESPONSABILIDAD


Volveos a mí, y yo me volveré a vosotros, ha dicho Jehová de los ejércitos.
Malaquías 3:7.

Satanás constantemente presenta los pecados y errores de los que pretenden ser hijos de Dios, y echa en cara sus defectos a los ángeles de Dios. ¿Qué hará que el pueblo de Dios alcance una posición correcta ante él? El Señor responde a la pregunta en Malaquías, al decir: "Volveos a mí, y yo me volveré a vosotros, ha dicho Jehová de los ejércitos". Cuando busquemos al Señor de todo corazón, lo encontraremos.
Daniel decidió en su corazón que sería leal al Dios del cielo. Determinó que no comería de la carne del rey ni bebería de su vino; y sus tres compañeros determinaron que no deshonrarían a Dios arrodillándose ante la imagen dorada que Nabucodonosor erigió en la llanura de Dura. Cuando nos proponemos servir al Señor con una determinación como la de estos fieles siervos de Dios, el Señor tomará nuestra parte y nos permitirá aferramos a su fuerza...
Los ángeles observan con asombro la ingratitud de aquellos por los cuales Dios ha hecho tanto al conferirles continuamente favores y dones. La gente olvida las demandas de Dios y complace su egoísmo y mundanalidad...
Dios no puede bendecirnos con tierras y rebaños cuando no empleamos sus bendiciones para su gloria. No puede confiar su tesoro a quienes lo aplican mal. En el lenguaje más sencillo el Señor les ha dicho a sus hijos lo que requiere de ellos. Han de pagar diezmos de todo lo que poseen, y dar ofrendas de aquello que él les confiere. Sus misericordias y bendiciones han sido abundantes y sistemáticas. El nos envía su lluvia y su sol, y hace que la vegetación crezca. Da las estaciones; la siembra y la cosecha llegan en su orden; y la bondad inagotable de Dios merece algo mejor que la ingratitud y el olvido que muchos le rinden.
¿No nos volveremos a Dios, y con corazones agradecidos le presentaremos nuestros diezmos y ofrendas? El Señor ha hecho tan claro el deber, que si descuidamos el cumplimiento de sus requisitos no tendremos excusa. El Señor ha dejado sus bienes en manos de sus siervos, para que los manejen con equidad; para que el evangelio pueda ser predicado en todo el mundo. No ha dejado al azar los arreglos y las provisiones para el esparcimiento de su verdad en el mundo.— Signs of the Times, 13 de enero de 1890.

Tomado de Meditaciones Matutinas para adultos
Desde el Corazón
Por Elena G. de White