jueves, 21 de junio de 2012

HUMANO, NO MONO


«¡Que el Señor, creador del cielo y de la tierra, les dé a ustedes su bendición!» (Salmo 115:15).

Si pudiéramos hacerlo, me gustaría que diéramos hoy una caminata alrededor del mundo. Veríamos cosas asombrosas. Veríamos grandes montañas, volcanes, aves gigantes, coloridos reptiles, hermosas rocas, extraños mamíferos y mucho más. Dios es un Creador maravilloso. Sin duda es muy inteligente para haber ideado todo lo que creó.
¿Sabías que no todas las personas creen que Dios es el Creador del mundo? De hecho, hay quienes no creen que Dios existe. Otros creen que nosotros venimos de los monos. Piensan que porque los monos pueden caminar y hacer algunas cosas que los humanos hacemos, nosotros debimos haber sido monos que evolucionamos como humanos. Tal vez si no creyera en Dios este cuento de los monos podría tener sentido.
Lo que sí tiene sentido para mí es que un Dios todopoderoso fue quien creó nuestro mundo. Nosotros contamos con la Biblia, que es su Palabra. Podemos ver sus milagros a nuestro alrededor todos los días. Y yo sé que solo Dios pudo haber creado unos cuerpos tan maravillosos como los nuestros. No tengo ninguna duda al respecto. Los monos son lindos y divertidos, pero Dios nos creó a nosotros de la nada.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

LA MUJER MARAVILLA


Se ciñe firmemente la cintura y esfuerza sus brazos (Proverbios 31:17).

Buscaba algo para leer y mantenerme despierta mientras esperaba que le hicieran a mi hijo de ocho años un estudio del sueño que duraría toda la noche. Eché mano de una revista, donde encontré un artículo que captó mi interés, ya que describía mi estilo de vida. Parecía que yo intentaba imitar a la inexistente «mujer maravilla» queriendo hacer mucho más de lo que me correspondía. Aquel artículo me llevó a reflexionar sobre las características deseables de algunas damas cristianas modernas.
Una legítima «mujer maravilla» es aquella que, bajo su sencilla vestimenta de ama de casa, esconde un cúmulo de cualidades y mucha energía. Cuando algo anda mal en su casa, en el trabajo o en la iglesia, asume las responsabilidades que otros descuidan. Asimismo concluye lo que se ha quedado a medias y cumple con los compromisos que otros han asumido en forma poco responsable.
Una cosa es que tengas la capacidad de manejar y resolver muchos asuntos y otra es que puedas terminar lo que empiezas.  Una vida productiva no se mide por la cantidad de tareas que puedes realizar en el menor tiempo posible, sino por la manera en que te desempeñes una vez que estés enfocada en Jesús. Recuerda que para evitar el agotamiento mental y físico es necesario:

  • Hacer una lista de las cosas que debemos hacer.
  • Rechazar todo compromiso innecesario que nos impida aligerar nuestro paso hacia las metas propuestas.
  • Delegar responsabilidades, aun cuando creamos que no lo van a hacer tan bien como nosotras. ¡Los demás necesitan aprender!
  • Apagar el celular, o descolgar el teléfono sin que por ello nos sintamos culpables.
  • Enfocarnos en lo que vamos a acometer hasta terminarlo.
  • Dedicar treinta minutos diarios a leer, escribir, ver o  escuchar algún tema edificante. 

Señor, ayúdame a despojarme de aquellas cargas que me impiden marchar a tu lado. Enséñame a gozarme en el silbido apacible de tu espíritu y a enfocarme en la misión que me has encomendado.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Liz Enid Polanco

UN VALIOSO TESORO


Josafat se condujo en todo con rectitud, como Asá, su padre. 1 Reyes 22:43

Dos reyes se unieron para combatir a un enemigo común. Diseñaron el plan de ataque y escogieron la que les pareció la mejor ruta para movilizar sus tropas: el camino del desierto. Después de varios días de recorrido, enfrentaron una severa crisis. El agua se les acabó. ¿Qué podían hacer ahora para aplacar la sed de miles de hombres y de animales? En medio de la crisis, un rey exclamó: «¡Vaya! Parece que el Señor nos ha traído al desierto para entregarnos en manos de nuestros enemigos». En cambio, el otro preguntó: «¿No hay por aquí algún profeta de Dios para que consultemos al Señor por medio de él?»
¡Reacciones muy diferentes! Uno culpa a Dios, el otro lo busca. ¿Y quiénes eran los reyes de este relato? El que culpó a Dios fue Joram, rey de Israel, e hijo nada menos que de los perversos Acab y Jezabel. El que buscó a Dios fue Josafat, rey de Judá, hijo del rey Asá, de quien se dice que «fue siempre fiel al Señor» (1 Rey. 15:14).
Por cierto, en respuesta a la pregunta de Josafat («¿No hay por aquí algún profeta de Dios para que consultemos al Señor por medio de él?»), alguien informó que cerca de ahí se encontraba el profeta Elíseo. Y gracias a Eliseo, los reyes no solo encontraron agua, sino que también derrotaron a los moabitas.
¿Qué dicen las Escrituras de estos dos reyes? De Joram, el hijo de Acab, la Escritura dice que hizo lo malo (2 Rey. 3:2), aunque no tanto como su padre. ¿Y de Josafat? Dice que «se condujo en todo con rectitud, como Asá, su padre» (1 Rey. 22:43). Por supuesto, aquí no estamos diciendo que si el padre es bueno, el hijo también lo será. Pero las posibilidades de que el hijo sea bueno aumentarán. En el hogar donde Josafat creció se respetaba el nombre de Dios. Y ese fue el mayor tesoro que Josafat recibió de sus padres como herencia.
Si tienes padres que respetan el nombre de Dios, que se esfuerzan por enseñarte principios y valores morales, entonces tienes buenas razones para darle gracias a Dios. Y, por supuesto, para agradecer a tus padres.
Gracias, Señor, por mis padres, y por las enseñanzas que me han transmitido.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

CON LOS OJOS DE DIOS


Y Jehová respondió a Samuel: No mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura, porque yo lo desecho; porque Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón. (1 Samuel 16:7).

La Biblia lo llama Simón el leproso, a pesar de que su enfermedad fue curada. Tengo un nieto que tiene una hermana un año mayor que él. Dado que las niñas a veces parecen crecer más rápido que los niños, pronto fue un poco más alta que él. Por supuesto, esto molestó al «pequeño Michael» y comenzó a preocuparse por su estatura. Sucedió hace unos años. Ahora eso ya no lo preocupa porque el «pequeño Michael» ha crecido tanto que es uno de los muchachos más altos de su clase. Ahora todos lo llaman «el grandulón Michael».
Tendemos a poner motes a las personas según lo que pensamos de ellas. Esto se conoce como colgar el sambenito. La gente pone una etiqueta en las latas y en las botellas con el fin de indicar cuál es su contenido. Pero cuando colgamos el sambenito a las personas no decimos cómo es su interior. A veces describimos a las personas con etiquetas: está gordo, es tonto, es estúpido, es vanidoso, etcétera. Pero no podemos ver su corazón y eso es lo que dice quién es realmente esa persona.
Satanás fue el primero en colgarle un sambenito a alguien. Cuando todavía era un ángel, en el cielo, a Dios le colgó la etiqueta de «desleal». La siguiente etiqueta fue la de «mentiroso» porque le dijo a Eva que no moriría por comer del fruto. Entonces él llamó a Dios «mentiroso» cuando le dijo Eva que no moriría si comía la fruta. Durante los largos años de persecución, calificó a los cristianos de «herejes». Incluso hoy en día alienta a sus seguidores para que etiqueten a los pobres como «indeseables», a las personas con alguna discapacidad como «molestia», a alguien de otra raza como «poco atractivo» e incluso a los no nacidos como «no deseados».
Cierta mañana estaba en un aeropuerto esperando mi vuelo. A un lado vi a un joven que también esperaba. Tenía el pelo teñido de azul, llevaba unos anillos en las cejas e iba vestido con unos vaqueros rotos y raídos. Aparté la mirada. Francamenté, para mí tenía un aspecto extraño. Entonces sentí la necesidad de hablar con él. Descubrí que era un joven estupendo y hablamos de las cosas de la vida que preocupaban al joven. Sencillamente, necesitaba alguien con quien hablar.
Jesús no mira a las personas de la manera como nos miramos unos a otros. Me gustaría ser como él. Basado en Mateo 26: 6-13

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill