jueves, 15 de marzo de 2012

¡HAZ CORRER A LA SERPIENTE!

«Su vino es veneno de serpientes, y ponzoña mortal de cobras» (Deuteronomio 32:33, BLA).

Hoy tenemos que andar con cuidado y no quitarnos nuestras botas de exploradores. Estamos aventurándonos en la tierra de la cobra. Cuando Dios habla de la ponzoña mortal de la cobra, él sabe de qué está hablando.
Las cobras son unas serpientes muy venenosas que viven en partes de África, Australia y Asia. Las cobras son famosas por la manera en que abren los huesos de su cuello, para adoptar su característica postura amenazadora.
En la India, las cobras matan a miles de personas cada año porque se meten en las casas durante la noche en busca de ratones y terminan mordiendo accidentalmente a los seres humanos. Ellas muerden a los seres humanos porque se asustan.
Pero a pesar de que el veneno de la cobra es mortal, esta puede ser «aplacada» de cierta manera. Los encantadores de serpientes tocan sus flautas y hacen que las cobras abran sus cuellos y «bailen». Curiosamente, pueden hacer que estas serpientes venenosas hagan lo que quieran.
Satanás es poderoso, pero, ¿sabías que tú puedes hacer que él haga lo que tú quieras así como los encantadores de serpientes hacen con las cobras? Lee Santiago 4:7. Por muy poderoso que sea Satanás, Dios y tú juntos son mucho más poderosos. Tú puedes hacer que el diablo salga corriendo y se aleje de ti.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

UNA RESPUESTA EQUIVOCADA

No os dejare huérfanos, volveré a vosotros (Juan 14:18).

Me encontraba en el salón de clases del sexto curso cuando recibí una llamada de emergencia de la enfermería. Un joven de apenas dieciséis años, a quien yo conocía desde hacía mucho tiempo, tenía problemas. «¿Qué le ha pasado?», pregunté. La enfermera me dijo que probablemente yo era quien mejor podría ayudarlo; aquel era su tercer intento de suicidio por sobredosis. Hacía muy poco que le habían dado de alta del hospital tras un lavado de estómago, y nadie pensaba que tendrían que enfrentar tan pronto la misma situación.
En la enfermería hicieron todo lo posible para que recuperara la consciencia, luego me pidieron que tratara de aconsejarlo. Él estuvo de acuerdo en conversar con mi esposo, un pastor a quien él respetaba. Me mantuve informada a través de mi esposo respecto al avance de las sesiones de consejería. Él me dijo que era un proceso lento, pero que los cambios se iban notando poco a poco. Pudimos darnos cuenta de que el chico aún no se recuperaba de la pérdida de su padre. Aquel joven pensaba que su madre no lo amaba y que lo estaba tratando igual que a su difunto padre, a quien ella despreciaba. Ese era el principal motivo por el que el chico tenía deseos de morir.
Mi esposo pudo ayudarlo a enfrentar sus problemas, y gracias a la ayuda pastoral pudo obtener una perspectiva más clara del propósito divino para su vida. Mi esposo se convirtió en la figura paterna que aquel joven necesitaba y lo ayudó a que se acercara más a Dios. Estamos contentos porque aquel talentoso joven ha superado sentimientos destructivos para convertirse en uno de los estudiantes más destacados de la universidad donde cursa sus estudios. ¡Gracias a Dios porque él sana todas nuestras enfermedades y dolencias!
Recordemos que Dios no nos abandona. Que él nos ayuda a superar los problemas y conflictos cuando más lo necesitamos. Y que necesitamos. Y que a través de nosotras puede llevar vida en abundancia a quienes apenas saben vivir.

Toma de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Shirnet Wellington

DIOS ESTÁ BUSCANDO…

¡Quién sabe si no has llegado al trono precisamente pana un momento como este! Ester 4:14, NVI.

Probablemente hayas escuchado hablar de Diógenes, un filósofo griego que vivió varios siglos antes de Cristo (412-323 a.C.) y que llegó a ser famoso por sus ocurrencias.
Se cuenta que cierta vez se encontró con Alejandro Magno, el célebre conquistador. Encantado de conocer a Diógenes, de quien había escuchado hablar, el emperador le ofreció darle lo que quisiera. Diógenes, sin dar muestras de mucha emoción ante tal ofrecimiento, se limitó a responderle que por favor se apartara porque le estaba tapando la luz del sol.
Más conocida es la anécdota en la que Diógenes aparece en pleno día, con una lámpara encendida, y en actitud de búsqueda. Cuando alguien le preguntó la causa de una conducta tan extraña, respondió: «Estoy buscando a un hombre honesto». ¡Una manera muy gráfica de denunciar la condición moral de su época! No había muchos hombres íntegros en los alrededores.
Hace muchos siglos que Diógenes murió, pero la lección que nos dejó no ha perdido validez, porque la condición moral de nuestra sociedad no parece ser muy diferente a la que motivó su ocurrencia. ¿Dónde están los hombres y mujeres honestos hoy? Me gusta la forma en la que cierto escritor expresó esta necesidad:
«Dios está buscando hoy hombres y mujeres...
  • Que sepan decir la verdad y mirar en los ojos al mundo.
  • Que sean valientes sin proclamar su valentía.
  • Que conozcan su mensaje y lo digan.
  • Que sepan cuál es su lugar y lo ocupen.
  • Que sepan cuál es su negocio y lo atiendan.
  • Que estén dispuestos a comer lo que se han ganado y a vestirse con lo que han pagado.
  • Dios está buscando hoy hombres y mujeres que hayan llegado al reino para una hora como esta» (adaptado de G. Barclay, Mediante su Espíritu, p. 364).
Sí, Dios está buscando jóvenes que sepan distinguir el bien del mal, y se atrevan a practicar el bien; que sean diferentes, y no tengan miedo de serlo. En una palabra, jóvenes que conozcan su misión y la cumplan. ¿Eres tú uno de esos valientes? ¿Puede Dios contigo en una hora cómo está?
Señor Jesús, puedes contar conmigo. Capacítame para hacer la parte que me toca en una hora como esta.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

LA RAÍZ DE TODOS LOS MALES

«Haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el moho destruyen, y donde ladrones no entran ni hurtan» (Mateo 6: 20).

El apóstol pablo dijo a Timoteo: «Porque raíz de todos los males es el amor al dinero» (1 Tim. 6:10). El dinero no es la raíz de todos los males, sino el amor por él. No es necesario tener dinero para amarlo. Se puede ser pobre y, al mismo tiempo, amar el dinero.
El séptimo capítulo del libro de Josué narra la historia de un hombre llamado Acán. En lugar de heredar la tierra prometida, él y toda su familia murieron porque, a causa de su excesivo amor por el dinero, tomó lo que Dios había prohibido tocar —unos vestidos y unas monedas que había visto en la ciudad que su ejército acababa de conquistar— y lo ocultó en su tienda.
«Para muchos, el amor por el dinero es pecado capital. Los hombres y las mujeres que profesan adorar al Dios verdadero se engañan tanto en su búsqueda de las riquezas que suponen que la ganancia es piedad. Pablo declara: “Pero gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento, porque nada hemos traído a este mundo y, sin duda, nada podremos sacar. Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos ya satisfechos; pero los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas que hunden a los hombres en destrucción y perdición, porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, Se extraviaron de la fe y fueron atormentados con muchos colores"» (Signs of the Times, 13 de diciembre de 1899).
Jesús dice: «No os hagáis tesoros en la tierra» (Mat. 6:19). No dice que no tengamos una cuenta de ahorros. Habla de nuestra actitud hacia nuestras posesiones. Luchar para sacar adelante la familia, hacer planes de futuro, invertir el dinero con prudencia, ayudar a los pobres y tener dinero suficiente para hacer funcionar el negocio no es malo. Sin embargo, la avaricia y la codicia son un error. La cuestión está en el motivo. Si usamos nuestras posesiones e influimos en la vida de los que nos rodean para gloria de Dios y por su reino, Dios no ve un ningún problema en ello. Pero adquirir riquezas con el fin de acumularlas y amasar una para nuestra propia complacencia es pecado. Basado en Mateo 6: 19-21

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill