sábado, 7 de abril de 2012

EL ESCONDITE


«Por medio de tus mensajeros insultaste al Señor. Dijiste: "Con mis innumerables carros de guerra subí a las cumbres de los montes, a lo más empinado del Líbano. Corté sus cedros más altos, sus pinos más bellos. Llegué a sus cumbres más altas, a sus bosques, que parecen jardines"» (2 Reyes 19:23).

Su nombre era Senaquerib, y había dicho muchas cosas terribles en contra de Dios. En el versículo de hoy podemos leer algunas de las cosas que dijo. Se sentía orgulloso de haber cortado los mejores árboles de Israel. Pero el rey estaba a punto de sufrir una derrota.
¿Por qué le parecía al rey Senaquerib que haber cortado los árboles de Israel era una gran victoria? Porque los bosques eran muy importantes para los israelitas. Ellos les daban sombra y madera para sus hogueras y para sus viviendas. Los bosques incluso les servían para esconderse si algún rey enemigo los perseguía. Por eso el rey Senaquerib se enorgullecía de haber cortado sus bosques. A lo mejor pensaba que los israelitas ya no podrían escaparse de él.
Al igual que un bosque, Dios puede escondernos y protegernos. Él puede ser un refugio donde estemos seguros. Pídele hoy que te proteja y alégrate, porque Satanás no podrá hacerte daño si estás en el «bosque» del amor de Dios.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

CINCO PASOS PARA PERDONAR


Por tanto, si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial (Mateo 6:14),

«¿Cómo podemos perdonar a aquellos que nos han herido? Existen cinco pasos», fueron las palabras del predicador de turno. Inmediatamente sentí que me embargaba una angustia y que un escalofrío recorría todo mi cuerpo. Rápidamente vinieron a mi memoria varias palabras hirientes que había escuchado meses atrás. Todavía me dolía recordarlas. Mientras escuchaba al predicador pude sentir el toque del Espíritu y le entregué a Dios mi carga. Sin embargo, al día siguiente los pensamientos negativos regresaron. El dolor y el resentimiento volvieron; pero de inmediato se los entregué a Dios para que él me diera la victoria. Con el paso del tiempo se transformaron en aprecio y cariño hacia esa persona.
¿Te has sentido lastimada o herida en algún momento de tu vida? Algunas personas y situaciones son fáciles de perdonar y olvidar, pero si nuestros sentimientos han sido heridos por un amigo o por un ser querido, será un poco más difícil lograrlo.
Las buenas nuevas son que nuestro Padre celestial conoce cada una de nuestras necesidades y desea ayudarnos a encontrar paz y sanidad. «Cualquiera sea nuestra situación, tenemos un Guía que dirige nuestro camino; cualesquiera sean nuestras perplejidades, tenemos un seguro Consejero; sea cual fuere nuestra pena, desamparo o soledad, tenemos un Amigo que simpatiza con nosotros» (Palabras de vida del gran Maestro, p. 137).
Tenemos un Padre amoroso que sabe cómo remediar nuestros dolores y penas. Dios tiene muchas formas de atraernos para que nuestros corazones puedan estar en armonía con el suyo.
Lo primero que debes hacer es orar. Habla con aquel que entiende tu dolor y tiene una respuesta para tu ira y frustración. «Su oído está abierto al clamor del alma contrita. Él conoce el primer esfuerzo del corazón para llegar a él. Nunca se ofrece una oración, aun balbuceada, nunca se derrama una lágrima, aun en secreto, nunca se acaricia un deseo sincero, por débil que sea, de llegar a Dios, sin que el Espíritu de Dios vaya a su encuentro. Aun antes de que la oración sea pronunciada, o el anhelo del corazón sea dado a conocer, la gracia de Cristo sale al encuentro de la gracia que está obrando en el alma humana» (Palabras de vida del gran Maestro, p. 162).
¡Qué Padre tan tierno tenemos! Aun antes de que comencemos a orar, él ya conoce nuestra petición y está listo para contestarnos.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Sherie Lynn Vela

ÉL HA DADO SU PALABRA



¡No moriré, sino que he de vivir para contar lo que el Señor ha hecho! Salmo 118:7

Una de las costumbres de Martín Lutero consistía en escribir sus versículos favoritos en las paredes de los cuartos que usaba como estudio. De esa manera podía leerlos con facilidad y fortalecer su fe en las promesas del Señor Jesucristo. Uno de esos textos se puede leer aún hoy en el Castillo de Coburgo (Baviera, Alemania), donde Lutero permaneció de incógnito mientras se desarrollaban los debates de Augsburgo.
El cuarto donde se hospedó es hoy un museo y ahí se pueden leer varios de sus textos favoritos, entre ellos el Salmo 118:17: «¡No moriré, sino que he de vivir para contar lo que el Señor ha hecho!». En los momentos de duda y desaliento, cuando las sombras de la muerte parecían rodearlo, cuando su obra parecía condenada al fracaso, las palabras del Salmo 118 le recordaban la promesa de un Caballero. «Él ha dicho que viviré —escribió Lutero—. Sea que me asalte la muerte, la desesperación o la duda, tengo su promesa de que viviré».
¿Tienes tú algún versículo bíblico favorito? Es muy probable que tengas varios. Esos textos bíblicos, especialmente los que contienen promesas, serán tu punto de apoyo en tus momentos de prueba.
Yo tengo varios versículos favoritos. Uno de ellos es: «Mis ojos están puestos en ti. Yo te daré instrucciones, te daré consejos, te enseñaré el camino que debes seguir» (Sal. 32:8).
Otro de mis textos favoritos es Josué 1:9: «Yo soy quien te manda que tengas valor y firmeza. No tengas miedo ni te desanimes porque yo, tu Señor y Dios, estaré contigo dondequiera que vayas». Este texto me ha sostenido cuando he tenido que enfrentar pruebas difíciles, y también en momentos de desánimo.
No sé cuál es tu promesa bíblica favorita. Pero una cosa sé: cualquiera que sea, recuerda que en esa promesa Dios empeñó su palabra. Y él cumple lo que promete. Escríbela y, al igual que Lutero, colócala en un lugar visible en tu cuarto, tu agenda, tu Biblia... y, sobre todo, en tu corazón. No importa en qué lugar o situación difícil te encuentres, recuerda que esa promesa es la palabra de un Caballero que escogió morir en una cruz con tal de salvarte.
Señor, gracias por tus preciosas promesas.  Ayúdame a atesorarlas en mi corazón.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

«CADA CUAL SU CRUZ TENDRÁ»


«Si alguien quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame» (Mateo 16: 24).

El asesinato del Hijo de Dios fue el crimen más horrendo jamás perpetrado. La muerte por crucifixión no tenía significado simbólico alguno; su único objetivo era causar una muerte lenta, dolorosa y expuesta al público.
La víctima veía cómo sus muñecas, y no las palmas de las manos (porque estas no pueden soportar el peso del cuerpo), eran atravesadas con clavos. A menudo, quebraban las piernas del crucificado para que muriera más rápidamente. La mayoría de los crucificados morían de deshidratación y fatiga, no a causa de la pérdida de sangre o las heridas. La crucifixión era una muerte horrible, dolorosa y lenta, en la que la víctima podía agonizar durante días antes de morir.
En la antigua Roma, el que llevaba una cruz a cuestas y empezaba a andar por el camino que lo conducía al lugar de crucifixión ya se había despedido de sus amigos. Sabía que no iba a volver. La cruz no tenía compasión. Era un punto final. Una vez levantada, golpeaba con fuerza y crueldad hasta que, cuando terminaba su obra, la víctima estaba muerta. En la cruz no se «mata el tiempo» como en la cárcel.
«Y el que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí» (Mat. 10:38). Pensar que, puesto que Jesús sufrió por nosotros, nos libraremos de todo sufrimiento es cómodo; pero nada más lejos de la verdad. Él dijo: «En el mundo tendréis aflicción» (Juan 16:33). Algunos llevan una crucecita colgando de una cadena alrededor del cuello porque así, creen, van a la moda. La cruz que Jesús dice que tenemos que cargar no es algo que se lleve en una cadenita o colgando del retrovisor de un automóvil.
Llevar la cruz de Jesús es sufrir por su causa. El sufrimiento no es nada nuevo. La gente sufre por muchas razones. Pero sufrir por causa de Cristo es otra cosa. No obstante, la Biblia dice: «Y también todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución» (2 Tim. 3:12).
Thomas Shepard escribió la letra de un himno cuyas palabras hoy son un desafío para nosotros: «¿Deberá Jesús la cruz llevar / y el hombre en cambio no? / No, cada cual su cruz tendrá: / la mía llevo yo» (Himnario adventista, ed. 1962, n" 263). Basado en Mateo 10:38,39

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill