sábado, 19 de septiembre de 2009

EL PERDÓN, UN OASIS PARA EL CRISTIANO

Dichoso aquel a quien se le perdonan sus transgresiones, a quien se le borran sus pecados (Salmo 32: 1).

El espíritu santo es nuestro ayudador para convencernos de que hemos pecado y que necesitamos perdón. En el mundo actual es tan fácil que pensemos que estamos bien, que no hay nada de qué preocuparnos y mucho menos de qué arrepentimos, ya que nos hemos acostumbrado a convivir con el pecado y las cosas que antes nos parecían pecaminosas ahora las aceptamos y las toleramos. Es por eso que es muy importante que le pidamos al Espíritu Santo que no nos deje tranquilas; que sacuda nuestras conciencias, nos renueve y nos haga conscientes de nuestras faltas y la necesidad que tenemos de humillarnos y pedir a Dios. A algunas de nosotras el Señor nos ha dado el privilegio de ser madres para que podamos comprender un poco mejor el tema del perdón. Los hijos muchas veces se tropiezan y caen, cometen errores y nos entristecen, pero las madres los seguimos queriendo, los perdonamos por el amor que les tenemos y, en oración, los ponemos en las manos de Dios para que él los ayude y los guíe. Cuando nuestro corazón se doblega y derramamos lágrimas por nuestros hijos, yo medito y pienso que nuestro Padre celestial nos tiene mucha paciencia, pues a pesar de que muchas veces le fallamos, él nos busca y derrama lágrimas por nosotros. Nuestro Dios nos llama a acercarnos a sus pies y contemplar todo lo que él ha hecho por nosotras para que seamos salvas; además, nos otorga el oasis del perdón para que en nuestro camino por esta tierra, que es como un desierto, dejemos nuestras cargas a sus pies y confesemos nuestros pecados. El camino a Canaán está lleno de problemas y dificultades entre los seres humanos. Pero el perdón es un remedio efectivo para nuestras dificultades interpersonales. Hoy te invito a disfrutar del gozo de recibir el perdón y de perdonar a los demás.

Alba de Collins
Tomado de Manifestaciones de su amor.

UNA LECCIÓN EN SPACE MOUNTAIN

La maldad habla al malvado en lo íntimo de su corazón. Jamás tiene él presente que hay que temer a Dios. Salmo 36:1

Ayer te hablé de cuando nos pusimos a la cola de Space Mountain. Hoy quiero hablarte de la lección que aprendí cuando, finalmente, conseguí subir a ella. Primero tienes que saber que no me gustan las alturas. Cuando tenía catorce años me subí a una pequeña noria y me asusté tanto que grité hasta que el asistente me permitió salir. Así que ya puedes ver que nunca debí dejar que mis amigos me hablasen maravillas de Space Mountain. Después de guardar una cola que se nos hizo eterna, finalmente, llegamos a la puerta. Tom y yo entramos en uno de los pequeños cohetes y el asistente nos abrochó el cinturón de seguridad. Hasta aquí, todo bien. Pero tan pronto como empleado soltó el freno y empezamos a movernos, decidí que no quería montar en Space Mountain. —¡Pare! ¡He cambiado de opinión! Antes lo hubiese hecho. Las guías que tenía debajo desaparecieron y salí catapultada hacia el más aterrador minuto de mi vida. Pienso que aquí tengo una importante lección espiritual. Cuando estaba en la noria, podía salir sin mucha dificultad. Pero una vez que me monté en la atracción de Disney World, mi libertad había desaparecido. Me gustase o no, iría donde fuese el cohete. Satanás quiere que pensemos que podemos coquetear con las sustancias adictivas y alejarnos de ellas siempre que queramos. Pero el alcohol, los cigarrillos y las drogas tienen la manera de quedarse con nuestra vida. Antes de que nos demos cuenta habremos perdido el control y, lo que es peor, ellos nos controlarán a nosotros. Cada vez que tomes la decisión de abstenerte de sustancias dañinas te proteges de la adicción y el sufrimiento. Las personas más afortunadas no son las que han conseguido dejar de fumar, de beber y de tomar drogas, sino las que fueron suficientemente sabias para no empezar nunca.

Tomado de la Matutina El Vieja Increíble.

AGRADA A DIOS AQUI Y AHORA

Sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan. Hebreos 11: 6

Todos estamos familiarizados con aquel dicho que dice: «Ver para creer», Pero en el lenguaje de Dios es todo lo contrario, por lo cual el dicho diría «Creer para ver». Por eso, como en el cielo todo el mundo verá bien, no si será necesaria la fe. Pero aquí, es imposible agradar a Dios sin este elemento tan importante. El apóstol presenta varios ejemplos de los ilustres personajes que tuvieron verdadera «fe». Abel, el justo; Enoc, el que fue traslado al cielo sin ver la muerte; Noé, varón perfecto en su tiempo; Abraham, el padre de la fe; Isaac, el pacificador; Jacob, el vencedor de Dios y de los hombres; Sara, la princesa feliz; José, la rama fructífera; Moisés, el gran conductor de pueblos; Rahab, la ramera convertida; y muchos otros, que agradaron Dios porque tuvieron fe. ¿Por qué es imposible agradar a Dios sin fe? Un ejemplo de esto son Abel y Enoc: Abel fue justo y Enoc caminó con Dios. Sin fe no habrían podido dar semejante testimonio. Lo mismo debemos hacer nosotros. No tanto esforzarnos por ser justos y caminar con Dios, como hicieron estos héroes, sino viviendo por fe, como ellos vivieron, para poder agradar a Dios como ellos lo hicieron. También la creencia en la existencia de Dios es producto de la fe. Solo por la fe puede vivir el cristiano sirviendo a un Dios a quien no puede ver. Sin fe es imposible servir a Dios. Pero el cristiano que tiene fe no solo cree en la existencia de Dios; sino que para él es más real que si lo hubiera visto. Por eso dice San Pablo: «Porque por fe andamos, no por vista» (2 Cor. 5: 7). La vista es un estorbo para el cristiano. La fe es más segura para «andar con Dios», como lo hicieron todos los héroes de la fe. También es importante creer en el galardón que Dios tiene preparado para sus hijos fieles. Los hombres de fe tienen «la mirada puesta en el galardón», como Moisés (Heb. 11: 26). El mayor galardón que los héroes de la fe (nosotros entre ellos) recibirán es que «verán su rostro y su nombre estará en sus frentes» (Apoc. 22: 4). La fe es una de las cosas que más agradan a Dios. Y, por supuesto, los hombres y las mujeres de fe son sus favoritos. La fe es algo que tenemos el privilegio de poner en práctica aquí y ahora. Decide hoy vivir por fe para agradar a Dios.

Tomando de la Matutina Siempre Gozosos.