miércoles, 7 de noviembre de 2012

ALIMENTANDO AL PASTOR


«¿Quién sirve como soldado pagándose sus propios gastos? ¿Quién cultiva un viñedo y no come de sus uvas? ¿Quién cuida las ovejas y no toma de la leche que ordeña? (1 Corintios 9:7).

Hoy estamos visitando de nuevo un establo. Aunque el olor aquí no es muy agradable, así es como huelen las vacas, ¿Alguna vez te has fijado en esa bolsa que cuelga de la barriga de las vacas que tiene como unos dedos en ella? Es la ubre y de ahí es de donde se saca la leche de la vaca. Los becerros (los bebés de la vaca) usan esos «dedos» de la misma manera en que los bebés humanos se toman su biberón. Están llenos de leche tibia y deliciosa.
En el versículo de hoy Pablo dice que quienes tienen ovejas o cabras se deben tomar su leche. Pablo en realidad estaba diciendo que el pastor de la iglesia debería tener lo suficiente para poder comer y vivir.  Nuestros pastores trabajan duro para cuidar de nuestras iglesias. Nosotros somos el rebaño, y debemos también darles algo a cambio. Oremos por ellos, y demos nuestros diezmos y ofrendas para poder pagarles a los pastores por lo que hacen. Ayudemos a los pastores a difundir las buenas nuevas de Jesús.
Hoy hazle saber a tu pastor cuánto lo aprecias. Aparta un minuto de tu tiempo en este momento y escríbele una carta en la que le expreses cuan contento estás de que él sea el pastor

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

UNA COMPAÑÍA SIN IGUAL


Dios le respondió: «Yo estaré contigo» (Éxodo 3:12).

En una oportunidad, fuimos de excursión a Guatemala, donde conocimos muchos lugares interesantes, como el Lago Amatitlán. Tengo gratos recuerdos de aquel viaje, en especial porque mi novio Carlos me pidió que fuera su esposa. Meses después nos casamos, y hasta la fecha hace alrededor de quince años que hemos unido nuestras vidas con lazos de amor, respeto y comprensión.
Cuando cumplimos cinco años de matrimonio mi esposo viajó a Guatemala para asistir a un programa especial para jóvenes que deseaban prepararse para el ministerio. Quince días después me llamó diciendo que vendría a buscarnos a mí y a nuestra hija. Él estaba feliz porque lo habían aceptado en aquel programa de estudios. Recuerdo que lloré durante todo el camino a Guatemala, ya que me sentía triste por haber dejado a mi familia y a mi iglesia en El Salvador.
Mi esposo se entregó por completo a la obra, y aunque enfrentamos diversas vicisitudes, por la gracia de Dios salimos adelante y él logró completar sus estudios. Al finalizar el programa mi suegra y yo viajamos a Costa Rica para acompañarlo en su graduación.
Cada vez que mi esposo es trasladado a otro distrito siempre le digo: «Vayamos donde vayamos, yo estaré siempre contigo». Un nuevo distrito para mí representa una nueva oportunidad para desarrollarme como esposa de pastor, un nuevo «campo de batalla». Lo veo como una oportunidad para servir, un escalón más para ascender hasta la altura que Dios desea que alcancemos en nuestro ministerio.
Hermana, no hay pobreza, no hay impedimentos físicos, no existe nada en este mundo que nos impida alcanzar nuestros sueños. Siempre se pueden lograr grandes cosas si nos ponemos en manos de Dios y luchamos por alcanzarlas.
Esta meditación se la dedico a un hombre que me ha enseñado que todo se puede lograr si uno se esfuerza, se sacrifica y se valora a sí mismo, poniendo su potencial en las manos de Dios. Se la dedico a un compañero que me ha demostrado que, si alguien lucha y se entrega para servir al Señor, recibirá una recompensa inigualable. Se la dedico a mi querido esposo, el pastor Carlos Guzmán

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Jessenia de Guzmán

POR FALTA DE UN CLAVO…


El que es honrado en lo poco, también lo será en lo mucho. Lucas 16:10, NVI

«Por falta de un clavo...». Seguramente conoces el proverbio. Lo que quizás no conoces es la historia de ese dicho. Según cuenta William Bennett, el relato se remonta a los tiempos del rey inglés Richard III y la derrota que sufrió en la batalla de Bosworth, en 1485, de manos de Henry, conde de Richmond.
Dice el relato que la mañana de la batalla, el rey Richard dio órdenes a su palafrenero para que colocaran las herraduras a su caballo favorito. Inmediatamente, el palafrenero informó al herrero la voluntad del rey.
—El problema —respondió el herrero— es que no tengo más hierro.
—Arréglate como puedas —replicó el palafrenero—. Es una orden del rey. 
Sin otra alternativa, el herrero obedeció. Con un pedazo de hierro hizo cuatro herraduras y las adaptó a los cascos del caballo. Entonces se presentó un problemita: no tenía suficientes clavos para la cuarta herradura. 
—Me hacen falta clavos —dijo el herrero.
—Ya te dije que te las arreglaras como pudieras —dijo el palafrenero. 
—Pondré la herradura, pero no quedará tan firme como las otras. 
—Pues ponla. Y hazlo ya, o el rey se molestará con los dos. 
El esperado momento llegó. Los ejércitos chocaron, y en lo más fiero del combate, el caballo de Ricardo perdió una herradura. Antes de que el rey pudiera tomar las riendas, el animal huyó. Esto no fue lo peor. Al poco rato sus soldados emprendieron la retirada. Desesperado, el rey gritó:
—¡Un caballo! ¡Un caballo! ¡Mi reino por un caballo!
Sin embargo, la ayuda nunca llegó. Y desde entonces, la gente dice: «Por falta de un clavo, se perdió una herradura; por falta de una herradura, se perdió un caballo; por falta de un caballo, se perdió una batalla; por una batalla, se perdió un reino, y todo por falta de un clavo de herradura» (The Book of Virtues for Young People [El libro de las virtudes para jóvenes] pp. 79-81).
¿Cuál es la lección? Que los detalles son importantes. ¿Cuánto vale un minuto? ¿Cuánto vale una buena acción? ¿Un buen hábito? ¿Una palabra de ánimo al que está caído? Valen mucho. ¿Y cuánto daño podemos hacer en un momento de descuido? ¿Con una palabra dura? ¿En un momento de rabia?  Mucho daño.
Se fiel en lo poco hoy y aprenderás a ser fiel en lo mucho y hoy y siempre.

Ayúdame, Señor, a ser fiel en el cumplimiento de mis deberes diarios.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

EL AGUA DE LA VIDA


«El Espíritu y la Esposa dicen: "¡Ven!" El que oye, diga:"¡Ven!"  Y el que tiene sed, venga. El que quiera, tome gratuitamente del agua de la vida» (Apocalipsis 22:17).

Junto al pozo, Jesús le dijo a la mujer que él le daría agua viva. ¿Qué quiso decir? ¿Qué es el agua viva? El agua viva son las palabras de Jesús. Elena G. de White explica: «Llena tu corazón con las palabras de Dios. Son el agua viva que apaga la sed del alma» (El camino a Cristo, cap. 10, p. 130). Las palabras de Jesús para nosotros son agua viva para nuestra alma sedienta.
El agua viva es pura porque Dios siempre ha demandado pureza. ¿Quién irá al cielo? «El limpio de manos y puro de corazón» (Sal. 24:3,4).  Toda palabra de Dios es limpia (Prov. 30: 5).  Bienaventurados los limpios de corazón (Mat.5:8).  El agua viva es capaz de reflejar como un espejo.
Jesús dijo: «El que me ha visto a mí ha visto al Padre» (Juan 14: 9). Él reflejaba a su Padre y quiere que nosotros lo reflejemos a él, lo que quiere decir que nosotros también tenemos que ser puros. 
El agua viva es limpieza. 
De todos los líquidos conocidos, el agua es el que mejor limpia. David dijo: «Purifícame con hisopo y seré limpio; lávame y seré más blanco que la nieve» (Sal. 51:7).
Jesús nos dice: «De gracia recibisteis, dad degracía» (Mat. 10:8). «Cada verdadero discípulo nace en el reino de Dios como misionero. El que bebe del agua viva llega a ser una fuente de vida.
El que recibe llega a ser un dador. La gracia de Cristo en el alma es como un manantial en el desierto cuyas aguas surgen para refrescar a todos y da a quienes están por perecer ávidos de beber el agua de la vida» (El Deseado de todas las gentes, cap. 19, p. 171).
Jesús pronto dirá: «Hecho está. Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin. Al que tiene sed, le daré gratuitamente de la fuente del agua de vida» (Apoc. 21:6). Basado en Juan 4:5-26

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill