martes, 11 de septiembre de 2012

SU OPINIÓN ES LA QUE CUENTA


«Tan cierto como que yo vivo [...] que Moab vendrá a ser como Sodoma y los amonitas como Gomorra: se volverán campos de espinos y minas de sal» (Sofonías 2: 9, NVI).

En todos los lugares por donde caminamos, puedes verla. Me estoy refiriendo a la maleza o mala hierba. Ya hablamos de algunas hierbas venenosas, pero hoy te quiero hablar de una hierba mucho más común. De hecho, tal vez la tienes en tu jardín. Me refiero a unas plantitas conocidas como dientes de león. La mayoría de la gente las arranca de su jardín, y nadie quiere tenerlas en medio de la grama. Pero curiosamente, hay algunos granjeros en Nueva Jersey, Estados Unidos, a quienes les gustan. ¿Sabes por qué? Porque ganan cientos de millones de dólares gracias a ellas. Y es que algunas personas se las comen, y estos granjeros se las venden. No es un chiste, hay gente que se come las hojas verdes del diente de león. Aunque no lo creas, estas hierbas tienen muchas vitaminas. ¿Quién iba a pensar que algunos pueden comerse lo que otros desechan?
La gente valora y disfruta muchas cosas distintas, y tiene opiniones muy diferentes entre sí, pero tú, debes estar seguro de saber qué es lo que Dios quiere que pienses y disfrutes. Lee su Palabra diariamente. Su opinión es la que cuenta.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

UN LLAMADO DE DIOS


Porque irrevocables son los dones y el llamamiento de Dios. (Romanos11:29)

Desde pequeña había profesado la religión católica, al igual que mi familia.  Por eso nunca antes habla oído hablar de los adventistas del séptimo día, ni mucho menos imaginado que algún día sería miembro de esta iglesia.
Cuando cursaba el cuarto año de secundaria conocí a Antonio, una persona muy especial y un excelente amigo. Antonio Peña era en verdad excepcional, único, alegre, colaborador, muy responsable, en fin un gran compañero. Nos hicimos muy amigos y con el tiempo surgió entre nosotros un amor muy bello, tanto que hoy, después de veintidós años de conocernos, todavía estamos unidos en matrimonio.
Un día, antes de que nos casáramos, mi cuñada nos invitó a un ciclo de evangelización dirigido por el pastor Salim Japas, ya fallecido. Las reuniones me encantaron. Quedé fascinada con aquellas maravillosas verdades. Sin embargo, no abandonaba mis tradiciones. Me casé por la Iglesia Católica, pero unos meses después se iba acabando lo hermoso del matrimonio.
Mi esposo comenzó a asistir a una iglesia adventista, pues se consideraba ya uno de ellos. Eso nos trajo muchas peleas, hasta el punto en que pensamos separarnos. Yo le hacía la vida imposible, le rompía la Biblia, le escondía La fe de Jesús, no le tenía lista la ropa para el sábado; en fin, sin saberlo estaba siendo utilizada por el enemigo. Un día lo sorprendí al decirle que lo acompañaría a la iglesia (a curiosear, claro está). El pastor de la iglesia me saludó con mucho cariño, y los hermanos me trataron muy bien. Desde aquel día no he dejado de asistir a la iglesia. Hoy mi esposo, mis dos hijas y yo somos una familia ministerial más del campo de la Asociación Venezolana Central.
¿Sabes quién efectuó el cambio? Sí, Dios, al escuchar las oraciones de los hermanos de aquella iglesia, que nunca se dieron por vencidos. Fui muy tonta al luchar contra Dios y al no aceptar el llamado que me hacía. Él tiene una labor concreta para ti también. Permite que dirija tu vida y no te arrepentirás.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Ana de Jesús Da Rocha

GRACIAS POR TODO


Den gracias a Dios por todo. 1 Tesalonicenses 5:18.

¿Dar gracias también por las pruebas y los fracasos? Sé que no es fácil ver cuál es la bendición de que tu novia o novio haya decidido terminar contigo. O de una enfermedad que te impidió participar en el juego final del campeonato. Sin embargo, Dios permite que en ocasiones experimentes pruebas y fracasos porque nube que al final serán una bendición para tu vida.
Toma por ejemplo el caso del profeta Daniel. Cada prueba difícil que le tocó enfrentar al final resultó siendo una bendición. De hecho, quizás nunca habríamos sabido de Daniel si no hubiera sido llevado cautivo a Babilonia.
¿Puedes imaginar lo mal que se habrán sentido Daniel y sus tres amigos mientras eran llevados cautivos a tierra extraña? Por su mente no pasaba la idea de que Dios usaría esa circunstancia como el medio para bendecirlos.
Luego enfrentarían otra difícil prueba: comer los alimentos de la dieta babilónica y contaminarse, o rechazarlos y enfrentar la posibilidad de morir por desobedecer el mandato del rey. Ya sabemos que no se contaminaron. Pero esta prueba sirvió para que Nabucodonosor los conociera y para colocar en alto el nombre de Dios (ver Dan. 1:17-21).
En otra ocasión, cuando los sabios del reino no pudieron adivinar el sueño de Nabucodonosor, la vida de Daniel y sus amigos corrió peligro nuevamente, pero esta prueba también sirvió para que Daniel fuera nombrado para su elevada magistratura y, por supuesto, para glorificar a Dios (cap. 2). Algo similar ocurrió cuando Ananías, Misael y Azarías enfrentaron la prueba del horno de fuego (cap. 3); y cuando el mismo Daniel fue milagrosamente librado de una muerte segura en el foso de los leones (cap. 6).
¿Conclusión? Dios tiene poder para transformar nuestros fracasos en victorias, y para convertir nuestra tristeza en gozo.
Si has tenido un fracaso reciente, recuerda que Dios tiene poder para convertir la maldición en bendición. Si una puerta se cerró hoy, Dios abrirá otra mañana. Si hoy la pareja de tus sueños te dio la espalda, mañana Dios proveerá una mejor. Si por ser fiel a tus principios perdiste hoy algo valioso, mañana él te convertirá en triunfador. Esta es su promesa: «El que con lágrimas siembra, con regocijo cosecha» (Sal. 126:5, NVI).
Gracias, Señor, porque dispones todas las cosas para el bien de quienes te aman.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

«SIERVOS DE LA JUSTICIA»


«Libertados del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia» (Romanos 6:18).

Nada de lo que hay en la creación existe de manera estrictamente autónoma. Todo lo que Dios creó está sujeto a un poder mayor. Por ejemplo, en nuestro planeta, todo está sujeto a la fuerza de gravedad y a la influencia del Sol. Cuando Dios creó los animales, los puso bajo el dominio o el poder del hombre. Asimismo, cuando Dios creó al hombre, lo puso directamente bajo su propio dominio. Por aquí entró el pecado en el mundo. Ya sabe, la serpiente le dijo a Eva que si comía del fruto no tendría que hacer lo que Dios quería que hiciese, sino que podría decidir por sí misma qué estaba bien y qué estaba mal.
Como todo el mundo quiere decidir por sí mismo, Adán se unió a la rebelión de Eva. Llegados a este punto, ambos pensaban que se habían liberado del dominio de Dios; pero, al desobedecer, en lugar de quedar libres, de inmediato se convirtieron en esclavos del diablo.
Recuerde esto, porque es importante: Cuando alguien que es esclavo de Satanás comete un pecado, lo disfruta. Sin embargo, si el pecado lo comete un siervo de la justicia, lo detesta y se arrepiente. Como siervos de Dios, nos encanta hacer su voluntad. A medida que nuestra vida se va llenando del Espíritu Santo, empezamos a tener hambre y sed de justicia, empezamos a detestar todo lo que no está en armonía con la vida cristiana práctica.
A medida que nuestro compromiso con Cristo se va profundizando y su extraordinaria obra de transformación avanza, no debería sorprendernos que todavía sintamos la tentación de hacer el mal. (Además de ser tentado en el desierto, Jesús fue tentado a lo largo de toda su vida y su ministerio.) Sin embargo, a medida que crecemos en la gracia, el pecado va perdiendo su anterior atractivo. En lugar de decirnos a nosotros mismos: «Ojalá pudiera hacer esto o aquello», descubrimos que el pecado nos produce repulsión.
A veces siento la tentación de hacer el mal. Pero qué alegría me da que, muy dentro de mí, soy capaz de decir: «¡No!». Para un siervo de la justicia, la tentación se vuelve cada vez más y más repulsiva. Comenzamos a reconocerla como un insulto a todo lo que Jesús hace en nuestra vida. Recuerde: «Ningún siervo puede servir a dos señores, porque odiará al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas» (Luc. 16:13). Basado en Lucas 16:13

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill

RECONSTRUYENDO LA HABITACIÓN



 “Los ladrillos cayeron, pero edificaremos de cantería; cortaron los sicómoros, pero en su lugar pondremos cedros" (Isaías 9 10).


La habitación está cubierta de las debilidades y los fracasos de tu esposo o esposa. Sus malos hábitos, sus palabras hirientes y las malas decisiones están escritos con letras grandes que cubren la habitación de pared a pared. Si permaneces lo suficiente en esta habitación, te deprimes y comienzas a expresar frases como: "Mí esposa es sumamente egoísta" o "Mi esposo puede comportarse como un idiota". O quizá: "Creo que me casé con la persona equivocada".
Algunas personas escriben frases cargadas de odio en esta habitación, en donde se ensayan los reproches para la próxima discusión. En este lugar, las heridas emocionales se infectan y añaden más comentarios mordaces a las paredes. Aquí se guardan las municiones para la próxima gran pelea, y la amargura se propaga como una enfermedad. Las personas se desenamoran en este lugar.
Debes saber lo siguiente: Pasar tiempo en la habitación del menosprecio arruina los matrimonios. Allí se planean los divorcios y se preparan planes violentos. Cuanto más tiempo pasas en este lugar, tu corazón más deprecia a tu cónyuge. Este proceso comienza apenas entras, y el cariño por tu pareja disminuye con cada segundo que pasa.
Tal vez digas: "¡Pero estas cuestiones son reales!" Es cierto, pero también lo son las que se encuentran en la habitación del reconocimiento. Todo el mundo fracasa y tiene áreas que necesitan crecimiento. Todos tienen asuntos sin resolver, heridas y un bagaje personal. Es un aspecto triste del ser humano. Todos hemos pecado; pero tenemos la tendencia lamentable de minimizar nuestros propios atributos negativos mientras que colocamos bajo la lupa las fallas de nuestra pareja.
Reflexión: A partir de hoy procuraremos cambiar los letreros de mi habitación; en lugar de odio, perdón; en vez de rechazo, amor; en lugar de indiferencia, afecto.

Pide a Dios hoy que te permita reconstruir tu habitación afectiva.

Tomado del 50 días de Oración
Por Pr. Juan Caicedo Solís
Secretario Ministerial, Dir. Hogar y Familia
Unión Colombiana del Sur.