martes, 8 de enero de 2013

PASEO A MEDIANOCHE - Segunda parte


Lugar: Bulgaria
Palabra de Dios: Romanos 5:20 

Los tres chicos -Marco, Mitko e Ilko- estaban sentados, apretujados, en un rincón de la estación de policía. Como uno de ellos tenía una navaja en el bolsillo, un policía los había interrogado para saber si tenía algún otro plan en mente; como robar, por ejemplo. Cuando el oficial se dio cuenta de que los muchachos no estaban pensando hacer nada malo, los dejó ir, con una advertencia.
-Llamaré a tu padre, para que los venga a buscar-le dijo a Marco.
Los muchachos estaban sentados, mudos. Ahora, tendrían que enfrentar al padre de Marco. Seguramente estaría muy enojado. Por un lado, el llamado telefónico lo despertaría a mitad de la noche.
Además, el llamado sería de la policía, con noticias de su hijo, que supuestamente estaba durmiendo en su cama. Y, en tercer lugar, su hijo había sacado el auto sin permiso, cuando ni siquiera tenía edad suficiente para manejar.
¿Qué piensas que hará? -preguntó Ilko. 
Marco se encogió de hombros. 
-Me gustaría que no tuviéramos que descubrirlo... 
Los minutos pasaban. Si tan solo pudieran retroceder en el tiempo... En eso, se abrió la puerta y entró el papá de Marco. Los chicos se pudieron de pie, listos para enfrentar las palabras airadas que seguramente recibirían. Pero, no vieron señales de enojo en el rostro del padre.
Sin una palabra, les hizo señas de que salieran con él. Durante el viaje de vuelta hasta su casa, el papá de Marco no dijo ni una palabra. No era un silencio desagradable; solo un padre cansado. La Biblia dice: "Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia". Cuando hacemos algo malo, a veces tenemos miedo y vergüenza de ir a Dios; pero, él nos extiende su gracia. En lugar de temer el encuentro con Dios, podemos decirle que lo sentimos y aceptar el amor y el que él ofrece.

Tomado de Devocionales para menores
En algún lugar del mundo
Por Helen Lee Robinson

DESHAZTE DE LOS «TILICHES»


Con respecto a la vida que antes llevaban, se les enseñó que debían quitarse el ropaje de la vieja naturaleza, la cual está corrompida por los deseos engañosos; ser renovados en la actitud de su mente. Efesios 4:22-23

Los «tiliches» son los objetos que guardamos y vamos acumulando en algún lugar de la casa; aunque sirven para poco o nada, nos negamos a echarlos a la basura. Los conservamos con el argumento de que en alguna ocasión nos serán de utilidad, o por el valor sentimental que les adjudicamos. Los tiliches son verdaderos tesoros para nosotras.
Conozco a una mujer que guarda celosamente los apuntes de toda su carrera universitaria, aunque ya han pasado más de treinta años desde que la concluyó. Otra amiga conserva las cobijitas con las que envolvió a sus hijos los días que nacieron; es madre de cinco hijos y el mayor ya tiene veinticinco años, podrás imaginar cuántos años ha guardado esos «tesoros». Estoy casi segura de que toda mujer tiene un buen arsenal de tiliches a los que no quiere renunciar.
Parece ser que esta misma actitud la trasladamos a nuestra vida emocional. Somos propensas a guardar en el «cuarto de tiliches» de la mente, recuerdos, sentimientos y emociones; esto no tendría nada de malo si tan solo conserváramos recuerdos agradables y emociones positivas. Sin embargo, la mayoría de las veces lo que acumulamos son sentimientos y emociones destructivos, como rencor, resentimiento, dolor e incluso odio.
Cuando la mente se llena de «tiliches emocionales», es imperativo hacer una limpieza y poner orden, de lo contrario podemos enfermarnos y morir. La «escoba emocional» entra en acción cuando sigues el consejo del apóstol Pablo: «Consideren bien todo lo verdadero, todo lo respetable, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo digno de admiración, en fin, todo lo que sea excelente o merezca elogio» (Fil. 4:8).
Pensar bien con respecto a nosotras mismas y acerca de los demás; poner nuestra mente en sintonía con la del Creador; confiar en su poder restaurador; alabarlo, pues por su gracia tenemos libre albedrío, todo esto nos permite escoger nuestros sentimientos, emociones y pensamientos.
Cuando tu mente se llene de oscuridad; cuando tu corazón se niegue a perdonar ofensas; cuando no seas capaz de disfrutar las bendiciones cotidianas que recibes de Dios y reniegues de la vida, es momento de mirar hacia adentro, abrir y limpiar todos los rincones de la mente. Con la ayuda de Dios, podrás hacerlo.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Aliento para cada día
Por Erna Alvarado

DICHOSOS LOS PACIFICADORES


Dichosos los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios (Mateo 5:9).

El famoso presidente de los Estados Unidos, Abraham Lincoln, fue asesinado el 14 de abril de 1865. A la mañana siguiente, la ciudad de Nueva York presentaba una escena de la más peligrosa efervescencia. Se colocaron anuncios en las esquinas de las calles de Nueva York, Brooklyn y Jersey que convocaban a los ciudadanos leales a reunirse frente a la oficina de la Bolsa en Wall Street, a las once de la mañana.
Cincuenta mil hombres se presentaron armados, listos para vengar la muerte del primer mandatario. Los oradores arengaban a la multitud. Los ánimos se caldeaban por momentos. Algunos voluntarios presentaron una horca portátil al tiempo que gritaban: «¡Venganza, venganza!», mientras la pasaban entre la gente.
Parecía que las oficinas del periódico The World, simpatizante de las ideas confederadas y opuestas a Lincoln, que estaban frente al lugar donde se llevaba a cabo la manifestación, quedarían devoradas por el fuego de la pasión de aquella multitud. Todo parecía indicar que toda esa gente colgaría a varios prominentes partidarios de los rebeldes del sur que estaban allí.
Parecía que aquellas sangrientas escenas que las multitudes airadas habían realizado en Francia, durante la Revolución Francesa, iban a repetirse aquel día en Nueva York. Para agravar la situación, llegó un telegrama desde Washington que decía: «Seward [el secretario de Estado del presidente, Lincoln] agoniza». La multitud se enardeció y comenzó a avanzar hacia las oficinas del periódico. La muerte se cernía, sedienta de sangre, sobre aquel edificio y sus ocupantes. Pero en ese momento una figura imponente, que portaba una pequeña bandera en la mano, avanzó hacia la multitud y demandó su atención. Levantó el brazo derecho al cielo y dijo con una voz clara: «¡Conciudadanos! ¡Nubes y oscuridad están alrededor de él! ¡Aguas oscuras y espesa oscuridad son su pabellón! Justicia y juicio son el asiento de su trono! ¡Misericordia y verdad van delante de su rostro! Conciudadanos, Dios reina, y el gobierno en Washington todavía está vivo».
El que hablaba era el general James Garfield, que todos los ciudadanos admiraban y respetaban. Se puede afirmar que el efecto de su pequeña arenga fue un auténtico milagro. Las palabras oportunas de un hombre sabio, justo y honorable, pacificaron al instante a aquellos turbulentos vengadores.
Permite que hoy Dios te pueda utilizar como un instrumento de paz en el ambiente en que te desenvuelves: tu hogar, la escuela o el vecindario. No fomentes el odio, la división o la crítica. Busca la paz y compártela con los que más la necesitan.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
¿Sabías que..? Relatos y anécdotas para jóvenes
Por Félix H. Cortez

LA ORACIÓN QUE PREVALECE


Sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Filipenses 4:6.

Dios ha hecho de la oración nuestro deber. Las riquezas del universo le pertenecen. Él tiene a su disposición todos los tesoros temporales y espirituales y puede suplir toda necesidad de su abundante plenitud. Recibimos nuestro aliento de él; toda bendición temporal que disfrutamos es don suyo. Dependemos de él no solo para [recibir] las bendiciones temporales sino la gracia y la fuerza para guardarnos de caer bajo el poder de la tentación. Necesitamos diariamente el Pan de Vida para darnos fuerza espiritual y vigor, de la misma manera que necesitamos alimentos para sostener nuestra fuerza física y darnos músculos firmes. Estamos rodeados por debilidad y flaquezas, dudas y tentaciones; pero podemos allegarnos a Jesús en nuestra necesidad, y él no nos dejará ir vacíos. Debemos acostumbrarnos a buscar la dirección divina por medio de la oración; debemos aprender a confiar en Aquel de quien proviene nuestra ayuda...
Debemos tener un sentido profundo y ferviente de nuestras necesidades. Debemos sentir nuestra necesidad y dependencia de Dios, e ir a él con contrición de alma y corazón quebrantado. Nuestras peticiones deben ser ofrecidas en perfecta sumisión; cada deseo debe ser llevado a la armonía con la voluntad de Dios, y su voluntad debe cumplirse en nosotros...
Si caminamos en la luz como Cristo está en la luz, podemos venir al trono de la gracia con atrevimiento santo. Podemos presentar las promesas de Dios en fe viva e insistir con nuestras peticiones. Aunque somos débiles, falibles e indignos, "el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad" (Rom. 8:26)... Cuando hemos ofrecido nuestra petición una vez, no debemos abandonarla, sino decir, como hizo Jacob cuando luchó toda la noche con el ángel: "No te dejaré, si no me bendices" (Gen. 32:26); y como él, hemos de prevalecer...
Solo velando en oración y mediante el ejercicio de una fe viviente, el cristiano puede conservar su integridad en medio de las tentaciones que Satanás arroja sobre él... Hable constantemente a su corazón el lenguaje de la fe: "Jesús dijo que me recibiría, y yo creo en su palabra. Lo alabaré y glorificaré su nombre". Satanás estará cerca, a nuestro lado, para sugerirnos que no sintamos gozo alguno. Contestémosle: ...Todo me hace feliz porque soy un hijo de Dios. Confío en Jesús.— Signs of the Times, 15 de mayo de 1884; parcialmente en Recibiréis poder, p. 362.

Tomado de Meditaciones Matutinas para adultos
Desde el Corazón
Por Elena G. de White