martes, 2 de agosto de 2011

NECESIDAD IMPERIOSA

Basta a cada día su propio mal. (Mateo 6:34)

La pluma inspirada nos dice: «Hemos de vivir solo un día a la vez. No necesitamos hacer el trabajo de toda una vida en unas pocas horas. No tenemos por qué afrontar el futuro con ansiedad, porque Dios ha hecho posible que seamos vencedores cada día» (Review and Herald, 26 de marzo de 1889).
No nos hagamos daño a nosotras mismas por causa de las cargas de día de mañana. Llevemos valiente y alegremente las de hoy, y tengamos fe y confianza para hoy. No se nos pide que vivamos más de un día a la vez. Tenemos la promesa segura de que el que nos da la fortaleza para hoy también nos dará fortaleza mañana.
La popular canción «Un día a la vez» nos enseña a través de la música un concepto importantísimo: debemos ser sabias y aprender a disfrutar de la vida con plenitud. Quiero compartir contigo la letra de este canto, con la esperanza de que pueda acompañarte en este día y que recuerdes que Dios estará contigo todos los días, uno a uno.
«Necesitada me encuentro, Señor, / ayúdame hoy, yo quiero saber lo que debo hacer. / Señala el camino que debo seguir. / Señor, por mi bien, yo quiero vivir un día a la vez. / Un día a la vez, mi Cristo, es lo que pido de ti, / dame las fuerzas para vivir un día a la vez. / Ayer ya pasó, mi Cristo, y el mañana quizá no vendrá. /Ayúdame hoy, yo quiero vivir un día a la vez. / Ya tú viviste entre los hombres, /y sabes. Señor, que hoy todo es peor, el afán es mayor. / Señálame el camino que debo seguir, / Señor, en tu amor, yo quiero vivir un día a la vez».
Vive el día de hoy como si lucra el último del que pudieras disponer en esta tierra, pero confiada en que si mañana Dios te concede el privilegio de seguir viviendo, también lo harás lo mejor posible, porque cada día caminarás DE LA MANO DEL SEÑOR. No te afanes por el día de mañana o correrás el riesgo de echar a perder el día de hoy.

Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera

APRENDE A ESPERAR

Pacientemente esperé a Jehová, y se inclinó a mí, y oyó mi clamor. Salmo 40:1.

Muchos de los adelantos actuales están hechos para acortar tiempo y no tener que esperar. Actualmente, gracias a los teléfonos celulares, una persona puede estar fuera de su hogar, caminando en la calle o viajando, y puede comunicarse con cualquiera que se encuentre a miles de kilómetros de distancia. No importa si el receptor vive en una ciudad o aislado en una montaña, o si está trabajando o de vacaciones, solo es necesario que tenga un teléfono celular para establecer una comunicación.
En el hogar también existen muchos elementos que permiten ahorrar tiempo. Basta pensar en cómo se hacían antes las tareas cotidianas. Piensa en el lavado de la ropa. Hace algunas décadas, el lavado se hacía a mano. Se tomaba el jabón, una tabla para fregar y una palangana con agua, y se lavaba prenda por prenda hasta que quedaran totalmente limpias. Las amas de casas empleaban horas en esas tareas hogareñas. Hoy, gracias a las lavadoras automáticas, la situación ha cambiado. Se introduce en ella la ropa sucia, se coloca el jabón y el suavizante, se selecciona el tipo de lavado deseado... y listo. Mientras el aparato realiza su labor, se pueden hacer muchas otras tareas.
Pero, aunque en las actividades cotidianas no nos gusta malgastar el tiempo ni esperar para hacer las cosas, en la vida espiritual es necesario saber esperar en Dios. Cuando nos dirigimos a su trono de gracia, el tiempo en la espera no es tiempo perdido, sino que es una de las claves para recibir la respuesta deseada. El rey David, al relatarnos su experiencia, nos dice: "Pacientemente esperé a Jehová". A pesar de que estaba viviendo un gran problema que parecía hundirlo en un pozo lleno de lodo (Sal. 40:2), David esperó el tiempo necesario hasta que Dios "se inclinó", "oyó" su pedido de auxilio y le dio la respuesta.
Nadie está libre de caer en un terrible problema que a ojos humanos parezca sin solución, pero el versículo de hoy puede contribuir para que se resuelva. Si te acercas a Dios, así como lo hizo David, verás que el tiempo empleado en la espera fue una bendición para ti y para los que te rodean.

Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuel

¡APRENDE A PEDIR!

Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá.Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá. Mateo7:7,8.

“No necesito de Dios", decía Augusto, lleno de orgullo. "Dios es una muletilla que" los débiles usan para esconder su fragilidad y falta de valor para enfrentar los problemas de la vida".
Brillante como pocos; inteligente, al punto de discutir con los profesores y dejarlos en malos lienzos. Respiraba soberbia. Miraba a los demás como si él estuviese en un pedestal, por encima de los pobres mortales. La vida, sin embargo, fue cruel con él. Una noche, mientras regresaba de una fiesta, su automóvil salió de la carretera y tuvo un accidente casi fatal. Llevó meses para recuperarse; pero jamás volvió a ser lo que era. Quedó condenado a una silla de ruedas para el resto de su vida.
Tres meses después, regresó al hospital por causa de otro accidente: la silla de ruedas resbaló por una rampa, y cayó desde una altura de tres metros. Los testigos dicen que no aceptó ayuda; no pidió, no buscó, no llamó...
Pedir, buscar y llamar son tres verbos que expresan dependencia. Tú solo pides cuando necesitas, buscas cuando no tienes y llamas cuando deseas entrar. ¿Sabes lo que Jesús quiere decirte? Que el primer paso del vencedor es reconocer sus limitaciones: tú eres dependiente; no solo de Dios sino también de las otras personas.
No eres una isla en este mundo; nadie lo es. Todos dependemos de todos. Puedes ser bello como un par de ojos azules, pero necesitas de los pies, por inferiores o detestables que te parezcan. Jamás subestimes a los demás; no los consideres innecesarios. Por abundantes que sean tus talentos, por brillante que seas, eres mucho más productivo, más noble y más grande cuando aprendes a pedir, a buscar y a llamar.
Pero, evidentemente, cuando Jesús pronunció estas palabras estaba hablando de su infinito amor, listo a ser derramado en la vida de quienes lo reconocen como Dios.
Por eso, hoy, no te atrevas a enfrentar los peligros de la vida sin pedir, buscar y llamar. Jesús está allí, a tu lado, dispuesto a oír tu voz. Quiere hacerte grande, pero necesitas sentirte pequeño. Si te consideras grande, ¿qué puede él hacer por ti?

Tomado de meditaciones matinales para adultos
Plenitud en Cristo
Por Alejandro Bullón