lunes, 11 de febrero de 2013

PERDIDO EN IRLANDA


Lugar: Irlanda
Palabra de Dios: Salmo 66:19,20.

En la Biblia, el salmista alaba a Dios diciendo: "Dios sí me ha escuchado, ha atendido a la voz de mi plegaria. ¡Bendito sea Dios, que no rechazó mi plegaria ni me negó su amor!." Dios no solo escucha y responde nuestras oraciones, sino también nos ama y nos cuida.
Joseph Scriven aprendió cuan cierto era esto cuando era un niño pequeño. Había estado jugando fuera de su casa, cuando vio una mariposa que volaba sobre unas flores. Dejando lo que estaba haciendo, comenzó a perseguir la mariposa. Y la mariposa voló un poquito para un lado y luego se detuvo sobre otra flor. Luego, aleteó un poquito más, manteniéndose fuera del alcance del niño.
-Ven aquí -trataba de convencerla Joseph.
El niño perdió la noción del tiempo mientras perseguía a la mariposa, que iba de flor en flor. El pasto fue haciéndose cada vez más alto; y luego de una larga persecución, la mariposa finalmente voló fuera de su vista.
Deteniéndose para recuperar el aliento, Joseph miró a su alrededor. Luego, comenzó a asustarse. No podía ver su casa por ninguna parte. ¿Hacia dónde debía ir? ¿Qué pasaría si no encontraba su casa antes de la noche? Asustado y solo, se arrodilló y oró, pidiendo a Dios que lo ayudara. Cuando se levantó y comenzó a caminar, sintió como si alguien lo estuviese guiando. Pronto, encontró el camino a su casa.
Joseph Scriven nunca olvidó lo ocurrido ese día. Muchos años más tarde, cuando su madre estaba enferma, él escribió un poema y se lo envió, como un recordativo de que Jesús, nuestro amigo, está siempre cerca. Más tarde, alguien compuso la música para las palabras que él escribiera. Probablemente, hayas cantado este conocido himno: "Oh, qué amigo nos es Cristo". Cuando puedas, búscalo en el himnario y lee sus palabras. Todavía continúa siendo cierto, hoy en día, que podemos llevar "todo a Dios en oración".

Tomado de Devocionales para menores
En algún lugar del mundo
Por Helen Lee Robinson

LA FUENTE DE LA FELICIDAD


Pero queda la firme esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios.  Romanos 8:20-21.

La búsqueda de la felicidad es inherente a todos los seres humanos, y no podría ser de otra manera, siendo que el Creador nos hizo para que viviéramos felices. Algunas corrientes humanistas aseguran que la felicidad se genera en un «motor» interno que todos poseemos y que podemos poner en marcha cuando lo deseemos. En otras palabras, podemos atraer la felicidad si pensamos en cosas que nos hacen felices.
Esto suena bastante sencillo, ¿no te parece? Sin embargo, creo que no siempre resulta así. Tras la caída del hombre en el Edén, vivimos bajo la ley del pecado y de la muerte, y esto acarrea dolor y temor en el alma de todo ser humano. La única forma de librarnos de esta ley de muerte es aceptar el sacrificio de Cristo en la cruz, para que de tal manera podamos vivir una vida nueva bajo la ley del Espíritu. En Romanos leemos: «Pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte» (8:2). Cuando este milagro se hace posible en la vida de una persona, ya está en el camino a la felicidad; esta maravillosa verdad trae verdadero e inagotable gozo al corazón, y podemos estar tranquilas con una ración diaria de contentamiento.
La felicidad de la que te hablo no es una emoción eufórica, efímera y fugaz que se evapora frente a los problemas y dificultades. ¡De ninguna manera! La felicidad que Dios nos ofrece está cimentada en la convicción de que los seres humanos somos salvos en Cristo Jesús. Esta es una alegría que podemos renovar cada amanecer, independientemente de las circunstancias que nos rodeen.
Dios nos llama a ser mujeres de gozo. Somos responsables de nuestras familias, y es en casa donde tenemos que mostrar la felicidad de ser hijas de Dios, redimidas y salvas por la gracia infinita que el cielo derramó a nuestro favor. Hoy podemos vivir la alegría anticipada de la gloria que nos espera en el reino de los cielos; es un gozo que nos ayuda a vivir un día a la vez y nos libra de la incertidumbre que pudiera generarnos el futuro.
La felicidad entonces no consiste en pensar en cosas que nos hagan felices, sino más bien radica en la decisión de mantener nuestra mente fija en Cristo.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Aliento para cada día
Por Erna Alvarado

AMOR INCONDICIONAL


¡Cuán bella eres, amada mía! ¡Cuán bella eres! ¡Tus ojos son dos palomas! (Cantares 1:15).

Tras la fachada de ladrillos rojos de la residencia de los Barrete se ocultaban muchos secretos. La señora había muerto; la puerta de su habitación quedó cerrada con llave desde el día de su deceso por una simple orden de su esposo, el cual prohibió la mención de su nombre a partir de ese día. El señor Barrett que, según las apariencias era muy religioso, controlaba a su familia y le exigía obediencia ciega en nombre de la autoridad bíblica. Sus hijos temblaban a causa de su presencia «todopoderosa».
Tan solo tres de sus hijos se atrevieron a desafiar su autoridad al casarse. Una de ellos fue Elizabeth. Su decisión le deparó el castigo de su padre y sus hermanos durante el resto de su vida. Elizabeth no tomó su decisión de casarse sin temor. El torbellino que sentía interiormente no reflejaba solo los problemas que tenía con su padre, sino su permanente batalla con la vergüenza. Una vez confesó a Robert que lo dejaría «probarla durante un invierno» y luego le pediría que la alejara de su vida si lo desilusionaba. En otra ocasión, consideró que quizá ella debía morir ese invierno, antes que desilusionarlo en cualquier cosa.
Para Robert, la decisión de casarse había sido más sencilla. «Lo que quiero decir al casarme contigo», concluyó en su carta del 3 de agosto de 1845, «es que estaré a tu lado para siempre». Ella le dijo que estaba ciego, pero que por el momento aceptaba su ceguera. Después de analizar la profundidad y la anchura de la devoción de Robert sin hallar grietas, sucumbió finalmente a un amor incondicional que finalmente había «conquistado el temor».
Robert Browning consideró que Elizabeth Barret era muy valiosa. Lo mismo hizo Dios por nosotros. En respuesta a nuestra búsqueda de dignidad personal y de sanidad de la vergüenza desgarradora que ha dañado a la familia humana durante tantas generaciones, Dios ofrece las buenas nuevas de su amor incondicional. Ese amor incondicional nos confiere un valor infinito, como creaciones del Señor y como sus hijos e hijas. Son las mejores noticias que alguna vez hayamos escuchado. Buenas noticias, tan inalterables como inalterable es Dios. Su proclamación trae sanidad. Ese amor incondicional conquista el temor de nuestra indignidad y nos confiere valor eterno. Es el mejor medio para aprender a disfrutar la vida que el cielo nos concede.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
¿Sabías que..? Relatos y anécdotas para jóvenes
Por Félix H. Cortez

EL DESCANSO DEL CRISTIANO


Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga. Mateo 11:28-30.

El mundo está lleno de agitación, pruebas y dificultades. Es una tierra enemiga, y a cada ocasión nos asaltan las tentaciones. "En el mundo —dice Jesús— tendréis aflicción, pero confiad; yo he vencido al mundo" (Juan 16:33). También dice: "Mi paz os doy" (Juan 14:27).
Nuestro Salvador representa sus requisitos como un yugo, y la vida cristiana consiste en llevar cargas. Sin embargo, al contrastar estos con el cruel poder de Satanás y con las cargas impuestas por el pecado, él declara: "Mi yugo es fácil, y ligera mi carga". Cuando intentamos vivir la vida de un cristiano, llevar sus responsabilidades y cumplir sus deberes sin Cristo como ayudador, el yugo es mortificante y la carga es intolerablemente pesada. Pero Jesús no desea que hagamos esto...
Muchos profesan venir a Cristo, mientras se aferran a sus propios caminos, que son un yugo doloroso. El egoísmo, la envidia, la ambición, el amor al mundo u otro pecado acariciado, destruye su paz y gozo...
El cristiano debe buscar representar a su Maestro en cada acto, para hacer que su servicio parezca atractivo. Que nadie haga de la religión algo repulsivo por medio de un pesimismo persistente, y al relatar sus pruebas y dificultades, su negación propia y sus sacrificios, que se note que el amor de Cristo es un motivo permanente en usted; que su religión no es como un manto que puede quitarse y ponerse según lo demandan las circunstancias, sino un principio, calmado, constante, invariable, algo que gobierna toda su vida...
Sea cual fuere su suerte en la vida, recuerde que usted está al servicio de Cristo, y manifieste un espíritu satisfecho y agradecido. Sea cual fuere su carga o su cruz, levántela en el nombre de Jesús, llévela con su fuerza...
El amor a Jesús no puede ser escondido, sino que se hará ver y sentir... Hace audaz al tímido, diligente al perezoso, sabio al ignorante. Hace elocuente la lengua vacilante y eleva a nueva vida y vigor el intelecto dormido... La paz en Cristo es de mayor valor que todos los tesoros de la tierra.— Signs of the Times, 17 de diciembre de 1885; parcialmente en Reflejemos a Jesús, p. 175.

Tomado de Meditaciones Matutinas para adultos
Desde el Corazón
Por Elena G. de White