martes, 2 de marzo de 2010

UNA EXPERIENCIA EN LA CIMA DE LA MONTAÑA

Alzaré mis ojos a los montes; ¿de dónde vendrá mi socorro? (Salmo 121:1).

Mi esposo, Keith, y yo viajamos 1.000 kilómetros para reunimos con las otras 23 personas en Alpine Village en Jindabyne, donde se realizaría mi retiro espiritual para personas de 60 años en adelante. Este hermoso pueblo, en el este de Australia, se sitúa contra la ladera de las montañas y tiene vista al Lago Jindabyne. También está cerca del Monte Kosciuszko, el monte más alto de Australia. Suele hacer mucho frío en esta zona; sin embargo, nosotros viajamos en el mes de febrero, cuando el clima es más cálido y los caminos de la montaña están secos y seguros.
Los días que pasamos en compañía de las demás personas fueron inolvidables. Medito en los momentos de alabanza, oración, cánticos, y los mensajes de inspiración y de esperanza que el invitado especial predicó. Había conversaciones de sobremesa, durante las cuales podíamos compartir nuestras, experiencias y alentarnos los unos a otros en nuestro diario caminar con Jesús. La presencia de Dios se sentía en nuestro medio, y un sentimiento de paz y serenidad llenaba todo el lugar.
Un día, salimos con un grupo de personas que había decidido escalar el Monte Kosciuszko. Hacía varios años, había llegado a la cima, pero ahora no estaba muy segura de poder hacerlo. Tomamos la telesilla hasta el primer nivel, lo que nos dejaba a 6 kilómetros y medio de la cima. Pronto me quedé atrás con mi gentil esposo que me daba ánimo.
Caminábamos pesadamente, mirando las maravillas de la ladera de las montañas. Por momentos algunas nubes nos envolvían y sentíamos frío; luego se apartaban y nos permitían ver las brillantes cumbres. Pasamos por arroyos de aguas congeladas y fotografiamos flores poco comunes. Los canguros saltaban y las águilas planeaban. A un kilómetro de la cima el camino se volvió muy empinado para mis huesos adoloridos, así que decidí no ascender más. No obstante, estaba feliz con lo que había logrado.
Es difícil partir de lugares tan hermosos como Jindabyne. Las experiencias en la cima de la montaña sirven para renovarnos. Tenemos acceso a esa renovación todos los días elevándonos a nuestro Padre celestial. Es él quien nos da las fuerzas y nos renueva para que podamos bajar de la montaña y servirlo vi rio en las "llanuras" del diario vivir.
Andreea Strámbu-Dima
Tomado de Meditaciones Matinales para la mujer
Mi Refugio
Autora: Ardis Dick Stenbkken

PROTECTOR Y ACOMPAÑANTE

«¿Dónde está la fe de ustedes?», les dijo a sus discípulos. Con temor y asombro ellos se decían unos a otros: «¿Quién es este, que manda aun a los vientos y al agua, y le obedecen?». Lucas 8:25

¿Quién es él? Se trata del Creador del mundo. El apóstol Juan dice: «Por medio de él todas las cosas fueron creadas; sin él, nada de lo creado llegó a existir» (Juan 1:3). Stevens Jahzeel Reyes Cárdenas, estudiante de medicina y justamente hoy cumpleaños, testifica el poder de Dios cuando la ciudad de Cancún fue devastada por el huracán Wilma en 2005.
Este joven vio que volaba el frágil techo de lámina de su casa, también observó con espanto cómo el agua, con fuerza incontenible, inundaba su vivienda. Sin embargo, lo peor apenas comenzaría. Ante la fuerza del viento, una torre de transmisión eléctrica se empezó a tambalear y todo parecía indicar que iba a caer sobre varias viviendas. No obstante, la torre, según sus propias palabras, cayó «como si alguien la hubiera tomado y la hubiera dirigido hacia un llano al otro lado. No derrumbó ninguna casa».
En medio del gran conflicto a menudo nos quedamos asombrados y confundidos, porque nos parece que Dios debería evitar todas las desgracias, y que así como reprendió al viento y a las olas, también tendría que reprender los accidentes, los huracanes, los tsunamis y los terremotos; incluso que reprendiera las enfermedades como el cáncer y demás epidemias que hay. Que también reprendiera a las voluntades que desestabilizan los hogares. Pero Dios sabe que es una guerra con muchas víctimas inocentes. Por eso ha prometido estar con nosotros en medio de las crisis.
Ahora, ¿te puedes imaginar al Creador dormido en medio de la tempestad? ¡Él mismo enfrentó el peligro de muerte! Y fíjate, aunque en aquella ocasión se levantó y pudo reprender a los agentes naturales, en el Calvario clamó por el desamparo de Dios. El cuidado de Dios es un verdadero misterio, pero ha prometido estar con nosotros siempre para librarnos o consolarnos, pero siempre con nosotros. Por eso no tenemos temor.

«Permanecemos en Cristo por medio de una fe viva. Él mora en nuestros corazones cuando nos apropiamos individualmente de la fe». MJ 157.

Tomado de Meditaciones Matinales para Jóvenes
¡Libérate! Dale una oportunidad al Espíritu Santo
Autor: Ismael Castillo Osuna

DEMASIADO BUENO PARA SER CIERTO

Y si es por gracia, ya no es por obras; porque en tal caso la gracia ya no sería gracia (Romanos 17: 6).

En este mundo a nadie le pagan primero para que trabaje después. Primero trabajamos y después nos pagan. Ningún estudiante recibe un diploma legal de estudios si primero no ha estudiado para ganárselo. Somos condicionados a pensar que si algo es gratis o no requiere esfuerzo, no vale la pena. Cuando algo nos ha costado mucho esfuerzo y trabajo, entonces nos sentimos orgullosos de ello. Este condicionamiento de la cultura moderna para poner en tela de juicio lo que es gratis, hace que algunas personas duden de que la salvación sea realmente gratuita. Cuando leemos en la Palabra de Dios que él nos perdona gratuitamente, que la salvación es por gracia, que es un regalo de Dios, nos parece que es solo una manera de decir las cosas para que entendamos que Dios nos ama, pero que debe haber algo que nosotros tenemos que hacer para ganar la salvación. Allá en el fondo de nuestra mente albergamos la idea de que algo tenemos que hacer para ser dignos de la salvación.
Se dice que el director médico de un hospital psiquiátrico de Londres dijo una vez: «Si los pacientes que están aquí creyeran en el perdón, mañana podría enviar a la mitad de ellos a sus casas». Mucha gente cree que Dios no perdona a menos que se haga alguna obra meritoria. Todos los años vemos en alguna parte largas filas de personas que van a pagar una promesa, o hacer algún sacrificio a algún centro religioso, con el propósito de que Dios les conceda alguna petición o sanidad. Están convencidos de que tienen que hacer méritos, para que algún santo patrono o divinidad los escuche.
Es que la religión del mérito apela mucho a los seres humanos. No es lo mismo que digamos que nos regalaron algo a que digamos que lo ganamos con nuestro esfuerzo personal. Por eso pensamos que algo tenemos que ha¬cer para tener mérito ante Dios; nos hace sentirnos seguros, porque es nues¬tro esfuerzo personal.

Tomado de Meditaciones Matinales para Adultos
“El Manto de su Justicia”
Autor: L Eloy Wade C