miércoles, 28 de marzo de 2012

UNA CANTIDAD DESCABELLADA

«¡Te juro por el Señor que no caerá al suelo ni un pelo de la cabeza de tu hijo!» (2 Samuel 14:11).

Imagina que eres muy pequeñito, tanto, que puedes caminar entre el cabello de la cabeza de alguien. Sería como andar en medio de un gran bosque de cabello. Es un bosque tan espeso, que ni siquiera puedes ver; a menos que estés caminando en la cabeza de un calvo.
¿Sabes cuántos cabellos tiene una persona en su cabeza? Adivina el número. Te voy a dar la respuesta: la mayoría de la gente tiene entre 100 mil y 150 mil cabellos en su cabeza. ¡Son muchos!
Jesús dijo en Mateo 10: 30 que Dios sabe el número exacto de cabellos que tenemos. ¿No es asombroso? Jesús sabe todo de nosotros y aun así nos ama. A pesar de los errores que cometemos, las cosas que decimos, o aquello que nos avergüenza, .Jesús nos ama. Él nunca deja de hacerlo. Tengamos pelo o no, ¡me alegra que Dios nos conozca tanto y nos ame como lo hace!

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

PAZ

Él me esconderá en su Tabernáculo en el día del mal, me ocultará en lo reservado de su morada, sobre una roca me pondrá en alto (Salmo 27:5).

Promesas como las anteriores serán nuestro escudo de protección en el «tiempo de angustia cual nunca fue». Si las reclamamos y creemos en ellas estaremos a salvo. «Levantad un muro de pasajes de las Escrituras a vuestro alrededor, y veréis que el mundo no puede derribarlo» (Eventos de los últimos días, p. 68).
Algo que me llamó bastante la atención en cuanto a los huracanes es que en medio de los vientos destructores se encuentra el ojo del huracán. Esta es una zona de calma donde la presión es extremadamente baja. ¡Imagínate, un área de calma en medio de tan devastadora agitación! Amiga, en medio de la agitación que nos rodea está el remanso de paz y tranquilidad que representa el cuidado de nuestro Padre celestial. Recordemos que él «es nuestra paz» (Efe. 2:14). Asimismo que «la paz de Dios, que supera todo entendimiento, guardará vuestro corazón y vuestros pensamientos en Cristo Jesús» (Fil. 4:7). ¡Qué promesas tan animadoras!, ¿verdad?
Querida amiga, hay mucho que hacer antes de que llegue el gran huracán. Las pequeñas tormentas de nuestra vida diaria nos irán preparando para la gran tormenta que ha de venir, aunque recordemos que Dios ha hecho provisión para que escapemos de ella.
«La tempestad se avecina y debemos prepararnos para afrontar su furia mediante el arrepentimiento para con Dios y la fe en nuestro Señor Jesucristo. El Señor se levantará para sacudir terriblemente la tierra. Veremos desgracias por todas partes. Miles de barcos serán arrojados a las profundidades del mar. Armadas enteras se hundirán, y las vidas humanas serán sacrificadas por millones. Estallarán incendios inesperadamente y no habrá esfuerzo humano capaz de extinguirlos. Los palacios de la tierra serán arrasados por la furia de las llamas. Serán cada vez más frecuentes los desastres ferroviarios; en las grandes vías de tránsito habrá confusión, choques y muerte sin la advertencia de un momento. El fin está cerca, el tiempo de gracia termina. ¡Oh, busquemos a Dios mientras puede ser hallado, llamémosle en tanto que está cercano!» (Eventos de los últimos días, p. 24).
Es mi ruego que el Señor nos toque y reforme nuestros corazones, de tal manera que no ignoremos su advertencia.

Toma de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Jenny Avaylon

¿QUÉ HAY EN TU CAJA?

Donde esté tu riqueza, allí estará también tu corazón. Mateo 6:21.

«¿Para qué estoy yo en este mundo?» El pastor Karl Haffner narra una historia que ilustra muy bien la importancia de responder esta importante pregunta. Es la experiencia de un exitoso hombre de negocios llamado Robert Buford. Robert vivía en una lujosa mansión, manejaba automóviles caros, y no le faltaba nada de lo que uno llama «los bienes de este mundo». Pero tenía un problema. Aunque era cristiano, sentía que había un vacío en su vida.
En su afán por encontrar respuestas, Robert contrató a un experto en planificación estratégica llamado Mike. Se reunieron y conversaron largamente. Entonces Mike, el experto, tomó un lápiz y un papel, dibujó una caja y le preguntó a
Robert:
—¿Qué hay en tu caja?
La pregunta tomó por sorpresa a Robert. Entonces Mike explicó que para cada individuo, empresa o institución, hay un valor supremo en la vida. Ese algo es la prioridad número uno.
—Robert —preguntó Mike— en tu vida, ¿cuál es ese valor supremo, tu prioridad número uno? De acuerdo a lo que me has dicho, por momentos pareciera ser el Señor Jesús, pero por momentos pareciera ser el dinero. ¿Qué hay en tu caja?
Las palabras de Mike dieron en el clavo. Por primera vez en su vida Robert entendió que había estado intentando servir a dos señores: a Dios y al dinero. Ahora
debía decidir.
—Bueno, si se trata de escoger solo uno —respondió— en mi caja pondré al Señor Jesús.
Dice el relato que cuando Robert decidió qué ocuparía el lugar de honor «en su caja», entonces fue fácil para él conocer el propósito y la razón de ser de su vida: glorificar el nombre de Dios por medio de sus talentos y posesiones (Soul Matters [Asuntos del alma], pp. 16, 17).
¿Qué hay en tu caja? Es decir, ¿qué o quién ocupa el primer lugar en tu vida? Si no es Dios, entonces algo, o alguien, está ocupando el lugar de honor que solo Dios se merece. Te animo a colocar a Dios en el trono de tu corazón. Dos cosas muy buenas ocurrirán si lo haces. Una, sabrás para qué naciste en esto mundo. La otra, todo lo demás que necesites (amor, salud, realización personal éxito...) «vendrá por añadidura)
Señor Jesús quiero que seas el número uno en mi vida.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

«QUIERO»

«Mira mi aflicción y mi trabajo y perdona todos mis pecados» (Salmo 25:18).

Los tiempos bíblicos no son los únicos en los que había lepra. Todavía hoy es una enfermedad común en muchos países, en especial los de clima templado, tropical y subtropical. Además de producir profundas úlceras y grandes bultos que causan graves deformidades, la lepra causa daños neurológicos en los brazos y las piernas. Las personas que hace tiempo están enfermas de lepra pueden perder manos y pies porque, cuando sufren una herida, no se percatan de ello.
El pecado es la lepra del alma. Si no recibe tratamiento, comenzamos a volvernos insensibles, tanto al mal como al bien. En otras palabras, el mal no parece tan repugnante y el bien no es tan atractivo. Nos adormecemos y perdemos la capacidad de sentir. Esta situación es más temible que cualquier enfermedad.
Reconforta saber que podemos acercarnos a Jesús, el Gran Médico, sabiendo que, si quiere, puede purificarnos. No hay pecado, por grave que sea, que él no pueda perdonar. No hay tentación, por fuerte que sea, que sea invencible para su gracia.
Al acercarnos a Jesús es necesario que imploremos su piedad. No podemos exigirla como si de una deuda se tratase, sino como un favor: «Señor, si esa es tu voluntad, me echo a tus pies y, si perezco, que sea allí».
La respuesta de Cristo a la súplica del leproso estaba llena de ternura. Extendiendo la mano, lo tocó. A pesar de que la lepra era una enfermedad temida y repugnante, Jesús lo tocó. Hasta este momento, nadie, ni siquiera su propia familia se habría atrevido a tocarlo. Tocar al leproso, a quien se le consideraba un pecador, equivalía a contaminarse. Pero Cristo quería demostrar que, cuando hablaba con los pecadores, él no corría el peligro de infectarse.
Jesús dijo al leproso: «Quiero. Sé limpio». No le dijo: «Ve y lávate en el Jordán»; tampoco le sugirió una larga y tediosa terapia; sencillamente, dijo una palabra, lo tocó y el hombre quedó sanado. Jesús está dispuesto a darnos la ayuda necesaria. Cristo es un Médico al que no es necesario buscar porque siempre está ahí. No os necesario insistirle porque, al hablarle, escucha. Y tampoco es necesario pagar por sus servicios, porque sana gratuitamente. Pidámosle que nos sane. Basado en Mateo 8:1-4

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill