domingo, 11 de septiembre de 2011

MENSAJERAS

Muchos correrán de aquí para allá. (Daniel 12:4)

En el año 2001 se produjo el mayor atentado terrorista de la historia de Estados Unidos. El 11 de septiembre, grupos coordinados de secuestradores aéreos estrellaron dos aviones contra las Torres Gemelas, los edificios más emblemáticos del World Trade Center de Nueva York. El horror y la angustia se apoderaron del país norteamericano en aquel día extremadamente doloroso. Este acto terrorista cosió la vida de más de tres mil seres humanos. Estos datos apenas recogen el drama que vivió ese país aquel día. Las imágenes conmovieron a todo el mundo y miles de voces se alzaron para pronunciarse contra tal violencia.
La Biblia, desde tiempos muy antiguos, anunciaba que en los últimos días de este mundo la gente correría de aquí para allá a causa del temor y expectación de las cosas que ocurrirían. Aunque no es el plan del cielo que se produzcan tales actos atroces, Dios sabía lo que el ser humano sería capaz de hacer si se alejaba de su presencia.
Actualmente la violencia se impone sin distinción de raza, sexo o edad. Los noticieros informan de la imparable ola de crimen, terrorismo y fanatismo que rompe contra nuestras sociedades. La gente está sedienta de paz. Pero el desenlace final de esta separación entre el ser humano y Dios fue presentado por los profetas hace miles de años.
Nosotras, que vivimos en este mundo ya sentenciado a la destrucción eterna del pecado, tenemos la oportunidad de ser mensajeras de paz, pero no de esa paz que se busca a través de tratados y convenios, lejos de Dios, sino de la paz que solo se encuentra en Cristo. La paz que él ofrece es la garantía de un mundo nuevo, libre de pecado, donde las naciones solo se unirán para alabar al Dios que las ha redimido; donde todos, chicos y grandes, se convertirán en una sola nación, una sola raza y una sola jerarquía social. ¿Eres tú una mensajera de paz?
Cristo dijo: «La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón ni tenga miedo» (Juan 14: 27).
La paz nace en el corazón que está cerca del cielo.

Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera

UNO POR MUCHOS

Entonces volvió Moisés a Jehová, y dijo: Te ruego, pues este pueblo ha cometido un gran pecado, porque se hicieron dioses de oro, que perdones ahora su pecado. Éxodo 32:31, 32.

Moisés había pasado cuarenta días y noches en la presencia de Dios en el monte Sinaí, y al regresar al campamento se encontró con el triste espectáculo de la idolatría. El pueblo había olvidado rápidamente la promesa hecha ante la presencia de Jehová Dios, e hicieron un becerro de oro y lo declararon "dios".
Moisés, sumamente indignado, al bajar del monte y ver al pueblo adorando al ídolo, rompió las tablas que contenían los Diez Mandamientos. Con exaltada ira destruyó el becerro que su hermano había construido y reprendió a los israelitas por haber caído.
Días más tarde, en la presencia de Dios, Moisés se encontraba compungido y sumamente humillado. Como representante del pueblo, deseaba que Dios perdonara a los transgresores, y para ellos elevó una oración: "Te ruego, pues este pueblo ha cometido un gran pecado, porque se hicieron dioses de oro, que perdones ahora su pecado".
Este hombre abnegado de Dios le presentó al Señor una súplica sencilla, intercediendo por todos. Moisés intercedió ante Dios por el pecado de muchos.
Es posible que tú también veas problemas en tu sociedad y busques una solución. Quizás existan problemas en tu colegio y parezca que no tienen una solución posible. Es probable que tu iglesia tenga desafíos inmensos y difíciles de alcanzar, y que para lograrlos se necesite un verdadero milagro.
Ora al Señor. Así como Dios escuchó la oración de Moisés realizada a favor de todo el pueblo, ese mismo Dios puede escuchar tu oración hecha por tu gente, tus compañeros de estudio o tu iglesia. Interceder en favor de muchos puede ser efectivo. El gran líder de Israel logró que el pueblo israelita tuviera una nueva oportunidad, y tú también puedes lograr que los problemas o las metas inalcanzables tengan solución si te animas a orar con fervor por quienes lo necesitan.
Antes de iniciar las tareas de este día, intercede ante Dios en oración por las necesidades de la gente que conoces.

Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuel

TE AMA

Y el mismo Jesucristo Señor nuestro, y Dios nuestro Padre, el cual nos amó y nos dio consolación eterna y buena esperanza por gracia. 2 Tesalonicenses 2:16.

¡Dios te amó de tal manera que dio a su Hijo unigénito! No existía nada más grande ni más precioso que pudiera ser dado en tu favor. ¿Por qué no te dejó Dios abandonado al triste destino de muerte? ¡Por amor! ¡Solo por amor! Un amor que llegó hasta el sacrificio. Era la única manera de salvarte.
La paga del pecado es la muerte; y ese principio no puede ser ignorado. Tú y yo habíamos pecado, y merecíamos morir. Pero, Dios nos ama tanto que entregó a su propio Hijo para que muriese en nuestro lugar. ¡La Cruz es la más grande expresión del amor de Dios! Allí, el amor divino se escribió con sangre. Jamás podremos entender la dimensión de ese amor.
Por lo tanto, en las horas de dolor y de tristeza; en las horas en que el martilleo de la culpa te golpea impiadosamente, piensa en el amor de Dios. Para él, eres lo más precioso que existe en este mundo: te ama con un amor infinito. No por lo que eres, sino a pesar de lo que puedas ser. Te amó hasta la muerte; se entregó como un cordero, silenciosamente, sin emitir un gemido. Éramos tú y yo quienes merecíamos morir en esa cruenta cruz. Pero, su amor fue más grande que la propia vida. Incluso, porque la vida que nos fue dada había sido una expresión de su amor.
Cuando Jesús estuvo en este mundo, era la personificación del amor: el amor hecho carne; el amor que se podía tocar y ver. Mientras Jesús se movía entre los seres humanos, lo que se movía, en realidad, era el amor de Dios. Y ese amor tenía un poder transformador sin medidas: curó leprosos, hizo andar paralíticos, abrió los ojos de los ciegos, resucitó muertos, libertó endemoniados y devolvió la dignidad y el respeto propio a personas destruidas por las circunstancias de la vida. Jesús era el amor en acción; el amor transformador. Y nos dio una lección: solo el amor transforma; solo el amor reconstruye lo que fue desecho por el pecado.
Si tienes una persona amada que está destruida por el pecado, recuérdate que solo el amor redime. ¡Ah, querido!, si el amor, personificado en Jesús, hizo andar a un cadáver que ya olía mal, ¿por qué no podría traer a tu padre de vuelta? ¿Por qué no podría rescatarlo de las garras del vicio? ¿Por qué no sería capaz de reconstruir tu matrimonio?
Sal, rumbo a las actividades de este día, recordando que: "Jesucristo Señor nuestro, y Dios nuestro Padre, nos amó y nos dio consolación eterna y buena esperanza por gracia".

Tomado de meditaciones matinales para adultos
Plenitud en Cristo
Por Alejandro Bullón