viernes, 10 de febrero de 2012

EL CAZADOR DE DRAGONES

«Y tendréis por inmundos a los siguientes animales que se mueven sobre la tierra: [...] el lagarto» (Levítico 11:29, 30, RV95).

Hoy vamos a continuar examinando el mismo pasaje de Levítico 11: 30. Es que hay tantos animales que se nombran allí que tenemos que ir por partes. Hoy hablaremos de los lagartos.
La mayoría de los lagartos son muy grandes. El dragón de Komodo es una especie de lagarto que puede alcanzar hasta tres metros de largo. Si se pone de pie, sobrepasa el alto del techo de la mayoría de las casas. El dragón de Komodo vive en la isla Komodo, en Indonesia. Si puedes, busca en un mapamundi dónde está ubicada Indonesia. Los dragones de Komodo son carnívoros, es decir se alimentan de carne; y son unos cazadores muy feroces. Cuando encuentran su presa, la engullen con sus afilados colmillos.
Pero la Biblia habla de otro dragón. Apocalipsis 10:2 nos dice que Satanás es el verdadero dragón, y que también es muy feroz. Su objetivo es destruirnos. Pero no te preocupes. Apocalipsis nos dice que lo va a encadenar y finalmente, cuando el cielo venga a la tierra, ya no nos molestará nunca más. ¡Qué maravilloso es saber que nuestro Dios es mucho más poderoso que el dragón de Komodo y que el verdadero di dragón de este mundo! ¿Verdad?

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

MÁS QUE PALABRAS

Y yo dije: «¡Ah, oh, Señor Jehová! ¡Yo no sé hablar, porque soy un muchacho!» (Jeremías 1:6).

Un Sábado, después del culto divino, nos dirigimos hacia el comedor de nuestra iglesia. Uno de mis primos, que para esa época tenía ocho años, no nos acompañó sino que se fue a un terreno baldío colindante. Mi primo, además de ser un chico tranquilo e inteligente, manifestaba un gran interés por los insectos y los reptiles.
Al llegar a la casa aquella tarde mi primo traía en su bolsillo una lagartija pequeña, nada graciosa a mi parecer. Su papá le consiguió un recipiente de vidrio bastante grande para que la pusiera allí. A los pocos días la lagartija ya se había convertido en el centro de atención: le llevábamos grillos y gusanos, y colocamos un recipiente con agua en su «jaula». Pasaron los meses y, debido a que mi primo olvidaba alimentar al animalito, yo me convertí en su proveedora y protectora.
En una ocasión tuvimos que salir de la ciudad durante tres días, así que le dejamos varios grillos, le cambié el agua y la coloqué en el patio de atrás para que estuviera en un lugar más fresco. El domingo, cuando regresamos, salí a ver la lagartija. Al darme cuenta de que estaba muerta me sentí muy mal y a la vez culpable. Llamé a mi primo para comunicarle lo sucedido. Al ver sus lágrimas me di cuenta de que él también lamentaba la muerte del animalito. Lo tomó en sus manos, lo llevó hasta el jardín y cuidadosamente cavó un agujero en la tierra para sepultarlo.
Traté de disculparme por lo sucedido, pero las palabras de mi primo me asombraron: «Tranquila, tú no la mataste. No hay nada que perdonar». Así nos habla Jesús cuando intentamos aceptar nuestros errores, nos humillamos y derramamos lágrimas de arrepentimiento: «Tranquila».
Deposita tus penas y culpas a los pies de la cruz. Jesús se olvidará de ellas, de la misma forma en que lo hace un niño.

Toma de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Yoda Murillo

¿PECADOS SECRETOS?

No hay nada secreto que no llegue a descubrirse, ni nada escondido que no llegue a saberse. Mateo 10:26.

«¿No había suficientes hombres para que Dios haya tenido que escoger a una mujer como su mensajera? ¿Y no había suficientes australianas para que Dios haya tenido que escoger a una estadounidense?» Quien se expresaba así era Harold, un joven australiano que abrigaba serias dudas con respecto al don profético que Dios le concedió a Elena G. de White. Cierto día, Harold se enteró de que ella iba a hablar en una iglesia de Melbourne. Sin pensarlo dos veces, llegó allí muy temprano y se sentó en una de las primeras filas.
Después de que el pastor Arthur Daniells, el presidente de la Unión Australiana, la presentara a la congregación, la Sra. White se dispuso a hablar. Pero no pudo. Algo se lo impidió. Extrañada por lo ocurrido, la Sra. White examinó cuidadosamente los rostros de los presentes. Nuevamente intentó hablar. Tampoco pudo. ¿Qué estaba sucediendo? Nadie lo sabía. Entonces se dio media vuelta y, uno a uno, examinó los rostros de quienes la acompañan en la plataforma. Se detuvo en uno de ellos. Entonces se acercó al pastor Daniells, le dijo unas palabras y, en cuestión de segundos, uno de los oficiantes se puso de pie. Con rostro avergonzado, abandonó la plataforma mientras miraba con desprecio a la Sra. White.
En su asiento de la segunda fila, Harold se preguntaba qué estaba ocurriendo. Mientras tanto, Elena G. de White retomó su lugar detrás del pulpito, intentó hablar y... esta vez sí pudo hacerlo sin ningún problema.
¿Qué pasó realmente esa tarde? Según lo explicaron las autoridades de la iglesia, el hombre que abandonó la plataforma, Nathaniel Davis, era un colportor que tenía relación con el espiritismo y problemas de inmoralidad sexual. El asunto estaba claro: Dios no permitiría que la Sra. White hablara mientras Nathaniel Davis estuviera en la plataforma.
¿Y qué sucedió con Harold? Bueno, después de esa experiencia, nunca más dudó que Elena G. de White fuera mensajera de Dios. Años más tarde, el joven Harold Blunden llegaría a ser el director de publicaciones de la Asociación General (adaptado de Herbert E. Douglas, They Were There [Ellos estuvieron allí], pp. 70-73).
¿Qué aprendemos de esta historia? La lección que encierra el versículo para hoy: «No hay nada secreto que no llegue a descubrirse».
Señor, ayúdame a vivir de tal manera que no tenga nada de qué avergonzarme.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

CORAZONES DE FUSIÓN FRÍA

«Buena es la sal; pero si la sal se hace insípida, ¿con qué a sazonaréis? Tened sal en vosotros mismos, y vivid en paz. » (Marcos 9:50).

¿Sabía usted que no podemos vivir sin una cierta cantidad de sal en el cuerpo? La pérdida de sal es poco frecuente, pero puede ser algo peligroso. El cuerpo pierde demasiada sal a través de la orina, la transpiración, los vómitos y las heces. Si se pierde demasiada sal, la sangre también pierde fluidos. En los casos graves, los bajos niveles de sodio en el cuerpo pueden causar: calambres, náuseas, vómitos y mareos.
En última instancia, la falta de sal puede provocar la pérdida del conocimiento, un coma o incluso la muerte. Por suerte, es muy poco probable que eso suceda, porque nuestras dietas suelen contener más sal de la necesaria. El sodio se encuentra presente en la composición de muchos alimentos, por lo que con ellos no es preciso usar el salero.
Mi hijo y su familia viven cerca de Washington, DC. Hace algunos años padecieron una grave tormenta de nieve. En tan solo un día y medio, la nieve acumulada alcanzó un grosor de setenta y cinco centímetros. El barrio donde vive estuvo cerrado hasta que la nieve pudo ser retirada de las calles. Para limpiar las calles y las carreteras, además los unos con los otros» de máquinas quitanieves, también se utiliza sal. La sal hace que el punto de congelación del agua baje de los cero grados centígrados, por lo que, a esa temperatura, el hielo Se derrite.
El agua que lleva disuelta gran cantidad de minerales se llama «agua dura». Cuando el agua es dura, el jabón no hace espuma y el lavado de la ropa y el aseo personal resultan más difíciles. La solución es hacer que el agua pase por un filtro de sal para ablandarla.
¿Qué quiero decir? Así como la sal puede derretir el hielo y ablandar el agua, la sal del Espíritu Santo es capaz de derretir los corazones más fríos y ablandar los más duros.
Esto es lo que Jesús quiso que entendiéramos cuando dijo que debemos ser la sal de la tierra. A menudo, al relacionarnos con personas de corazón frío, reaccionamos como ellas. Por eso Jesús nos advierte para que no permitamos que nuestro entorno haga que perdamos la capacidad de llevar a cabo la tarea que nos ha encomendado.
La única manera de ser sal pura es permitir que el Espíritu Santo obre en nuestra vida. Lo invito a orar ahora mismo con el propósito de que el Señor lo use para derretir los gélidos corazones y ablandar las duras vidas de aquellos a quienes Dios ponga en su camino. (Basado en Mateo 5:13)

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill