jueves, 8 de noviembre de 2012

ARANDO POR LAS ALMAS


«Tanto el que ara la tierra como el que trilla el grano deben hacerlo con la esperanza de recibir su parte de la cosecha» (1 Corintios 9:10).

Cuando yo era adolescente vivía en una granja.  Alrededor de nosotros se extendían kilómetros y kilómetros de campos de caña de azúcar; maíz y soya. Cada primavera veía a los granjeros conduciendo sus grandes tractores a través de los campos y arando la tierra. ¿Para qué hacían eso? ¿Por qué no tiraban simplemente las semillas en la tierra y esperaban a que crecieran?
Los granjeros saben que deben preparar el suelo para que sus cultivos crezcan sanos y fuertes. La tierra debe ser separada para que el aire y el agua lleguen hasta las raíces de la planta. También se le agrega fertilizante para que las plantas tengan suficiente alimento. Sin el arado, no habría cosecha.
Así como la tierra necesita ser preparada para ser cultivada, los corazones de las personas necesitan ser preparados para aceptar a Jesús. Nosotros podríamos ser los «aradores» que les presenten el mensaje de Jesús. No lo sabemos, pero quizá algún día un pastor bautice a alguien que conoció a Jesús gracias a nosotros. Sigue arando para Jesús y fíjate en cómo Dios, el gran Granjero del universo, planta hermosos cultivos que cosechará para el reino.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

EN COMPAÑÍA DE ÁNGELES


Yo Juan soy el que oyó y vio estas cosas. Y después que las hube oído y visto, me postré para adorar a los pies del ángel que me mostraba estas cosas. (Apocalipsis 22:8).

En todos los tiempos Dios se valió de santos ángeles para socorrer y librar a su pueblo. Los seres celestiales tomaron parte activa en los asuntos de los hombres. Aparecieron con vestiduras que relucían como el rayo; vinieron como hombres en traje de caminantes. Hubo casos en que aparecieron ángeles en forma humana a los siervos de Dios» (El conflicto de los siglos, cap. 40, p. 614).
Hace algunos años, mientras viajaba por una zona montañosa de Guatemala con mi hijo mayor, el auto se quedó sin frenos. De inmediato clamé a Dios, creyendo que podíamos morir. Chocamos contra una pared y, debido al impacto, quebré el vidrio delantero con la frente. Al darnos cuenta de que estábamos bien, dimos gracias a Dios por habernos salvado la vida.
Dios envió a un grupo de veinte o veinticinco campesinos. Uno dijo que retiraran el auto de la carretera, pues podían llegar policías y confiscarlo. Apenas recuerdo cómo lo hicieron, pero en un abrir y cerrar de ojos el auto estuvo colocado a la orilla del camino y todas aquellas personas que estaban con nosotros desaparecieron.
Recuerdo muy bien que entre ellos había una pareja. La dama llevaba un vestido color rosado y un abrigo blanco, mientras que el varón usaba una camisa de cuadriles. Elena G. de White afirma: « ¡Qué sensación le producirá conversar con el ángel que fue su guardián desde el primer momento; que vigiló sus pasos y cubrió su cabeza en el día de peligro; que estuvo con él en el valle de la sombra de muerte, que señaló su lugar de descanso, que fue el primero en saludarle en la mañana de la resurrección» (La maravillosa gracia de Dios, p. 364).
Estoy convencida de que aquellos campesinos eran ángeles, ya que esa región del país está prácticamente deshabitada. Además, el tipo de vestimenta utilizado en esa zona de Guatemala no es el que aquellas personas llevaban.  Ahora que he visto ángeles me es más fácil identificarme con el apóstol Juan cuando dijo: «Yo vi la Santa Jerusalén». Es real, existe. Preparémonos día a día para poder habitarla.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Sandra Virginia Monterroso

NO NECESITABA ORAR


Balaam [...] quiso ganar dinero haciendo el mal y fue reprendido por su pecado. 2 Pedro 2:15,16.

Balaam se ganaba la vida practicando la magia y la hechicería. Sus servicios estaban a la orden de todo el que pudiera pagar por ellos. Y parece que el negocio estaba marchando viento en popa porque Balac, el rey de Moab, contrató sus servicios para maldecir a Israel.
¿Y qué era lo que tanto le preocupaba al rey de Moab?
«De Egipto ha venido un pueblo que se ha extendido por todo el país, y ahora se ha establecido delante de mí. Ven en seguida y maldice a este pueblo por mí, pues es más fuerte que nosotros» (Núm. 22: 6).
Balaam sabía muy bien que Israel era el pueblo escogido de Dios. Y también sabía que sus encantamientos de nada servirían. Pero había un problema. Al parecer, el rey de Moab conocía el lado débil de Balaam. Por eso se aseguró de que sus emisarios fueran «con dinero en la mano para pagar las maldiciones» (vers. 7).  ¿Cómo respondió Balaam? «Quédense aquí esta noche, y yo les responderé según lo que el Señor me ordene» (vers. 8).
¿Necesitaba Balaam consultar a Dios? ¿Le permitiría el Señor maldecir a su pueblo? Solo en la mente de Balaam cabía semejante barbaridad, pero por amor al dinero este hombre estaba dispuesto a vender su alma. Ya conoces la historia. A la mañana siguiente informó a los emisarios que Dios no le permitía ir. Regresaron luego con más dinero. Otra consulta a Dios. Al final, se salió con la suya, pero cuando quiso maldecir a Israel, de su boca solo salieron bendiciones (ver Núm. 23, 24).
No sé si sabes cuál fue el fin de Balaam. Murió a espada en una guerra de Israel contra Madián (ver Núm. 31:8). Pero mucho antes de su muerte, ya habían muerto sus principios.
¿Qué le estás pidiendo a Dios en oración? La historia de Balaam nos enseña que cuando sabemos claramente cuál es nuestro deber, no necesitamos orar a Dios para que nos diga qué hacer. Lo que necesitamos es pedirle fortaleza y valor para llevar a cabo lo que ya sabemos que tenemos que hacer.
¿Puedes ahora mismo pedir la bendición de Dios para algunas de las cosas que estás haciendo (en tu vida privada, tus estudios, tus relaciones sentimentales, tus actividades de recreación).

Dios mío, que cuando la senda del deber esté clara, yo tenga el valor de seguirla, sin fijarme en las consecuencias.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

SEÑALES Y PRODIGIOS

«No te dejaré, si no me bendices» (Génesis 32:26).

El ministerio de Jesús incluyó muchos milagros. ¿Habrá milagros también en nuestro tiempo? La respuesta es que sí. Si ese es el caso, ¿debemos esperar milagros cuando oramos? Aquí es preciso que seamos prudentes. Jesús nunca obró un milagro «según demanda». Siempre intervenía un propósito mayor.
La historia de la curación del hijo del noble revela los verdaderos motivos del hombre. Al parecer, este decidió que pondría a prueba a Jesús y, si Jesús la superaba, creería en él. Así que pidió a Jesús que viniera y curara a su hijo. Leyendo sus pensamientos, Jesús le dijo: «Si no veis señales y prodigios, no creeréis» (Juan 4:48).
«Como un fulgor de luz, las palabras que dirigió el Salvador al noble desnudaron su corazón. Vio que eran egoístas los motivos que le habían impulsado a buscar a
Jesús. Vio el verdadero carácter de su fe vacilante.
Con profunda angustia comprendió que su duda podría costar la vida de su hijo. Sabía que se hallaba en presencia de un Ser que podía leer los pensamientos, para quien todo era posible, y con verdadera agonía suplicó: "Señor, desciende antes que mi hijo muera". Su fe se aferró a Cristo como Jacob trabó del ángel cuando luchaba con él y exclamó: "No te dejaré, si no me bendices"» (EL Deseado de todas las gentes, cap. 20, p. 175).
La persona que se obstina en pedir un milagro abre la puerta al diablo para que la engañe. En la hora final, al pueblo fiel de Dios se le promete un derramamiento especial del Espíritu Santo; pero no será para que los demás queden fascinados con nosotros, sino para confirmar el poder de un Dios que obra milagros. Todo lo que haga su pueblo será en su nombre y por su causa, según su voluntad y no la nuestra.
Es importante recordarlo, porque: «Es inminente el día cuando Satanás [...] presentará numerosos milagros para confirmar la fe de todos aquellos que están buscando esta clase de evidencia. ¡Cuán terrible será la situación de los que cierran sus ojos a la luz de la verdad y piden milagros para ser confirmados en el engaño!» (EL evangelismo, p. 594).  Basado en Juan 4:46-53.

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill