miércoles, 27 de marzo de 2013

LA PRUEBA DE MARIE



Lugar: Islas del Caribe 
Palabra de Dios: Ezequiel 20:20

Los exámenes escritos habían sido difíciles. Marie miró los nombres en la cartelera y exhaló un suspiro de alivio: había aprobado. Después de doce años de escuela, casi había terminado. Todo lo que le quedaba eran los exámenes orales, y luego estaría lista para graduarse.
Pero, cuando Marie vio las fechas de los exámenes orales, se decepcionó. "Debe haber algún error", pensó. "No puedo hacer el examen mañana, es sábado". Pero, no era un error. El único día en que podía presentar su examen oral era al día siguiente, porque ese era el día en que estaría el profesor visitante que había venido desde Francia.
"¿Qué voy a hacer?", se preguntó Marie. Había podido asistir al colegio todos estos años sin ir a clases los sábados. Ahora, que casi había terminado, un examen se interpondría en su camino. ¿Cómo podía dejar que se desperdiciaran todos sus años de estudios? Seguramente estaría bien hacer este examen; Dios lo entendería.
Pero, Marie decidió que debía ser fiel al Señor, en cuanto al sábado.  El sábado era más importante que los exámenes orales. Entregaría su futuro en las manos de Dios. Esa tarde, ella y su pastor fueron a hablar con el director.
-Lo siento. No hay nada que yo pueda hacer -les explicó el administrador-. El profesor de Francia tiene muy poco tiempo. Si quieren hablar con él, llegará dentro de una hora.
La situación parecía desesperada, pero Dios cuidó de Marie. El profesor francés fue muy complaciente.
-He oído hablar de tu fidelidad a tus convicciones religiosas -dijo-. Vamos a dejar que rindas el examen esta tarde.
Marie aprobó el examen. Ella había sido fiel al Mandamiento:
"Observen mis sábados como días consagrados a mí, como señal entre ustedes y yo, para que reconozcan que yo soy el Señor su Dios".

Tomado de Devocionales para menores
En algún lugar del mundo
Por Helen Lee Robinson

OPINIÓN VERSUS CONVICCIÓN


Me agrada, Dios mío, hacer tu voluntad; tu ley la llevo dentro de mí. Salmo 40:8.

Ser cristiana significa ser una seguidora de Jesús y estar dispuesta a deponer la opinión personal para hacer su voluntad. Somos muchas las que deseamos recibir sus bendiciones y beneficios, y pocas las que estamos dispuestas a seguir sus mandamientos, y más bien continuamos aferradas a nuestras preferencias. Si queremos que Dios reine soberano en nosotras y nuestras familias necesitamos, con docilidad y fe, deponer el «yo creo», para dar paso al «así dice el Señor».
Si lo que hacemos está en armonía con la voluntad de Dios, nos mostramos dóciles y sumisas. Sin embargo, cuando lo que deseamos se opone a su voluntad, interpretamos sus deseos arguyendo: «Yo creo que Dios me entenderá si hago esto o aquello»; cuando así actuamos, pisamos terreno peligroso. No te confíes. No es tan sencillo actuar en consonancia con tales pensamientos, pues tiene consecuencias. Evita acostumbrarte a las reacciones que surgen en tu mente y evita justificarlas, no es tanto sacrificio si lo analizas bien.
Debemos vivir con la convicción de que lo que Dios dice está por encima de nuestras opiniones personales y deseos egoístas. No permitamos que nuestros conceptos nos vuelvan ególatras y banales, sin sentido espiritual, pues nos haremos insensibles a la voz del Espíritu Santo, y correremos el riesgo de ser abandonadas a nuestra propia suerte.
Cuando tengas dudas respecto a la voluntad de Dios, recuerda que él:
  • Desea lo mejor para ti.
  • Te ama con amor incondicional.
  • Conoce tu vida de principio a fin y sabe lo que te conviene.
  • Te concede una gran importancia.
  • Es sensible a tus necesidades.
  • Tiene mil soluciones para tus problemas, aunque tú no encuentres ninguna.
  • Su respuesta vendrá en reciprocidad a tu entrega.
  • No te dejará sola jamás.

En la conducción de tu hogar, en tu relación matrimonial, en la educación de tus hijos, en el trato con tu prójimo, déjate guiar por un «así dice el Señor» y no pensarás que tus actos son un sacrificio.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Aliento para cada día
Por Erna Alvarado

FALSOS MILAGROS Y FALSOS PROFETAS


Esto es lo que dice el Señor contra ustedes, profetas que descarrían a mi pueblo: «Con el estómago lleno, invitan a la paz; con el vientre vacío, declaran la guerra» (Miqueas 3:5).

Según Miqueas 3:5, el principal pecado de los falsos dirigentes consistía en que inducían al error a la gente y la hacían pecar. ¡Cuán grande es la culpa de aquel que desvía a otros del camino recto! Miqueas se refiere a las tinieblas espirituales que envuelven a esa gente. Proclaman embusteramente la paz cuando las cosas van de mal en peor. Los seguidores de Dios que buscan la verdad deben ser precavidos y estar alerta para distinguir a los falsos predicadores, para protegerse de sus estragos.
No siempre es fácil discernir las simuladas pretensiones de algunos. En cierta ocasión, cuando el rey Enrique II de Inglaterra se encontraba de peregrinación en el Santuario de San Albano, un mendigo, que pretendía haber nacido ciego, anunció que súbitamente había recibido la vista. Las campanas de la iglesia comenzaron a repicar para celebrar el milagro. Pero el duque Humphrey de Gloucester, que acompañaba al monarca, no creyó las pretensiones del mendigo.
Llamó al hombre y le preguntó en privado si era verdad que había nacido ciego. Tanto el mendigo como su esposa aseguraron al duque que, efectivamente, así había sido. Humphrey aconsejó que le diera gloria a Dios. A continuación, mirando fijamente a los ojos al mendigo, le dijo:
—Ya lo creo que naciste ciego, porque me parece que todavía no puedes ver bien.
—Pero claro que sí, señor —replicó el mendigo—; ahora puedo ver tan bien como cualquiera.
—Entonces dime —lo intimó el duque—: ¿de qué color es mi túnica?
Para demostrar lo bien que veía, el mendigo no solamente le dijo de qué color era su túnica, sino que dio una información exacta de los colores de todas las túnicas que usaban, y los nombres de todos los que los rodeaban.
Entonces el duque Humphrey demostró que era impostor al decir: «Aunque pudieras haber recibido milagrosamente la vista, es totalmente imposible que con la misma celeridad hayas aprendido los nombres de todos ellos».
Los milagros y los engaños de Satanás serán grandes y sutiles. Muy convincentes. Millares de personas ansiosas de ver y creer grandes cosas serán engañadas. Los ojos y los oídos no podrán detectar el engaño. Solo el conocimiento de Dios y de su Palabra nos salvará. Dedica un tiempo para evaluar tu vida espiritual. ¿Sigues un cristianismo basado en sentimientos y señales, o se fundamenta en un «Escrito está»? Hoy defines el camino que seguirás.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
¿Sabías que..? Relatos y anécdotas para jóvenes
Por Félix H. Cortez

REUNIR O ESPARCIR


El que no es conmigo, contra mí es; y el que conmigo no recoge, desparrama.
Mateo 12:30.

Los hombres y las mujeres a medio convertir, se convierten en cristianos a medias. Son árboles sin frutos. Cristo busca en vano encontrar fruto en ellos; no encuentra sino hojas...
Si se pudiera servir a Cristo y al yo a la misma vez, un gran número se uniría a las filas de aquellos que viajan rumbo al cielo. Pero Jesús no llama a estos. Su causa no necesita este tipo de adherentes.
Los verdaderos seguidores de Cristo emplean su conocimiento para hacer a otros receptores de su gracia. Con sus lámparas llenas de aceite santo, salen a dar luz a los que están en tinieblas. Tales obreros ven a muchas almas tornarse al Señor. Nuevas verdades les son reveladas constantemente, y a medida que las reciben, las imparten.
Quienes han roto las ataduras del pecado, han buscado al Señor con quebrantamiento de corazón y han obtenido respuesta a sus pedidos fervientes por justicia, nunca son fríos ni faltos de espíritu. Advierten que tienen una función que cumplir en la obra de la ganancia de almas. Velan, oran y trabajan por la salvación de las almas. Moldeados y formados por el Espíritu Santo, ganan profundidad y amplitud y estabilidad de carácter cristiano. Obtienen felicidad espiritual perdurable. Al caminar en las huellas de Cristo, se identifican con él en sus planes abnegados. Tales cristianos no son fríos ni duros. Sus corazones están llenos de amor desinteresado por los pecadores. Rechazan toda ambición mundanal, todo egoísmo. El contacto con las cosas profundas de Dios los hace más y más como su Salvador. Se alegran en sus triunfos; están llenos de su gozo. Día tras día están creciendo para alcanzar la estatura plena de hombres y mujeres en Cristo Jesús...
Por la manera en que hacemos la obra que Cristo nos ha dado para hacer en su ausencia, decidimos nuestro destino eterno... Cristo, el Dueño de casa, se ha ido a preparar mansiones para nosotros en la ciudad celestial. Estamos esperando su regreso. Honrémosle en su ausencia haciendo fielmente la obra que ha colocado en nuestras manos. Nos hemos de preparar para su regreso al esperar, velar y trabajar.—

Tomado de Meditaciones Matutinas para adultos
Desde el Corazón
Por Elena G. de White