martes, 21 de agosto de 2012

CIELOS HERMOSOS, CORAZONES HERMOSOS



«Mostraré en el cielo grandes maravillas, y sangre, fuego y nubes de humo en la tierra» (Joel 2:30).


Qué tarde se nos ha hecho esta noche, pero esta hora es ideal para contemplar el cielo nocturno. Caminemos hacia esa colina para que nada interrumpa nuestra visión. Mira la Luna, las estrellas y algunos planetas, todos los astros que Dios puso en el cielo en perfecto orden. En verdad son «grandes maravillas».
Mira ahora para allá. ¿Ves esa hermosa cortina brillante en el cielo? Bueno, en realidad no es una cortina, sino la aurora boreal. Esta solo se ve en aquellos lugares que están muy al norte de la tierra, y es bellísima.
Yo opino que Dios no estaba obligado a hacer el cielo tan maravilloso, pero lo hizo para que nosotros tuviéramos algo hermoso que disfrutar. Y es que Dios ama la belleza. A él le encanta ver la belleza de las cosas que creó en la naturaleza, y sonríe cuando ve que sus hijos son personas hermosas y bondadosas. ¿Eres tú un cristiano bondadoso? ¿Mostrarás hoy a los que te rodean a un Salvador maravilloso, a través de tu alegría? Cuéntale a un amigo que amas a Jesús y regálale un poco de belleza a su vida.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

LA MEJOR INFLUENCIA


Él da esfuerzo al cansado y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas. Los muchachos se fatigan y se cansan, los jóvenes flaquean y caen; más los que esperan en Jehová tendrán nuevas fuerzas, levantarán alas como las águilas, correrán y no se cansarán, caminarán y no se fatigarán (Isaías 40:29-31).

Aquel día el trabajo en la oficina había sido intenso, hasta el punto de que Paula había terminado totalmente agotada. Tenía tareas pendientes que realizar en su casa, así que nada más llegó a su hogar se puso a trabajar inmediatamente. Mientras llevaba a cabo sus labores domésticas, Paula recordó que cuando era estudiante acostumbraba a caminar todos los días, sin importar lo atareada estuviera, así que se propuso «desempolvar» aquel buen hábito y ponerlo de nuevo en práctica. Después de unos días, notó que se sentía con más fuerzas y con mejor disposición.
El ejercicio es importante para promover y conservar la salud. El resultado de ejercitarse se asocia a la disminución de los niveles de colesterol en sangre y a la reducción de la tensión arterial y del estrés emocional. Asimismo se ha relacionado con un mejor control del apetito, con el aumento del tono y la fuerza musculares y con el descanso nocturno reparador. Por otro lado, algunos de los efectos de una vida sedentaria son la flacidez muscular, una disminución del impulso sexual, fragilidad de los huesos, ansiedad y mal humor y la debilidad del sistema cardiovascular, entre otros.
Querida amiga, ante estos argumentos aplastantes, piensa en un plan de actividad física que se ajuste a tus necesidades, y sobre todo en un plan que te sea fácil implementar. Escoge alguna actividad que puedas realizar durante un período de tiempo más o menos prolongado y procura ser constante en la realización de la misma. «Siempre es peligroso el plan de no hacer nada» (Consejos sobre la salud, p. 196).
Cuando no sientas deseos de continuar con tu plan de ejercicio físico piensa: «Esperaré en Dios, él me dará las fuerzas que necesito, caminaré y no me cansaré». Enseguida verás cómo mejoran tu actitud ante la vida y tu energía.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Perla Edith Sánchez

INSTRUMENTOS DE SU AMOR


Ustedes deben considerarnos simplemente como ayudantes de Cristo. 1 Corintios 4:1

Mary sabía que el lugar no era seguro, pero sus temores no iban a impedirle ir al servicio religioso. El pastor de la iglesia había organizado un ministerio de ayuda a un barrio pobre, pero la gente del barrio no estaba muy contenta con el servicio que la iglesia prestaba y lo expresaban lanzando piedras a quienes asistían a los cultos. ¿Cómo podía Mary ayudar?
En su camino a la iglesia, un grupo de jóvenes la confrontó. Uno de los pandilleros entonces comenzó a hacer girar, como si fuera una honda, una cuerda atada a una piedra, acercándola cada vez más a la cara de Mary. La muchacha no dio marcha atrás. 
—¡Qué les parece! —exclamó el pandillero—. No tiene miedo. 
Entonces siguió girando la cuerda, acercándola tanto a la cara de Mary que casi soplaba su rostro. Pero ella permaneció inmóvil. Cuando el joven vio que no lograba atemorizarla, dejó de girar la cuerda. Boquiabierto, solo pudo decir:
—¡Esta muchacha es tremenda!
Ese día los pandilleros acompañaron a Mary al servicio religioso y, posteriormente, se convirtieron en sus amigos (John Woodbridge, More Than Conquerors [Más que vencedores], p. 64).
La muchacha del relato era Mary Slessor, una jovencita escocesa que soñaba con ser misionera en tierras lejanas. Lo que no imaginaba ella era que el trabajo en los barrios difíciles de Escocia la prepararía para enfrentar desafíos ¡en el continente africano!
Y esa oportunidad llegó. Habiéndose enterado que se necesitaban misioneros para continuar la obra de David Livingstone, Mary se ofreció como voluntaria, y en 1876 partió para Calabar (actual Nigeria).
Durante 39 años, Mary Slessor combatió el tráfico de esclavos, de armas y licor. Influyó para que los nativos abandonaran algunas prácticas inhumanas, entre ellas la sepultura de gente viva y la muerte por envenenamiento. Pero fue en el trato a las mujeres y los niños donde Mary realizó su mayor contribución. Por ejemplo, se creía que los niños mellizos eran hijos del diablo, razón por la cual daban muerte a sus madres, y los bebés eran abandonados al nacer. A riesgo de su propia vida, María llevó a su hogar a esas madres con sus hijos, hasta que esa práctica maligna desapareció (Elliott Wright, Holy Company. Chrístian Héroes and Heroines [Compañía sagrada: Héroes y heroínas cristianas], p. 158).
¿A cuántos niños salvó Mary? Alguien dijo que si hoy todos esos niños estuvieran vivos habría suficientes habitantes para fundar un pueblo.
Señor ayúdame a ser hoy un instrumento de tu amor.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

LA OVEJA PERDIDA


«¿A dónde me iré de tu espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia?» (Salmo 139: 7)

En alguna parte leí que los objetos no se pierden, sencillamente, están donde la gente no los busca. Quizá sea cierto con los objetos inanimados; pero los seres vivos, cuando se alejan un trecho de donde se supone que tienen que estar, pueden perderse. Estar perdido es estar fuera de alcance, sin poder encontrar el camino.
A veces, las ovejas se alejan del pastor. Para un pastor que ama su rebaño, la idea de perder una oveja es dolorosa. Cuando está sola, una oveja es un ser totalmente indefenso. Si un animal salvaje la encuentra, podría despedazarla en un instante. Una y otra vez el pastor se pregunta: «¿Qué le sucederá a la oveja?». De todas las criaturas, las ovejas son las más torpes. Un perro perdido puede encontrar el camino de vuelta a casa. Probablemente, un caballo sea capaz de regresar al establo. Pero una oveja vagará y vagará, adentrándose cada vez más en el desierto. Cuando una oveja se pierde, se ha perdido para siempre.
Una oveja está indefensa, no sabe cómo cuidar de sí misma. El camello puede oler el agua a grandes distancias y el buitre puede ver la comida desde muy lejos. Sin embargo, las ovejas son incapaces de encontrar nada por sí mismas. De todas las criaturas desdichadas, la oveja perdida se lleva la peor parte.
Suponga que nos cruzamos con un pastor que acaba de descubrir que ha perdido una de sus ovejas. Le preguntamos:
—¿Qué sucede? Parece terriblemente alterado.
—Es verdad, estoy muy alterado; una de mis ovejas se ha perdido.
—No se preocupe, se trata de una sola, todavía le quedan noventa y nueve.
—¿Y le parece poco haber perdido una? Si usted fuera pastor no pensaría así. Mire, en lo único que puedo pensar es en la que se ha perdido, no en las noventa y nueve que están a salvo.
Jesús contó la hermosa historia de un pastor y una oveja perdida porque quiere que sepamos cómo se siente cuando nos apartamos de él. Él no nos ha perdido; sabe dónde estamos. Pero podemos llegar a perdernos. ¿Ha oído al Buen Pastor que lo llama?

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill