viernes, 7 de enero de 2011

ENCUENTRA EL AMOR

Cada palabra tiene una sílaba de más. Elimínala y escribe la palabra correcta, para que descubras el texto del día de hoy.

«HEDEMOS RECIENBIDO NOTIMACIAS DEBO [...] SUSI AMRAOR VAQUE ELTIEMUNEN PORHO TOREÓOS LOSDE SANGATOS» Colosenses 1: 4.

Escribe lo que piensas: ¿Cómo puedes demostrar amor en este día a los miembros de tu familia o de tu iglesia?


Tomado de meditaciones matinales para menores
Conéctate con Jesús
Por Noemí Gil Gálvez

¿PIES DESCALZOS? Parte 1

Los sustentaste cuarenta años en ti desierto; de ninguna cosa tuvieron necesidad; sus vestidos no se envejecieron, ni se hincharon sus pies. (Nehemías 9:21).

Muchos años después de haber sido pronunciadas estas palabras, Cristo volvió a recordar esta experiencia cuando dijo: «Considerad los lirios, cómo crecen [...] Vosotros, pues, no os preocupéis [...] ni estéis en ansiosa inquietud [...]. Vuestro Padre sabe que tenéis necesidad de estas cosas» (Luc. 12: 27-30). Aunque el Señor Jesús puso especial énfasis en esto, nosotros, como seres humanos sujetos a limitaciones, no logramos controlar la ansiedad que nos producen las necesidades físicas y materiales. Incluso llegamos a afanarnos tanto, que perdemos de vista lo más importante: el reino de Dios.
Cuando descubrí que estaba embarazada de mi hijo menor mi corazón se inquietó ante la incertidumbre de si podría conseguir todo lo que necesitaba para sacarlo adelante. Aquel fue un embarazo de riesgo que me obligó a permanecer hospitalizada durante un tiempo. Ante tanta ansiedad que sentía dentro de mí, lo primero que hizo Dios para tranquilizarme fue enviarme un dinero que no esperaba. Pero mi corazón seguía sintiendo temor de no poder cubrir las necesidades básicas del bebé.
No se me permitía salir del lugar donde guardaba reposo absoluto, pero como había una tienda cerca, siempre alguna interna se las ingeniaban para salir. Un viernes por la tarde, la joven con quien compartía habitación me dio la noticia de que al día siguiente, sábado, sacarían a la venta unas medias para bebé, muy cotizadas por causa de la escasez. Según le habían informado, solo quedaban dos cajas, que se venderían íntegramente ese día. Mi corazón se entusiasmó. Yo no tenía ni una sola media, y mi bebé nacería en invierno. Abrí el monedero para ver si tenía el dinero. Entonces elevé una oración al Señor: «¿Permitirás que mi bebé lleve los pies descalzos?».
¿Sabes? El enemigo tiene mil artimañas para causarnos ansiedad, desconfianza e inseguridad en las promesas divinas. Si sientes que la ansiedad te sacude fuertemente, recuerda que el Dios que mantuvo a Israel durante cuarenta años sin necesidad de ir a las tiendas, puede suplir todas tus necesidades.
En los almacenes divinos, el Rey siempre tiene regalos para ti.

Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera

JACOB Y SU HERMANO GEMELO

Y Esaú dijo: ¿Qué te propones con todos estos grupos que he encontrado? Y Jacob respondió: El hallar gracia en los ojos de mi señor. Génesis 33:8.

Jacob había permanecido veinte años fuera de su hogar paterno. Ahora, en obediencia al mandato divino, emprendió el viaje de regreso. Quien se fuera solo tiempo atrás, regresaba ahora con dos esposas, once hijos y una gran riqueza; pero el terrible engaño realizado a su padre y el consecuente enojo por parte de Esaú parecían recientes. Cada día sentía sobre su corazón el peso de la culpa y deseaba liberarse de ella y reconstruir lo derribado por su pecado.
Poco antes de llegar, algunos mensajeros le dijeron a Jacob: "Vinimos a tu hermano Esaú, y él también viene a recibirte, y cuatrocientos hombres con él" (Gen. 32:6). El temor se apoderó del hermano fugitivo, pidió a Dios en oración protección y luego envió a los mismos mensajeros con algunos regalos para su hermano. Divididos en diversos grupos, envió doscientas cabras y veinte machos cabríos, doscientas ovejas y veinte carneros, treinta camellas con sus crías, cuarenta vacas y diez novillos, veinte asnas y diez borricos (vs. 14,15). Todo este ganado era una verdadera fortuna que Jacob estaba depositando en las manos de su hermano. ¿El propósito? "Hallar gracia" y ser perdonado. Cuando Jacob divisó a Esaú, "se inclinó a tierra siete veces, hasta que llegó a su hermano. Pero Esaú corrió a su encuentro y le abrazó, y se echó sobre su cuello, y le besó, y lloraron" (Gen. 33:3, 4). Luego, el hermano mayor preguntó: "¿Qué te propones con todos estos grupos que he encontrado? Y Jacob respondió: El hallar gracia en los ojos de mi señor". Presta atención a la estrategia usada por Jacob para reconciliarse con su hermano:

1. Intentó reparar el daño material. Todo primogénito, al morir su padre, sucedía a este como jefe de la familia y recibía una porción doble de los bienes que su progenitor poseía. Jacob conocía este derecho que había obtenido por usurpación e intentó restaurar la situación dándole gran cantidad de ganado al hermano agraviado.
2. Se humilló. Lejos de querer excusar su error o pretender justificarlo, Jacob reconoció que se había equivocado y le llamó "señor" a su hermano gemelo. De esta manera se colocaba en una condición inferior, y reconocía que Esaú era el primogénito.

Nadie está libre de ofender a quienes ama, pero el Señor en su Palabra nos dejo diversos ejemplos para que sepamos cómo subsanar esas faltas. El ministerio de la reconciliación es de origen celestial y está a nuestro alcance para ponerlo en práctica.

Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús

Por David Brizuela

LLEGAMOS

Nosotros llegamos a la tierra a la cual nos enviaste, la que ciertamente fluye leche y miel; y este es el fruto de ella. Números 13:27.

¿Llegamos? ¡Mentira! Después de esta declaración "optimista", todavía necesitaron cuarenta años para llegar a la Tierra Prometida. El mensaje de hoy es un mensaje de advertencia en contra del optimismo exagerado. "Casi" no es "Ya". Jamás celebres por adelantado la victoria que aún no venciste. Trabaja hasta el último minuto; lucha incansablemente. Nunca consideres vencido al enemigo, porque no existe enemigo vencido; cuando menos lo esperes, tendrás que enfrentar nuevas batallas. Es la lucha de todos los días.
La declaración de hoy fue pronunciada por los espías que Moisés envió para inspeccionar la tierra antes de entrar y conquistarla. Ellos habían vuelto radiantes de alegría y de gozo: deberían estar exuberantes, rebosantes de gratitud a Dios, porque al fin estaban a punto de ver un sueño realizado. Pero, en vez de eso, traían una mezcla de sentimientos muy humanos. El optimismo exagerado por un lado, el deslumbramiento por las riquezas que habían visto; realmente la tierra era tierra que fluía leche y miel. Pero, el otro sentimiento era de un pesimismo atemorizante: "No podremos derrotarlos porque ellos son más fuertes que nosotros".
¿Te das cuenta de cómo, cuando el ser humano se aleja de Dios, sus sentimientos son como un péndulo, que oscila de un lado al otro? Pierdes el equilibrio; te entusiasmas y te desanimas con facilidad. Inicias un negocio pensando en volverte millonario, y a los dos meses piensas que cometiste el error más grande; te desanimas, no eres constante, no avanzas.
Ninguna victoria sucede por acaso. La corona no es fruto de un golpe de suerte. Es necesario persistir, continuar, aunque te dé la impresión de que estás perdiendo el tiempo.
La incredulidad de Israel lo llevó a vagar, errante, por el desierto durante casi cuatro décadas, hasta que toda aquella generación fuese consumida por el calor de las inhóspitas arenas. Ellos jamás entraron en la Tierra Prometida, pero nos dejaron el legado de su ejemplo; mal ejemplo. Pero la vida es así: aprendemos de las cosas buenas y de las cosas malas; imitamos lo bueno y evitamos lo malo.
Haz de este día un día de lucha y de trabajo. Aquella victoria que te parece ya casi en la mano todavía no llegó. No te vistas de gala antes de tiempo; sigue luchando y confiando en Dios, hasta el último minuto. Todavía no digas, como Israel: "Nosotros llegamos a la tierra a la cual nos enviaste, la cual ciertamente fluye leche y miel; y este es el fruto de ella".

Tomado de meditaciones matinales para adultos
Plenitud en Cristo
Por Alejandro Bullón