lunes, 29 de octubre de 2012

LA TIERRA PROMETIDA


«Y él contestó: "Hermanos y padres, escúchenme: Nuestro glorioso Dios se mostró a nuestro antepasado Abraham cuando estaba en Mesopotamia, antes que se fuera a vivir a Harán"» (Hechos 7:2).

¿Recuerdas a Abraham? Él es el personaje bíblico a quien Dios le pidió que sacrificara a su hijo Isaac. Esa debe de haber sido una difícil decisión para él. Me alegra mucho saber que Dios no quería realmente que Abraham hiciera eso.
Dios le pidió a Abraham que hiciera muchas cosas difíciles. Nuestro versículo de hoy dice que Abraham vivió una vez en Mesopotamia, y que Dios le pidió que se fuera de allí. Eso no debe de haber sido nada fácil para él. Mesopotamia era una bella tierra situada entre dos ríos. Estos ríos se desbordaban y enriquecían el terreno para el cultivo. Dios le pidió a Abraham que abandonara ese hermoso lugar y que cruzara el desierto. Y Dios lo bendijo por su obediencia llevándolo a la Tierra Prometida, un lugar de abundancia que Dios le había prometido a su pueblo.
Dios también quiere bendecirte a ti. Yo no sé cómo, pero lo hará. Las cosas no siempre van a ser fáciles, tal vez tendrás que atravesar un desierto, pero de algo sí estoy seguro: si confías en Dios, él te llevará un día a la Tierra Prometida, un lugar conocido como el cielo.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

DIOS ENJUGARÁ TODA LÁGRIMA


Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron. (Apocalipsis 21:4)

Dos años después de graduarme de la secundaria conocí a Roberto. Después de haber regresado a California decidí que no iba a casarme con un «gringo»; sin embargo, cuando mis ojos se cruzaron con aquella mirada tierna y profunda, me pareció que había encontrado a mi alma gemela. Todo aquello fue despertando en mí un cariño que me aprisionó con lazos de amor.
Nunca pensé que nuestras vidas pudieran unirse. Fue rápida la decisión de Roberto de entregar su vida al Señor. Un año después nos casamos. Fue el comienzo de veinticinco años de felicidad. Nunca hubo una queja en sus labios ni una crítica en contra de nadie. Mi esposo luchó contra una enfermedad llamada esclerosis múltiple y a pesar de que su salud se encontraba en deterioro, nuestro amor iba aumentando.
Mediante su apoyo conseguí sanar algunas heridas emocionales y cursar otros estudios. Roberto fue mi tutor en biofísica y en química, ya que era ingeniero con una especialidad en aeronáutica. Gracias a él entendí el amor de Cristo por su iglesia. Roberto me amó y fortaleció mi autoestima al proveerme un entorno de seguridad. Era un roble, aunque de espíritu dulce y fiel. Su vida fue un ejemplo del amor de Dios. Llegamos a ser verdaderamente uno, sin perder nuestra individualidad.
Ahora él descansa, tras haber dejado un vacío enorme en mi vida. Sin embargo, Cristo pudo llenarlo al darme un hijo, y a otras personas amadas que le dan sentido a mi existencia. Volví a encontrar al Cristo de mi juventud. Ahora dependo totalmente de él; en la cima del monte o en los momentos difíciles, me aferró a sus palabras.
Haz hoy tuyas sus promesas. Recuerda que: «Cualquiera que sea nuestra perplejidad, nuestro pesar, luto, o soledad, tenemos un Amigo que simpatiza con nosotros [...]. Nadie tiene por qué entregarse al desaliento ni a la desesperación» (El ministerio de curación, p. 192).
Permite que ese amigo te abrace y te fortalezca. Únicamente Jesús puede devolvernos el gozo, y ayudarnos a resistir la melancolía. Recuerda que un día no habrá más lágrimas, ni muerte ni dolor.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Eva Pérez Davis

LA FACTURA LLEGA TARDE O TEMPRANO


Algún día les llegará el castigo por ese pecado. Números 32:23.

Alejandra no tenía suficiente dinero para comprar ese costoso gato que le habían ofrecido, pero acostumbrada como estaba a salirse con la suya, ideó un plan. Falsificaría un cheque de su padre y compraría el animal. Y así lo hizo.
El problema fue que el plan no funcionó. Su padre se da cuenta de que le falta un cheque, descubre que ella lo ha robado y la amenaza para que le devuelva su dinero. Desesperada, Alejandra contacta al joven a quien le compró el gato y le pide que se encuentren en un lugar conocido. El joven va acompañado de un amigo. Ya reunidos, le pide anular el negocio. Cuando el muchacho se niega, Alejandra saca una pistola y le dispara a quemarropa. Después le dispara también al amigo. Lo que comenzó como una pequeña travesura, terminó con la muerte de dos jóvenes y con una muchacha de apenas 19 años recluida en la cárcel por homicidio intencional calificado.
¿Cuándo comenzó «el infierno» de Alejandra? Cada vez que hacía algo malo, y creía salirse con la suya, estaba aumentando su deuda con el pecado. ¡Y el pecado finalmente le pasó la factura!
El que roba una vez sin ser descubierto, cree haberse salido con la suya. Y así piensa el que comete fraude en sus informes o en sus exámenes, mientras no es descubierto. O quien dice mentira tras mentira sin aparentes consecuencias negativas. Por un tiempo todo parece funcionar bien, pero tarde o temprano, el pecado pasa la factura. ¿Por qué es así?
En primer lugar, porque las acciones repetidas forman hábitos, y los hábitos forman el carácter. El psicólogo William James explica: «Hasta la más pequeña virtud o vicio deja una huella permanente. [...]. Desde el punto de vista estrictamente científico, nada de los que hacemos se borra (citado por Sergio V. Collins en La personalidad triunfadora del joven moderno, p. 48).
En segundo término, porque lo bueno o lo malo que pensamos o hacemos prepara el camino para pensamientos y acciones similares.
¿Cómo evitar que el pecado nos pase la factura? Elena G. de White responde: «Estamos seguros solo al seguir por donde Cristo nos dirige. Si no hemos de cometer pecado, hemos de evitarlo desde sus comienzos» (Mente, Carácter y personalidad, t. 1, p. 333, el destacado es nuestro).
Dios mío, que tu Santo Espíritu me ayude a rechazar el mal desde el primer momento.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

EL GOBERNANTE ACONGOJADO


Y cualquiera que haya dejado casas, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por mi nombre, recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna. (Mateo 19:29).

El joven rico había estado observando cómo Jesús bendecía a los niños y su corazón fue tocado. Tenía una elevada opinión de sí mismo; sin embargo, sentía que algo le faltaba. A lo mejor, si Jesús ponía también sus manos sobre él y lo bendecía... Arrodillado a sus pies, le planteó la gran pregunta que tendría que preocuparnos a todos y cada uno de nosotros: «¿Qué me falta para ganar el cielo?». Le hizo la pregunta a la persona correcta. Solo hay una manera de llegar al cielo y es a través de Cristo.
Jesús le dijo al joven que, si quería la vida eterna, era necesaria la obediencia a los mandamientos de Dios; a lo cual, el dignatario le respondió que eso ya lo hacía desde su niñez. Si el dignatario hubiese entendido el alcance y la naturaleza espiritual de la ley y las obras de su corazón, habría dicho: «Todo eso lo he quebrantado desde mi juventud con el pensamiento, con las palabras y con los actos».
Si el dignatario hubiera amado de verdad a lo habría abandonado todo y lo habría seguido, costase lo que costase. Si realmente hubiera amado a sus hermanos, habría distribuido sus riquezas entre los pobres. Si hubiera abandonado el mundo realmente, no habría dudado en vender sus posesiones. Si realmente hubiera querido ir al cielo, no habría buscado otra cosa que hacerse un tesoro en él.
Hay mucha buena gente a la que un solo pecado le impedirá acceder a la salvación. Muchos que jamás dejarían a Jesús, de hecho, ya lo están dejando. Después de largo tiempo debatiéndose entre sus convicciones y sus corrupciones, estas últimas acaban por ganar la batalla. Los entristece sobremanera no poder servir a la vez a Dios y al dinero. En el camino al cielo, las riquezas son para muchos un gran obstáculo. Si el dignatario no hubiese sido tan rico, lo habría dejado todo y habría seguido a Cristo.
Quienes han renunciado a una herencia y a la familia por causa del reino de Dios gozarán del consuelo del Espíritu Santo, del placer de la comunión con Dios y una conciencia tranquila; ventajas que pagan con creces la pérdida. Sin embargo, eso no es todo; en el mundo venidero recibirán la vida eterna. Basado en Lucas 18:18-23.

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill