jueves, 17 de mayo de 2012

RESBALADIZO COMO EL HIELO


«¿Quién es la madre [...] de la escarcha? ¿Quién vuelve el agua dura como la piedra y congela la superficie del océano?» (Job 38:29,30).

¿En qué momento el agua está dura como una piedra? Cuando está congelada, por supuesto. Quitémonos hoy nuestras botas y pongámonos los patines de hielo. Mete tus pies en ellos, amárralos y levántate con cuidado. Muy bien, ya estás parado sobre el hielo con tus patines. Ahora impúlsate. ¡Bien! Ya estás deslizándote sobre el hielo.
¿Te has fijado que el hielo es más resbaladizo cuando tiene agua por encima? Si te deslizas por el hielo y este tiene agua en la superficie avanzas más rápido. De hecho, eso es lo que pasa cuando patinas. Cuando la hoja del patín se desliza en el hielo, lo fricciona y lo derrite. Puedes patinar de manera suave y rápida porque en realidad te estás deslizando sobre una capa de agua.
El Espíritu Santo también tiene el poder de derretir A veces el corazón de las personas puede tornarse frío como el hielo. Tal vez han sido heridos por alguien y su corazón se ha endurecido. Pero el Espíritu Santo puede «deslizarse» a través de un corazón frío y derretirlo.
El Espíritu Santo puede usarte con ese mismo propósito. ¿Conoces a alguien que tenga un corazón endurecido como el hielo? Pídele al Espíritu Santo que llene tu vida de bondad y que te ayude hoy derretir una buena cantidad de hielo.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

DANDO GRACIAS POR TODO


Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús. (1 Tesalonicenses 5:18).

La mente influye en la salud mucho más de lo que imaginamos. Los pensamientos negativos pueden afectar la salud tísica, mental y espiritual.  En cambio, la esperanza, la fe, la simpatía, el gozo y el amor, fomentan la salud y alargan la vida. Por lo tanto, mantenernos de buen ánimo constituye una excelente medicina.
El Salmo 100 bosqueja importantes remedios para enfrentar la vida y mejorar nuestra salud física y espiritual «Cantad alegres [...] venid con regocijo [...] con acción de gracias».
Agradecimiento. La gratitud es una expresión de reconocimiento al Señor por las bendiciones que nos concede. Una persona agradecida a Dios no cae en la trampa de la murmuración y las quejas. La ingratitud no es un mal exclusivo de nuestra época, ya que de los diez leprosos sanados por Jesús, solamente uno regresó a darle las gracias.
Recuerda que los problemas de la vida nos estimulan a que nos acerquemos al Señor y nos humillemos ante su presencia. Aunque Dios no se goza en vernos sufrir, a veces es la única forma que tiene de llamar nuestra atención.
Gozo. En 1 Tesalonicenses 5:16 se nos dice que siempre debemos estar gozosas. El gozo es un fruto del Espíritu Santo, por lo tanto, no es opcional ni puede estar sujeto a altas y bajas de índole emocional. El gozo verdadero no mengua en medio de las pruebas más difíciles, y se lo considera el resultado de una fe auténtica (ver 1 Ped. 1:8). El gozo aclara nuestro entendimiento trente a las tinieblas del pecado y es una consecuencia del perdón divino.
Alabanza. La alabanza es la manifestación audible de la adoración. Coloca a Dios en un plano prioritario y es una expresión de fe y una declaración de victoria. Afirma nuestra creencia de que Dios está con nosotros y controla nuestras vidas. A Dios le agrada recibir la alabanza de su pueblo, y nuestra tarea más importante debe ser exaltarlo sobre todo lo demás.
Querida hermana, no olvides la recomendación de la Palabra: «Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús».

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Janet Ribera de Diestre

A ESO NO LO LLAMES FRACASO


Si en el día de la aflicción te desanimas, muy limitada es tu fortaleza. Proverbios 24:10, NVI

Muy pocos dudan en calificar a Tomás Alva Edison como el mayor inventor de todos los tiempos. Se calcula que patentó más de mil inventos, entre los cuales destacan el bombillo eléctrico y el fonógrafo («antepasado» de los modernos equipos de sonido). Su contribución también fue significativa en el desarrollo del sistema telefónico, las películas con movimiento, la máquina de escribir y otros importantes inventos que dieron al mundo el perfil tecnológico que hoy posee.
¿Cómo pudo Edison lograr tanto? Porque nunca se desanimó ante el fracaso. Se cuenta que después de intentar miles de veces de crear el bombillo incandescente, un amigo trató de consolarlo. La respuesta de Edison fue inmediata.
—Yo no he fracasado. ¡Ya sé de diez mil procedimientos que no funcionan!
Lo más curioso de Edison es que, cuando apenas tenía ocho años, su maestro de la escuela lo llamó «un alumno improductivo». Ese día Edison regresó a su casa llorando. Cuando su madre se enteró de lo ocurrido, de inmediato fue a la escuela y le dijo al maestro que no sabía lo que estaba diciendo. Edison nunca olvidó esa experiencia. En ese instante, se propuso demostrar que su madre no estaba equivocada. Si algo nos enseña la experiencia de ese «alumno improductivo» es la importancia de adoptar la actitud correcta ante el fracaso. Porque fracasar no significa necesariamente que dejes de alcanzar una meta. Significa, sencillamente, que algo no funcionó. O que no perseveraste lo suficiente para lograrla. Por lo tanto, si últimamente has «fracasado», las siguientes palabras de un escritor anónimo te pueden ayudar:
«A eso de caer y volver a levantarte, de fracasar y volver a comenzar, de tomar un camino y tener que abandonarlo, de sufrir el dolor y tener que soportarlo; a eso no le llames adversidad, llámale sabiduría. A eso de fijarte una meta y tener que cambiarla por otra; de huir de una prueba y tener que enfrentar otra; de aspirar y no poder, de querer y no saber, de avanzar y no llegar; a eso no le llames fracaso, llámale aprendizaje» (Revista adventista, ed. sudamericana, noviembre de 2001, p. 9).
Dicho de otra manera...
«FRACASA EL QUE DEJA DE LUCHAR».

Ayúdame, Señor, a aprender de mis errores; y a perseverar para lograr mis objetivos.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

DIOS ES EL JUEZ


«Examíname, Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos.  Ve si hay en mí camino de perversidad y guíame en el camino eterno» (Salmo 139: 23-24).

La parábola de la cizaña encierra dos grandes lecciones. Una es que, excepto en caso de que el pecado sea abierto y persistente, los miembros de la iglesia no tienen que juzgar el carácter y los motivos de los que creen que son indignos. Jesús conoce nuestra naturaleza demasiado bien como para confiarnos esa tarea porque es seguro que cometeremos errores.
Pero hay otra lección, de extraordinaria tolerancia y tierno amor. Esta parábola ilustra el trato que Dios dispensa a los seres humanos y a los ángeles. Dios fue muy paciente con Satanás y no lo destruyó de inmediato. Si lo hubiera hecho, los demás ángeles no habrían entendido la justicia y el amor de Dios. A lo largo de los siglos, Dios ha permitido que Satanás vaya adelante con su obra de iniquidad. El Calvario disipó todas las dudas que los ángeles pudieran abrigar todavía al respecto del carácter de Satanás.
El mundo no tiene derecho a juzgar al cristianismo porque en la iglesia haya miembros indignos; y los cristianos tampoco debieran desalentarse a causa de esos falsos hermanos. Si Jesús fue paciente con Judas, el traidor, ¿no deberíamos sus seguidores ser igual de pacientes con aquellos que viven debatiéndose con el pecado? En la iglesia habrá malas hierbas hasta que se dicte la sentencia.
¿Entonces por qué sembrar los campos con buena semilla, si al enemigo se le permite contaminarla con cizaña? Porque esa es la naturaleza de Dios.  El siembra para cosechar. Y esa tiene que ser, también, nuestra naturaleza.
Cierta mañana, un hombre se encontraba meditando bajo un árbol que extendía sus raíces hacia la orilla del río. Mientras meditaba, se dio cuenta de que el río crecía y estaba a punto de ahogar a un escorpión que había quedado atrapado entre ellas. Se arrastró por las raíces hasta llegar al lugar donde se encontraba el escorpión para liberarlo; pero, cada vez que lo intentaba, el animal lo aguijoneaba. Alguien que observaba la escena dijo al hombre:
—¿No ve que es un escorpión y que su naturaleza lo empuja a aguijonear? El hombre respondió:
—No se lo discuto, pero la mía me empuja a querer salvarlo. ¿Por qué voy yo a cambiar mi naturaleza si él no va a cambiar la suya?
Señor, siembra la semilla del amor y la paciencia en mi corazón. Basado en Mateo 13: 24-30

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill