sábado, 26 de diciembre de 2009

CONFIANZA PLENA

No tengan miedo —les respondió Moisés—. Mantengan sus posiciones, que hoy mismo serán testigos de la salvación que el Señor realizará en favor de ustedes. A esos egipcios que hoy ven, ¡jamás volverán a verlos! (Éxodo 14: 13).

La historia del pueblo de Israel encierra grandes lecciones para nuestro tiempo, porque nosotros también nos encontramos en un escabroso peregrinaje hacia la tierra prometida. El problema principal de Israel fue su falta de confianza en el Dios que los guiaba. En diversas ocasiones el pueblo reveló su incredulidad hacia los planes del cielo: no les gustaba la comida que el Señor les daba, no estaban de acuerdo con la ruta hacia Canaán, no aceptaban el liderazgo de Moisés y Aarón. Cada vez que surgía un inconveniente, elevaban su acostumbrado clamor: «¡Para qué nos sacaron de Egipto! ¡Allá vivíamos mejor! ¡Vamos a morir en este desierto!»

Hay ocasiones en las que parece que lo que Dios hace no tiene sentido, por ejemplo, cuando ordena a Moisés que el pueblo acampe frente al mar, y así coloca a sus hijos en un aparente callejón sin salida, como una presa fácil para el temerario faraón que se precipita sobre ellos. La historia registra que cuando los israelitas se vieron arrinconados, se atemorizaron muchísimo y empezaron a reclamar a Moisés, pero lo que no sabían era que Dios quería manifestar una vez más su gloria en el faraón y todo su ejército para que reconocieran que él es el Señor.
Cuando aparentemente nos encontramos sin salida en medio de los problemas, Dios ya tiene una solución para que podamos reconocer su poder y amor por nosotros. Recordemos el caso de Job, Dios permitió que el enemigo lo probara para glorificarse en él y mostrar la fidelidad de su hijo.
¿Cuál es tu actitud cuando enfrentas dificultades? Te quejas o reclamas como los israelitas, o exclamas como Moisés: «No tengan miedo [...]. Mantengan sus posiciones, que hoy mismo serán testigos de la salvación que el Señor realizará en favor de ustedes».
Hoy te invito a confiar plenamente en Dios, nadie hay quien te conozca tanto como él. Tranquilízate. Él sabe lo que hay en tu corazón. El Todopoderoso peleará por ti, nadie podrá perjudicarte, la mano del Señor te sostendrá y en los brazos del gran Rey descansarás.

Marylin Pérez de Roblero
Tomado de la Matutina Manifestaciones de su Amor.

TARJETAS DE REGALO

Busquen al Señor mientras puedan encontrarlo. Isaías 55:6.

Ayer, decenas de millares de personas de todo e país recibieron un regalo que jamás usarán. ¿Qué regalo es ese? Una tarjeta de felicitación.
Cada año, cuando se acerca la temporada navideña, la gente busca los regalos adecuados para las personas de su lista de Navidad. Algunos son fáciles de satisfacer. Otros no. Para esas personas están las tarjetas de regalo.
Las tarjetas de regalo son una combinación de certificado de regalo y tarjeta de crédito. Cuando una persona compra una en una tienda paga 35 dólares al cajero y el cajero carga la tarjeta de regalo con 35 dólares de crédito. La persona que recibe la tarjeta como regalo puede llevarla a la tienda y usarla para adquirir un regalo que ella misma escoge.
A mucha gente le gusta recibir tarjetas de regalo. Así tienen la posibilidad de divertirse comprando un objeto especial sin tener que pagar por él. Seguro que es mejor que hacer cola el día después de Navidad para devolver un objeto que no nos gusta.
El problema de las tarjetas de regalo es que la gente las pierde o se olvida de usarlas. Se calcula que un total de mil millones de dólares en tarjetas de ese tipo quedan pendientes de cambio. La gente que las recibió nunca las aprovechó.
¿No sucede lo mismo con la salvación? Hace dos mil años Jesús murió para salvarnos de la paga del pecado. Cuando dijo: «Está consumado» pagó el precio para que todos nosotros recibiésemos la salvación gratis. Pero por desgracia, como algunas tarjetas de regalo, su regalo de salvación es dejado de lado y jamás será utilizado.
Jesús te dio una tarjeta de regalo. Con su vida pagó el precio por tus pecados y te hizo un lugar en el cielo. Todo lo que tienes que hacer es estar de acuerdo con la transacción.
¿Por qué no lo haces hoy? En todo el universo no hay mejor regalo.

Tomado de la Matutina El Viaje Increíble.

OLVÍDATE DEL BOTE SALVAVIDAS

Entonces los marineros procuraron huir de la nave, y echando el esquife al mar, aparentaban como que querían largar las anclas de proa. Pero Pablo dijo al centurión y a los soldados: «Si estos no permanecen en la nave, vosotros no podéis salvaros». Hechos 27:30,31.

Al final de su tercer viaje misionero, Pablo fue arrestado en Jerusalén. Estuvo preso más de dos años aguardando la tramitación de su caso y su envío a Roma, donde tendría lugar finalmente su juicio. Llegó por fin el día en que tomaría el barco para ir a la capital del imperio. En la travesía, el barco sufrió los embates de una terrible tempestad, tan intensa que la embarcación perdió su curso y amenazaba con el naufragio en alta mar.
¿Dónde está nuestra verdadera seguridad? La mayoría de nosotros tenemos "botes salvavidas" que mantenemos cerca de nosotros "por si acaso". Aun después de haber aceptado el perdón y la gracia salvadora de Jesús, tendemos a echar mano de nuestros botes salvavidas, por si no hemos sido completamente perdonados por Jesús. Decimos que ponemos nuestro futuro en las manos de Dios, pero siempre nos aseguramos de hacer todo lo que esté a nuestro alcance para asegurar el bienestar en nuestra vida por si Dios no se manifiesta.
Decimos entender el concepto de la eternidad y la idea de que nuestra vida es, como dice Santiago 4:14, «neblina que se aparece por un poco de tiempo, y luego se desvanece», pero, aun así, nos esforzamos en exceso por alcanzar títulos y posiciones elevadas para que nuestros amigos y familiares reconozcan nuestro éxito. Decimos que queremos vivir para Jesús y alabar a nuestro Padre celestial por toda la eternidad, pero no queremos perdernos los placeres inmediatos de este mundo, por si fuera mentira el cielo.
El problema de esto es que si mantenemos un pie en el barco, o sea, Jesús, y otro en el bote salvavidas, o sea, el mundo, nunca viviremos como Dios desea. No tiene sentido decir que confiamos plenamente en Dios y sus promesas si las incertidumbres y las dificultades de la vida hacen que fluctuemos entre el barco insumergible y el esquife. Olvidarnos de este implica depositar nuestra confianza plenamente en Dios, creer que las promesas hechas en su Palabra son verdaderas, y vivir de acuerdo a lo que él, en su amor, nos pide.
¡Debemos permanecer en el barco! Una relación salvadora estrecha con Jesús implica que hemos reconocido que hay una tormenta que amenaza con hundirnos, pero también implica aferrase al único barco de perdón provisto para nosotros. Aferramos a Jesús y su gracia es la única forma de salvarnos, porque no hay otro nombre bajo el cual se encuentre la salvación. Olvida hoy tu barquito salvavidas y aférrate al barco grande y seguro que te llevará al reino de los cielos.

Tomado de la matutina Siempre Gozosos.