viernes, 13 de abril de 2012

UNA ELECCIÓN INTELIGENTE


«Jotam le declaró la guerra al rey de los amonitas y lo venció. Durante tres años consecutivos los amonitas tuvieron que pagarle un tributo anual de cien barras de plata, diez mil cargas de trigo y diez mil cargas de cebada» (2 Crónicas 27:5).

Los amonitas pagaron a Jotam diez mil cargas de cebada. ¿Sabes lo que es la cebada? Te voy a dar una pista. Puedes caminar por un campo de cebada, tomar las semillas de las puntas de las espigas, molerlas y hacer pan. Correcto, la cebada es un grano como el trigo o la avena.  ¿Adivina qué otra cosa está hecha de cebada? ¡La cerveza!  Aunque no lo creas, el mismo grano que se usa para hacer un nutritivo pan, es usado para hacer una dañina bebida alcohólica. ¿No es asombroso que algo tan bueno pueda usarse para hacer algo tan perjudicial?
Nosotros también nos parecemos un poco a la cebada. Podemos tomar decisiones buenas o decisiones malas. Podemos elegir hacer las cosas a la manera de Dios o hacerlas a la manera de Satanás. Si escoges hacer las cosas a la manera de Dios, puedes estar seguro de que él sabe lo que es mejor para ti. Dios nunca te forzará a escogerlo a él, pero siempre será la elección más inteligente.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

EL BÁLSAMO PROTECTOR



Pacientemente esperé a Jehová, y se inclinó a mí y oyó mi clamar. Puso luego en mi boca cántico nuevo, alabanza a nuestro Dios. (Salmo 40:1,3).

En ocasiones tomamos decisiones que consideramos muy buenas, e incluso las llamamos «bendiciones del Señor». Con el paso del tiempo nos damos cuenta de que los frutos de las mismas podrían perjudicarnos e incluso hacer que nos alejemos de Dios. Quizá al darnos cuenta de nuestra equivocación reconocemos que nuestro Dios es un ser justo y que respeta nuestras decisiones basándose en el libre albedrío que nos otorgó. Si al reconocer lo anterior lo buscamos con corazones contritos él nos escuchará, y nos sacará del pozo de la desesperación en el que estábamos sumidas.
Si estás viviendo en una forma que sabes que no es la mejor y que no es del agrado del Señor, debes reconocer que él es la única persona que puede poner las cosas en su lugar. Empezarás a ver las grandes maravillas que él puede hacer en tu vida y en tu familia si le entregas todo al Señor: tu tiempo, tus talentos y tus posesiones. De ese modo podrás ver, sentir y palpar su mano poderosa guiándote a través de las situaciones más difíciles de la vida.
Hermana, no te desanimes, si has sufrido alguna herida él es quien te puede sanar. Si estás librando una batalla, él te dará la victoria por imposible que parezca o por i dolorosa que sea. «¡Aférrate de su mano!» y él te fortalecerá. «Más yo haré venir sanidad para ti, y sanaré tus heridas, dice Jehová» (Jer. 30:17).
«Oh cuan agradecidos debemos sentirnos de que Jesús esté dispuesto a llevar nuestras dolencias, y lo puede hacer, fortaleciéndonos y sanando todas nuestras enfermedades y dolencias si ha de ser para nuestro bien y para su gloria» « (Ministerio médico, p. 20).
Padre, gracias por la seguridad que le das a mi corazón afligido y por quitar de mí toda dolencia una vez que acepto y hago mías cada una de tus promesas.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Enedelia García Sánchez

FORTALEZA Y ESCUDO


El Señor es mi poderoso protector; en él confié plenamente, y él me ayudó. Salmo 28:7.

Te ha pasado a ti, a mí y a todo el mundo. Y no es agradable. Cuando el temor se apodera de nosotros, el mundo se torna gris, y hasta se nos va el sueño. Esta debe haber sido la experiencia de Abram (a quien Dios luego llamaría Abraham) después de liberar a Lot.
Ya conoces la historia. Los reyes de Sodoma y Gomorra, junto con otros dos reyes, se rebelaron contra el yugo que durante doce años Quedorlaomer, rey de Elam, les había impuesto. En la batalla que siguió, en el valle de Sidim, Lot fue tomado cautivo. Cuando Abram se enteró de las malas nuevas, armó a sus trescientos dieciocho criados y, gracias a un ataque sorpresa, logró rescatar sano y salvo a su inquieto sobrino.
Entonces sucedió algo muy común en nosotros los humanos. En el momento de crisis, cuando los niveles de adrenalina están altos, somos capaces de hacerle frente a lo que venga. Después que pasa el susto, entonces nos invaden los temores al pensar en lo que podría haber sucedido o podría suceder. Esta debe haber sido la experiencia de Abram. Lo imagino pensando: «¿Y si estos reyes deciden atacar a mi familia, como represalia?».
Por supuesto, Abram podría haber razonado que si Dios lo había protegido al derrotar a Quedorlaomer, también ahora podría protegerlo. Pero es que cuando nos asaltan los temores, de nada sirven los mejores razonamientos para ahuyentarlos. Y es aquí donde entra en juego nuestro buen Padre celestial: «Después de esto, el Señor le habló a Abram en una visión y le dijo: "No tengas miedo, Abram, porque yo soy tu protector"» (Gen. 15:1).
En otras versiones de la Biblia dice: «Yo soy tu escudo» (NRV2000). Estas palabras tienen que haberle sonado como música celestial al patriarca. Cuando nos asalta el temor ¿puede haber mejor escudo que el mismo Dios?
¿Podrías pensar ahora en cuál es tu mayor temor? ¿Fracasar en los estudios? ¿Terminar con tu novia? ¿Quedarte soltero? ¿Ser rechazado por tus amigos? ¿Hablar en público?  Cualquiera sea ese temor, nunca olvides que el Señor es tu fortaleza y tu escudo (Sal. 28:7, NRV2000). La seguridad de su amor echa fuera cualquier temor (ver 1 Juan 4:18).
Padre mío, que tu presencia en mi vida sea hoy mi fortaleza y mi escudo protector.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

FE EN DIOS


«Sálvanos, Jehová, Dios nuestro, y recógenos de entre las naciones, para que alabemos tu santo nombre, para que nos gloriemos en tus alabanzas» (Salmo 106:47).

Mientras los vientos azotaban la frágil embarcación de pesca y la lluvia caía sobre ella hasta el punto de hacerla zozobrar, los discípulos recordaron que Jesús estaba en un rincón. Quedaron sorprendidos de encontrarlo dormido apaciblemente y lo despertaron con sus súplicas: «¡Señor, sálvanos, que perecemos!». Sus gritos despertaron a Jesús quien, aparentemente, estaba descansado. Quizá parezca que está dormido cuando su iglesia se ve sacudida por una tormenta, pero siempre responde. «Te levantarás y tendrás misericordia de Sión, porque es tiempo de tener misericordia de ella, porque el plazo ha llegado» (Sal. 102:13).
En Mateo 8: 26 la Biblia registra sus palabras: «Él les dijo: "¿Por qué teméis, hombres de poca fe?"» No los reprende por haberlo molestado con sus súplicas sino porque hicieron caso a sus propios temores y se angustiaron. Primero Cristo los reprendió y luego los liberó. He aquí su método: primero nos prepara para poder recibir una bendición y luego la da en abundancia.
Preste atención a dos cosas: (1) Su decepción a causa de los temores de sus discípulos: «¿Por qué ustedes, que son mis discípulos tienen temor? Entiendo que los pecadores sientan miedo, que los navegantes paganos tiemblen en medio de una tormenta; ¿pero ustedes?» (2) Les descubre la fuente de sus temores: «Hombres de poca fe».
¿Por qué es tan importante la fe? Los seguidores de Cristo tendemos a ser presa del temor cuando los tiempos son tempestuosos y a quejarnos cuando las cosas andan de mal en peor. La razón de que sintamos temor injustificado se encuentra en el hecho de que nuestra fe es débil, en lugar de ser un punto de apoyo para el alma donde anclar el remo de la oración. Por fe tendríamos que ser capaces de cruzar cualquier tempestad y llegar a la tranquila orilla a la vez que nos alentamos con la esperanza de que llegaremos sanos y salvos.
Sin embargo, la fe en que seremos librados no es fe en Dios. La fe en Dios, tanto si somos librados de la prueba como si no, implica que nos aferraremos a nuestra creencia de que Dios es amor y que estaremos en sus manos. «La seguridad presente y eterna de los hombres es Jesucristo, el Justo. Ninguna mano humana podrá arrancar un alma creyente de sus manos» (Youth´s Instructor, 17 de febrero de 1898). Hay cosas que solo se aprenden en medio de la tormenta. Basado en Mateo 8: 23-27

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo 
Por Richard O´Ffill