viernes, 19 de julio de 2013

ATASCADA EN EL TRÁNSITO

Lugar: Noruega
Palabra de Dios: Zacarías 3:2, 4

El 26 de marzo de 2004, Renathe Ophedal se quedó atascada en medio de los autos, a la hora de mayor tránsito. El tránsito debió haber estado muy malo ese día, porque las colas de autos eran muy largas. Los autos avanzaban unos pocos centímetros, y luego se detenían.
Con un suspiro de exasperación, Renathe frenó, y esperó a que el tránsito comenzara a moverse nuevamente.
Linos pocos minutos más tarde, alguien golpeó su ventanilla. Renathe miró, y vio que era un inspector de tránsito. Quizás él sabría qué estaba causando la demora. Renathe bajó la ventanilla; pero, para sorpresa de ella, el oficial le entregó una multa de tránsito. Antes de que ella dijera nada, el inspector se fue.
¿Una multa de tránsito? ¿Qué podría haber hecho mal? No había sobrepasado el límite de velocidad. Renathe no podía creerlo, cuando leyó lo que decía la multa. Le pusieron una multa de 73 pesos por estar estacionada ilegalmente en la calle. Afortunadamente, Renathe pudo llevar su caso a la corte y lograr que le anularan la infracción.
El inspector de tránsito había entendido mal la situación, y estaba demasiado ansioso por hacer su trabajo.
No es divertido que a uno lo acusen de hacer algo malo; pero, es lo que Satanás está ansioso de hacer con nosotros. Desdichadamente, él está diciendo la verdad: estamos lejos de ser perfectos. Pero, el libro de Zacarías tiene una historia que nos da esperanza. Allí se cuenta que Satanás estaba preparado para acusar al sumo sacerdote Josué.
La ropa sucia de Josué representaba su culpa.
Pero, el Señor es un Dios misericordioso. Dice: “¡Que el Señor te reprenda, Satanás!” Luego, toma la ropa sucia de Josué y la reemplaza con ropa nueva, y le asegura: “Como puedes ver, ya te he liberado de tu culpa, y ahora voy a vestirte con ropas espléndidas’’. Estoy feliz por servir a un Dios que está dispuesto y listo para perdonamos y para vestimos con su justicia.

Tomado de Devocionales para menores
En algún lugar del mundo
Por Helen Lee Robinson

COMO ADORNOS DE UN PALACIO

Que nuestros hijos, en su juventud, crezcan como plantas frondosas; que sean nuestras hijas como columnas esculpidas para adornar un palacio. Salmo 144:12

La maternidad hace aflorar lo mejor de nosotras. Cuando somos madres entendemos con un poco más de claridad el gran amor de Dios. Nos volvemos capaces de las más increíbles proezas, y podemos dejar a un lado nuestras necesidades para atender las necesidades de nuestros hijos. En todos nuestros sueños ellos están presentes. Nuestro anhelo es que lleguen a una madurez plena, y que desarrollen una vida de servicio a Dios y al prójimo.
Pero como dijo alguien: “Tener hijos buenos no es casualidad”. Y por supuesto que no lo es, la maternidad implica fortaleza, dedicación, abnegación, sacrificio, valentía y perseverancia. Con estos ingredientes, además de la dirección divina, nuestros hijos serán “como flechas en las manos del guerrero” (Sal. 127:4).
El primer precepto de importancia en la educación de un hijo es criarlo en el temor y la instrucción de Dios. Su promesa es: “El Señor mismo instruirá a todos tus hijos, y grande será su bienestar” (Isa. 54:13). No nos deben temblar la mano ni la voz para corregirlos cuando intenten poner otro fundamento de vida que no sea Cristo. Seamos valientes y fuertes para que nuestro ánimo no decaiga, cuando el hijo entre en rebeldía con Dios y sus padres.
Los hijos deben ser como plantas frondosas. Inculquemos en ellos el buen uso de sus capacidades. El despilfarro de la juventud parece ser el estilo de muchos jóvenes. Cualquier exceso o vicio arruinará tempranamente la vida de los jóvenes que no se hayan entregado en las manos del Señor.
Las madres de poder pasan tiempo de rodillas y tomadas de la mano de Dios.
Únicamente así podrán contrarrestar las influencias del mal que rodean a nuestros hijos dentro y fuera del hogar. El Señor dice: “Alrededor de tu mesa, tus hijos serán como vástagos de olivo” (Sal. 128:3). La familia unida a Cristo será una fuerza real, mientras que nosotras las madres, con espíritu renovado, cada mañana y cada noche presentaremos a nuestros hijos ante el altar.
Amiga, hoy, antes de disponerte a cumplir tus deberes, reúne a tus hijos. Ora por ellos, ínstalos a mantenerse fieles a los valores que les has inculcado, y lo demás déjalo en las manos de Dios.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Aliento para cada día
Por Erna Alvarado

¡HE COMPRADO TU VIDA PARA DIOS!

Si alguien afirma: “Yo amo a Dios”, pero odia a su hermano, es un mentiroso; pues el que no ama a su hermano, a quien ha visto, no puede amar a Dios, a quien no ha visto (1 Juan 4:20).

En su libro Vestiduras de gracia, Tim Crosby dice: “En la práctica, ¿qué significa amar a nuestros hermanos? ¿Sentir algo en nuestros corazones, o hacer que ellos lo sientan?
Creo que no importa para nada lo que sintamos por ellos. Usted puede amar a personas que no le agradan. El amor es un principio y si usted ama motivado por un principio, los sentimientos surgirán”.
Luego el mismo autor cita a C. S. Lewis: “No pierdas el tiempo pensando si ‘amas’ a tu prójimo; actúa como si esto fuera un hecho. Tan pronto como lo hagamos, descubriremos un gran secreto: cuando te comportas como si amaras a alguien, llegarás a amarlo de veras”.
La novela Los miserables, de Víctor Hugo, relata una impresionante historia de amor.
Jean Valjean, el protagonista, acaba de purgar veinte años de prisión por robar una hogaza de pan. Cumplió su condena y al salir libre encuentra misericordia y hospitalidad en la casa del obispo, a quienes los ciudadanos llaman “Monseñor Bienvenido” porque es muy bueno.
Pero lo vencen los vicios adquiridos en prisión y le roba al obispo unos cubiertos de plata. Un policía lo detiene y Valjean dice que el obispo se los había regalado. El policía lo lleva ante el obispo y allí Valjean se dispone a escuchar las palabras que lo llevarán a prisión de por vida. Pero nada en la vida lo había preparado para escuchar lo que declara el obispo:
“Por supuesto que lo obsequié con esos objetos. Pero, un momento, olvidó lo de más valor.
Olvidó tomar los candelabros de plata”. Hacía un instante lo esperaba la prisión; ahora, la libertad y la abundancia.
Antes de despedirse, el obispo le dijo: “Hermano Jean, jamás olvides este momento.
Con este acto he comprado tu vida para Dios. Ya no te perteneces. De ahora en adelante eres propiedad de Dios”.
Mediante ese acto de misericordia la vida de Jean Valjean se convierte en una expresión de amor. Cumple lo que le ha prometido a una agonizante prostituta. Se dedica a criar a la hija de aquella infeliz, llamada Cosette. Tal vez sea cierto lo que dice la obra musical del mismo nombre: “Amar a alguien es contemplar el rostro de Dios”.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
¿Sabías que..? Relatos y anécdotas para jóvenes
Por Félix H. Cortez

DOBLE CARGA

Dijo también Faraón: Fíe aquí el pueblo de la tierra es ahora mucho, y vosotros les hacéis cesar de sus tareas. Éxodo 5:5.

Habiendo recibido instrucciones de los ángeles, Aarón salió a recibir a su hermano, de quien había estado tanto tiempo separado. Se encontraron en las soledades del desierto, cerca de Horeb… Juntos hicieron el viaje a Egipto; y habiendo llegado a la tierra de Gosén, procedieron a reunir a los ancianos de Israel. Aarón les explicó cómo Dios se había comunicado con Moisés, y este reveló al pueblo las señales que Dios le había dado. “Y el pueblo creyó; y oyendo que Jehová había visitado a los hijos de Israel, y que había visto su aflicción, se inclinaron y adoraron” (Exo. 4:31).
La próxima tarea de los dos hermanos fue la de comunicarse con el mismo rey. Entraron al gran palacio de Faraón como comisionados de Jehová; sentían que Dios estaba allí, con ellos, y hablaron con autoridad: “Jehová el Dios de Israel dice así: Deja ir a mi pueblo a celebrarme fiesta en el desierto” (Éxo. 5:1)…
Ya el rey había oído hablar de ellos y del interés que estaban despertando entre el pueblo. Se encendió su ira…
El mismo día emitió órdenes a todos los funcionarios que supervisaban el trabajo de los israelitas para que hicieran aún más cruel y opresivo su trabajo.
En aquel país, el material de construcción más común eran los ladrillos secados al sol, con paja entremezclada con el barro para darle consistencia. Incluso los mejores edificios se construían con este material, y luego se recubrían de piedra.
El rey ordenó ahora que no se suministrara más paja, pero exigía que se produjera la misma cantidad de ladrillos…
Cuando la exigencia del rey se concretó, el pueblo se diseminó por todo el país para recoger rastrojo en vez de paja, pero les fue imposible realizar la cantidad de trabajo acostumbrada. A causa del fracaso, los capataces hebreos fueron azotados cruelmente…
Los hebreos habían esperado obtener su libertad sin ninguna prueba especial de su fe, sin penurias ni sufrimientos verdaderos. Pero aún no estaban preparados para la liberación. Tenían poca fe en Dios y no querían soportar con paciencia sus aflicciones hasta que él los libertara gloriosamente —Signs of the Times, 4 de marzo de 1880.

Tomado de Meditaciones Matutinas para adultos
Desde el Corazón
Por Elena G. de White