sábado, 27 de octubre de 2012

NO PUEDO VER


«Dicho esto, mientras ellos lo estaban mirando, Jesús fue levantado, y una nube lo envolvió y no lo volvieron a ver» (Hechos 1:9).

Recuerdo una vez que andaba de excursión por las montañas Adirondack en el estado de Nueva York, en Estados Unidos. Era un día frío y húmedo, y mis amigos Dave.  Debbie y yo ya estábamos cansados, pero faltaba poco para llegar a la cima de la montaña que estábamos subiendo. Finalmente llegamos a la cima, y nos quedamos boquiabiertos con la vista que podía disfrutarse desde allí. Entre la montaña en la que estábamos y la siguiente montaña había un estrecho valle, y en medio de este una angosta línea de nubes. ¡Estábamos más arriba de las nubes!
De repente, escuchamos un estruendo a la distancia y cuando levantamos la mirada, vimos dos aviones de combate de la Fuerza Aérea que venían directos hacia nosotros. En cuestión de segundos se lanzaron en picada, volaron hacia las nubes y se perdieron en la distancia. ¡Fue muy emocionante!
Hubo un instante en que los aviones se metieron entre las nubes y no pudimos verlos. A pesar de que las nubes están hechas de agua, estas lograron esconderlos de nuestra vista. El pecado puede ser así.
Puede lucir divertido, pero esconde a Jesús de nuestra vista. No permitas que las «nubes» del pecado te impidan ver a Jesús. Mantente en cielos despejados y fija tu mirada en él.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

LLENO DE AMOR Y GRATITUD


Dando siempre gracias por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo.  (Efesios 5:20).

Algunas personas tienen la tendencia a quejarse y a lamentarse por la más mínima cosa que les sucede o les falta. Si llueve, les molesta; lo mismo si el sol calienta demasiado, o si acaso hay mucha brisa; o tal vez porque el aire no corre.
El espíritu de gratitud es un don que debemos solicitar al cielo. Algo maravilloso es levantarnos en la mañana y ver, oír, oler, tocar, gustar y palparlo todo a nuestro alrededor. ¡Cuánta alegría y satisfacción debería causarnos escuchar el trino de los pájaros, así como la oportunidad de entonar alabanzas al nombre de nuestro Dios!
Motivo de gozo es también la oportunidad de darles un abrazo a tus hijos, a tu esposo, a tus padres, en caso de que los tengas. Igualmente lo será brindarle una sonrisa a quien encuentres en el camino.
¡Es maravilloso tener los brazos abiertos, 
cuando hay tantos mutilados.
Ver la luz del sol, cuando hay tantos no videntes.
Cantar alabanzas cuando hay miles que son mudos.
Gracias por mis manos trabajadas,
cuando hay tantas que mendigan.
Es maravilloso volver a casa, y tantos hay
que no tienen dónde ir.
Gracias, Señor, por el don de sonreír, de soñar,
cuando hay tantos que lloran.
Es maravilloso tener un Dios en quien creer,
cuando hay tantos que no tienen consuelo ni fe.
Señor, tan poco es lo que nos falta,
¡y tanto por lo que tenemos que agradecerte!
Por lo anterior, y por muchas otras razones, agradece al Dios Todopoderoso sus bondades, ¡incluso da gracias por la adversidad!
Mira a tu alrededor y verás que eres muy privilegiada al tener en abundancia lo que a muchas otras personas les falta. Dejarás de compadecerte cuando entiendas que todo lo debes al Creador del Universo, a nuestro Padre celestial.
Señor, quiero agradecerte esta mañana por la vida. Gracias por mi familia, por los talentos que poseo, porque me has adoptado como hija. Ayúdame a tener un corazón lleno de gratitud hacia ti.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Griselda Chagoya de Urbano

«SOBRE TI FIJARÉ MIS OJOS»


El Señor cuida siempre de quienes lo honran y confían en su amor. Salmo 33:18.

Hace ya algunos años tuve un programa de radio llamado «Punto de referencia». Su lema era: «Nunca llegarás a tu destino si no sabes adónde vas». Muy cierto. ¿Cómo puedo decir «¡Llegué!» si no sé cuál es la meta?
La importancia de saber hacia dónde nos dirigimos la ilustra muy bien Lewis Carroll en Alicia en el país de las maravillas. En un momento del relato, Alicia llega a una encrucijada e, insegura sobre qué dirección tomar, le pregunta al gato:
—¿Por dónde debo ir?
—¿Hacia dónde vas? —inquiere, a su vez, el gato.
—No lo sé —responde Alicia.
—Entonces cualquier camino que tomes te llevará.
Durante mis años juveniles tuve dificultades para definir «el camino» profesional que debía seguir. Un día, mientras cursaba estudios secundarios, decidí escribir para el periódico escolar. El artículo gustó. Y a mí me entusiasmó la idea de seguir escribiendo. Al poco tiempo, los directivos de la institución me pidieron que fuera el director del periódico. Recuerdo que se llamaba Impacto. Acepté y, sin lugar a dudas, allí descubrí mi «gusto» por las letras.
No sé si te interesa saberlo, pero te cuento que estudié Periodismo y me gradué de comunicador social. Alrededor de ese tiempo acepté a Cristo como mi Salvador y decidí que no sería un simple «comunicador social», sino un comunicador del evangelio. Durante varios años serví como pastor de iglesia, pero ahora me dedico de lleno a predicar el nombre de Jesús por medio de las publicaciones.
¿Por qué te cuento todo esto? Porque creo firmemente que Dios, fiel a su promesa, me ha guiado durante todos estos años. Tal como dice nuestro texto de hoy, sus ojos han estado sobre mí.
Y tú, ¿ya sabes hacia dónde vas? Nunca llegarás, a menos que lo sepas. Te propongo que le pidas a Dios que te revele qué plan tiene para ti. Él lo hará con gusto. Y lo que es mejor, no solo te mostrará el camino, sino que también sus ojos estarán sobre ti durante todo el trayecto.
Muéstrame, Señor, el camino que debo seguir, y fija sobre mí tus ojos.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

¿ORGULLOSO O HUMILDE?


«Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte a su debido tiempo» (1 Pedro 5:6).

Cuando mi esposa y yo damos un paseo por el vecindario, pasamos junto a un mandarinero. Las mandarinas tienen un aspecto muy tentador: son redondas, de color naranja brillante y abundantes. En varias ocasiones he alargado la mano y he tomado una mandarina con la esperanza de que fuera dulce y jugosa. Sin embargo, cada vez la recompensa es un sabor amargo y ácido. El árbol, que obviamente es viejo, ha vuelto al estado silvestre y sus frutos son incomestibles. Más de una vez he caído en la tentación de tomar una mandarina; pero, indefectiblemente, acabo arrojándola con desagrado. Las cosas no siempre son lo que parecen.
Tenga en cuenta la historia que Jesús contó de los dos adoradores: un fariseo y un publicano. Los fariseos pertenecían a una secta estricta del judaísmo y los publícanos eran recaudadores de impuestos menospreciados por todos, judíos que cooperaban con los romanos para obtener un beneficio personal. A simple vista, nos encontramos ante el principio de una historia de un hombre bueno contra otro malo, de un justo contra un pecador. ¿Pero quién es quién? Recuerde, las cosas no siempre son lo que parecen.
Jesús dijo que ambos adoradores subieron a la colina del templo para orar. El fariseo fue al templo para que la gente lo viera orar, el publicano fue con la esperanza de que nadie se apercibiera de su presencia entre la multitud; el fariseo fue para guardar las apariencias, el publicano fue para hacer una petición.
Los destinatarios de esta parábola de Jesús eran una clase determinada de personas. A esas personas les gustaba la santurronería y estaban orgullosas de ello. Se dio cuenta de cómo trataban a quienes consideraban que pertenecían a una clase inferior. Vio su arrogancia incluso cuando pretendían adorar. Sabía que hacían gala de ello para impresionar a Dios y a los hombres.
Dios es el Dios de los encumbrados y de los humildes. «Porque así dijo el Alto y Sublime, el que habita la eternidad y cuyo nombre es el Santo: "Yo habito en la altura y la santidad, pero habito también con el quebrantado y humilde de espíritu, para reavivar el espíritu de los humildes y para vivificar el corazón de los quebrantados"» (Isa. 57:15).
Ser humilde no significa pensar menos en uno mismo que en los demás y tampoco tiene nada que ver con tener una baja opinión de los propios dones.  Es la libertad de pensar en uno mismo del modo que sea.  Basado en Lucas 18:9-14.

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill