sábado, 16 de abril de 2011

MI CRISTO TRANSFORMÓ MI VIDA

Por tanto, nosotros todos, mirando [...] la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en su misma imagen, por la acción del Espíritu del Señor. (2 Corintios 3:18).

Hace algunos años, cuando mi esposo y yo pastoreábamos una de nuestras primeras iglesias, el me pidió que cantáramos en el cuarteto femenino un himno que hablara de la transformación que Dios hace en nuestras vidas. En aquel momento yo no tenía ningún material sobre ese tema, así que me puse a orar sobre el asunto durante varios días. Finalmente, el viernes por la noche, cuando estaba acostada en mi cama intentando conciliar el sueño, vinieron a mi mente las siguientes palabras: «Mi Cristo transforma mi vida, / mi corazón lleno de amor. / Quito cadenas de pecado, / mi sucio corazón limpio. / ¡Cuan dulce paz sentí en mi vida / cuando Cristo me transformo!, / quito mi llaga de pecado, / y plena libertad me dio. / Y ahora soy feliz en Cristo. / Mi vida la protege el. / Y en su amoroso pecho, / por siempre feliz seré».
Me levante inmediatamente y escribí a toda prisa la música y la letra antes de que se desvanecieran. Les había dicho a las demás componentes del grupo que vinieran pronto a ensayar, aunque no sabía aún qué partitura prepararíamos. Muy temprano comenzamos el ensayo y, para gloria de Dios, pudimos cantar aquel himno ante la iglesia. Por las experiencias que algunos hermanos contaron días después, sé que Dios toco el corazón de varias personas que decidieron aquel día entregar su vida a Jesús.
¿Sabes? Dios puede y quiere hacer grandes cosas en tu vida. Tiene grandes planes para ti. Tú puedes ser un canal por el cual su amor fluya para regar las vidas áridas y moribundas de otras personas que vagan en el desierto de este mundo. No dejes pasar esta oportunidad de depositar tus talentos en las manos de tu Maestro. El convertirá tu poco en mucho, porque quiere hacer maravillas en ti. Disfruta plenamente en sus brazos de amor y podrás ser feliz compartiendo tu felicidad. Cristo quiere, transformar tu vida, déjale hacer esa maravillosa obra en ti.

Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera

VISITAR A LOS ENFERMOS

Estuve... enfermo, y me visitasteis. Mateo 25:36.

Una de las grandes ideas que se le ocurrió a Gabriel mientras estudiábamos la Biblia, fue visitar a los enfermos de un hospital. Como su hermana era jefa de enfermeras de ese hospital, nos abrió el camino para ingresar como enfermeros voluntarios en la sala de traumatología, adonde acudían todos los accidentados en autos o motos. De allí en adelante, y por más de un año, todos los sábados de tarde dedique cuatro horas a visitar a los que estaban internados, conversar con ellos y animarlos.
Como de enfermería no sabía mucho, lo único que hice con aquellos enfermos fue hablarles del amor de Dios. Algunos aceptaban, mientras que otros culpaban a Dios de su desgracia. Me toco ayudar a algunas personas a comer, a otras les leía, y con otras simplemente conversaba. Algunos, especialmente los que no tenían familiares que los visitaran, esperaban los sábados con muchas ansias, para hablar de su mejoría o simplemente para no sentirse solos.
¿Has visitado alguna vez a un enfermo? ¿Has pensado que quizás alguien puede estar esperando tus palabras, tus bromas y tus palabras de aliento para no sentirse abatido por la enfermedad que sufre? Quizá hay algún enfermo en tu propia familia, tal vez puedas visitar a algún enfermo de tu escuela o iglesia y poner en práctica este principio solidario que nos enseno el Señor. La invitación de visitar y ayudar a los enfermos es para todos, porque todos tenemos el deber de imitar la conducta de Jesús mientras vivió en esta tierra.
En el día de hoy, piensa en alguien que tiene problemas de salud, y comienza a orar por él. Quizá se trate de alguien cercano a ti. Ruégale al Médico de los médicos que se manifieste en su vida, que utilice la medicina para darle sanidad a su cuerpo. Luego, poner la ropa más cómoda que tengas, y planifica el tiempo que dedicaras a conversar y alentar a la persona que no está bien. Si no puedes ir personalmente, puedes llamarla por teléfono. No esperes a que sea sábado, hazlo cuando tengas una hora libre, y el Rey de los cielos te usara para traer bendiciones a tu prójimo.

Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuel

SOLO UN NIÑO

Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz. Isaías 9:6.

Fénix es tierra desértica; parece no tener vida. Pero, la gente habita en ella como en cualquier otra ciudad del mundo. Las palmeras que la adornan son la prueba más grande de que el ambiente puede ser hostil pero, si tus raíces buscan el agua de la vida, no hay sol capaz de destruirte.
Fue en Fénix que conocí a Esteban. Semidestruido, sin ganas de vivir. Demasiado joven para creer que había llegado al fin de la línea; treinta años. ¡Quisiera yo tenerlos, para hacer tantas cosas que nunca salieron del mundo de mis sueños!
¡Sueños! Esteban no los tenía; creo que nunca los tuvo. Había crecido en un ambiente hostil, cruel, injusto. Maltratado desde pequeño por el padrastro, pensaba que sobrevivir ya era bastante. Pero, sufría; no era feliz. Nadie puede serlo, con el potencial escondido en lo recóndita del alma. Tenía alas y no volaba. Entonces, las alas lo estorbaban.
-El mundo no necesita de mí -se quejó-. Creo que, si hoy desapareciese, nadie sentiría mi ausencia. No soy nada. Ni siquiera termine mis estudios.
Los cinco nombres de Jesús que el texto de hoy presenta y expresan su sabiduría, grandeza, poder y eternidad. ¡Atributos extraordinarios! Y todo eso nos fue dado en la persona de un niño.
¿Puede haber algo más simple, pequeño, insignificante y dependiente que un niño? Así son las cosas en el Reino de Dios. Todo nace pequeño, aparentemente insignificante. Pero trae, dentro de sí, un potencial de proporciones gigantescas. Nace para ser grande, trascendental y significativo.
Esteban vivía más preocupado con lo que no era que con lo que podía llegar a ser si colocaba su vida en las manos de Jesús. Ignoraba que Dios es el Dios de las cosas pequeñas que se hacen grandes.
Una simple vara, en la mano de Moisés, abrió el Mar Rojo. Una semilla de mostaza se transforma en árbol; en sus ramas, las aves del cielo hacen sus nidos. Un poco de sal transforma el sabor de la comida. Una cantidad insignificante de levadura modifica la estructura de la masa. Cinco panes y dos pequeños pececillos alimentan una multitud hambrienta.
¿Por qué no podría tomar la vida de un joven de treinta años y sacudir al mundo?
En el nombre de Dios, ¡despierta, Esteban, o como te llames! Y recuerda que "un niño nos es nacido y su nombre será Admirable".

Tomado de meditaciones matinales para adultos
Plenitud en Cristo
Por Alejandro Bullón