domingo, 10 de febrero de 2013

EL GATO PERDIDO


Lugar:  Turquía/Alemania
Palabra de Dios: 2 Pedro 3:13.

Mehmet Tunc miró por todas partes, mientras sacudía la cabeza. Su familia se había dispersado y todos estaban buscando al gato.
-Minosch, ¿dónde estás? Aquí, michi, michi, michi.
La familia Tune acababa de viajar desde la isla de Sylt, en el norte de Alemania, donde trabajaba Mehmet Tunc. Habían decidido tomarse unas cortas vacaciones en Turquía, su tierra natal. Su gato, Minosch, había viajado con ellos. Todo iba bien hasta que alguien dejó salir al gato. Minosch desapareció inmediatamente, en aquel mundo de gente que se movía en la frontera turca.
La familia Tunc lo buscó todo lo que pudo, pero sabían que debían seguir su viaje. Sintiéndose abatidos, continuaron su viaje dentro de Turquía, donde pasaron un par de semanas visitando a sus familiares y amigos. El tiempo pasó rápidamente, y pronto tuvieron que volver a Alemania. La casa se sentía un poco vacía sin su mascota.
Unos dos meses después de que se perdiera Minosch, la familia oyó un débil rasguño en la puerta. Parecía un animal. Cuando abrieron la puerta, ¡allí estaba Minosch!, cansado y débil, pero feliz de estar en casa. El gato había viajado una gran distancia, 2.400 kilómetros. ¡Tantas eran sus ganas de estar en casa!
¿Cuántas ganas tienes tú de ir a casa? ¿Estás dispuesto a hacer un largo viaje, para reunirte con la familia de Dios? Recuerda, este mundo es nuestro hogar lejos del hogar. Dios ha prometido que un día él nos llevará a vivir para siempre con él. "Pero, según su promesa, esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva, en los que habite la justicia".

Tomado de Devocionales para menores
En algún lugar del mundo
Por Helen Lee Robinson

SI SOLO CAMINAS LOS DÍAS DE SOL, NUNCA LLEGARÁS A TU DESTINO



Te recomiendo que avives la llama del don de Dios que recibiste cuando te impuse las manos. Pues Dios no nos ha dado un espíritu de timidez, sino de poder, de amor y de dominio propio.  Así que no te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor.  2 Timoteo 1:6-8. 

Algunos aseguran que el temple de una persona se da a conocer cuando se encuentra en circunstancias adversas. Es en medio de las dificultades cuando usamos los recursos emocionales de que disponemos para enfrentarnos a nuestros problemas.
Generalmente, frente a una emergencia, sea de la índole que sea, no tenemos tiempo de escoger nuestras propias emociones. Estas simplemente afloran por sí solas de acuerdo a nuestro temperamento, y también a la forma en que nos hemos habituado a reaccionar.
La Palabra de Dios es clara y contundente cuando dice: «¡Sé fuerte y valiente!» (Jos. 1:9). Estoy segura de que entendemos que este imperativo de Dios debe aplicarse en tiempos difíciles, especialmente en los momentos en que nos sentimos débiles y acobardadas por situaciones que nos causan gran tensión y temor. Es una consigna que debemos usar cuando los vientos nos sean contrarios, cuando la realidad nos diga que nuestras mejores expectativas nunca se cumplirán. En tales momentos hemos de recordar lo que Dios nos dijo por medio de su Palabra: «En este mundo afrontarán aflicciones, pero, ¡anímense! Yo he vencido al mundo» (Juan 16:33).
Las mujeres de Dios debemos aprender a revestirnos del manto de fortaleza con que nos cubre la gracia divina, que nos permite avanzar en medio de los problemas y las dificultades que enfrentamos cotidianamente como hijas, hermanas, madres y esposas. Si detenemos el paso, si nos quedarnos atrapadas en profundos estados de ánimo, todos los que dependen de nosotras seguirán nuestro ejemplo. Recordemos que la mujer que alaba a Dios es aquella que «se reviste de fuerza y dignidad, y afronta segura el porvenir. Cuando habla, lo hace con sabiduría; cuando instruye, lo hace con amor. Está atenta a la marcha de su hogar, y el pan que come no es fruto del ocio» (Prov. 31:25-27).
Amiga, vive las horas de este día con la actitud de la mujer que sabe que Dios tiene el mando de su vida, y que no te «ha dado un espíritu de timidez, sino de poder, de amor y de dominio propio» (2 Tim. 1:7).

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Aliento para cada día
Por Erna Alvarado

COMO UNA RAÍZ


No desvelen ni molesten a mi amada hasta que ella quiera despertar (Cantares 2:7).

En el Cantar de los Cantares se siente la presencia de un amor profundo y sagrado, pero humano. El amor de Cristo se representa en ese amor. Un amor así lo experimentaron el poeta y dramaturgo Robert Browning y la señorita Elizabeth Barret.  Tuvieron uno de los romances más famosos en la historia de la literatura. Una vez que Robert volvió de un viaje, se encontró con la sorpresa de que la vieja Inglaterra estaba entusiasmada con la publicación de una nueva edición de los poemas de Elizabeth. Él era un solterón feliz y gran hombre de mundo; la poetisa era de salud delicada y vivía apartada de los ámbitos sociales debido a un padre dominante.
En las cartas que se escribieron hay una especie de ternura y propiedad que abrillanta cada página; pero debajo de la superficie, una profunda admiración y la devoción mutua que se profesaban crearon un cálido sentimiento. Pronto él se animó a decirle «Te amo», y le suplicó que le permitiera visitarla. Ella se negó instintivamente y le advirtió que su poesía era lo mejor que tenía. «Ella tiene todo el color que poseo», le escribió, «lo que queda de mí no es sino una raíz, apta solo para la tierra y las tinieblas». Pero el amor persistió y poco a poco Elizabeth cedió.
En su carta del 12 de noviembre de 1845, dijo que desde su infancia habla ansiado un amor «irracional», porque no se creía digna de algún otro tipo de amor. Verse amada por una razón y no por compasión o por admiración a su genio, era «algo entre un sueño y un milagro», que floreció bajo el brillo del amor de Robert. Este amor entre dos poetas tiene un sabor místico que parece irreal y de otro mundo. Y así es el amor de Dios: maravilloso, grande, incomprensible, pero real.
Como Elizabeth Barret, muchos cristianos creen que no tienen atractivos que los hagan dignos de ser amados. Consideran que solamente son aptos para la tierra y las tinieblas. Pero el amor de Dios no es como el de los seres humanos. Él es capaz de amarte a pesar de tu constante rechazo. Está dispuesto a esperar el tiempo que sea necesario. Nada lo detiene en su búsqueda por conquistar tu corazón. Hará todo lo que este a su alcance para capturar una sonrisa tuya y una mirada de aceptación. ¿Lo aceptarás? ¡Ojalá que esta mañana experimentes ese amor!

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
¿Sabías que..? Relatos y anécdotas para jóvenes
Por Félix H. Cortez

DAR ES UN HÁBITO NACIDO DEL AMOR



Cada uno de vosotros ponga aparte algo, según haya prosperado. 1 Corintios 16:2.

Dar es una parte de la religión del evangelio. El fundamento del plan de salvación fue puesto con sacrificio. Jesús abandonó las cortes reales y se hizo pobre para que por su pobreza nosotros fuésemos enriquecidos. La vida de Cristo en la tierra fue una vida de desinterés: se distinguió por la humillación y el sacrificio. ¿Es el siervo mayor que su Señor? ¿Debiéramos nosotros, partícipes de la gran salvación que él obró por nosotros, rehusarnos a seguir a nuestro Señor y a compartir su negación propia? ¿Practicará el Redentor del mundo la abnegación y el sacrificio por nosotros, y los miembros del cuerpo de Cristo se entregarán a la complacencia propia? La abnegación es una condición esencial del discipulado...
Cristo, como nuestra cabeza, nos guía en la gran obra de salvación. El ha dado a su pueblo un plan para obtener sumas suficientes con las cuales financiar sus empresas. El sistema del diezmo se remonta hasta más allá del tiempo de Moisés. Ya en los días de Adán se requería de los hombres que ofreciesen a Dios donativos de índole religiosa...
Dios no nos obliga a dar para su causa. Nuestra acción debe ser voluntaria. No desea que su tesorería se llene con ofrendas hechas de mala gana. Su intención con el plan de dadivosidad sistemática era traernos a una relación íntima con nuestro Creador y a la simpatía y el amor hacia nuestros semejantes, colocando de tal manera responsabilidades sobre nosotros que contrarrestaran el egoísmo y fortalecieran los impulsos desinteresados y generosos. Tendemos a ser egoístas y cerrar nuestros corazones a las acciones generosas. El Señor requiere que se hagan donativos en tiempos determinados, para establecer el hábito de dar y para que la benevolencia se considere como un deber cristiano. El corazón abierto por un donativo, no debe tener tiempo para enfriarse egoístamente y cerrarse antes que se otorgue la próxima ofrenda...
Cada hombre, mujer y niño puede convertirse en un tesorero para el Señor...
Es por nuestro bien que él ha planeado que tengamos una parte en el avance de su causa. Él nos ha honrado al hacernos colaboradores suyos. Él ha ordenado que exista una necesidad de la cooperación de su pueblo, para que puedan cultivar y mantener activos sus afectos benévolos.— Signs of the Times, 18 de marzo de 1886; parcialmente en Testimonios para la iglesia, tomo 3, p. 428.

Tomado de Meditaciones Matutinas para adultos
Desde el Corazón
Por Elena G. de White