viernes, 20 de noviembre de 2009

A UNA CUADRA DEMOSTRAR BONDAD

Que su amabilidad sea evidente a todos. El Señor está cerca (Filipenses 4:5).

Mi abuelita fue una persona vigorosa y con mucha fuerza, sin embargo, su salud fue afectada y ahora yace en una cama. Hace unos días fui a visitarla. Ya casi no hablaba ni se movía. Me acerqué a su cama y le dije al oído: « ¡Abue, soy Edith, te quiero mucho!» Sin esperar su respuesta la tomé de las manos y le sonreí. Ella volteó a verme y dijo: «Pensé que nadie me quería». Tuve que voltear mi rostro para respirar profundo y recobrar la entereza.
Mi mente se fue al pasado y recordé como nos cuidó a mi hermana y a mí en la niñez. Luego, cuando éramos adolescentes, llegaba de visita justo cuando veíamos la televisión, se sentaba y nos hablaba de Dios y de lo malo que era perder el tiempo. Como no podíamos oír la televisión y a ella al mismo tiempo, terminábamos por apagarla un tanto molestas. Ya cuando estudiábamos en la universidad recorría con mucho esfuerzo la cuadra de distancia entre su casa y la nuestra para ver que estuviéramos bien. Poco a poco sus fuerzas fueron menguando y, a veces, no lograba llegar hasta mi casa, de modo que alguien piadoso la tenía que ayudar a regresar a la suya.
Ahora estaba en su cama, mirándome. Regresé a la realidad y le dije: «Todos te queremos: tienes hijos, nietos, bisnietos». Le acaricié sus manos durante un largo rato, las cuales habían hecho mucho por mí. Se las solté, pues ya me iba, y con mucho esfuerzo ella buscó desesperada de nuevo mis manos. Medité en el poco esfuerzo que yo hacía para recorrer la cuadra que nos separaba. Tenía semanas que no la veía. Mi vida se enfrascaba en tantas cosas: escuela, trabajo, amigos.
En ese momento decidí visitarla con mayor frecuencia. Regresarla un poco de lo mucho que ella dio por mí. Agradecí a Dios la oportunidad que me dio de recapacitar, pues todavía la tenía con vida. Muchas veces en nuestra vida agitada y llena de compromisos perdemos de vista el ministerio de bondad de Dios quiere que realicemos. Te ánimos a visitar a personas que tiene necesidades afectivas. Regálales una sonrisa y muestras de cariño.

Edith Varela Sosa
Tomado de la Matutina Manifestaciones de su Amor.

NO DUERMAS. ¡ORA!

Manténganse constantes en la oración, siempre alerta y dando gracias a Dios. Colosense 4:2.

(Papás: la historia que se desarrollará durante los próximos días puede no ser adecuada para los niños de corta edad a causa de la violencia.)

Una de las historia más emocionantes quejamos me han contado sobre el cuidado de Dios es la que escuché de una misionera retirada, Juanita Kretschmar. Durante uno de sus viajes misioneros, Juanita conoció a cierta dama llamada Norma que le contó un milagro que Dos había obrado en su vida.
Norma era la esposa de un pastor Adventista que trabajaba en un país asediado por la guerra. Estaba muy involucrada con la división infantil de la iglesia. Cuando llegó el momento de empezar un nuevo programa decidió ir a la sede de la Asociación para obtener los materiales necesarios para el siguiente trimestre.
Deposito unas cuantas pertenencias en la maleta y puso la Biblia y el himnario en su estuche. Luego, ella y su hijo de cinco años tomaron el autobús para ir a la oficina de la asociación. En lugar de regresar esa misma noche, se quedaron a dormir en una casa de huéspedes.
Antes de acostarse, Norma y su hijo adoraron a Dios y apagaron la luz.
Poco después de media noche Norma escuchó una voz.
-No duermas. ¡Ora!
Convencida de que Dios le hablaba, Norma se arrodilló junto a la cama. Oró por ella, su esposo y su hijo y toda la familia de su iglesia. Luego volvió a meterse en la cama.
-No duermas. ¡Ora!
Se puso de rodillas otra vez y pidió a Dios que les mostrase si había algún pecado que era preciso confesar. Después de esto oró por sus familiares y por las personas que recibían estudios bíblicos. Una vez más regresó a la cama. Pero la voz habló de nuevo.
-No duermas. ¡Ora!
(Continuará)

Tomado de la Matutina El Viaje Increíble.

ADICTOS A LA ASOMBROSA GLORIA DE DIOS

Hermanos, yo mismo o pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago; olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús. Filipenses 3:13,14.

El apóstol Pablo fue un “adicto” a la gloria de Dios. Por eso precisamente dijo: «Por lo tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor» (2 Cor. 3:18). En pocas palabras, venía a decir: «Ser como Jesús es mi ansiedad, mi búsqueda, mi desesperación. Me parece que nunca tengo suficiente de él».
Un adicto a una sustancia nunca está satisfecho; siempre necesita más. Cuanto más aumenta su nivel de tolerancia, mayor es la fuerza que lo impulsa a alimentar su hábito con una creciente cantidad de la sustancia en cuestión. No asombra que Pablo expresar el anhelo de su corazón de la siguiente manera: «Olvido lo que queda atrás. Prosigo, no cejo en mi empeño hasta alcanzar mas cada vez». Probarlo una vez no fue suficiente. Un milagro no lo llenó. Acudir a la sinagoga no satisfizo sus ansias. Ni siguiera el encuentro camino a Damasco fue el final. El apóstol nunca estuvo satisfecho. Pablo fue adicto. Estaba para siempre poseído por el poder de Dios y por su gloria, como por un anzuelo del cual no podía desprenderse.
Dios anhela que su iglesia sea un ejército de adictos, de creyentes desesperados por ser transformados a la imagen de su Hijo.
Si tu relación con Dios y la devoción que le manifiestas han llegado a ser previsibles y aburridas, te desafío para que busques a una persona que no conozca a Jesús y compartas el amor que Dios ha derramado en tu corazón. Ese amor, que has recibido gratuitamente, debes compartirlo de la misma manera. Permite que el Espíritu Santo te tome. Él puede cambia en segundos tu rutina y convertirte en un apasionado discípulo de Jesús.
Deja que el poder del Altísimo derribe las barreras de tu indiferencia religiosa. Comienza a gritar lo que Jesús ha susurrado a tus oídos. Di al mundo entero lo que el Señor ha hecho por ti. Sé un adicto a la gloria de Dios.
Grita hoy con voz de triunfo, y con la melodía de un dulce canto: «Jesús es el Salvador del mundo». Que se escuche en toda tu ciudad ¿Sabes que sucederá? Un rio de avivamiento fluirá en tu corazón. No esperes más. Experimenta hoy un avivamiento.

Tomado de la Matutina Siempre Gozosos.