jueves, 24 de marzo de 2011

UN MONSTRUO ANDA SUELTO

No te entremetas, pues, con el suelto de lengua. (Proverbios 20:19).
El don del habla es uno de los más preciados por el ser humano. Poderse comunicar a través de la palabra abre ante nosotros un mundo infinito de posibilidades. Realmente admiro a aquellas personas que, a pesar de no poder hablar, hacen todo lo posible por integrarse en el mundo del sonido en que vivimos. He leído muchas veces la historia de Helen Keller, una mujer que, afectada por las sombras y el silencio, llegó a superarse de una manera extraordinaria.
Este don tan importante creado por Dios para un uso bueno se ha visto bombardeado por el pecado causando males tan grandes que se ha convertido en un enemigo implacable. ¿Cuántas personas han muerto como consecuencia de una orden emitida por este órgano creado para el bien? ¿Cuántos corazones han sido heridos por los dardos venenosos de la palabra? ¿Cuántos niños crecen sin el amor de unos labios cubiertos de besos y caricias? ¿Cuántas vidas han quedado deshechas por las críticas y el desprecio?
El consejo bíblico no solo nos impele a no participar del chisme y la crítica destructiva, sino que nos recomienda alejarnos de. aquellas personas que no tienen en cuenta el valor de sus palabras. Conozco personas que emplean gran parte de su tiempo en interesarse por el prójimo, pero no para socorrerlo y brindarle ayuda cristiana, sino para comentar, criticar, juzgar e incluso levantar falso testimonio. Cuan lamentable será en el día final escuchar las palabras reprobadoras de Cristo: «¡Aléjense de mí, hacedores de maldad!» (Mat. 7: 23, NV1).
Puede ser que no te consideres una persona con ese defecto, sin embargo, debes mantener la guardia en alto, porque muy sutilmente puedes ceder ante la tentación de realizar algún comentario desfavorable cíe alguna persona, causando mal cri lugar de bien. Pídele a Dios cada día que te ayude a conservar tus labios puros. Corno dice el himno: «Que mis labios al hablar, hablen solo de tu amor». Y recuerda: cuida tu lengua y también tus oídos de la compañía de aquel que tiene la lengua suelta.
Señor, conserva nuestra lengua si mancha.

Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera

EXPERIENCIA DE VIDA

Oye, hijo mío, la instrucción de tu padre, y no desprecies la dirección de tu madre. Proverbios 1:8.

¿Consideras a tus padres algo viejos y fuera de época? ¿Crees que ellos no te pueden aconsejar sobre la elección del amor de tu vida? ¿Crees que sus tiempos fueron distintos a los tuyos y que no vale mucho su ayuda? Si piensas de esta manera, te pareces mucho a mí, porque en algún momento de mi adolescencia y juventud yo también llegué a pensar de esa forma.
Pero, más allá de lo que pienses sobre tus progenitores, quiero contarte parte de la historia de Mónica. Tenía dos hermanos varones, pero ella era la hija menor, y como ocurre en muchos hogares, por ser la menor, sus padres siempre la consintieron en sus caprichos. Creció, y aunque sus hermanos la cuidaban y la defendían cuando hacía falta, los consejos de ellos y de sus padres le parecían ridículos. Después de todo ¿no era lo suficientemente inteligente como para saber qué caminos tomar en la vida?
En el segundo año de la universidad conoció a un joven que provenía de una familia adinerada, y después de un año de noviazgo decidió casarse. Padres y hermanos lucharon para que no lo hiciera, le mostraron los errores de carácter, los malos hábitos y los aspectos tristes de la personalidad del futuro esposo, pero para Mónica su sentido común y su inteligencia le bastaban para darse cuenta de todo. Todos en su familia le rogaron que no se casara, pero lo hizo de todas maneras.
A las pocas semanas se dio cuenta del error que no había sabido ver. Ella era la que trabajaba en su hogar, porque su esposo navegaba en Internet hasta las cuatro o cinco de la mañana y al otro día estaba cansado para ir a buscar trabajo. Se peleaban, se insultaban constantemente y todo el idilio del noviazgo había desaparecido. A todo esto, y como si fuera poco, antes del año de matrimonio, y cuando ya estaban planeado el divorcio, Mónica quedó embarazada.
Con cuánta sabiduría Salomón expresó: "Oye, hijo mío, la instrucción de tu padre, y no desprecies la dirección de tu madre", porque los padres que aman realmente a sus hijos jamás les aconsejarán algo para perjudicarlos. Ellos pueden haber vivido en otra época, puede faltarles información o la memoria, pero su experiencia de vida los capacita para dar instrucciones muy valiosas. A la hora de elegir al amor de tu vida, además de consultar a Dios en oración, permítele a tus padres que se expresen libremente, quizá puedan ahorrarte disgustos futuros para tu bien.

Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuela

HERENCIA

Para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros. 1 Pedro 1:4.

A Marcelo no le gusta esperar; creo que a nadie le gusta. El ser humano es .¿Vapresurado por naturaleza. La paciencia es virtud de pocos. Y, sin embargo, Dios desea desarrollar, en sus hijos, la paciencia: el arte bendito de esperar.
Las mejores cosas de la vida no las encuentras en un par de días. Si plantas una semilla de naranjero, tendrás que esperar tres o cuatro años a fin de saborear su delicioso fruto.
Marcelo cree que la vida es corta como para "desperdiciarla" esperando. Vive una vida alocada y sin restricciones; anhela devorar con los ojos todos los placeres del mundo. Y sufre. Porque la vida está hecha de tiempo; y el tiempo demora en pasar.
Piensa en el amor con que la madre espera, ansiosa, la llegada del hijo que carga en su vientre. Habla con él como si ya pudiese entender las cosas; dialoga, le pide opiniones, como si el bebé fuese un adulto que pudiese responder. Es que, para la madre, el niño ya existe aunque todavía no haya nacido.
Eso es, justamente, lo que Dios desea que suceda con los seres humanos. Nos habla de herencia; algo que no se deteriora, no se contamina y no se acaba jamás, pero que todavía está en los cielos.
No la puedes tocar, pero la puedes ver con los ojos de la fe. La puedes imaginar, añorar y esperar, sabiendo que las promesas divinas nunca fallan.
Dios sabe que la fuerza de la esperanza es lo que da valor, al ser humano, para enfrentar los peligros del camino mientras todavía no llegamos al hogar.
Por eso, haz de hoy un día de esperanza. Cierra los ojos, e imagina esa herencia incorruptible e inmarcesible que te espera en los cielos.
Marcelo dice: ¿Para qué quiero cielos si estoy en la tierra? Sí, Marcelo, tú estás en la tierra; pero, aunque no lo creas, esta tierra es pasajera: acaba como acaba el día. Se va, como se van los años y la juventud. Y ¡ay de aquel que solo vivió para el presente!
El futuro puede parecer distante. Pero llega. Escríbelo en las tablas de tu corazón y, mientras ese día no llega, recuerda que es necesario prepararse "para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros".

Tomado de meditaciones matinales para adultos
Plenitud en Cristo
Por Alejandro Bullón