lunes, 28 de enero de 2013

BRILLO BARATO

Lugar: Islas del Pacífico
Palabra de Dios: Colosenses 3:2.

El general y sus hombres bajaron del barco llevando puñados de collares, brazaletes y anillos que habían traído consigo. Las joyas se veían resplandecientes bajo el reflejo de la luz del sol. Su brillo inmediatamente llamó la atención de los isleños. Hablaron entre ellos, mientras hacían exclamaciones de admiración ante las gemas.
Con la ayuda de un intérprete, el general les dijo:
-Nos gustaría hacer negocios con ustedes. A cambio de trabajo, les daremos esto. ¿Les interesa?
Los isleños asintieron con movimientos de cabeza. Después de un poco de discusión, ellos y los visitantes llegaron a un acuerdo: los isleños realizarían una cantidad de tareas, a cambio de las joyas.
¿Quiénes salieron más beneficiados? En realidad, los collares, los brazaletes y los anillos no eran de piedras preciosas. Más bien, eran baratijas, meras imitaciones de las verdaderas. Pero, los isleños no conocían la diferencia, y trabajaron de buena gana a fin de obtener esas baratijas.
Aunque podemos pensar que los isleños fueron un poco tontos, tú y yo hacemos lo mismo hoy: cambiamos nuestro tiempo y energía por baratijas. Este mundo nos pone delante de los ojos mucho brillo y glamour. Dinero, popularidad y placeres, todos prometen traernos felicidad.
Pero ¿estás dispuesto a cambiar las riquezas eternas del cielo por simples imitaciones de lo verdadero? ¿Hay imitaciones baratas en tu vida? "Concentren su atención en las cosas de arriba, no en las de la tierra".

Tomado de Devocionales para menores
En algún lugar del mundo
Por Helen Lee Robinson

NUNCA DEJES DE ASOMBRARTE

Él realiza maravillas insondables, portentos que no pueden contarse. Job 9:10

La capacidad de asombro es la que ha permitido a muchas personas llevar a cabo increíbles descubrimientos e inventos. Esta capacidad consiste en poder reconocer la esencia de una cosa, por más sencilla que esta sea. Quienes cultivan esta habilidad viven intensamente, experimentan de continuo emociones gratificantes.
Cuando Dios puso al hombre y a la mujer en el centro de la creación, fue con el propósito de brindarles un deleite constante, y una fuente inagotable de conocimiento. Allí podían encontrar satisfacción a uno de los placeres más vitales: maravillarse al contemplar las obras de Dios.
Esta capacidad fue la que llevó al salmista a exclamar: «Señor mi Dios, tú eres grandioso; te has revestido de gloria y majestad. Te cubres la luz como con un manto; extiendes los cielos como un velo» (Sal. 104:1-2).
A pesar de que vivimos en un planeta envejecido y enfermo por las agresiones humanas, todavía podemos ser espectadoras de la grandeza de Dios manifestada en la naturaleza. Los poetas, los músicos y los trovadores, aún encuentran inspiración en el cielo, la lluvia, el canto de las aves, en los atardeceres cubiertos de ocre y en la sonrisa de un bebé.
Nosotras, incluso las que creemos que no tenemos alma de artista, tenemos suficientes motivos para proclamar la grandeza de Dios. Por medio de la contemplación de las cosas creadas por el Hacedor, nos llenamos de esperanza, fe y seguridad, pues el mismo Dios que sostiene a las aves en el aire, nos sostiene a nosotras, ya que somos objeto de su más grande amor y especial cuidado.
¡Asómbrate! Tu corazón late cien mil veces al día. Multiplica esto por la cantidad de años que has vivido y quedarás impresionada. Mediante tus oídos, tus ojos y tu boca, tu cerebro almacena miles de sonidos, olores y sabores, que quedarán grabados a pesar del paso del tiempo. Pero el motivo más grande de asombro debiera ser el hecho de vivir. Hagamos de cada mañana una celebración, elevemos un himno de alabanza y adoración al Santísimo. Contagiemos a los que están cerca de nosotras de este mismo espíritu, invitémonos unos a otros a la contemplación de la gloria de Dios, manifestada en los actos sencillos de la naturaleza, y tendremos recursos suficientes para vivir plenamente.
Recuerda que la más maravillosa criatura que Dios hizo, ¡eres tú!

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Aliento para cada día
Por Erna Alvarado

EJERCICIOS DE RESPIRACIÓN PROFUNDA

Los ojos del Señor están sobre los justos, y sus oídos, atentos a sus oraciones; pero el rostro del Señor está contra los que hacen el mal (1 Pedro 3:12).

Cuando murió Guillermo IV de Inglaterra, una niña de diecisiete años dormía en el palacio. Al recibir la noticia de que ahora ella era la reina, cayó de rodillas y pidió al Señor que la guiara durante todos los años venideros. Así la reina Victoria inició uno de los reinados más destacados de la historia de Inglaterra.
La célebre Fanny Crosby siempre oraba antes de intentar escribir un himno. Si tenemos en cuenta que escribió más de ocho mil, se infiere que oró mucho durante su vida.
Martín Lutero dijo que oraba una hora al día, excepto en los días en que sabía que estaría particularmente ocupado. En esos días oraba dos horas completas. Cuanto más atareado estaba, más oraba.
¿Es la oración un elemento vital de tu vida? ¿Con qué frecuencia oras durante el día? ¿Te contentas con las oraciones programadas, como al acostarte, levantarte; antes de desayunar, comer, almorzar?
Quizá deberías hacer lo que hicieron los discípulos, pedir a Jesús que te enseñe a orar. Si se lo pidieras, te enseñaría lo mismo que enseñó a los discípulos, una oración corta y aparentemente sencilla. Como lo muestra The New Bíble Dictionary [Nuevo diccionario bíblico], esto fue lo que enseñó sobre la oración:
  1. Insistencia que reclama la generosidad del Padre (Mat. 7: 7-11).
  2. Tenacidad que profundiza la fe en el amor de Dios (Luc. 18: 1-8).
  3. Humildad que produce la aceptación de Dios (Luc. 18: 10-14).
  4. Exaltación propia que oculta el rostro de Dios (Mat. 6: 5).
  5. Caridad que asegura el perdón de Dios (Mar. 11: 25-26).
  6. Sencillez y sinceridad de corazón que agradan a Dios (Mat. 6: 7; 23: 14).
  7. Unidad que propicia la respuesta de Dios (Mat. 18: 19).
  8. Intensidad que nos vincula con el poder divino (Mar. 9: 14-29).
  9. Expectativa y fe que obtienen resultados (Mar. 11: 24).
  10. Entrega a la voluntad de Dios que es vital (Mat. 26: 42).
El diccionario agrega: «Hay en los dones de Dios cosas que un hombre nunca ha tenido; por lo tanto, "pide". Otras que se han perdido; por tanto, "busca". Y puertas que no han sido abiertas; por tanto, "llama"». Dejar de orar es dejar de creer. Así no se puede vivir. ¿Por qué no renuevas ya tu vida de oración? Es una experiencia que definirá tu vida para siempre.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
¿Sabías que..? Relatos y anécdotas para jóvenes
Por Félix H. Cortez

EN MI NOMBRE

Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré. Juan 14:14.

Los discípulos no conocían los recursos y el poder ilimitado del Salvador. Él les dijo: "Hasta ahora nada habéis pedido en mi nombre" (Juan 16:24). Explicó que el secreto de su éxito consistiría en pedir fuerza y gracia en su nombre. Estaría delante del Padre para pedir por ellos. La oración del humilde suplicante es presentada por él como su propio deseo en favor de aquella alma. Cada oración sincera es oída en el cielo. Tal vez no sea expresada con fluidez; pero si procede del corazón ascenderá al santuario donde Jesús ministra, y él la presentará al Padre sin balbuceos, hermosa y fragante con el incienso de su propia perfección...
"En mi nombre", ordenó Cristo a sus discípulos que orasen. En el nombre de Cristo sus seguidores han de permanecer delante de Dios. Por el valor del sacrificio hecho por ellos, son estimables a los ojos del Señor...
El Señor se chasquea cuando su pueblo se tiene en estima demasiado baja. Desea que su heredad escogida se estime según el valor que él le ha atribuido. Dios la quería; de lo contrario no hubiera mandado a su Hijo a una empresa tan costosa para redimirla. Tiene empleo para ella y le agrada cuando le dirige las más elevadas demandas a fin de glorificar su nombre. Puede esperar grandes cosas si tiene fe en sus promesas.
Pero orar en nombre de Cristo significa mucho. Significa que hemos de aceptar su carácter, manifestar su espíritu y realizar sus obras. La promesa del Salvador se nos da bajo cierta condición. "Si me amáis —dice—, guardad mis mandamientos" (Juan 14:15). Él salva a los hombres no en el pecado, sino del pecado; y los que le aman mostrarán su amor obedeciéndole.
Toda verdadera obediencia proviene del corazón. La de Cristo procedía del corazón. Y si nosotros consentimos, se identificará de tal manera con nuestros pensamientos y fines, amoldará de tal manera nuestro corazón y mente en conformidad con su voluntad, que cuando le obedezcamos estaremos tan solo ejecutando nuestros propios impulsos. La voluntad, refinada y santificada, hallará su más alto deleite en servirle.— Review and Herald, 14 de julio de 1910; también en El Deseado de todas las gentes, pp. 620, 621.

Tomado de Meditaciones Matutinas para adultos
Desde el Corazón
Por Elena G. de White