sábado, 30 de junio de 2012

MALDICIONES VOLADORAS


«Como gorrión perdido o golondrina sin nido, la maldición sin motivo jamás llegará a su destino» (Proverbios 26: 2).

Hoy visitaremos una cueva. ¿Oyes ese sonido de alas batiéndose? Parece que viene de arriba. Creo que son murciélagos. Están volando por todas partes. Espera un momento. No son murciélagos. ¡Son aves! Desde lejos parecían murciélagos, pero ahora veo que son golondrinas. Si te fijas podrás ver sus nidos en las paredes de la cueva, fijados con un pegamento hecho por ellas mismas.
Tal vez habrás visto algunas golondrinas volando por tu vecindario. Cuando cazan insectos su vuelo es veloz y acrobático, y pareciera que no frenaran. De hecho pareciera que nunca se posan en ningún lugar ¿Alguna vez alguien ha dicho algo de ti que no te resultó muy agradable? Si eso no te ha pasado nunca, en algún momento te pasará. Pero el versículo de hoy dice que «la maldición sin motivo jamás llegará a su destino». Al igual que las golondrinas, las malas palabras, insultos o chismes que alguien pueda decir no caerán sobre ti. Cuando eres una persona buena con los demás, no tienes de qué preocuparte. La gente se dará cuenta de que no te mereces lo que se ha dicho de ti y te respetarán por lo que eres. Así que no te preocupes por las «maldiciones voladoras», que nunca caerán sobre ti.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

PROMESAS


Encomienda a Jehová tu camino, confía en él y él hará. (Salmos 37:5).

Soy una persona práctica y para mí «ver es creer».  Sin embargo, en mi relación con Dios, he tenido que aprender una importante lección respecto a ejercer una total confianza. En mi vida han surgido situaciones en las que Dios ha mostrado su presencia y dirección. Siempre que llegan las pruebas pienso en lo conveniente que es recordar aquella hermosa promesa: «Encomienda a Jehová tu camino, confía en él y él hará». Los versículos 6 y 7 del mismo salmo nos proporcionan una clave respecto a nuestro caminar con Dios: «¡Encomienda tus pasos, confía, escucha y espera!».
Dios no nos dice únicamente lo que debemos hacer, sino que también nos enseña la forma de hacerlo. La Biblia encierra hermosas promesas como la encontrada en el versículo 4 del mismo pasaje: «Deléitate en el Señor, y él te dará los deseos de tu corazón». ¿Qué significa deleitarse en el Señor?
He descubierto que cuando hago su voluntad siento un apacible gozo y una sensación de felicidad. Como consecuencia él me da aquello que yo misma escogería de conocer el fin desde el principio. Posiblemente la respuesta recibida no sea lo que mi corazón desea; no obstante, a su debido tiempo descubriré que la alternativa que el Señor me presenta es la que más me conviene.
Cuando el ángel se le apareció a María, ella creyó en cada una de sus palabras, aun cuando nada parecía favorecerla: una futura madre soltera en una cultura donde la mujer no era valorada. Quizá también corría el riesgo de ser apedreada. ¿Tendremos el valor necesario para actuar por fe como María, o para decir como Elizabeth: «¡Bienaventurada la que creyó»? Así como Dios tenía un plan para ellas, de la misma manera tiene uno para cada mu de nosotras.
Debemos permitir que en su silencio Dios transforme nuestras vidas y guíe nuestros pasos. No es fácil decirle a Dios «hágase tu voluntad, Señor», y esperar tranquilamente su respuesta. Tampoco será fácil «deleitarse en Jehová» cuando las cosas no vayan de acuerdo a nuestras preferencias, o no coincidan con nuestra agenda. Aun así, debemos encomendar, confiar, guardar silencio y esperar en el Dios de lo imposible.
Mi querida hermana, permitamos que el Señor, el alfarero divino, nos modele en su gracia.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Sherie Lynn Vela

EL GUARDIÁN DE LOS ARROYOS


Pues a ti [...] yo te he puesto como centinela. Ezequiel 33:7

Cuenta Peter Marshall, ex capellán del senado de los Estados Unidos, que hace muchos años vivía en las montañas de los Alpes «el guardián de los arroyos». Nadie lo veía trabajar, pero los habitantes del pueblo sabían que bebían agua limpia gracias a él. Todos los días limpiaba las cabeceras de las fuentes de agua de las hojas y de las ramas que caían de los árboles.
Cierto día se reunió la Junta Municipal para estudiar el presupuesto del siguiente año. Al revisar los gastos para mantenimiento vieron una partida asignada al «guardián de los arroyos».
—¿Quién ha visto a este «guardián de los arroyos»? —preguntó alguien. 
—Parece que estamos regalando ese dinero —dijo otro. 
Al final decidieron sacarlo del presupuesto. Y nadie lo echó de menos... hasta que las hojas y las pequeñas ramas de los árboles comenzaron a caer. Poco a poco la basura se acumuló en tal cantidad en las cabeceras de los arroyuelos, que en cuestión de unas pocas semanas el agua comenzó a mostrar un color amarillento. Días más tarde se tornó oscura. Entonces la gente comenzó a enfermarse.
Alarmados, los miembros de la Junta Municipal volvieron a reunirse. ¿Qué estaba causando esta calamidad? Era el agua. Después de examinar la situación, decidieron reincorporar al fiel trabajador. En cuestión de semanas, los habitantes del pueblo disfrutaron una vez más de las cristalinas aguas de sus arroyos (The Best of Peter Marshall [Lo mejor de Peter Marshall], pp. 66, 67).
«Y esto, ¿qué tiene que ver conmigo?», podrías preguntar. Mucho, porque estás en este mundo para cumplir una misión aún más importante que la de cuidar de las fuentes de agua. Hoy Dios cuenta contigo para que seas un guarda, un centinela, de los principios de su Santa Palabra. Cuenta contigo para que seas su representante dondequiera que estés.
Cuando día tras día, silenciosamente, cuidas de tu mente y de tu cuerpo, cuando respetas a tus padres, cuando resistes con firmeza la presión de tus amigos a hacer lo malo, cuando vives una vida íntegra, entonces, al igual que el «guardián de los arroyos», te conviertes en una bendición para los demás. Y lo que es todavía más importante, honras el nombre de Aquel que vino a este mundo no para ser servido, sino para servir.
Santo Espíritu dame hoy tu poder para ser un fiel guardián de tus verdades eternas.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

DÍGALO TAL CUAL ES


«¿Cuántas son mis iniquidades y pecados? Hazme entender mi transgresión y mi pecado» (Job 13: 23).
Suponga que lo invito a visitamos a mí y a mi esposa en Florida y que le menciono que estoy seguro de que disfrutará de la estancia si le gustan los animalitos peludos que rondan por los alrededores de la casa. Usted podría pensar: «Ah, el pastor tiene gatitos. Fantástico, porque me gustan los gatitos». Pero yo le digo: «No, no. Gatitos no... ¡Ratas!». Sabiendo eso, ¿cómo se sentiría si tuviera que venir a visitarnos?
Es un hecho demostrado que las personas tienden a evitar todo aquello que tiene una imagen negativa. Y cuanto mayor es la negatividad de la imagen, más se quiere evitar. Según Science Daily (16 de diciembre de 2009), la capacidad de una persona para resistir, por ejemplo, a una tentadora galleta depende de la gravedad de la amenaza que se perciba tras ella.
Varios científicos estudiaron las técnicas que permiten que la gente se resista a los alimentos y otras tentaciones. Descubrieron que cuando las personas se enfrentan a tentaciones que amenazan sus objetivos a largo plazo (ya sea la dieta, el control del humor, el gasto de dinero, etc.), un método para ayudar a resistir la tentación es hacer hincapié en la negatividad del resultado de caer en ella.
Por ejemplo, en cierto estudio, a los participantes se les pidió que estimaran las calorías de una galleta en particular que se les ofrecía. Los participantes que tenían un claro objetivo de adelgazamiento pensaron que la galleta tenía más calorías y era más perjudicial para alcanzar su objetivo a largo plazo de perder peso. Por tanto, resistirse a tomar la galleta les resultaba más fácil.
Cuando nos enfrentamos a una tentación, no solo debemos pensar, sino también destacar las consecuencias negativas de ceder a ella. Es preciso que veamos el pecado con toda su repugnancia, todo su horror y toda su desfachatez. No hay «mentirillas inocentes». «Los labios mentirosos son abominables para Jehová, pero le complacen quienes actúan con verdad» (Prov. 12:22). Fornicar no es solo mantener una «relación íntima». «¿Cómo, pues, haría yo este gran mal y pecaría contra Dios?» (Gen. 39:9). El adulterio no es tan solo «una aventura» «Porque yo reconozco mis rebeliones, y mi pecado está siempre delante de mí». (Sal. 51:3). Comer y beber lo que el Señor ha prohibido no es una simple «convención social». «Daniel propuso en su corazón no contaminarse con la porción de la comida del rey ni con el vino que él bebía» (Dan 1:8).
Así como las ratas no son simplemente «animamos peludos», el pecado no es tan solo «otra manera de hacer las cosas».  Basado en Mateo 26:41

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill