domingo, 20 de febrero de 2011

SLAVA, UN NIÑO MUY CORTÉS

«En el agua se refleja el rostro, y en el corazón se refleja la persona», Proverbios 27: 19.

Slava se sentía solo en el nuevo barrio donde vivía. No había logrado hacer amigos, y un buen día estaba realmente aburrido. ¿Qué cosa interesante podía hacer? Ya estaba harto de jugar solo.
Mientras se encontraba en el patio, escuchó un ruido que le llamó la atención. Salió a ver qué era. Vio a una mujer mayor empujando una carretilla.
—¿A dónde lleva esa carrucha? —le preguntó.
—Voy a recoger unos ladrillos para llevarlos a mi casa —respondió la señora.
-¿Quiere que la ayude?
Ella no alcanzó a responder porque el niño ya se encontraba a su lado, tratando de empujar la carretilla también. Al llegar a donde estaban los ladrillos, la anciana empezó a colocarlos, uno por uno, en la carretilla. Slava siguió su ejemplo, y mientras platicaban para conocerse.
Slava aprovechó la oportunidad para hablar sobre Jesucristo un buen rato esa tarde. Cuando preguntó a la anciana si leía la Biblia, ella respondió que no tenía una. El niño recordó que su mamá tenía una en casa, así que fue corriendo a buscarla. La tomó y volvió rápidamente a donde estaba su nueva amiga.
—Aquí tiene esta Biblia para que la estudie.
La señora la tomó, le sonrió y agradeció. Ese niño tan atento había llamado su atención. Bien valía la pena estudiar aquel libro. Algo bueno aprendería.
Conserva tu conexión con Jesús y pídele que hoy, y todos los días, te ayude a ser cortés con la gente mayor.

Tomado de meditaciones matinales para menores
Conéctate con Jesús
Por Noemí Gil Gálvez

UN AMOR INQUEBRANTABLE

El amor nunca deja de ser (1 Corintios 13:8).

Se sentía sola, abandonada y despreciada. Parecía que el mundo le negaba la existencia. Había vivido muchos años aparentando ser feliz, pero ahora se encontraba en lo más hondo del pozo, ahogándose poco a poco. Abandonada por su familia, María estaba al borde de la muerte, cuando escuchó una dulce melodía: «¡Oh, amor de Dios! Tu inmensidad, el hombre no podrá contar, ni comprender la gran verdad: que Dios al hombre pudo amar». Quedó paralizada ante aquel mensaje. Decepcionada del mundo, había olvidado por completo el verdadero significado del amor.
Satanás, que ya se daba por satisfecho, sintió que algo amenazaba su malévolo plan de destrucción, y la atacó con pensamientos derrotistas: «Ese amor no es para ti. ¿Crees que el amor podrá borrar tu pasado? Tu destino está marcado, lo único que te queda es la muerte». Por un momento, María sintió que sus pies iban en pos de ese destino, pero entonces volvió a escuchar: «¡Oh, amor de Dios! Brotando estás, inmensurable, eternal». Y sintió en su interior un deseo profundo de conocer más de ese amor. Y, ¡gloria a Dios!, el amor triunfó en su vida. Una vez más, Dios, en su infinito amor, encontró al perdido, al abandonado, al menospreciado y al sentenciado a muerte, y dio nuevas fuerzas a un corazón moribundo.
Puede ser que, como María, tú también le encuentres al borde del desánimo. Tal vez creas que todo está perdido y hasta desees la muerte como única salida posible a tu existencia inútil. Pero recuerda que, aunque todos esos sentimientos se amontonen sobre ti, aunque Satanás trate de hacer que te veas a ti misma como alguien insignificante e incluso como un estorbo para los demás, «Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros» (Rom. 5: 8).
No temas enlonces al pasado, no te angusties por el futuro. Tienes un Dios que te amará siempre, aun cuando cometas errores o te sientas derrotada, cuando tu sistema emocional parezca desplomarse, porque el amor de Dios nunca se acaba.
No hay pasado que pueda impedir la manifestación del amor de Dios en tu vida.

Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera

JESÚS, EL AMIGO PERFECTO

Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos. Juan 15:13.

Los seres humanos tenemos el instinto de la autopreservación. Este instinto nos impulsa a sacar la mano del fuego para no quemarnos, a mirar bien el semáforo en la intersección antes de cruzar y a recurrir al médico cuando nos sentimos enfermos. Aunque muchos dicen cuando fuman tabaco que "de algo hay que morir", el instinto de la preservación nos lleva a todos a acudir al médico para encontrar la solución a un problema de salud, porque en el fondo nadie quiere morir.

Jesús también poseía este instinto, pero debió hacerlo a un lado para cumplir con su propósito de salvar a la humanidad. Su humillación, su sacrificio, su dolor, todo fue puesto a un lado para cumplir con la meta que se había propuesto junto al Padre en el cielo: darle al ser humano la posibilidad de recuperar la vida inmortal.

Piensa en todo lo que padeció Jesús. Sufrió una terrible angustia en el Getsemaní antes de ser apresado, fue traicionado por uno de los doce que lo entregó con un beso, fue llevado al tribunal judío en cadenas como si ya estuviera condenado.
Cuando confesó ser el Hijo de Dios, le escupieron el rostro, lo abofetearon y golpearon. Debió escuchar insultos y calumnias de todo tipo. Fue negado por uno de sus amigos. Prefirieron a un criminal antes que a él. Se lo desnudó para que sintiera vergüenza. Como parte de un horrible simulacro, se le colocó una corona de espinas, un cetro y un manto púrpura para humillarlo. Finalmente lo clavaron con gruesos clavos en las manos y los pies a una cruz.

¿Qué llevó a Jesús a entregarse para padecer tanto? ¿Qué lo motivó a no resistirse a ser humillado y ultrajado de esa manera? ¿Qué lo impulsó a dejarse matar por quienes estaba dando su vida? Su AMOR. El gran amor que sentía por toda la humanidad lo motivó a dar su vida. Cuando le dijo a sus discípulos: "Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos" estaba hablando de su propio amor, porque solamente cuando se ama es que se pueden realizar los grandes sacrificios.
Nadie tuvo mayor amor que Jesús, porque siendo inocente, dio la vida por sus amigos culpables. Al comenzar este día eleva una alabanza de gratitud por el gran amor de tu Amigo Jesús, porque cuando murió, lo hizo pensando en ti.

Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuela

SUFRIMIENTOS

Pues ¿qué gloria es, si pecando sois abofeteados, y lo soportáis? Mas, si haciendo lo bueno sufrís, y lo soportáis, esto ciertamente es aprobado delante de Dios. 1 Pedro 2:20.

A quel día amaneció triste; más triste que cualquier otro. La densa neblina que envolvía la ciudad parecía el presagio de algo funesto. Por lo menos, a Susana le daba la impresión de que aquel día marcaría su vida para siempre.
El reloj de pared indicaba las tres de la tarde en la escuela donde ella trabajaba. Repentinamente se oyó un rumor lejano, como el lamento triste de muchas voces. A medida que los segundos transcurrían y las cosas empezaban a ser sacudidas, Susana percibió que se trataba de un terremoto.
Lo primero que la joven maestra hizo, instintivamente, fue correr en dirección a los niños, como la gallina busca a sus polluelos para protegerlos. Fue inútil. Los niños, desesperados, no obedecían la voz de la maestra, y corrían como caballos desbocados, de un lado a otro. Los segundos parecían una eternidad, y la tierra temblaba como un gigante herido. Cuando el peligro pasó, solo restó un coro de gritos de dolor y un escenario fúnebre de sangre, cuerpos heridos, y muerte...
Conocí a Susana años después del terremoto. Todavía cargaba en su inconsciente el peso de la culpa; como si ella hubiese sido la causante de aquella tragedia.
-Hice todo lo que pude, pero no logré protegerlos -me dijo, refiriéndose a los seis niños que murieron en aquella ocasión.
Y después, con los ojos anegados, me preguntó:
-¿Por qué es necesario sufrir en este mundo?
Tal vez, el versículo de hoy sea tu respuesta, Susana. El dolor es una realidad del mundo de pecado en el que vivimos. Puede ser grotesco, irracional e injusto, pero es el pan nuestro día a día. Sufren los justos, y también los injustos. La diferencia es que el sufrimiento de los justos es gloria. Te purifica, te pule, te limpia; trabaja el bello diamante que se esconde en ti.
Ya el dolor de los injustos no tiene sentido. Es como la herida purulenta, que va destruyendo lenta, imperceptible, pero completamente.
El cristianismo no te protege del dolor; da una nueva orientación a tu sufrimiento. Te hace grande, te ennoblece y te prepara para conquistas aún mayores. Solo ten la seguridad de que en el momento del dolor estés en los brazos de Jesús. Pues, "¿qué gloria es, si pecando sois abofeteados, y lo soportáis? Mas, si haciendo lo bueno sufrís, y lo soportáis, esto ciertamente es aprobado delante de Dios".


Tomado de meditaciones matinales para adultos
Plenitud en Cristo
Por Alejandro Bullón