domingo, 23 de diciembre de 2012

DE ARENA A UNA PERLA DE GRACIA


«Cargamentos de oro, plata, piedras preciosas, perlas, telas de lino fino y de seda, de color púrpura y rojo; toda clase de maderas aromáticas; objetos de marfil, de maderas preciosas, de bronce, de hierro y de mármol» (Apocalipsis 18:2).

En nuestro recorrido de hoy por el libro de Apocalipsis vamos a aprender un poco sobre las perlas. Las perlas que son perfectas y naturales son muy valiosas. Si las ves, son perfectamente redondas, brillantes y hermosas. Pero lo más asombroso de las perlas naturales es de dónde provienen. Estas se encuentran dentro de las ostras. Una ostra es un animal que vive en el mar.  Se trata de un animal blandito que está protegido por dos conchas que se cierran como dos labios. A veces, cuando los labios de la ostra están un poco abiertos, se cuela un poco de arena en el interior de la ostra. Para protegerse de ser dañada por la arena, la ostra cubre la arena con varias capas de un material fuerte, pulido y brillante. A medida que varias capas de este material van cubriendo la arena, se va creando la perla.
Hay momentos en la vida en que algunas cosas nos molestan como la arena molesta el suave interior de la ostra.  Tenemos dos opciones: quejarnos y lloriquear; o pedirle a Dios que cubra nuestra vida con su gracia. Deja que Dios te cubra y fíjate en cómo transforma la arena en una perla de gracia.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

UN REGALO DIVINO


Por este niño oraba, y Jehová me dio lo que le pedí. (1 Samuel 1:27)

«Nicole cumple quince años mañana», exclamaba yo el día antes de su cumpleaños, recordando cómo la había recibido en medio de una mezcla de emociones indescriptibles: «¿Seré una buena mamá? ¿Estaré preparada para esta tarea?». Dios es tan sabio que los nueve meses de embarazo te ayudan a prepararte. «¿Qué nombre le pondrás? Alista su ropita»... Mi caso era diferente: no podía quedarme embarazada. La bebé que el Señor me daría iba a recibirla gracias a mi hermano. Él y su esposa iban a compartir su hija conmigo. Yo no salía de mi asombro respecto a aquella decisión. Nunca les había pedido algo semejante a ellos. Incluso le dije a mi hermano: «Los hijos no se dan». A lo que él me contestó: «A alguien como tú, sí se le dan». Así, de pronto, me veía con una criaturita de dieciocho meses en mis brazos y ya era mamá. Siempre había soñado con una niña como Nicole.
He sido muy bendecida por ese regalo y no me canso de dar gracias a Dios cada mañana y cada noche. Dios la creó para mí, es una lucecita en mi vida. Ella no nació de mi vientre, pero nació de mi corazón. En cuanto recibí a Nicole busqué una iglesia adventista, la iglesia que yo conocí de pequeña y de la cual me había alejado. Quería que mi hija creciera conociendo el gran amor de Dios. Fue mi hijita quien me llevó de nuevo a Jesús y a la iglesia.
Cuando Nicole tenía tres años viajamos a Hawai. En el avión, al ver las nubes, ella me dijo: «Mami, mira el cielo». Le contesté que en el cielo es donde Jesús vive con los ángeles. Contrariada, volvió su cabecita hacia mí, tomando mi mano la puso sobre su pecho diciendo: «Mami, Jesús no vive en el cielo. Siente, él vive aquí en mi corazón». Sonreí, y le di gracias a Dios, porque el amor de Jesús se había arraigado en la vida de mi hija.
Querida hermana, tratemos de sembrar esa hermosa semilla en los corazones de nuestros hijos y de nuestros familiares, para que al fin cosechemos una recompensa de gloria eterna.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Eva Gastelun Castillo

A PESAR DE TODO…


Estén siempre alegres. 1 Tesalonicenses 5:16, NVI

Lee una vez más el versículo que está arriba. ¿Qué dice? «Estén siempre alegres». Hay por lo menos dos buenas razones para estar siempre alegres. La primera consiste en que somos dueños de tesoros que nada ni nadie nos puede arrebatar. ¿Puede alguien despojarte de tu fe? ¿Y de la amistad de Jesucristo, tu Salvador? ¿Quién puede apartar de tu lado a tu ángel guardián? ¿Puede un ladrón arrebatarte la corona de victoria que Dios tiene para ti?
La segunda razón la expresa muy bien el título del conocido libro A pesar de todo, ¡qué linda es la vida!, de Enrique Chaij. Aunque tenemos que admitir que hay mucha maldad y mucha fealdad en este mundo, uno tendría que ser ciego para no darse cuenta de todas las cosas buenas que nos rodean.
Sin ir muy lejos, piensa por un momento en todo lo bueno que tienes ahora mismo. A pesar de los muchos problemas por los que pueda estar pasando tu familia, ¿no crees que tienes que darle gracias a Dios por tus padres, por tus hermanos, tus tíos y tus primos? A pesar de todas sus incomodidades, ¿no deberías estar alegre por tener un lugar donde vivir, con tu propio cuarto, y tu cama con sábanas limpias? A pesar de todos sus defectos, ¿no crees que sea un motivo de gozo tener amigos como los que tienes ahora? Y puede ser que tu colegio no sea el mejor de la ciudad pero, ¿no te parece que estudiar en esa institución es un privilegio que muchos quisieran tener?
La lista podría continuar, pero la idea está clara: sobran las razones para estar siempre alegres, tal como lo expresan las palabras del siguiente mensaje que el profesor Valentín Acosta me envió desde Puerto Rico por correo electrónico: Le pregunté a Dios:
«¿Cómo puedo obtener lo mejor de la vida?». Y Dios me respondió: «Recuerda tu pasado sin remordimientos, vive tu presente con confianza, prepárate para tu futuro sin temores. Ama verdaderamente, ríe permanentemente. El momento presente es como el agua de un río: Después que pasa no lo puedes regresar. Así que, ¡disfruta cada momento de la vida!».

Padre celestial, quiero ser hoy un embajador de tus bendiciones.  Ayúdame a compartir con quienes me rodeen la alegría de ser tu hijo amado.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

EL REY DOLIENTE


«Verá el fruto de la aflicción de su alma y quedará satisfecho; por su conocimiento justificará mi siervo justo a muchos, y llevará sobre sí las iniquidades de ellos» (Isaías 53:11).

Nos encontramos en el preludio de una serie de grandes celebraciones. Los niños sueñan con recibir el mejor regalo del año. Los comerciantes decoran las vitrinas de la manera más atractiva. Los hombres adornan las casas con luces de colores. Las mujeres hornean galletas y dulces. Por todas partes se oyen villancicos y canciones navideñas. Todo está impregnado de una atmósfera festiva. ¿Qué tiene que ver todo esto con el nacimiento de Jesús?
Los antiguos patriarcas esperaban la venida de un Mesías, pero no se imaginaban que vendría con la forma de un bebé. La opinión de la gente estaba dividida. Algunos decían que, según la profecía, vendría como un rey conquistador y quebrantaría el yugo de los opresores romanos. Esta era probablemente la creencia más popular. Se sentaría en el trono de David y gobernaría con mano de hierro. Su reino no tendría fin. Esas personas veían el futuro con mucho optimismo.
Había otros que también leían las profecías y sospechaban que el futuro sería incierto y tenebroso. Estudiando Isaías 53 llegaron a la conclusión de que el Mesías no vendría como un rey conquistador, sino como un rey doliente. Obviamente, este punto de vista no era muy popular.
A lo largo de los siglos, la mayoría de los judíos se había creado una imagen del Mesías y no estaban dispuestos a aceptar a nadie que no encajara en ella. Aunque fueran un pueblo oprimido y en el exilio, eran un pueblo orgulloso. Tenían una herencia brillante y creían que el Mesías los restauraría a su grandeza. Pero Dios tenía otros planes. Amaba a su pueblo escogido y estaba dispuesto a trabajar junto a ellos para restaurar su propia imagen, no la grandeza de ellos. Definitivamente, sus caminos no son nuestros caminos. ¿Quién podía adivinar sus planes?
Poco sabían ellos —poco sabemos nosotros— que la salvación solo se cumple a la manera de Dios. El rey tenía que morir sufriendo por nuestros pecados y, al hacerlo, justificaría a muchos porque cargaría con sus iniquidades. Esta es la verdadera historia de la Navidad. Fue el mejor regalo que el mundo jamás recibirá. Basado en Isaías 53:1-12

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill