martes, 31 de enero de 2012

¿ES O NO ES?

«En él [el pectoral] se engastaron cuatro filas de piedras preciosas [...] en la segunda hilera, una turquesa, un zafiro y un jade» (Éxodo 39:10, II,NVI).

Los últimos cuatro días hemos aprendido mucho explorando el tabernáculo en el desierto. Hoy aprenderemos un poco más sobre el pectoral del sacerdote. ¿Lo recuerdas? Era una pieza adornada con piedras preciosas que el sacerdote llevaba en el pectoral. La primera piedra de la segunda fila del pectoral era una turquesa.
Los amerindios de los Estados Unidos usan turquesas en sus ornamentos. Si vemos alguno, tal vez encontraremos una piedra azul brillante en un anillo o brazalete que podría ser una turquesa, o tal vez no. Porque la turquesa tiene una impostora que se llama variscita. La única manera de saber cuál es cuál, es calentándolas. La turquesa y la variscita se derriten a temperaturas distintas. ¡Esa es la única diferencia!
¿Cómo puedes saber si tú eres un buen cristiano? Los cristianos también pueden hacerse la prueba del calor Cuando las cosas se calientan y se ponen difíciles, los verdaderos cristianos se aferran a Jesús. Ciertamente todos cometemos errores, pero si permanecemos cerca de Jesús, aprenderemos a aferrarnos a él a pesar de lo «calientes» que puedan ser las tentaciones de Satanás. Aférrate a Jesús y deja que él te convierta en una verdadera gema de su corona.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

DE PIE ANTE EL SEÑOR

No améis al mundo ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él [Juan 2: 15).

El mar muerto posee características únicas y muy distintivas. Son esas peculiaridades las que lo convierten en un destino turístico muy atractivo. Uno tiene que pasar por la arena ardiente si desea llegar a sus aguas. Sin embargo, no es el típico mar en el que uno se pueda refrescar. Durante el verano, por ejemplo, el agua de la superficie puede alcanzar una temperatura de 37 °C (98 °F). Además, el agua podría provocarnos una fuerte irritación en los ojos por su alta salinidad, que es casi diez veces más elevada que la del resto de los mares.
Los que no saben nadar tienen una gran ventaja, pues podrán flotar en el Mar Muerto sin mucho esfuerzo. Es más, uno flotará prácticamente sin quererlo y no será tan fácil volver a poner los pies en la tierra de nuevo. Es incluso divertido ver a más de un turista tratando de ponerse en pie. Los movimientos que realizan en el intento se parecen a los de un insecto que lucha por voltearse, mientras se encuentra patas arriba.
Algo semejante es lo que sucede con nuestras vidas cristianas. La elevada concentración de factores como la música popular, el cine, los programas de televisión, la moda, la publicidad y la ya indispensable Internet nos afectan negativamente, en especial a los jóvenes. Todos esos elementos están cargados de inmoralidad, deslealtad, rivalidades, hedonismo y sexo, entre otras cosas.
Quizás sea más fácil y cómodo continuar flotando sobre las aguas saturadas de maldad que luchar por mantenernos de pie, como en el caso de los bañistas que se sumergen en el Mar Muerto.
Cómo cristianos debemos mantenernos firmes sobre la Roca, cimentados en los principios que Dios manifestó en su palabra. ¡Que el Señor nos ayude a permanecer firmes en el!

Toma de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Lupita Susunaga Navarro es profesora de Lengua y literatura en la Universidad de Montemorelos.

TENIA MAL CARÁCTER

Más vale ser paciente que valiente. Proverbios 16:32.

A nadie le gusta hacer el ridículo, y menos delante de amigos. ¿Te ha pasado? Le pasó a Benjamín en una clase de inglés, cuando estaba en séptimo grado. El asunto no habría pasado a mayores de no haber sido porque uno de sus compañeros comenzó a burlarse de él.
—Eso que dijiste es una de las cosas más tontas que he escuchado —dijo su compañero.
—Tú también has dicho tonterías —respondió Benjamín, malhumorado.
El intercambio de palabras continuó hasta que llegaron al cuarto de los armarios, donde guardaban sus pertenencias. Cuando Benjamín se disponía a abrir el candado, recibió un empujón. Sin pensarlo dos veces, agarró el candado y golpeó con él al muchacho en plena cara. En cuestión de segundos, la sangre comenzó a brotar profusamente.
En otra ocasión, cuando cursaba el noveno grado, estaba escuchando música con un amigo cuando, sin previo aviso, el muchacho le cambió la estación de radio. Comenzaron a discutir por ello, y entonces Benjamín empuñó un cuchillo y lanzó una puñalada hacia el estómago de su amigo. El arma golpeó la hebilla de la torrea con tanta fuerza que la hoja del cuchillo se partió en dos.
Cuando llegó a su casa, Benjamín se encerró en el baño. Por su mente cruzaba atropelladamente los pensamientos: «He intentado matar a un amigo. ¿Qué pensará mi madre de todo esto?». Permaneció allí hasta que recordó las lecciones de su madre sobre la oración. Mientras lloraba, oró: «Señor, si tú no me ayudas a librarme de este mal carácter, yo nunca podré hacerlo». Entonces buscó una Biblia y la abrió en el libro de Proverbios. Después de leer durante un rato, sus ojos se posaron en Proverbios 16: 32: «Más vale ser paciente que valiente». Ese día, la paz de Dios inundó su corazón y nunca más tuvo problemas con de temperamento (Manos consagradas. La historia de Ben Carson, pp. 58-64).
Benjamín es hoy el Dr. Ben Carson, director del Departamento de Neurocirugía Pediátrica del famoso Hospital Johns Hopkins de Baltimore, Maryland, EE.UU. La Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos y la cadena CNN lo han considerado uno de los veinte médicos más destacados del mundo.
Y tú, ¿tienes problemas serios de carácter? Si este es el caso, ¿qué tal si, al igual que Benjamín, conversas al respecto con tu Padre celestial?
Padre celestial, por amor a Jesús, mi Salvador, ayúdame a vencer mis defectos de carácter.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

ENTRÉGUELE SU CORAZÓN

«Amarás a Jehová, tu Dios, de todo tu corazón, de toda tu alma y con todas tus fuerzas» (Deuteronomio 6: 5).

Resulta fascinante descubrir cómo Dios diseñó el cuerpo humano. ¿Sabía usted que, en promedio, el corazón bombea un total de ciento sesenta millones de litros de sangre a lo largo de la vida de una persona? Con esa cantidad llenan más de tres superpetroleros. El corazón humano genera suficiente presión para arrojar un chorro de sangre a diez metros de distancia. No es de extrañar que podamos sentir tan fácilmente cómo late nuestro corazón. Para bombear la sangre por todo el cuerpo con rapidez y eficiencia se necesita mucha presión. Si ponemos los dedos en los pulsos de la muñeca y el cuello podemos sentir la pulsación. El pulso que sentimos es la sangre que se detiene y reanuda su flujo a través de las arterias y las venas.
En un minuto, la sangre circula tres veces por el cuerpo. Al cabo del día, la sangre ha recorrido un total de 19,000 km. Ahora entiendo por qué David escribió: «Te alabaré, porque formidables y maravillosas son tus obras; estoy maravillado y mi alma lo sabe muy bien» (Sal. 139: 14).
En las Escrituras el «corazón» es la persona en su totalidad. Esa palabra se usa para describir el centro, la esencia de toda la personalidad. Es lo que somos, el centro de nuestro ser y, aunque incluye el pensamiento, es mucho más que eso. Incluye las emociones, pero es mucho más que las emociones.
Incluye los afectos, pero es más que los afectos. También es la voluntad, lo que queremos y sabemos hacer. El corazón abarca todas estas cosas. ¡Yo soy mi corazón!
Por tanto, cuando Dios nos pide que lo amemos con todo nuestro corazón, no habla del corazón físico, el que se encuentra en el centro de nuestro tórax. Se refiere a lo que hace que yo sea quien soy.
Las enfermedades del corazón son la mayor causa de mortalidad. Quienes pierdan la salvación también serán víctimas de una «enfermedad del corazón». Así como uno la insuficiencia cardíaca tiene sus síntomas, la insuficiencia cardíaca espiritual tiene los suyos. Muchos presentan síntomas de enfermedad del corazón espiritual, pero no parece importarles.
La mayoría de la gente se preocupa más por mantener sano el corazón físico que el espiritual. La ciencia ha descubierto numerosas maneras de conservar sano el corazón y salvarlo cuando tiene problemas. Dios tiene maneras de mantener sano nuestro corazón espiritual. La buena noticia es que él jamás ha perdido un paciente. (Basado en Mateo 5: 8)

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill