miércoles, 25 de julio de 2012

FIJA TUS OJOS EN JESÚS


«Con los ojos cansados, pero atentos, en vano esperamos ayuda. Pendientes estamos de la llegada de un pueblo que no puede salvar» (Lamentaciones 4:17).

¿Tú usas anteojos? ¿Conoces a alguien que use anteojos o lentes de contacto? El pecado ha hecho que las cosas se deterioren, incluyendo los ojos de las personas. Algunos tienen que usar anteojos para corregir el problema que tienen en su vista. Al momento de escribir esto tengo 43 años, y hasta hace poco no tenía que usar anteojos. Ahora cuando leo letras pequeñas se ven borrosas y se me hace difícil leerlas. Tengo que usar anteojos para leer.
El versículo de hoy habla de otra clase de problema de la vista. Esta gente tenía problemas de la vista porque estaban buscando ayuda en el lugar equivocado. Estaban buscando que los salvara una nación. La verdad es que el único que puede salvarnos es Dios. Al único que debemos buscar para eso es a él. En las buenas y en las malas él siempre puede guiar nuestras botas por el camino correcto. No dejes que tus ojos te fallen fijándote en personas, en el dinero o cualquier otra cosa que creas que puede salvarte. Pon tus ojos solo en Jesús, el único que puede sanar tu problema de visión y mantenerte en el camino correcto al cielo.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

RAÍCES PROFUNDAS


Yo en ellos y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado (Juan 17:23).

Se supone que el follaje de muchos árboles es un reflejo de sus raíces. Sin embargo, esto no se cumple en el caso de la secuoya. Sus raíces son bastante superficiales y poco profundas. Si uno de estos árboles crece aislado de otros de su especie, podría ser derribado por el viento, ya que las características de sus raíces los hace inestables. En cambio, cuando dos o más secuoyas crecen en relativa proximidad, sus raíces se entrelazan, fortaleciéndose mutuamente. Al desarrollarse juntos adquieren una mayor fortaleza.
La anterior ilustración me ayudó a entender mejor algunos conceptos relacionados con la vida espiritual. Es obvio que en mis caídas he actuado como un árbol de secuoya aislado: dichas caídas podrían haberse evitado si mis raíces hubieran estado entrelazadas con las de mi Salvador Jesús.
Eso me llevó a recordar la historia del Éxodo cuando Dios, por medio de Moisés, liberó al pueblo de Israel de la esclavitud de Egipto. La protección de Dios permitió al pueblo de Israel conocer que él estaba con ellos. Israel vio la manifestación del poder de Dios en las plagas. Luego marcharon en medio del mar y fueron librados de un ejército que se acercaba para capturarlos y llevarlos de nuevo a la servidumbre. Dios sacó a su pueblo de la esclavitud, lo alimentó, lo calzó, lo protegió del calor del sol y del frío de la noche, y lo llevó a la tierra prometida. Ante tantas evidencias del poder divino, los israelitas no debían haber tenido motivos para que su fe flaqueara. Sin embargo, la historia de Israel presenta constantes caídas, quejas, desconfianza, murmuraciones y desobediencia.
Durante mucho tiempo no pude entender la actitud tan ingrata de aquel pueblo. No entendía la razón de sus constantes caídas y lo rápido que olvidaban los favores de Dios. Me decía: «¿Cómo pudieron olvidarse de quien mostró tanto amor por ellos?». Obviamente, sus raíces no estaban entrelazadas con las de Jesús.
¡Aprendamos de las secuoyas!

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Alma Arana

¿JUGANDO PARA DOS EQUIPOS?


El Señor tu Dios te bendecirá con mucha prosperidad [...] siempre y cuando obedezcas al Señor tu Dios. Deuteronomio 30:9,10.

El siguiente relato nos lo cuenta Adriel D. Chilson (When God Provides [Cuando Dios provee], pp. 107-108), e ilustra muy bien la verdad de nuestro versículo para hoy.
Es la historia de un adventista que administraba una estación de gasolina en California. Bajo presión de parte de los dueños de que abriera la gasolinera los siete días de la semana, el hombre decidió contratar a alguien para que manejara el negocio el día sábado. Él sabía bien que esto no era correcto, pero siguió adelante con sus planes.
El arreglo, sin embargo, no funcionó. Las ventas bajaron tanto que la compañía envió a un supervisor para averiguar qué estaba pasando. Este supervisor sabía que nuestro hermano pertenecía a la iglesia adventista local. Es por ello que, además de evaluar en forma negativa su productividad en la estación, lo censuró por su infidelidad.
—Usted no es un miembro fiel de la iglesia —le dijo—. Si lo fuera, no abriría la estación los sábados.
—Pero ustedes no me permitirán manejar la estación si no la abro los sábados 
—respondió el adventista.
—Esto es lo que voy a hacer —dijo el supervisor—. Recomendaré que sea despedido. Pero antes le daré un consejo. Usted tiene que definir para qué equipo juega. Mientras esté tratando de jugar para dos equipos, ni el diablo lo puede ayudar, ni Dios lo puede bendecir.
El relato cuenta que la compañía luego entrevistó a dos adventistas para administrar la misma estación. A diferencia del otro adventista, estos dejaron en claro que solo la abrirían seis días a la semana. Cuando el gerente de la zona expresó su preocupación por las posibles consecuencias, ellos replicaron:
—Produciremos tanto en seis días como las estaciones que abren los siete días. Si somos fieles a Dios al observar el día de reposo, él nos bendecirá.
Se les dio el trabajo. Para hacer más breve la historia, basta decir que las ventas fueron las mayores en los catorce años de historia de esa estación.
Define hoy para que equipo estás jugando. Tal como lo indica nuestro versículo para hoy, Dios te bendecirá mientras obedezcas sus mandamientos.
Padre amado, gracias porque eres fiel a tus promesas.  Ayúdame a recordarlas en el momento de la prueba.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

LA OBEDIENCIA ES PEDAGOGÍA


«El que guarda sus mandamientos permanece en Dios, y Dios en él. Y en esto sabemos  que él permanece en nosotros, por el Espíritu que nos ha dado» (1 Juan 3:24).

Un adolescente echó mano de un tabaco. Se dirigió a un callejón donde nadie lo viera y lo encendió. Sabía a rayos pero hacía que se sintiera mayor, hasta que vio a su padre. Rápidamente, el joven se llevó el cigarrillo a la espalda y trató de ser lo más natural que pudo. Durante un momento, padre e hijo bromearon. Luego, tratando de desviar cuanto fuera posible la atención de su padre, el muchacho vio una valla publicitaria que anunciaba un circo.
—¿Puedo ir, papá? —preguntó—. ¿Puedo ir al circo cuando llegue a la ciudad?.  ¡Por favor, papá!
La respuesta de su padre fue tal que jamás la olvidaría (y nosotros haremos bien en recordarla).
—Hijo —respondió tranquilamente, pero con firmeza—, una de las primeras lecciones que tienes que aprender de la vida es que jamás puedes pedir nada mientras, al mismo tiempo, intentas ocultar una desobediencia humeante detrás de la espalda.
Los caballos árabes pasan por un riguroso proceso de doma en los desiertos del Próximo Oriente.  El domador les exige obediencia absoluta y los pone a prueba para ver si están completamente formados.  La prueba final casi supera la capacidad de resistencia de cualquier ser vivo. El domador obliga a los caballos a pasar varios días sin agua. Luego los suelta y, como es de esperar, empiezan a galopar hacia el agua. Pero justo en el momento en que llegan al abrevadero, antes de que puedan hundir el hocico y beber, el domador hace sonar el silbato. Los caballos que están completamente domados y han aprendido a ser absolutamente obedientes, se detienen, dan media vuelta y regresan al paso junto al domador. Tiemblan porque desean, ansían, beber; pero, perfectamente obedientes, esperan. Cuando el domador está seguro de que tiene su obediencia, les hace una señal para que regresen a beber. Quizá pueda parecer duro, pero cuando se está en el desierto de Arabia, donde no hay caminos y la vida depende de un caballo, es mejor que esté domado y sea obediente.
Tendremos la seguridad de ser salvos cuando hayamos aprendido a obedecer plenamente a nuestro Padre celestial. Basado en Lucas 6:46

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill