lunes, 14 de mayo de 2012

EL SEÑOR MOHS


«El topacio de Cus no se le iguala, ni es posible comprarla con oro puro» (Job 28:19, NW).

No sé a ti, pero a mí me encantan estas caminatas en las que recogemos piedras. Dios hizo un gran trabajo creando toda esa diversidad de minerales y rocas.
Espera, mira esto. ¡Qué hermoso! Esta hermosura de piedra se llama topacio. El topacio viene en diversos colores, pero hoy hemos encontrado topacio blanco. ¿Quieres que te diga un secreto? Si cortas el topacio de una manera específica, este se ve exactamente como un diamante. Así como lo oyes. Jamás podrías distinguirlos a menos que conozcas la escala de dureza de Mohs.
Una de las maneras en que puedes diferenciar rocas que se ven exactamente ¡guales es identificando cuál es más dura. En la escala de dureza de Mohs los diamantes son los más duros. Si frotas un topacio contra un diamante, el topacio se rayará y el diamante no. Eso ocurre porque el topacio es menos duro que el diamante.
A veces la gente también puede dejar marcas en nosotros. Sin embargo, a pesar de que alguien no te trate bien, decide actuar como lo haría Jesús y devuélvele bien por mal. ¿Quién sabe?, tal vez Dios ablande a esa persona cuando de las marcas que ha ocasionado en ti broten el amor y la bondad de Dios.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

DIOS Y LO IMPOSIBLE


Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús. (Filipenses 4:19).

Hace unos pocos años, mi familia y yo nos encontrábamos en una situación económica bastante difícil. Yo trabajo en una escuela adventista en la ciudad de Caracas y un día decidí consultar el estado de mis cuentas. Al hacerlo me percaté de que me habían hecho varios cobros y deducciones, y de que no me quedaba suficiente dinero para cubrir los gastos del mes. Pensé para mí: «¡No sé qué voy a hacer este mes!».
Comenté con mi esposo nuestra situación. Él me respondió tranquilamente diciendo: «No te preocupes, Dios dirige nuestras vidas y él siempre nos ha ayudado». Decidimos orar por aquel problema y la respuesta no se hizo esperar. Al día siguiente recibí una llamada de un supermercado para informarme de que había ganado un sorteo para realizar compras por una buena suma de dinero. Salté de alegría, y agradecí a Dios por la rapidez con la que había disipado mis preocupaciones. Pero eso no fue todo, mi esposo fue a hacer algunas compras al mismo mercado, y cuando buscaron su nombre en la base de datos resultó que él también había ganado un premio por la misma cantidad. ¡Increíble, pero cierto!
Para Dios no hay nada imposible, por lo que estamos convencidos de que aquello no fue tan solo un golpe de suerte, sino que el Señor responde de acuerdo con las necesidades de cada uno de sus hijos. Aquel mes no tuvimos que preocuparnos por la compra de alimentos y nuestro reducido sueldo sirvió para cubrir los demás gastos. No dudes en ningún momento de la providencia divina, si Dios es quien controla nuestras vidas no tendremos nada que temer.
Confiemos en que Dios nos sustenta y nos conoce íntimamente. Disfrutemos de la dicha que proporciona conocer su gracia y su grandeza. Ojalá que esta mañana puedas encontrar gozo en el Señor y hacer tuyas las palabras de Pablo: «Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús».

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Ana de Jesús Da Rocha

¿ENVIDIOSO YO?


La mente tranquila es vida para el cuerpo, pero la envidia corroe hasta los huesos. Proverbios 14:30

Estaba a bordo de un avión. La noche anterior no había dormido bien y me propuse recuperar parte del sueño perdido mientras viajaba. Me tocó uno de los primeros asientos. En la misma fila, pero en el ala contigua, se sentó un señor de mediana edad. Al parecer, tenía planes idénticos a los míos. Mientras me acomodé para dormir, él hizo lo mismo. Entonces ocurrió algo inusual. Apenas el hombre recostó la cabeza en el respaldo del asiento, en cuestión de segundos comenzó a roncar.
Y mientras él dormía plácidamente, yo ensayaba una y otra posición sin poder conciliar el sueño. ¿Por qué él podía dormir tan rápida y profundamente, y yo no?, me preguntaba. Entonces me puse a leer. El hombre durmió hasta que una azafata lo despertó para preguntarle si quería comer. Se despertó, devoró la comida y... adivina qué. De nuevo recostó la cabeza ¡e inmediatamente se volvió a dormir! Y yo... bien, gracias. El hombre se despertó cuando el avión aterrizó. No pude evitar sentir cierta envidia.
El Diccionario de la lengua española define la envidia como la «tristeza o pesar del bien ajeno»; o también, el «deseo de algo que no se posee». En mi caso, no pasó de ser un sentimiento pasajero que desapareció cuando bajé del avión. La envidia no tuvo tiempo de ser alimentada.
El problema con la envidia comienza cuando abrigamos la idea de que nos falta algo que otros sí poseen: el bonito cuerpo de Andrea, la habilidad deportiva de Manuel, la simpatía de Carmen, el automóvil de Esteban... Y se complica cuando permitimos que ese sentimiento vaya creciendo. Es decir, cuando lo alimentamos. ¿Cómo se alimenta? Cuando nos dedicamos a pensar en «eso» que no tenemos: el cuerpo de Andrea, la habilidad de Manuel...
Ese fue, precisamente, el problema de Lucifer, con respecto a Jesús. Y también el de Caín con relación a Abel. Y el del rey Saúl con David. En cada caso, la envidia se fortaleció en el corazón, luego dio lugar al odio y, finalmente... llegó el desastre.
¿Cuál es la solución? Demos gracias a Dios por lo que tenemos en lugar de lamentar lo que nos falta.
Señor Jesús, gracias por las cosas buenas que me has dado y porque me amas tal como soy.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

¿TRIGO O CIZAÑA?


«Dios, tú conoces mi insensatez, y mis pecados no te son ocultos» (Salmo 69:5).

«Quizá las malas hierbas no llaman la atención porque no tienen nada de espectacular», dice el experto Ricardo Labrada Romero. «Las sequías, los insectos y las enfermedades como la gripe aviar captan la atención porque sus efectos son aparatosos. Las malas hierbas son algo distinto. Causan estragos sin hacer ruido, mes tras mes y año tras año». Pero las cifras muestran claramente que las malas hierbas han de ser consideradas como el enemigo natural número uno de los agricultores. «Si tenemos en cuenta que los agricultores dedican más de la mitad del tiempo que pasan en el campo a combatir las malas hierbas, las pérdidas económicas que estas ocasionan son cuantiosas», añade Labrada Romero. Si se quiere incrementar la productividad de las explotaciones agrícolas, uno de los primeros pasos a dar es mejorar la técnica para combatir las malas hierbas.
En ningún lugar es tan importante como en África, continente en el que las malas hierbas son una de las principales causas del bajo rendimiento y la escasa productividad de la tierra.  Puesto que no disponen de tecnología y solo tienen acceso a la fuerza de la mano de obra, los agricultores africanos se ven obligados a desbrozar a diario, lo que significa que una familia media no puede cultivar más de una hectárea o una hectárea y media.
Así como las malezas son el enemigo natural número uno de los agricultores, los miembros de iglesia inconversos hacen que Dios sea deshonrado, que la obra de salvación sea mal presentada y que las almas estén en peligro. Al principio, como las malas hierbas, no parecen perjudiciales.  De hecho, es difícil diferenciar entre el trigo y la cizaña. Uno y otra brotan del suelo como pequeñas briznas verdes que buscan el sol.  Ambos desarrollan tallos y sistemas de raíces. Ambos parecen sanos y robustos.
«Así como la cizaña tiene sus raíces estrechamente entrelazadas con las del buen grano, los falsos cristianos en la iglesia pueden estar estrechamente unidos con los verdaderos discípulos. El verdadero carácter de estos fingidos creyentes no es plenamente manifiesto» (Palabras de vida del gran Maestro, p. 51).
Ignoro si esta práctica persiste en la actualidad. En cierta ciudad, una vez al año, los lugareños celebraban una fiesta en la que, con el rostro oculto tras una máscara, iban por toda la población cometiendo actos que, de otra manera, no tendrían valor para cometer y entrando en lugares a los que, en condiciones normales, no se atreverían a entrar. Al ocultar la identidad tras una máscara se envalentonan. Un día, una congregación cristiana, preocupada por el abandono de la buena moral, esparció por toda la ciudad unos carteles en los que se leía: «Dios ve lo que hay detrás de la máscara». Es verdad. El distingue el trigo de la cizaña incluso antes de que nosotros seamos capaces de apreciar alguna diferencia. Basado en Mateo 13:24-30.

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill