viernes, 28 de diciembre de 2012

EL MÉTODO DE DIOS


«El quinto, sardónice; el sexto, sardio; el séptimo, crisólito; el octavo, berilo; el noveno, topacio; el décimo, crisoprasa; el undécimo, jacinto; y el duodécimo, amatista» (Apocalipsis 21:20, BLA).

¿Puedes creerlo? Ya llevamos cinco días seguidos caminando alrededor de las murallas de la Nueva Jerusalén. Pero no debería sorprendernos, después de todo, cada una de las murallas de la ciudad tiene miles de kilómetros de largo. ¡Impresionante! 
Hoy vamos a examinar la piedra número once en las murallas de la ciudad. Se llama Jacinto. El jacinto también es conocido como zircón, y gran parte de este se encuentra en la India. Una de las cosas especiales del zircón es la manera en que se cristaliza. Muchas de las piedras que conocemos fueron en algún momento líquidos. Cuando estos líquidos se enfriaron, crearon formas especiales. Estas formas se conocen como cristales. Lo más asombroso del zircón es que siempre crea la misma forma cuando se enfría. Parece que tiene su propia manera de hacer las cosas.
Dios también es así. Él tiene su propio método para hacer las cosas, y podemos encontrarlo en la Biblia. El método de Dios nos ayuda a amar al prójimo, a ser más bondadosos con los demás y a decir siempre la verdad, al leer hoy su Palabra y aprende cuál es el método de Dios para hacer las cosas. Esa es la mejor manera de vivir la vida.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

EN EL MOMENTO PRECISO


Pacientemente esperé a Jehová, y se inclinó a mí, y oyó mi clamor. (Salmo 40:1).

Anhelaba reiniciar mis estudios universitarios, ya que los había abandonado cuando me quedé embarazada de mis hijas, y se me había hecho imposible continuarlos. Esperé y oré a Dios, preguntándome cuándo sería el momento adecuado. Hice varias diligencias en diferentes oportunidades y la respuesta fue negativa.
Mi esposo obtuvo su licenciatura en Teología y fue invitado a trabajar en la capital de nuestro país, Caracas. Entonces dije: «Ahora sí que ha llegado mi oportunidad». Inicié nuevamente los trámites y la respuesta de nuevo fue negativa.
Para aquel tiempo a mi madre le detectaron un cáncer de mama avanzado, por lo que yo debía cuidarla todas las tardes. Así pasé con ella los cuatro años que duró su tratamiento. Eso lo hice con todo el amor, la buena voluntad y el cuidado que una madre merece; pero no olvidaba mi anhelo de continuar estudiando.
En el año 2000 solicité ser admitida a un programa de Pedagogía, pero no tuve éxito. Por momentos pensé que Dios no escuchaba mis oraciones. Sin embargo, no me di por vencida. Al año siguiente le dije a mi esposo que aquel año comenzaría a estudiar de una forma u otra. Él se preguntaba quién iba a cuidar a mi mamá, pero yo le respondí que ya nos arreglaríamos.
Ya en el 2001 presenté todas las pruebas de admisión al mismo programa de Pedagogía y no solo fui admitida, sino que obtuve una beca. Yo saltaba de alegría y le pedí perdón a Dios, a la vez que le agradecía por responder mi oración a su tiempo. Mi preocupación ahora era respecto al cuidado de mi madre. Sin embargo, mi madre fue empeorando, y quince días antes del inicio de las clases falleció. Sufrí y lloré muchísimo, pero en todo le di gracias a Dios porque él es quien dirige y controla mi vida y permite que las cosas sucedan a tiempo.
Amiga, no te desesperes si estás a la espera de una respuesta que has procurado durante muchos años. Espera pacientemente en Jehová y él hará grandes maravillas. Yo no solo me gradué, sino que obtuve el mejor promedio de mi promoción. ¡Y todo lo debo a él!

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Ana de Jesús Da Rocha

«CANASTAS» DE ESPERANZA


Evita que te desprecien por ser joven. 1 Timoteo 4:12

Cuando Austin se sentó frente al televisor, no imaginó que las imágenes que vería cambiarían su vida y la de muchas personas. En una vivienda de barro, en condiciones deprimentes, se veía a una niña de Zambia que había perdido a sus padres por causa del sida.
«La escena era muy triste —dijo Austin años más tarde—. Mientras la veía, me preguntaba qué sería de mí si yo perdiera a mis padres. Entonces me pregunté qué podía hacer para ayudar. Sentí que Dios me estaba diciendo que hiciera algo al respecto».
Y lo hizo, aunque de una manera un tanto inusual. Resulta que a Austin le gusta el basquetbol. Se le ocurrió entonces que por cada tiro libre que encestara, alguien donara un dólar para un huérfano del África. Entonces organizó lo que llamó un Maratón de Tiros Libres. Él mismo lanzaría muchos tiros libres, centenares, y los patrocinadores del evento donarían dinero por cada uno que acertara. El día escogido para el evento fue el Día Mundial para la Lucha contra el Sida, organizado por las Naciones Unidas, en este caso, en diciembre de 2004.   Ese año recolectó casi tres mil dólares, suficientes para ayudar a ocho huérfanos por medio de la organización benéfica World Vision.
World Vision corrió la voz y en otros lugares del mundo se realizaron eventos similares. En los siguientes cuatro años, se recolectó medio millón de dólares. Parte de ese dinero se usó para construir una escuela en Zambia, y parte para construir un laboratorio médico y un centro de orientación, con fines de prevenir la trasmisión del sida.
Cuando le preguntaron a Austin, quien para ese momento tenía 14 años, qué lo había motivado a fundar Hoops of Hope (Canastas de esperanza), respondió sin vacilar: «Queremos evitar que haya más niños huérfanos. Y también queremos que conozcan el amor de Cristo. [...]. Para ello no tienes que cambiar el mundo. Basta con cambiarlo para una persona» (Mark Moring, Christianity Today, diciembre de 2008, p. 47).
¿Será que Dios está tratando de decirte algo específicamente a ti? Si permites que Dios te use, tú también podrías ser un instrumento de bendición para otros, sea que estén cerca o lejos de ti.  Al igual que Austin , ¿qué tal si le preguntas a Dios qué puedes hacer hoy, no para cambiar al mundo, sino para cambiarlo para una persona?

Padre celestial, quiero ser un instrumento útil en tus manos, comenzando HOY

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

SEÑOR DE SEÑORES


El séptimo ángel tocó la trompeta, y hubo grandes voces en el cielo, que decían: Los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo; y él reinará por los siglos de los siglos. Apocalipsis 11:15.

Al cumplir las escrituras con su entrada triunfal en Jerusalén, Jesús también mostró lo que sucederá en el futuro. Nuestro Señor no siempre será rechazado. En el futuro habrá días de triunfo. «La piedra que desecharon los edificadores ha venido a ser la cabeza del ángulo» (Sal. 118:22). Espero el día en que los reinos de este mundo se convertirán en los reinos de nuestro Señor y de su Cristo. Y mire, ¡yo estaré allí!
Él se sentará en el trono de David, su padre, y su reino no tendrá fin. El Señor reinará por los siglos de los siglos. ¡Aleluya! ¿Acaso no le dijo Dios el Padre: «Pídeme, y te daré por herencia las naciones y como posesión tuya los confines de la tierra» (Sal. 2:8)? En ese día, el que fue rechazado de los hombres será la gloria de su pueblo.
Imagine la alegre procesión, subiendo por la colina hasta el trono de su Padre. Tras él iremos los que, en él, vinimos desde los confines de la tierra.
Los patriarcas se unirán a los apóstoles y los profetas andarán junto a los mártires. Usted y yo también caminaremos junto a ellos. Todos a una voz entonarán el mismo cántico: «¡Hosana al hijo de David!  ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!» (Mat. 21:9). Por tanto, en la entrada del Señor por las calles de la antigua Jerusalén, tenemos una visión de las glorias extraordinarias que le esperan en la Nueva Jerusalén, donde se sentará en el trono y sus enemigos serán su escabel (Mat. 22:44).
Apreciado lector, no podemos permitir que nada nos distraiga de este magno acontecimiento. El día que entró en la Jerusalén terrenal, Jesús tenía enemigos; en la tierra, nosotros también los tendremos. Pero vendrá un día mejor. Por su gracia estaremos allí y uniremos nuestra voz al coro de los redimidos. Oro para que, además de nosotros, también estén nuestras familias y nuestros hijos.  Basado en Lucas 19:29-44.

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill