jueves, 29 de noviembre de 2012

CORAZONES POLVORIENTOS



 «Cuando la tierra bebe la lluvia que con frecuencia cae sobre ella, y produce una buena cosecha para los que la cultivan, recibe bendición de Dios» (Hebreos 6:7, NVI).


Si tuviéramos que salir a caminar cerca de mi casa durante la temporada seca del verano veríamos una gran cantidad de polvo volando por el aire. A Colorado a veces se lo llama el desierto montañoso por la poca cantidad de lluvia que cae. Cuanto más seco está el piso, más duro se pone. A veces cuando llueve, el agua no es absorbida por la tierra, sino que simplemente se desliza por la superficie endurecida hasta llegara los ríos. Tiene que llover durante varios días para que la tierra se ablande lo suficiente como para absorber e agua.
Cuando la gente está demasiado ocupada para atender las cosas de Dios y se aleja de él durante mucho tiempo, su corazón puede endurecerse como ocurre con el suelo de Colorado. Cuando Dios trata de hablan algunas personas no escuchan. Las palabras de Dios no son absorbidas rápidamente por sus corazones, pues estos se han endurecido para él.
La buena noticia es que Dios no se da por vencido con nosotros. Por muy duros que sean nuestros corazones, él seguirá «derramando» su amor hasta que los ablande y este logre ser absorbido. Deja que Jesús ablande hoy tu corazón. Si lo haces, nunca tendrás un corazón «polvoriento».

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

MUJER VIRTUOSA, ¿QUIÉN LA HALLARÁ?


Engañosa es la gracia, y vana la hermosura; La mujer que teme a Jehová, ésa será alabada. (Proverbios 31:30).

En este mundo, el aspecto físico es de gran importancia. Los concursos de belleza presentan a las mujeres más hermosas como modelos a imitar, transmitiendo así una idea distorsionada de la verdadera belleza.
La Biblia nos describe en Proverbios 31 a una mujer excepcional. Grandes atributos la coronan, trasciende toda apariencia física, porque en su alma mora el mismo Dios, quien es la fuente de todo lo bello. Algo interesante es que este proverbio no se refiere a una mujer en concreto, puesto que todas podríamos mostrar estas virtudes mediante la ayuda del Espíritu Santo. Al analizar sus rasgos veremos que ella es: 
  • Valiosa: «Su estima sobrepasa largamente a la de las piedras preciosas». 
  • Fiel; «El corazón de su marido está en ella confiado, le da ella bien y no mal todos los días de su vida». 
  • Hacendosa: «Con voluntad trabaja con sus manos». 
  • Servicial: «Se levanta aún de noche y da comida a su familia, y ración a sus criadas». 
  • Diligente: «Ve que van bien sus negocios; su lámpara no se apaga de noche». 
  • Generosa: «Alarga su mano al pobre, y extiende sus manos al menesteroso». 
  • Previsora: «No tiene temor de la nieve por su familia, porque todos están vestidos de ropas dobles». 
  • Valiente: «Fuerza y honor son sus vestiduras; y se ríe de lo por venir». 
  • Prudente: «Abre su boca con sabiduría, y la ley de la clemencia está en su lengua».
  • Respetada: «Se levantan sus hijos y la llaman bienaventurada». 
  • Amada: «Y su marido también la alaba».

Padre de amor, ayúdanos a ser mujeres virtuosas que reflejan la belleza de tu carácter.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Dulce Montoya

EL CIELO ES DE LOS VALIENTES


No tengas miedo, pues yo estoy contigo; no temas, pues yo soy tu Dios. Isaías 41:10

Nery estaba apenas comenzando su carrera de Odontología con todo el entusiasmo del que inicia los estudios universitarios. Sabía que no sería fácil ser fiel a sus principios, sobre todo porque cursaba estudios en una universidad estatal. Lo que no imaginaba era que las pruebas a su fidelidad comenzarían tan pronto.
Estaba en la clase de Bioquímica y el profesor acababa de entregar el cronograma de exámenes parciales. ¡Cuatro exámenes en día sábado! No había salido de su asombro, cuando el profesor dijo a la clase:
—Los exámenes serán en día sábado, a no ser que haya aquí alguna persona que pertenezca a una de esas religiones que no pueden hacer nada en sábado.
Ese era el momento preciso para hablar. ¿Se identificaría ella como miembro de «una de esas religiones», o callaría para no exponerse a la vergüenza? 
—Profesor —dijo—, yo soy miembro de la Iglesia Adventista del Séptimo Día y no puedo presentar exámenes en sábados. Este día ha sido apartado para Dios. Silencio absoluto. Luego el profesor prosiguió con su clase como si nada había sucedido. Al regresar a casa, la familia Gómez oró pidiendo la ayuda de Dios. Oraron ese día y durante toda esa semana. Entonces llegó el día de la clase con el profesor de Bioquímica.
—Les quiero informar —dijo el profesor— que los exámenes no van a ser en sábado, porque la señorita Gómez tiene que ir a su iglesia. Pero tampoco serán en domingo, porque yo tengo que ir a misa. Serán los miércoles al mediodía.
Mientras tanto, en su asiento, Nery no podía evitar que su corazón desbordara de agradecimiento a Dios.
Esa sería, es verdad, apenas la primera de muchas batallas. Pero Dios siempre estuvo de su lado, fiel a su promesa de Isaías 41:10: «No tengas miedo, pues yo estoy contigo». Hoy Nery (Luz Nerina Gómez) ya es una profesional en ejercicio. Cuando mira hacia atrás, recuerda a un Dios que nunca desampara a quienes lo aman. Y también recuerda las palabras de ánimo de un amigo: «Nery, el cielo es de los valiente».
Muy cierto. De jóvenes valientes como José, Josué, Caleb, Daniel, Ester...y, ¿por qué no?, de jóvenes como Nery, Alberto, Luis, Carmen, Carlos... y tantos otros.
Tú también puedes ser uno de esos valientes.  Dios cuenta contigo.

Dame valor, Señor, para colocar bien en alto tu santo nombre.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

«ALENTAOS LOS UNOS A LOS OTROS»


«El Señor mismo, con voz de mando, con voz de arcángel y con trompeta de Dios, descenderá del cielo. Entonces, los muertos en Cristo resucitarán primero» (1 Tesalonicenses 4:16).

Jesús y sus discípulos habían pasado algún tiempo de visita en un lugar que les era conocido, junto al Jordán, allí donde Juan el Bautista solía predicar. Es muy probable que en aquel tiempo, recordando a su fiel primo, Jesús sintiera una gran melancolía. Sin embargo, centró su atención en la mucha gente que había acudido a escucharlo.
Mientras estaban allí, un mensajero corrió al encuentro de Jesús con la noticia de que su amigo Lázaro estaba muy enfermo. Sus palabras exactas fueron: «Señor, el que amas está enfermo» (Juan 11:3).
Tras escuchar el mensaje, Jesús aseguró a sus discípulos: «Esta enfermedad no es para muerte, sino para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella» (vers. 4). Dicho esto, sin dar más explicaciones, se entretuvo en el lugar durante dos días, después de los cuales dijo a los discípulos: «Vamos de nuevo a Judea» (vers. 7).
Tras un breve debate sobre el peligro de volver a Judea, Jesús dijo: «"Nuestro amigo Lázaro duerme, pero voy a despertarlo". Dijeron entonces sus discípulos: "Señor, si duerme, sanará". Jesús decía esto de la muerte de Lázaro, pero ellos pensaron que hablaba del reposar del sueño. Entonces Jesús les dijo claramente: "Lázaro ha muerto, y me alegro por vosotros de no haber estado allí, para que creáis; pero vamos a él"» (vers. 11-15).
A la muerte de un creyente Jesús la llama «sueño». La muerte de Lázaro, como la de la hija de Jairo, era, definitivamente, un sueño porque pronto serían resucitados. Por tanto, si estamos seguros de que al fin resucitaremos, ¿por qué habría de ser diferente para nosotros? Cuando muere, el cristiano, sencillamente, duerme. Descansa de los afanes de esta vida y espera la mañana de la resurrección. «Perece el justo, pero no hay quien piense en ello. Los piadosos mueren, pero no hay quien comprenda que por la maldad es quitado el justo; pero él entrará en la paz. Descansarán en sus lechos todos los que andan delante de Dios» (Isa. 57:12, 2; ver también 1 Tes. 4:14-16).
«Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras» (1 Tes. 4:18).  Basado en Juan 11:1-44

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill