viernes, 2 de agosto de 2013

PERDIDO EN WISCONSIN

Lugar: Wisconsin, EE.UU.
Palabra de Dios: Lucas 19:10

Jeff estaba volviendo a casa en medio de la nieve, cuando vio algo por el rabillo del ojo. No, no podía ser. Desaceleró y volvió a mirar. Sí, era lo que pensaba, pero ¿qué estaba haciendo aquí, en pleno invierno? Cuando llegó a su casa, llama al Departamento de Policía e informó lo que había visto.
¿Es un chiste? preguntó el policía que lo atendió.
Jeff tuvo que admitir que parecía muy raro. Cuanto más pensaba en ello, menos seguro estaba de lo que había visto. Quizá sus ojos lo habían engañado.
Pero, Jeff no fue el único que vio esto tan raro. A unos tres kilómetros de distancia, una mujer llamada Trish estaba mirando por la ventana de su cocina cuando vio algo que se movía. Se le agrandaron los ojos. No, no podía ser. Llama a su esposo, y los dos miraron incrédulamente por la ventana.
¿Que debiéramos hacer? preguntó Trish.
Llamemos a la policía. Ellos sabrán que hacer.
Más y más personas comenzaron a llamar. Durante varios días, el Departamento de Policía ignoró las llamadas telefónicas como si fuesen una broma. Después de todo, los canguros viven en Australia, no en Wisconsin; especialmente, con una temperatura tan Baja.
Finalmente, la policía decidió investigar. Imaginen su sorpresa cuando encontraron al animal deambulando por la nieve. Nadie sabía de dónde provenía el canguro pero, probablemente, no habría sobrevivido mucho tiempo en el invierno de Wisconsin.
Nosotros también estamos perdidos, en un lugar al que no pertenecemos. Alejándonos del camino recto, nos adentramos en territorio peligroso. Pero, la buena noticia es que «el Hijo del hombre [Jesús] vino a buscar y a salvar lo que se había perdido». No queriendo que ninguno de nosotros se lastime, él nos busca. Y cuando nos encuentra, nos lleva a un lugar seguro.

Tomado de Devocionales para menores
En algún lugar del mundo
Por Helen Lee Robinson

¿OLVIDAR O PERDONAR?

Abandonen toda amargura, ira y enojo, gritos y calumnias, y toda forma de malicia. Más bien, sean bondadosos y compasivos unos con otros, y perdónense mutuamente, así como Dios los perdonó a ustedes en Cristo. Efesios 4:31-32

He oído en numerosas ocasiones la famosa frase: «Perdonar es olvidar». Pero, ¿será eso realmente posible? ¿Tenemos acaso el poder para desterrar de nuestra mente los recuerdos que nos atormentan y que podrían transformarse con el tiempo en rencores y resentimientos?
Considero que los recuerdos pueden permanecer en nuestras mentes para siempre. Algunos no se podrán borrar ni con el más decidido de los intentos. Podremos hacer todo esfuerzo posible para eliminar de nuestra memoria las reminiscencias de incidentes y personas que nos han hecho daño, pero será una tarea frustrante. Siempre estaremos inclinadas al recuerdo. ¡Es inevitable!
Lo que sí podemos hacer, aunque no resulta fácil, mediante el ejercicio de la voluntad y de la ayuda de Dios, es cambiar las emociones y los sentimientos que experimentamos al traer al consciente hechos y personas desagradables. De no hacerlo, nos haremos daño a nosotras mismas.
Erradica de tu mente todos aquellos sentimientos que te coloquen en condición de víctima; eso te llevará a sentir lástima de ti misma. El dolor moral o emocional se hará más intenso y el resultado final será el rencor y los resentimientos. Para que piadas lograrlo, te será útil recordar que quienes te han hecho daño están prisioneros en un laberinto de egoísmo y de miseria que los empuja a perjudicar a otros para realzar sus existencias.
Cuando lleguemos a esa situación de limpieza mental, estaremos en la antesala del perdón. Ese es un acto que constituye una respuesta de amor dirigida a alguien que te ha herido. Equivale a poner todo el peso de una calumnia, o de una ofensa, a los pies de Jesús. Es vaciar el alma de dolor, pena y amargura permitiendo que Dios cure tu herida.
Amiga, antes de iniciar las actividades de este día, inclínate ante la majestad de Cristo, agradece por el perdón inmerecido que te ha regalado, y luego te resultará más fácil orar y perdonar a quienes te han perjudicado. Recuerda que no fuimos hechas para odiar, sino para amar. Digamos, como el gran escritor Mark Twain «Perdonar es la fragancia que la violeta exhala, cuando se levanta el zapato que la aplastó».

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Aliento para cada día
Por Erna Alvarado

EL ORDEN DE LAS PRIORIDADES


Nadie puede servir a dos señores, pues menospreciará a uno y amará al otro, o querrá mucho a uno y despreciará al otro. No se puede servir a la vez a Dios y a las riquezas (Mateo 6:24).


Jesucristo dejó bien claro que no podemos servir a dos señores. No podemos colocar a Cristo y a nosotros mismos en el centro de nuestras vidas. Es imposible. Los que aman a Dios con todo su corazón no pueden hacer otra cosa que buscar primero su gloria.
Cuando actúan así, las prioridades toman el orden adecuado en sus vidas.
En una de las exhortaciones más desafiantes, pero que brindan mayor seguridad, Jesús aconsejó a sus oyentes que no se preocuparan ni siquiera por sus necesidades físicas y materiales básicas. Entonces, propuso lo siguiente: “Busquen primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas” (Mat. 6:33). Cuando confiamos en Dios y lo amamos hasta el punto de colocarlo en el primer plano de nuestras prioridades, no tenemos de qué afligirnos. Esto no significa que nuestros problemas se van a desvanecer, sino que confiaremos en que nuestro Padre celestial satisfará, como lo ha prometido, las necesidades que nuestros esfuerzos no puedan compensar.
Muchos hoy se vuelven hacia el materialismo y otros mecanismos de escape en una interminable búsqueda por encontrar satisfacciones a su existencia. Por supuesto, a cualquier precio. Pasan el tiempo procurando “vivir la vida”, pero descubren que no consiguen lo mejor de la vida. Y así les transcurren los años de manera vertiginosa, en medio de la frustración y el descontento extremos.
Un hombre tenía una esposa cuyo desesperado deseo era acumular objetos materiales.
Lo molestaba constantemente para que él le consiguiera algo nuevo: un abrigo, otro automóvil,
perlas, pieles, entre otras cosas. Finalmente compró unos lotes funerarios para él y su esposa. Cuando seleccionaban las lápidas, decidió cuáles serían sus epitafios. “La de mi esposa”, dijo al marmolista, “dirá: ‘Se murió por acumulación de objetos materiales’. Y sobre la mía escriba: ‘Él murió por conseguirlos'”.
La gente que aquel día se había reunido en el “monte de las bienaventuranzas” tuvo una demostración viviente de que no necesitaban “objetos materiales”. Dios proporciona a sus hijos todo lo necesario en el momento que lo necesitan. Lo único por lo cual debemos preocuparnos es que nuestros nombres estén escritos en el libro de la vida. Todo lo demás es secundario. ¿Aceptarás la propuesta que Dios tiene para tu vida?.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
¿Sabías que..? Relatos y anécdotas para jóvenes
Por Félix H. Cortez

UNO IGUAL A DIOS

El cual siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse. Filipenses 2:6.

El divino Hijo de Dios era el único sacrificio de valor suficiente como para satisfacer ampliamente las demandas de la perfecta Ley de Dios. Los ángeles eran puros, pero de menor valor que la Ley de Dios. Eran compatibles con la Ley… Eran seres creados y puestos a prueba. Sobre Cristo no se impuso ningún requisito.
Él tenía poder para deponer su vida y para volverla a tomar. No se ejerció sobre él ningún grado de coerción de modo que aceptara la tarea de redimir a los seres humanos. Su sacrificio fue enteramente voluntario. Su vida era lo suficientemente valiosa como para rescatar a los seres humanos de su condición caída…
Las ofrendas de los sacrificios y el sacerdocio del sistema judaico estaban constituidos para representar la muerte y la obra mediadora de Cristo. Todas estas ceremonias estaban desprovistas de significado. No tenían virtud alguna excepto en lo que se refería a Cristo, en quien no solo se cimentaba todo el sistema, sino también era la persona que lo había traído a la existencia. El Señor había dado a conocer a Adán, Abel, Set, Enoc, Noé, Abraham y las demás personas ilustres de la antigüedad, especialmente a Moisés, que el sistema ceremonial de los sacrificios y del sacerdocio, por sí mismos, no eran suficientes para obtener la salvación de una sola alma.
El sistema de ofrendas sacrificiales señalaba a Cristo. Por medio de estas, los fieles de la antigüedad vieron a Cristo y creyeron en él. Estas fueron designadas desde el cielo para mantener ante la gente la separación terrible que el pecado había causado entre Dios y la familia humana; lo que requería un ministerio mediador. A través de Cristo fue abierta la comunicación entre Dios y el pecador en ruinas, interrumpida por causa de la transgresión de Adán…
El sistema judío era simbólico, y habría de continuar hasta que la Ofrenda perfecta tomara el lugar de la figurada… El pueblo de Dios, desde los días de Adán hasta el momento en que la nación judía llegó a ser un pueblo separado y distinto respecto del mundo, había sido instruido acerca del Redentor venidero, al cual representaban sus ofrendas sacrificiales. Este Salvador habría de ser un mediador, a fin de que estuviese entre el Altísimo y su pueblo. Por medio de esta provisión se abrió un camino por el cual el pecador culpable pudiera encontrar acceso a Dios, a través de la mediación de otro… Solo Cristo podía abrir el camino, al hacer una ofrenda conmensurable con las demandas de la Ley divina. Era perfecto y no profanado por el pecado. No tenía mancha ni arruga -Revino and Herald, 17 de diciembre de 1872; parcialmente en Exaltada Jesús, p. 18.

Tomado de Meditaciones Matutinas para adultos
Desde el Corazón
Por Elena G. de White