jueves, 25 de octubre de 2012

BEBIENDO DE MÍA RAMA


«Había allí una vasija llena de vinagre; entonces ellos empaparon en vinagre una esponja y, poniéndola en un hisopo, se la acercaron a la boca» (Juan 19:29, RV95).

Ellos tomaron una esponja llena de vinagre en un hisopo y la llevaron a la boca de Jesús. ¡Qué crueldad! Creo que todos sabemos qué es el vinagre y qué es una esponja, pero, ¿qué es un hisopo?
El hisopo es una planta que la gente de la antigüedad usaba como medicina. Tomaban las flores de la planta, las secaban, las ponían a hervir, les echaban miel y se las tomaban como té. Se dice que sabe parecido a la menta y que sirve para la gripe y los resfríos.
Si hubiéramos estado en Jerusalén el día que se describe en este versículo, habría sido una experiencia muy triste para ti y para mí. Ese fue el día en que Jesús murió en la cruz. Ellos tomaron esa esponja llena de vinagre y la colocaron en una rama de hisopo para darle algo de beber a Jesús. Pero eso de tomar vinagre suena muy desagradable. Lo cierto es que Jesús soportó todo ese dolor y sufrimiento por ti y por mí. Él nos ama demasiado.
Agradécele hoy todo lo que hizo escogiendo vivir para él. Así tu vida será mucho más agradable que el vinagre o el té de hisopo.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

IDEALES ACARICIADOS


Instruye el niño en su camino, y ni aún de viejo se apartará de ti. (Proverbios 22:66).

Quizá en algún momento de nuestra vida hemos pensado cómo desearíamos que fueran nuestros hijos. Quizá al ver cómo actúan o hablan algunos jóvenes o adultos, pensemos: «Ojalá que mi hijo o mi hija, sea así cuando sea mayor».
Muchas de nosotras quisiéramos educar a nuestros hijos para que lleguen a ser hombres y mujeres «conforme al corazón de Dios». Sin embargo, cada día se hace más difícil cumplir con dicho objetivo, ya que la sociedad se ha convertido en un ente que determina lo que es correcto o incorrecto. Como resultado hemos ido olvidando lo que realmente Dios espera que les enseñemos a nuestros hijos. Piensa en las siguientes observaciones:
  • Ser madre es tu principal tarea. Es una ocupación de tiempo completo, así como el trabajo más importante que jamás puedas desempeñar.
  • Comparte con tu esposo la responsabilidad de aplicar los principios y normas cristianas en el hogar. Los hijos adquieren mayor confianza y seguridad si ven que sus padres les dan un mismo ejemplo y que aplican una misma escala de valores.
  • Educa a tus hijos tomando en cuenta los principios bíblicos. Cada decisión que tomes, deberías modelarla según lo que Dios nos pide y enseña en su Palabra.
  • Estudia la Biblia con tus hijos y ora con ellos. Identifica y analiza los principios prácticos que podrían aplicarse a sus vidas.
  • Dedica un tiempo especial para conversar con cada uno de tus hijos. Mantén la comunicación abierta con ellos. Eso te ayudará a estar enterada de sus necesidades e inquietudes.
  • Sé un ejemplo para tus hijos. Si el objetivo es enseñarles a que tomen decisiones basadas en la Biblia y a ser cristianos verdaderos, tendrás que ser su principal modelo a seguir.
  • Recuerda que los hijos son un préstamo de Dios y que cada uno es diferente. Debes educar, tratar y disciplinar a cada uno de acuerdo con sus características especiales.
  • Cumple lo que has prometido. Los niños juzgan continuamente a sus padres y a los adultos que los rodean. Recuerda que ellos te están observando y aprendiendo de ti.


Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa

LAS PRIORIDADES EN EL ORDEN CORRECTO


Siempre tengo presente al Señor; con él a mi derecha, nada me hará caer. Salmo 16:8

Veamos si puedes reconocer a este personaje:

- Cobra millones de dólares por película.
- Entre los muchos galardones recibidos se cuentan dos premios Osear como mejor actor (Tiempos, de Gloría, 1989; y Día de entrenamiento, 2001).
- Hace más de treinta años que está casado con la misma persona (esto no es usual en Hollywood)
- Lee la Biblia todos los días (¡esto es menos usual todavía!)
Se trata de Denzel Washington, un cristiano hijo de pastor, que ama a Dios y a su familia, que disfruta de la lectura de la Biblia y para quien el éxito significa lograr la paz interior.
Leer un poco sobre la vida de esta estrella del cine me ha enseñado un par de lecciones. La primera, a ser más cuidadoso cuando opino sobre los famosos de Hollywood. Hasta ahora mi tendencia había sido considerar a todos esos artistas como un grupo de ateos millonarios que cambian de pareja casi con la misma frecuencia que cambian de automóvil.
La segunda reflexión es que el dinero y la fama no tienen por qué destronar a Dios del primer lugar en la vida de una persona.
¿Cómo ha hecho Denzel Washington para «sobrevivir» al ambiente secular de Hollywood? Cuando un periodista le preguntó de qué cosas se sentía más orgulloso en la vida, Denzel respondió: «De Dios, de mi familia y de mi profesión. En ese orden». Y cuando se le preguntó cómo enfrentaba los momentos difíciles, afirmó: «La fe en Dios me ayuda a comprender que las circunstancias no determinan mi felicidad, mi paz interior» (David Hochman, «Mantener la fe» Selecciones de Reader's Digest, febrero de 2008, pp. 68-75).
Señor, ocupa el lugar de honor en mi corazón, ahora y siempre.
¿Qué lugar ocupa Dios en tu orden de prioridades? Imagino que está en el tope de la lista. Pero me pregunto qué sucedería si la fama y el dinero tocaran a tu puerta. ¿Seguiría Dios ocupando el lugar de honor en tu corazón? Una manera sencilla de mantenerlo en primer lugar es leyendo su Palabra al comienzo de cada día. Esa es la fórmula de Dezel y, al parecer, también fue la del salmista: «Siempre tengo presente al Señor; con él a mi derecha, nada me hará caer» (Salmo 26:8).
Señor, ocupa el lugar de honor en mi corazón, ahora y siempre.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

LIBÉRESE DE SUS CARGAS


«Los gentiles se angustian por todas estas cosas, pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas ellas» (Mateo 6:32).

Los cristianos tenemos el privilegio de echar nuestras preocupaciones sobre el Señor (ver 1 Ped. 5:7), porque nuestro Padre celestial conoce y entiende nuestras necesidades. Echar no es poner con cuidado o suavemente. Significa arrojar con fuerza, levantar, lanzar, como un niño que se deshace de su mochila después de la escuela o un jardinero que tira un saco de malas hierbas a la basura. Esto no es lo mismo que invitarnos a mostrarnos irrespetuosos con Dios, sino que implica que podemos aliviarnos de un peso que hemos estado cargando.
Cuando yo era niño, no era raro que los agricultores utilizaran bestias de tiro para arar y cultivar los campos. Cierto día observaba a un joven mientras trabajaba con su caballo. Mi vecina dijo:
—¿Ves ese joven? Es muy nervioso. A veces, cuando tiene un ataque toma un palo y golpea al caballo.
Quedé horrorizado. Le pregunté a mi vecina qué hacía el caballo cuando el joven lo golpeaba. 
La vecina respondió:
—La bestia entiende que algo va mal con el dueño y, sencillamente, se queda quieta y espera.
Nuestro Dios es «fuerte, misericordioso y piadoso» (Exo. 34:6). Aunque experimentemos un ataque de ira somos libres de contarle cómo nos sentimos. Él nos escuchará. No nos regañará ni nos despreciará. Para los que le buscan con todo su corazón, tendrá misericordia y será «amplio en perdonar» (Isa. 55:7).
He descubierto que, a veces, cuando me guardo mis sentimientos y no sé orar, leer un pasaje de los Salmos me puede ayudar a expresarme. Nadie puede expresarlo mejor que David cuando exclamó: «Te glorificaré, Jehová, porque me has exaltado y no has permitido que mis enemigos se alegren de mí. Jehová, Dios mío, a ti clamé y me sanaste. Jehová, hiciste subir mi alma del seol. Me diste vida, para que no descendiera a la sepultura. ¡Cantad a Jehová, vosotros sus santos, y celebrad la memoria de su santidad!, porque por un momento será su ira, pero su favor dura toda la vida. Por la noche durará el lloro y a la mañana vendrá la alegría» (Sal. 30:1-5). Basado en Lucas 18:1-8

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill