viernes, 21 de agosto de 2009

RESPUESTA INMEDIATA

Elías era un hombre con debilidades como las nuestras. Con fervor oró que no lloviera, y no llovió sobre la tierra durante tres años y medio (Santiago 5: 17).

Mi esposo y yo acostumbrábamos sentarnos juntos los días de pago para distribuir el cheque en alimentación, renta, luz, agua, gasolina y las colegiaturas de dos de los hijos que estudiaban en la Universidad de Montemorelos. Ruth, que era la pequeña, estaba con nosotros. Entonces, mi esposo era el pastor de la iglesia de Cuauhtémoc, Chihuahua. Una mañana, mientras él cumplía con sus funciones y mi niña se había ido a la escuela, una maestra pasó en su camioneta por mi casa y me dijo que iba a los campos «menonitas» a ver qué recolectaba porque no tenía algo para comer. A su regreso me pidió un recipiente y compartió conmigo unos tomatillos, yo le di unas zanahorias y unas espinacas que tenía sembradas. Cuando mi hija llegó de la escuela con mucha hambre, le di lo único que tenía: dos tortillas, una zanahoria y tomatillos, ya que la despensa y el refrigerador se encontraban vacíos. Entonces ella me preguntó: «Mami, ¿por qué no comes?» «No tengo hambre», le respondí. En ese momento llegó Nayely, una jovencita de la iglesia que me dijo que tenía hambre; vio los tomatillos y comenzó a comer. Le comenté que no teníamos más para comer y le pedí que nos arrodilláramos para pedirle a Dios que nos enviara comida. No habíamos terminado de orar cuando alguien tocó a la puerta. Se trataba de una persona con quien estudiábamos la Biblia. Llevaba dos despensas, una para el departamento de Dorcas y la otra para mí. Le daba mucha pena decirlo, pero finalmente me dijo: «Reciba esta despensa para el pastor; mi esposa se la envía porque había escuchado una voz mientras estaba en la tienda que tenemos, que le decía: "Mándale una despensa al pastor"». Recibí la despensa muy emocionada, dándole las gracias a este caballero, le dije que Dios lo habla usado como instrumento de una respuesta inmediata para satisfacer nuestra necesidad. Cuánta razón tenía Elena G. de White cuando escribió: «La oración eficaz tiene otro elemento: la fe [...] El Señor Jesús dijo a sus discípulos: todo cuanto pidáis en la oración, creed que ya lo habéis recibido y lo obtendréis» (E! camino a Cristo, p. 94).

María Elena Hernández de Molinari
Tomado de la Matutina Manifestaciones de su amor.

DECIR NO

No vayas tras los pasos de los malvados, no sigas su mala conducta. Evita el pasar por su camino; apártate de ellos y sigue adelante. Proverbios 4: 14, 15

Qué puedes hacer cuando los amigos te dicen que hagas algo que está mal? Sharon Scout, en su libro PeerPressure Reversal, algo así como "Anulación de la presión del entorno", explica que si no tienes un plan, es muy probable que acabes haciendo lo que hace la multitud. Pero si conoces algunas maneras de responder a ella, puedes resistir a la presión del grupo. Funciona do este modo. Imagínate que una amiga no ha hecho los ejercidos de matemáticas. Te acaba de pedir tu trabajo para copiarlo antes de clase. Tú no quieres dejarle que copie tus res­puestas porque eso sería un fraude. Estas son algunas maneras de responder.

• Fingir que no has oído lo que te dijo. Ha sido la manera más sencilla de decir no. Probablemente interprete tu silencio como un "no", así que no es probable que te lo pregunte de nuevo. Pero si lo hace, puedes probar con alguna de las siguientes sugerencias.
  • Hacerte el sorprendido. Mirarla con cara de «¿Pero estás loca?»
  • Soltarle una excusa. Echarles la culpa a tus papas. Eso estaría bien. Decirle algo como: «Mis papas me castigarían toda la vida si lo descubriesen».
  • Sugerir algo más. Podrías ofrecerle tu ayuda.
  • Bromear. «Lo siento, no puedo, está protegido por derechos de autor».
  • Sencillamente, decir no. Lo has escuchado millones de veces, pero funciona.

Muchos jóvenes que se meten en problemas no querían hacer nada mal. Es que no sabían cómo resolver la situación. Como aprendimos ayer, si lo planeas con antelación, nunca te atraparán con la guardia bajada y podrás conservar la integridad y los amigos.

Tomado de la Matutina El viaje Increíble.

TU MAYOR COMPETIDOR

Sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado.1 Corintios 9: 27

Todos nos encontramos en una carrera. La sociedad nos obliga a vivir en un ambiente de lucha y competición por ser el mejor. Ganar en todo a los demás parece ser el objetivo de todos. Pero en la vida cristiana nunca debemos compararnos con los demás o competir con ellos. La vida eterna es un don para todos, pero nuestro Padre celestial ha preparado premios personalizados para cada uno de nosotros cuando finalmente lleguemos al cielo. ¿Contra quién, entonces, debemos competir en nuestra vida cristiana, según el texto de hoy? ¿Contra quién competimos para que estemos dispuestos a herir nuestros cuerpos para ganar el premio y también para evitar la eliminación? Pablo indica en el versículo para nuestra meditación de hoy que el mayor competidor que tenemos es nuestro propio cuerpo. Por eso dice: «Golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre». De ninguna manera dice que debemos golpear nuestro cuerpo, hacer penitencia, hasta quedar morados por una autoflagelación. Lo que dice es que hay una relación entre el cuerpo y el premio. El cuerpo debe ser siervo del Espíritu para ganar la carrera cristiana. No se debe poner en riesgo la carrera porque el cuerpo tenga pereza, o deseos intemperantes o perversos que, si se satisfacen, nos incapaciten para la carrera y nos priven del premio. Una de las razones por las cuales Pablo se esforzaba tanto y estaba dispuesto a poner su cuerpo en servidumbre, negándole la satisfacción de ciertos apetitos y deseos, era porque sentía su responsabilidad. Era apóstol, había predicado a mucha gente; muchos tenía la vista puesta en él. ¡Qué tragedia ser reprobado y perder la carrera cristiana después de tanto esfuerzo! Pablo entendía que sus mayores competidores no eran sus hermanos cristianos, sino sus propios deseos y su propio cuerpo. Igual que Pablo, debemos entender que nuestra mayor conquista debe ser nuestro propio cuerpo. A veces usamos expresiones como: Señor, te amo con todo mi corazón». Dios anhela que eso sea una realidad en la vida de cada uno de sus hijos. Pero para que sea una realidad tenemos que ser disciplinados para llevar a nuestro cuerpo a ser un esclavo dominado por la voz del Espíritu Santo. No debemos olvidar nunca que existe el riesgo de ser eliminados en la carrera cristiana. Los cristianos deberían poner en servidumbre su cuerpo, su tiempo, su vida, para mantenerse en la carrera cristiana y, al final, ganarla.

Tomado de la Matutina Siempre Gozosos.