martes, 3 de julio de 2012

EL PÁJARO MÁS RUIDOSO


«No critiques al rey ni siquiera con el pensamiento. No hables mal del rico, aunque estés a solas, porque las aves vuelan y pueden ir a contárselo» (Eclesiastés 10:20).

Imagina que estás caminando en un hermoso día de verano, bajo el cielo azul y con el suave soplo de la brisa. De repente se oye el fuerte graznido de un arrendajo azul. Sin duda el arrendajo azul es una de las aves más hermosas que existen, pero su belleza se desvanece cuando abre su ruidoso pico. Su sonido se puede escuchar por todo el vecindario.
¿Sabías que algunas personas son como el arrendajo azul? Interrumpen las conversaciones de los demás; o se saben la vida de todo el mundo y después la andan vociferando por todo el vecindario, la escuela o la iglesia. A estos últimos se los conoce como chismosos. El chisme es muy dañino, porque hace sentir mal a los demás y a veces causa discusiones y conflictos.
Ora por aquellos que hacen daño mediante el chisme, y ora también por ti. Pídele a Dios que no seas como el arrendajo azul, que no metas tus narices en los asuntos de los demás para después contar a todo el mundo lo que has escuchado. El chisme es malo, jamás lo pongas en práctica y ayuda a los demás a que tampoco lo hagan.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

UNA OBRA INTRANSFERIBLE


Estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón. Se las repetirás a tus hijos, y les hablarás de ellas estando en tu casa y andando por el camino, al acostarle y cuando te levantes (Deuteronomio 6:6-7).

Recuerdo el día en que me llamó la esposa del pastor de mi iglesia, pidiéndome que presentara el mensaje del culto durante el Día del niño. Lo acepté con la mejor disposición. Cuando llegó a mis manos el material me pareció interesante. Llevaba como título: «El cielo es para los niños». Aunque pensé que el cielo es también para los adultos.
«El cielo es para los niños», ¡qué hermoso título! La Biblia describe ese hogar de una manera interesante. Por ejemplo, se dice que será un lugar hermoso, seguro y que allí no habrá oscuridad, enfermedad ni muerte. ¡Qué fascinante será estar en él! Pero, ¿sabes algo? Ese maravilloso lugar no es solamente para los niños, sino que también es para ti y para mí, según lo promete nuestro Padre celestial (ver Juan 14:1-3).
Es importante que nos preparemos para llegar al cielo. recuerda que Dios te ha dejado una bella heredad: tus hijos, quienes representan tanto una gran bendición como una responsabilidad. Si deseas que ellos lleguen al cielo, debes enseñarles el camino, como lo hicieron Jocabed, Ana, Sura, María y otras más. Es por eso que el título de la presente lectura es «Una obra intransferible».
Nuestra tarea no la puede realizar la maestra de Escuela Sabática una vez a la semana; tampoco la maestra del colegio o el pastor de la iglesia. Esa gran encomienda la deben llevar a cabo los padres. Debes hacer tu parte con paciencia, tratando de que tus hijos se enamoren del Señor por medio de los relatos de las Sagradas Escrituras y de la oración ferviente.
Enséñales a tus hijos las doctrinas cristianas: el sábado, las Escrituras, la mayordomía, el servicio, la salvación y otras.  Que ellos puedan ver en tu vida el gozo de ser un hijo o una hija de Dios, y que puedan considerar su hogar terrenal como un pedacito de cielo. Al meditar en el texto clave para hoy podrás decir con toda firmeza: «El cielo es para mis hijos».

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Patricia Fonseca de Puerta escribe desde Colombia.

¿A QUIÉN TIENEN QUE ENFOCAR LOS REFLECTORES?


¡Miren, ese es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo! Juan 1:29.

Imagina que estás buscando trabajo. Compras el periódico y buscas la sección de los clasificados. Un anuncio en particular te llama la atención. Dice algo así:  «Se necesita un joven que esté dispuesto a vivir en el desierto. Su ropa de trabajo será de pelo de camello; y su alimentación, miel y langostas. Tiene que estar preparado para duros enfrentamientos con los líderes de la comunidad. Y cuando aparezca alguien mejor, deberá irse con la misma rapidez con la que apareció».
¿Qué joven en su sano juicio aceptaría semejante trabajo? La Biblia habla de uno: Juan el Bautista. Cuando Dios necesitó de «una voz» que hablara en su nombre, Juan dijo: «¡Aquí estoy!».
Juan el Bautista sabía que su trabajo consistía en no atraer atención sobre su persona, sino en dirigirla hacia el Mesías, Jesucristo. Pero muchos se emocionaron con él y creyeron que él era el Mesías. Cuando le preguntaron si era el Cristo, simplemente respondió: «No soy». Entonces le preguntaron si era Elias, el profeta.
—No soy Elías —contestó.
Sin embargo, la gente siguió insistiendo:
—¿Entonces quién eres?
—Soy una voz que grita en el desierto —dijo Juan—. Pero entre ustedes hay uno a quien no conocen, uno que viene después de mí. Yo ni siquiera merezco desatarle la correa de sus sandalias (ver Juan 1:19-27).
¡Qué grande fue Juan el Bautista! Cuando la atención se apartó de él, y la gente se agolpó alrededor de Jesús, Juan se hizo a un lado sin amarguras. Al referirse a Jesús, dijo: «Él ha de ir aumentando en importancia, y yo disminuyendo» (Juan 3:30).
¿Dónde radicó la grandeza de Juan? En que nunca perdió de vista que solo Cristo es digno de alabanza. En un mundo donde muchos están tratando de atraer la atención hacia ellos mismos, Dios nos llama a señalar a Jesús, «el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo» (Juan 1:29).
¿Tienes talentos musicales? ¿Eres un estudiante destacado? ¿Tienes el don de la simpatía? ¿Eres físicamente atractivo o atractiva? Cualquiera sea tu don, recuerda que es el Señor Jesús quien merece toda la alabanza. Solo a él tienen que enfocar los reflectores.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

UN CORAZÓN ROTO


«Cercano está Jehová a los quebrantados de corazón y salva a los contritos de espíritu» (Salmo 34:18).

Hace varios años, mientras me encontraba en Puerto Rico celebrando unas reuniones, recibí una llamada telefónica de un amigo muy querido al que le habían diagnosticado un cáncer de huesos. Su pastor quería ungirlo inmediatamente y mi amigo quería que yo participara en el rito. ¿Se imagina cómo lo hicimos? Por teléfono. Fue una experiencia extraordinaria que recordaré por mucho tiempo.
A fin de cuentas, ¿no será que sentir la presencia de alguien es una experiencia interior? Cuando estamos con un amigo, gran parte del gozo e incluso la importancia de su compañía va más allá de su presencia física y tiene lugar en el corazón. Puede que el amigo se encuentre en el otro lado del mundo o en la misma habitación, pero sentimos su presencia con nuestra conciencia.
Jesús le dijo a la mujer del pozo: «Dios es Espíritu, y los que lo adoran, en espíritu y en verdad es necesario que lo adoren» (Juan 4:24). En otra ocasión Jesús dijo: «Yo lo amaré y me manifestaré a él. [...] Mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada con él» (Juan 14:21-23). De manera que, aunque no puedo comprenderlo del todo, podemos sentir la presencia de Dios en lo más profundo de la conciencia aunque no lo percibamos con los cinco sentidos. Como dicen las Escrituras: «Vosotros [...] lo amáis sin haberlo visto» (1 Ped. 1:8).
En un momento u otro puede haber pensado que bastaría con que Jesús estuviera aquí en persona para que su vida devocional tuviera más sentido. Usted se sentaría a su lado y conversaría con él. Sin embargo, ¿realmente dedicaría usted más tiempo a su vida devocional si Jesús estuviera entre nosotros? Hubo un tiempo en el que estuvo en persona entre los seres humanos y su presencia apenas influyó sobre las personas con las que estaba. Algunos lo amaban y otros lo detestaban.  Para algunos no era más que una persona corriente, mientras que para otros era una decepción.
Sin embargo, para unos pocos era el Hijo de Dios. No podían demostrarlo, no podían verlo, pero lo sabían en el fondo de sus corazones. Eso mismo sucede en la actualidad. No amamos a las personas porque las veamos. Jesús dijo: «Bienaventurados los que no vieron y creyeron» (Juan 20:29).
¿Ve usted al Señor en todas partes?  Basado en Mateo 28:20

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill