miércoles, 17 de abril de 2013

INSTRUCCIONES DE EBRIO

Lugar: Mississippi, EE.UU. 
Palabra de Dios: Lucas 6:39

- Dobla un poquito para la izquierda... No, detente allí... Bueno, ¡sigue...!
Obviamente, el hombre que se encontraba en el asiento del acompañante estaba dando instrucciones, pero, evidentemente no eran muy buenas. Los demás automovilistas tocaban sus bocinas y les gritaban, y no era para asombrarse: el auto avanzaba a los saltos, metiéndose entre los autos y zigzagueando peligrosamente de un lado al otro. ¡Era un accidente esperando por ocurrir!
Afortunadamente, un oficial de policía vio el auto, y pronto sus luces azules estaban encendidas.
-Oh, no -murmuró el hombre en el asiento del acompañante-. ¡La policía no! Bueno, desacelera. Ahora, dobla a la derecha. Pisa el freno.
El auto se detuvo, y el policía se detuvo detrás de ellos.
Cuando el oficial se paró al lado de la puerta del conductor, se dio cuenta de que algo no estaba bien. El conductor giró su cabeza en dirección al policía, pero no parecía estar mirándolo. Le llevó un segundo registrar su impresión: el hombre estaba ciego. ¿Qué estaba haciendo un hombre ciego manejando un auto? No es de sorprender que hubiera estado zigzagueando por el camino. El hombre en el asiento del acompañante tampoco era de mucha ayuda.
-Estoy demasiado ebrio para manejar - dijo el acompañante, arrastrando las palabras-. Mi amigo, aquí, me está ayudando.
El policía no lo podía creer. Un borracho dándole instrucciones de cómo manejar a un ciego. No muy seguro, ¿no? Y eso es lo que Jesús estaba tratando de decir cuando dijo "¿acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán ambos en el hoyo?"
En otras palabras, si nosotros, como pecadores, dependemos solo unos de otros para mantenernos en el camino correcto, terminaremos en grandes .problemas. En lugar de eso, deberíamos depender del mejor Guía que hay: Jesús. Si permitimos que él guíe nuestras vidas, llegaremos a nuestro destino final, sanos y seguros.
Así que, no seas como el ciego que guía a otro ciego, o como un ebrio guiando a un ciego. Permite que Jesús te ayude a permanecer en el camino correcto.

Tomado de Devocionales para menores
En algún lugar del mundo
Por Helen Lee Robinson

MIRA LAS ESTRELLAS

Consideré entonces la sabiduría, la necedad y la insensatez [...], y pude observar que hay más provecho en la sabiduría que en la insensatez, así como hay más provecho en la luz que en las tinieblas. El sabio tiene los ojos bien puestos, pero el necio anda a oscuras. Eclesiastés 2:12-14.

La Vía Láctea es una belleza natural que podemos observar parcialmente cuando levantamos los ojos al cielo. Su nombre, «camino de leche», proviene de la mitología griega, que se inspiró en el parecido que tiene esta galaxia con la leche derramada de una mujer que acaba de ser madre. También es conocida como «camino al cielo», pues atraviesa el firmamento de lado a lado agrupando a millones de estrellas.
El profeta Isaías, seguramente impresionado por este espectáculo nocturno, exclamó: «Alcen los ojos y miren a los cielos: ¿Quién ha creado todo esto? El que ordena la multitud de estrellas una por una, y llama a cada una por su nombre. ¡Es tan grande su poder, y tan poderosa su fuerza, que no falta ninguna de ellas!» (Isa. 40:26).
Me resulta verdaderamente impresionante y conmovedor saber que Dios, aun a las estrellas, conoce por su nombre, y que se da cuenta si una de ellas falta. ¡Verdaderamente grandioso! Si Dios extiende las estrellas y los astros sobre el firmamento, ¿debiéramos dudar del amor y el cuidado que prometió a sus criaturas?
Dios se ocupa de todos los seres humanos del mundo y desea darnos atención personalizada. No nos ve como un puñado de seres que vagan a su suerte por este planeta. Nuestro Padre celestial nunca se olvida de ninguno de sus hijos y tampoco presta atención preferencial a unas personas en detrimento de otras. Dios no hace acepción de personas, sino que a cada una concede una consideración especial.
En el vasto universo, «el Señor conoce a los suyos» (2 Tim. 2:19). Tú y yo somos sus hijas, y muy pronto seremos llamadas para formar parte de su gran familia. No importa dónde te encuentres, ni cómo te encuentres, él tiene contados aun los cabellos de tu cabeza (Luc. 12:7).
Por eso, en este amanecer, levanta tus ojos al cielo, mira las estrellas, y siéntete profundamente amada por tu Creador.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Aliento para cada día
Por Erna Alvarado

ENCUENTRO EN UN CAMPO DE CONCENTRACIÓN

Esto es mi sangre del pacto, que es derramada por muchos para el perdón de pecados (Mateo 26:28).

Simón Wiesenthal cuenta en su libro The Sunflower [El girasol], algo que ocurrió durante la Segunda Guerra Mundial en uno de los campos de concentración nazi donde estuvo preso. Un joven oficial de la SS (escuadrones de seguridad) estaba gravemente herido y había pedido que se trajera ante su presencia a alguna persona de origen judío. La SS fue una de las organizaciones más grandes y poderosas de la Alemania nazi y responsable de las mayores atrocidades contra los judíos como, por ejemplo, la administración de campos de exterminio donde murieron millones de personas. Simón Wiesenthal cuenta que él fue seleccionado para comparecer ante el joven oficial agonizante. Cuando llegó, el alemán empezó a confesar los crímenes que había cometido contra los judíos y después le pidió a Simón que lo perdonara. ¿Qué habrías hecho tú? ¿Lo habrías perdonado?
Simón Wiesenthal comenta que rehusó perdonarlo. Tal vez tenía razón. Solo puede perdonar una ofensa aquella persona que la ha recibido. Simón no había sido víctima personal de ese oficial y por lo tanto no podía perdonarle sus crímenes. Toda búsqueda de perdón requiere un acto de confesión honesto; es decir, una confesión ante la víctima. ¿Qué pasa cuando la persona que ha sido víctima de una ofensa no tiene el ánimo de hacerlo, si ha muerto, por ejemplo, o no está dispuesta a perdonar? ¿Es imposible obtener el perdón en estos casos? La Biblia dice que Dios es quien, finalmente, otorga el perdón. Esto es así porque cualquier ofensa que realizamos contra otro ser humano es una ofensa contra Dios, su Creador y Redentor.
El hecho de que Dios sea quien otorgue el perdón no nos libera, sin embargo, de la responsabilidad de perdonar a quienes nos han causado daño. Dios ha dicho que perdonar a quienes nos ofenden es un deber del cristiano. Desde el punto de vista bíblico, el perdón a los demás no es opcional. Cristo mismo lo ejemplificó cuando perdonó a sus verdugos mientras moría en la cruz. Esta es quizá una de las responsabilidades más difíciles que el cristiano debe cumplir. Cuando pienso en esta responsabilidad llego a la conclusión de que solo Dios puede ayudarnos a cumplirla cuando nos da su Espíritu. Cuando perdonamos nos parecemos más a él. Además, somos transformados para participar en la obra de restaurar a otros.
Hoy te invito a perdonar a quienes te han lastimado. No importa quiénes sean. Tal vez estén lejos, pero haz tuya la oración de Jesús: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen» (Luc. 23:54).

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
¿Sabías que..? Relatos y anécdotas para jóvenes
Por Félix H. Cortez

LA VID Y LAS RAMAS

Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador. Juan 15:1.

En sus lecciones, Cristo no aspiraba a [enseñar] cosas grandilocuentes o imaginarias. Él vino a enseñar, de la manera más sencilla, verdades que eran de vital importancia, de forma que incluso aquellos a los cuales llamó recién nacidos pudieran entenderlas. Sin embargo, en sus imágenes más simples, había una profundidad y belleza que las mentes más educadas no podían agotar...
La vid había sido utilizada a menudo como un símbolo de Israel, y la lección que ahora Cristo les daba a sus discípulos provenía de allí. Podría haber empleado la elegante palmera para referirse a sí mismo. Podría haber utilizado el majestuoso cedro que se erguía hacia los cielos o el vigoroso roble que esparcía sus ramas y las elevaba hacia las alturas para representar la estabilidad e integridad de los que siguen a Cristo. Pero en su lugar, acudió a la vid, con sus zarcillos pegajosos, para representarse a sí mismo y su relación con sus seguidores verdaderos. "Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador".
Nuestro Padre celestial plantó una Vid divina en las colinas de Palestina, y él mismo era el Labrador. No tenía una forma distinguida que a primera vista diera una impresión de su valor. Parecía haber surgido como una raíz de tierra seca, y no atrajo mucha atención. Pero cuando se llamó atención a la planta, algunos declararon que era de origen celestial. La gente de Nazaret quedó absorta al ver su belleza; pero cuando captaron la idea de que sería más vistosa y atraería más atención que ellos mismos, lucharon por arrancar la preciosa planta, y la lastimaron y hollaron bajo sus pies blasfemos. Pensaban destruirla para siempre. Pero el Labrador celestial nunca perdió de vista a su planta. Cuando la gente pensaba que la habían matado, la tomó y la replantó al otro lado del muro. La ocultó de la vista terrenal...
Cada rama que lleva fruto es un representante vivo de la vid, porque lleva el mismo fruto que la vid... Cada rama mostrará si tiene o no tiene vida; porque donde hay vida hay crecimiento. Hay una comunicación continua de las propiedades salutíferas de la vid, lo cual es demostrado por los frutos que las ramas llevan.
Como el injerto recibe vida cuando se lo une a la vid, así el pecador participa de la naturaleza divina cuando se conecta con Cristo. Los hombres y mujeres finitos se unen con el Dios infinito.— Review and Herald, 2 de noviembre de 1897.

Tomado de Meditaciones Matutinas para adultos
Desde el Corazón
Por Elena G. de White