jueves, 27 de enero de 2011

¡QUE NO TE DESANIME TU APARIENCIA!

«Pero el Señor le dijo a Samuel: "No te dejes impresionar por su apariencia ni por su estatura, pues yo lo he rechazado. La gente se fija en las apariencias, pero yo me fijo en el corazón"», 1 Samuel 16: 7.

Parece que la madre de Charles William Eiiot conocía bien el versículo de hoy. Charles nació con un defecto muy grande en el rostro. Cuando era joven quiso que le arreglaran ese problema por medio de una cirugía, pero los médicos le dijeron que nada podía hacerse para ayudarle. Charles se desilusionó. Comentó con un amigo que había sido el momento más | oscuro de su vida.
Su madre, al verlo tan desanimado, le dijo: —¡Hijo mío, hemos consultado a los mejores cirujanos y dicen que no es posible quitarte ese defecto! ¡Pero sí es posible, con la ayuda de Dios, llegar a tener una mente y un alma tan grandes que la gente se olvide de mirarte a la cara!
Charles siguió el consejo de su madre y fue rector de la Universidad de Harvard durante muchos años. Puedes lograr grandes cosas con la ayuda de Dios, no importa que tengas algún defecto físico, o tu belleza sea inferior a la de los demás. Conéctate con Jesús y canta hoy el corito que dice:
Mora en mí la belleza del Salvador,
su pureza tener pueda y fervor.
Oh, divino Jesús,
mora en todo mi ser,
y que puedan en mí tu belleza ver.

Esa es la belleza que vale la pena buscar cada día.

Tomado de meditaciones matinales para menores
Conéctate con Jesús
Por Noemí Gil Gálvez

UN PEQUEÑO GIGANTE

El que es fiel en lo muy poco, también en lo más es fie. (Mateo 6:26)

Muy a menudo soñamos con hacer grandes cosas. Pensamos: ¡Oh, si tuviera mucho dinero, mitigaría el hambre de tantas personas y haría tantas obras de caridad! ¡Oh, si tuviera grandes conocimientos científicos, trabajaría incansablemente hasta hallar el antídoto contra el cáncer o la cura del sida! ¡Oh, si tuviera...! La lista podría ser interminable. Pero, ¿te has parado a pensar qué estás haciendo con lo que tienes a mano?
Son las cosas pequeñas las que dan más sentido a la vida. Tu cuerpo, sin ir más lejos, está formado por partículas microscópicas sin las cuales no podrías existir ni realizar las actividades más simples. A Dios le agradó crear cosas pequeñas a las que les ha dado una importancia extraordinaria. Por supuesto, podía haberlas creado con otro tamaño, pero sabía que debíamos aprender grandes lecciones de lo pequeño y aparentemente in¬significante.
El ingeniero francés Gustave Eiffel proyectó la construcción de una torre para la Exposición Universal de París de 1889. Para llevar a cabo un proyecto de semejante envergadura se emplearon unas 6,300 toneladas de hierro. ¡Imagínate la cantidad de tornillos y tuercas que fueron necesarios para terminar ese monumento! ¿Te haces idea de la cantidad de pequeños elementos que lleva, que parecen insignificantes y sin los cuales la torre Eiffel nunca hubiera sido una realidad?
Dios, el más formidable ingeniero, quiere hacer de tu vida una torre majestuosa, llena de belleza, donde tanto tú como los que te rodean puedan encontrar sosiego, paz y mucho amor. La Torre Eiffel cuenta con escaleras y ascensores, miradores, un restaurante, una estación meteorológica, una estación de radio, una antena de televisión y habitaciones en las cuales vivió el mismo Eiffel. ¿Te has preguntado cuántas pequeñas cosas quiere poner Dios en tu vida, si permites que tu arquitectura lo resista?
No permitas que lo único que te motive en la vida sea hacer grandes cosas, sino que, ante las pequeñas cosas que la vida te pida, decide ser fiel y realizarlas con la mayor diligencia. Entonces tu carácter se elevará más allá de las nubes, porque Cristo mismo será tu ingeniero. La mano divina te hará alcanzar grandes alturas.

Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera

MALOS PADRES, BUENOS HIJOS

E hizo lo recto ante los ojos de Jehová, y anduvo en todo el camino de David su padre, sin apartarse a derecha ni a izquierda. 2 Reyes 22:2.

Manases se caracterizó por ser un monarca sumamente pagano y sanguinario. Este rey edificó los altares idolátricos llamados "lugares altos" que el rey anterior había derribado, levantó altares a Baal, hizo una imagen de Asera y "adoró a todo el ejército de los cielos, y rindió culto a aquellas cosas" (2 Rey. 21:3). Además edificó altares dentro del templo de Jehová, pasó a su hijo por fuego, se entregó para consultar los horóscopos, se hizo adivino e instituyó hechiceros por toda la nación. "Fuera de esto, derramó Manases mucha sangre inocente en gran manera, hasta llenar a Jerusalén de extremo a extremo" (vers. 16).
Su hijo Amón no fue muy diferente, porque aunque tuvo un corto reinado, "hizo lo malo ante los ojos de Jehová, como había hecho Manases su padre. Y anduvo en todos los caminos en que su padre anduvo, y sirvió a rodos los ídolos a los cuales había servido su padre, y los adoró" (vers. 21, 22).
Aparentemente Josías, el hijo de Amón y nieto de Manases, estaba condenado a seguir con esa línea de liderazgo político; tenía todas las posibilidades de vivir una vida perdida y apartada de Dios. Pero pese a las probabilidades en contra, no fue así. Este joven rey, que comenzó a reinar a los ocho años, "hizo lo recto ante los ojos de Jehová... sin apartarse a derecha ni a izquierda". Con amor trabajó incansablemente para que su pueblo se volviera "al Dios de sus padres", para reconstruir el deteriorado templo y restablecer el sistema de adoración abandonado décadas atrás.
Sí, Josías podría haber continuado con los errores de su padre y su abuelo, pero decidió cambiar y seguir sus propias convicciones. No se estancó en las críticas a las fallas de los reyes anteriores. Su conciencia y "el libro de la ley" hallado en el templo le dieron una dirección a su vida espiritual, y accedió con valor y fe.
Es posible que al crecer notemos los errores que nuestros padres han cometido al educarnos o los yerros de su vida espiritual, incluso pueden ser errores tan groseros que contradigan lo que sus palabras intentaron enseñarnos. Pero el ejemplo de Josías nos sirve a todos como una antorcha que nos alumbra desde la antigüedad: No te aferres a los errores de los que te precedieron. Mira con optimismo hacia el futuro, y confía en el poder de Dios para que tu vida no repita los errores del pasado, y en los registros celestiales se escriba de ti: "Hizo lo recto ante los ojos de Jehová".

Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuela

¡LIBRES!

Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia. Romanos 6:14.

Ni siquiera el azul esmeralda del mar del Caribe es capaz de arrancar la tristeza de su corazón. Olavo mira al mar, y su visión se pierde en el infinito, en aquel punto donde parece que el cielo y el mar se vuelven una sábana de terciopelo que se eleva hacia alturas insondables.
¡Cielo! ¡Ah, cielo! Qué distante le parece; tan ajeno. Él no merece nada de eso. Su vida, llena de errores, lo atormenta de forma implacable. Últimamente, no logra dormir: el martilleo de la conciencia lo golpea de día y de noche. Se siente sucio, pecador, inmundo.
Olavo ignora que todos los seres humanos estamos condenados, porque todos pecamos. No hay justo, ni siquiera uno. La paga del pecado es muerte: no hay salida para la tragedia humana. Mejor dicho, no la habría, si no fuese por el amor maravilloso de Dios, que permitió que el Señor Jesucristo se hiciese hombre y viniese a este mundo, a morir en lugar del pecador.
En la cruz del Calvario, Jesús pagó, con su muerte, el pecado de todos los tiempos, de todos los seres humanos. Lo único que necesitas hoy es apoderarte de ese sacrificio, y aceptarlo como tuyo.
¿Cuánto pagas por eso? Nada; absolutamente nada. Es de gracia. Gracia es el don de Dios mediante el cual aceptas la salvación, sin merecerla. Por causa de su misericordia, no recibes lo que mereces: la muerte; por su gracia, recibes lo que no mereces: la vida. La ley dictamina: "El que pecare ciertamente morirá". La gracia proclama: "Tú pecaste y mereces morir, pero Jesús sufrió la muerte que merecías y, si crees en él, eres salvo".
Cuando no conocías a Jesús, estabas bajo la condenación de la ley; al aceptar al Señor como tu Salvador, ya no vives más bajo la ley sino bajo la gracia. La gracia no te libera de la ley; te libera de las consecuencias del pecado, de la condenación de la ley. La gracia existe porque existe la ley; si acabas con la ley, acabas con la gracia.
Hoy puede ser un día diferente en tu vida. Un día de gracia, de amor y de misericordia. Hoy puede ser un día sin el tormento de la culpa; un día de libertad, de victoria y de realización. Las cosas viejas pasaron. Con Jesús, todo puede empezar de nuevo. Cada día es una nueva oportunidad de victoria, "porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia".

Tomado de meditaciones matinales para adultos
Plenitud en Cristo
Por Alejandro Bullón