domingo, 14 de octubre de 2012

NADANDO CORRIENTE ARRIBA


«Cuando terminó de hablar, le dijo a Simón: "Lleva la barca a la parte honda del lago, y echen allí sus redes, para pescar"» (Lucas 5:4).

A mí me gusta mucho caminar por la montaña, encontrar algún río agitado y ver las truchas. Las truchas son unos peces hermosos, y hay muchos tipos diferentes. Una de mis favoritas es la trucha arco iris. Se llama así porque tiene una franja de colores que se extiende por sus costados. Pero las truchas no son fáciles de ver. Hay que buscarlas de una manera muy especial.
Para poder acercarte a las truchas tienes que ir más adelante.  Las truchas se mueven muy rápido en el agua para capturar su alimento. Para verlas, debes agacharte a la orilla del río y quedarte esperando hasta que pasen. Si ellas te ven donde estás rápidamente nadarán hacia aguas más profundas. Fue en las aguas profundas donde los discípulos encontraron los peces según el versículo de hoy.
La vida puede ser como nadar en contra de la corriente, pero a veces, de los momentos difíciles, surgen las mayores bendiciones. En ocasiones, cuando la vida nos trata mal, Dios pone algo en nuestro camino que nos alimenta espiritualmente y hace que seamos mejores personas. Jesús nunca va a permitir que pasemos por algo que no podamos soportar.  Él nos invita a sumergirnos en sus brazos protectores. Él nos dará todo lo que necesitamos para nadar sin problemas en las difíciles aguas de la vida.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

UNA NUEVA VIDA


En gran manera me gozaré en Jehová, mi alma se alegrará en mi Dios; porque me vistió con vestiduras de salvación, me rodeó de manto de justicia, como a novio me atavió, y como a novia adornada con sus joyas. Isaías 61:10.


Avelina era una mujer sencilla que amaba a Dios.  Todos los días acudía a mi negocio de comida y. para hablarme de Dios. Siempre me decía: «¡Socorrito, acérquese a Dios y él la ayudará con sus problemas!». «¿Ayudarme? -decía yo-, si estoy sola y sin el apoyo de un esposo; cuidando de cuatro hijos y con tantas responsabilidades sobre mis hombros». No vislumbraba qué podría hacer para aspirar a un futuro mejor.
Para superar mis dificultades busqué salidas falsas: me refugié en las fiestas, en los amigos y en la diversión.  Intentaba olvidarlo todo y era feliz momentáneamente; aunque después me sentía más desdichada, sola y vacía que antes. Además, aquel estilo de vida estaba fracturando la relación con mis seres amados, propiciando una inevitable desintegración.
Yo amaba a mi familia, pero creía que trabajar me daba derecho a vivir como quisiera. Por esa razón mis hijos buscaban la manera de abandonar la casa. Así que un día, sintiéndome presionada por la incansable insistencia de mi amiga Avelina, decidí acompañarla a su iglesia. Cuando recuerdo aquel día, mi corazón se conmueve pensando en la forma en que todos cantaban en aquella congregación. Eso fue algo que me impactó en gran manera, al punto de que ese mismo día estuve dispuesta a entregarle mi vida a Jesús.
Jesús vino a llenar ese enorme vacío que había intentado ocupar con cosas vanas. Él me dio el valor que no tenía, me dio seguridad, paz y confianza. Hoy todos mis hijos, mis yernos y mis nietos servimos a Jesús, utilizando los talentos que él nos ha dado para su causa. No solamente eso, sino que Dios me ha dado el hermoso privilegio y la dicha de tener un hijo que es pastor y que le sirve.
Querida amiga, quizá te sientas como yo me sentí un día: sola, cansada y con una carga pesada. Si crees que nadie te ama y que no vale la pena vivir, ¡ven a Jesús! Él es el camino, la verdad y la vida y te espera con los brazos abiertos.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Socorro Gutiérrez García

QUIERO SER COMO…


Y se ve claramente que ustedes son una carta escrita por Cristo mismo y entregada por nosotros. 2 Corintios 3:3

Hace poco leí un pensamiento que me hizo reflexionar. Decía: «Es probable que la única Biblia que la gente lea alguna vez seas tú». Por extensión, también podría decirse: «El único Jesús que la gente conocerá es el que muestras tú». Y si este es el caso, entonces la pregunta obligada es; ¿Cuánto del carácter de Cristo está leyendo la gente en la carta que soy yo?
Una simpática historia, narrada por Tony Campolo, ilustra muy bien esta gran verdad. El relato tiene como protagonista a un borracho llamado Joe. Nadie en su sano juicio le daba a Joe esperanza alguna de regeneración. Su vicio lo encadenaba, su aliento y sus ropas apestaban, su vocabulario ofendía. Hasta que un glorioso día Joe conoció a Cristo, y entonces todo cambió.
El nuevo Joe se ofreció para servir en la sede de la misión donde se había producido su conversión. Allí, con el mayor entusiasmo, realizaba cualquier trabajo que se necesitaba hacer: limpiaba baños, ayudaba a servir los alimentos, e incluso acostaba a dormir a quienes estaban tan embriagados que no podían con su propia humanidad.
Una tarde, cuando el director del centro presentaba su mensaje devocional a los marginados que regularmente acudían a la misión, un borrachito se adelantó. Ante la mirada de todos los presentes, se arrodilló ante el predicador y comenzó a orar en voz muy fuerte:
—¡Dios, hazme como Joe! ¡Dios, por favor hazme igual a Joe! Al escuchar estas palabras, y con la intención de corregirlo, el predicador se acercó al hombre y le susurró:
—Amigo, creo que debes decir: «Hazme como Jesús».
En ese momento el hombre levantó la mirada y, con expresión de duda, preguntó al predicador:
—¿Es Jesús como Joe? (en More Hot lllustrations for Youth Talks [Más ilustraciones actuales para charlas con jóvenes], pp. 114,115).
¿Qué leen a diario tus amigos, tus compañeros de estudio o de trabajo, en tus actos y palabras?
Si dependieran únicamente de tu testimonio para decidir si aceptan o no a Cristo, ¿cuál sería la probabilidad de que lo aceptaran?

Padre celestial, que mi vida demuestre hoy el poder transformador del evangelio de
Jesucristo.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

ORAR JUNTOS


«Así que, lejos de mí pecar contra Jehová dejando de rogar por vosotros; antes os instruiré en el camino bueno y recto» (1 Samuel 12:23).

La oración en común traerá la unidad y esta se expresará en las palabras empleadas. Un ejemplo negativo lo encontramos en las letras de muchos de los himnos que, semana tras semana, cantamos en la iglesia. Los pronombres que se suelen utilizar son «tú», referido a Dios, y «yo», referido a cada uno de nosotros mismos. Parece como si en la adoración solo intervinieran dos personas. Haga la prueba: Sugiera al director de canto congregacional que, cada vez que aparezca la primera persona del singular la cambie por su equivalente en plural. Estoy convencido de que el resultado será sorprendente.
Verá, cuando nos reunimos para adorar al Señor, antes de cruzar la puerta somos «yo» pero, una vez dentro, dejamos de ser un «yo» en singular y pasamos a ser «nosotros». ¿Cómo es posible que quinientas personas canten alabanzas a Dios al mismo tiempo y en el mismo lugar y usen la primera persona del singular? No es coherente.
Este concepto es aún más importante cuando se trata de la oración. Cuando oramos juntos debemos utilizar el pronombre «nosotros» en lugar de «yo», tenga en cuenta que cuando Jesús nos enseñó a orar, nos enseñó a decir: «Padre nuestro».
¿Por qué no: «Padre mío» ? El uso de la palabra «nuestro» descarta cualquier pensamiento de egoísmo o exclusividad. En la oración a solas es «Padre
mío», pero en la oración en común tiene que ser «Padre nuestro».
«Cuando os toque orar en la congregación, recordad que habláis con Dios y que él desea que habléis de forma tal que todos los presentes puedan unir sus súplicas a las vuestras. Una oración expresada en forma tan apresurada que las palabras se confunden no honra a Dios y no beneficia a los oyentes. Es necesario que los ministros y todos los que elevan oraciones en público aprendan a orar de tal manera que Dios sea glorificado y que sean bendecidos los que escuchan. Es necesario que hablen despacio y en forma precisa; en un tono lo suficientemente alto para ser escuchado por todos, de manera que puedan unirse para decir: "Amén"» (Testimonios para la iglesia, tomo 6, sec. 6, p. 383).
Elija un compañero de oración y oren juntos tan a menudo como sea posible.  Basado en Lucas 18:1-8.

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill

EL AMOR EN OPOSICIÓN A LA LUJURIA


El mundo se va acabando, con todos sus malos deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre (1 Juan 2:17).

Adán y Eva tenían todo lo que necesitaban en el jardín del Edén. Tenían comunión con Dios e intimidad entre ellos. A pesar de esto, cuando a Eva la engañó la serpiente, vio el fruto prohibido y lo deseó con todo su corazón. Poco tiempo después, Adán participó de sus deseos y, en contra del mandamiento de Dios, los dos comieron.
Así es la evolución: Desde los ojos al corazón y luego a la acción. Después, vienen la vergüenza y el arrepentimiento. Nosotros también tenemos todo lo que necesitamos para una vida plena, productiva y enriquecedora. "Nada hemos traído al mundo, así que nada podemos sacar de él" (1 Timoteo 6:7).
La Biblia va más allá y dice que deberíamos contentarnos con tener la comida y la vestimenta esencial. Y Jesús prometió que estas dos provisiones nunca les faltarían a los hijos de Dios (Mateo 6:25Q 33). Sin embargo, las bendiciones de Dios sobrepasan tanto estas necesidades básicas, que podríamos decir que no nos falta nada. Aun así, al igual que Adán y Eva, queremos más. De tal modo que ponemos los ojos y el corazón en la búsqueda del placer mundano. Intentamos satisfacer necesidades legítimas de maneras ilegítimas. Muchos buscan satisfacción sexual en otra persona o en imágenes pornográficas diseñadas para que se parezcan a una persona real. Miramos, clavamos los ojos y fantaseamos. Intentamos ser discretos pero apenas si apartamos la vista. Y una vez que la curiosidad está en nuestros ojos, el corazón se enreda. Entonces, actuamos en función de nuestra lujuria.
Reflexión: DECIDIRÉ CON LA AYUDA DE DIOS CERRAR MIS OJOS, OÍDOS Y DEMÁS AVENIDAS DEL ALMA A LO QUE PUEDA PERJUDICAR MI CRECIMIENTO ESPIRITUAL Y MI RELACIÓN MATRIMONIAL. DIOS TIENE PROVISIÓN PARA CADA PERSONA QUE SOLICITA AYUDA, PÍDELE HOY A ÉL QUE TE DÉ LA PROVISIÓN NECESARIA PARA CUMPLIR CON EL PROPÓSITO.

Tomado del 50 días de Oración
Por Pr. Juan Caicedo Solís
Secretario Ministerial, Dir. Hogar y Familia
Unión Colombiana del Sur