miércoles, 19 de septiembre de 2012

LEVANTA TU NARIZ


«Y exclaman: "¡Qué hastío!" Y me tratan con desdén —dice el Señor Todopoderoso» (Malaquías 1:13,NVI).

Olores, olores y más olores. La mayoría de las veces me gusta lo que huelo, pero no siempre. Uno de los peores olores que conozco es el del zorrillo. ¡Sí que huele mal! Yo vivía en un lugar campestre donde había muchos zorrillos. Un día estaba bajando los escalones hacia el patio de atrás de mi casa, pisé mal uno de los escalones del pórtico y me caí sobre una pila de madera que estaba arrumada a un lado de la casa.
Por supuesto que me hice daño, pero en ese momento no me fijé en los golpes y los raspones que me había hecho, porque caí justo del lado equivocado de un zorrillo. Mi primera reacción fue levantar la nariz. La quería en cualquier lugar menos frente a ese zorrillo. Desafortunadamente no pude levantarla lo suficientemente alto. El zorrillo reaccionó y roció su olor por todos lados, especialmente encima de mí. ¡Qué asco!
El versículo de hoy habla de gente que anda con sus narices levantadas en actitud de desprecio. El problema es que a quien están despreciando es a Dios. ¡Qué triste espectáculo! Obedece hoy a Dios con todo tu corazón. Haz con alegría lo que él te ha pedido que hagas. Así serás más feliz, y te darás cuenta de cómo llegará un dulce olor a tu vida.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

EL OLVIDO


Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud, antes que vengan los días malos, y lleguen los años de los cuales digas: No tengo en ellos contentamiento. (Eclesiastés 12:1).

¿Te has dado cuenta de los muchos detalles que con frecuencia se nos olvidan? Parece que el olvido se vuelve más común y frecuente según vamos avanzando en edad. Eso no quiere decir que sean una señal de vejez, sino que parece ser más repetitivo cuando avanzamos en edad. Sin duda el olvido es una característica desagradable que a muchas nos incomoda, pero también forma parte de nuestra herencia de pecado.
Dios, en su infinito amor y misericordia, nos ha dejado numerosas menciones en su Palabra respecto al olvido Muchas de ellas nos advierten de las terribles consecuencias de olvidar sus preceptos. El Señor también nos señala las ventajas y los grandes beneficios de no olvidar.
La juventud, por naturaleza, tiene buena memoria, sin , embargo, con frecuencia nos damos cuenta de que los jóvenes son los que menos importancia dan a los consejos, , y enseguida los olvidan. La fortaleza y el vigor de esa hermosa etapa hacen que la mirada de la mayor parte de los más jóvenes se enfoque en las cosas de esta vida y en los placeres pasajeros. Con frecuencia los atractivos del mundo los deslumbran, por eso cuando se va la juventud y entramos en la edad adulta es cuando en realidad nos dedicamos a reflexionar.
Para muchas de nosotras los días de la juventud ya pasaron, pero eso no significa que no podamos hacer un alto para tomar conciencia de que Dios ha estado siempre con nosotras y recordar las bendiciones y la forma tan maravillosa en que nos ha guiado en el pasado, y nos sigue guiando a pesar de nuestra tozudez. Ese es uno de los secretos para disfrutar de un eterno espíritu juvenil. No importa la edad que tengas, recuerda que Dios es tu Creador, tu Sustentador, y pronto será tu Redentor para siempre, porque vendrá por ti y por mí para hacer realidad su promesa. ¡No olvidemos nunca esta verdad tan maravillosa!

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer.
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Evelyn Herrera de Omaña

MÁS ABURRIDO QUE UNA OSTRA


Cristo mismo llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre la cruz. 1 Pedro 2:24.

«Más aburrido que una ostra». Así se sentía James Hudson, un joven de 17 años que no sabía qué hacer ese día de vacaciones. Entonces se le ocurrió revisar la biblioteca de su padre, en busca de algo interesante que leer.
Sin mucho entusiasmo, tomó un folleto misionero. «Quizás aquí encuentre alguna historia interesante», pensó. En efecto, encontró el relato de un carbonero enfermo que creía que sus pecados no tenían perdón. Entonces unos amigos lo visitaron y le leyeron varios pasajes de la Biblia. De todos los textos, lo impresionó el que decía: «Cristo mismo llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre la cruz» (1 Ped. 2:24). El relato dice que cuando el carbonero escuchó estas palabras, se arrepintió de su vida pecadora y tuvo la seguridad del perdón.
Entonces, algo extraño le ocurrió a James Hudson. Mientras leía el folletito, sintió que esas palabras también eran para él: «Cristo murió para que yo también pudiera ser perdonado». En ese mismo instante y lugar, James entregó su vida a Jesús.
Más tarde, le contó a su hermana Amelia de la decisión que había tomado, pero le pidió que guardara «el secreto». El caso es que la sorpresa se la llevó él cuando su madre regresó de viaje.
—Te tengo una buena noticia, mamá —dijo Jaime.
—Ya lo sé todo, hijo mío.
—¿Cómo te enteraste? ¿Te ha dicho algo Amelia?
Con una sonrisa, su madre le explicó que mientras estaba en casa de su amiga, sintió la necesidad de orar para que James entregara su corazón a Cristo. Oró hasta que tuvo la seguridad de que Dios había escuchado su petición. Lo más impresionante fue saber que ¡esa misma tarde, mientras ella oraba, James estaba leyendo el folletito misionero! (Samuel Fisk, 40 Fasánating Conversión Staries [Cuarenta relatos fascinantes de conversiones], pp. 148-150).
¿Has oído hablar de J. Hudson Taylor? Es el jovencito de la historia. El mismo que durante unos cincuenta años trabajó como misionero en la China; el mismo que cuando murió, dejó establecidas unas doscientas estaciones misioneras con más de ochocientos misioneros y miles de creyentes (Dorothy E. Watts, Pasajes poderosos, p. 127).
¡Lo que puede lograr la oración de una madre! ¡Lo que Dios puede hacer por medio de un joven que se entrega a Cristo!
Señor, te entrego mi vida.  Aunque soy joven, úsame para gloria de tu nombre.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

HABLA POR TI MISMO


«No juzguéis y no seréis juzgados; no condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados» (Lucas 6:37).

Durante varios días aprenderemos lecciones espirituales de la historia de los diez leprosos. Mientras las preparo, estas lecturas son una bendición para mí. El propósito de este libro de meditaciones matinales es acercarnos a Jesús, por lo que sé que el Espíritu Santo me está ayudando.
Lucas continúa la historia: «Y se postró rostro en tierra a sus pies dándole gracias. Este era samaritano. Jesús le preguntó: "¿No son diez los que han quedado limpios? Y los nueve, ¿dónde están? ¿No hubo quien volviera y diera gloria a Dios sino este extranjero?"» (Luc. 17:16-18).
El hombre agradecido no levantó la vista para decir: «Señor, todos fueron a presentarse a los sacerdotes. No puedo creer que no volvieran a alabarte. Son de lo más ingrato que he visto». No, el hombre no contestó la pregunta. No quería ser su juez. Estaba más ocupado en dar las gracias a Dios por lo que había hecho por él que en descubrir los errores ajenos. ¿Se ha fijado que, cuando queremos destacar, a veces intentamos hacerlo sacando a relucir las faltas de los demás? Quien está verdaderamente agradecido por las bendiciones que Dios le prodiga no encuentra tiempo para criticar y condenar a los demás.
«El yo siempre albergará una gran estima por sí mismo. Cuando los hombres abandonan su primer amor, dejan de guardar los mandatos de Dios, y comienza a criticarse unos a otros. Este espíritu seguirá luchando por la supremacía hasta el fin del tiempo. Satanás está tratando de fomentarlo de manera que los hermanos en su ignorancia intenten devorarse mutuamente. Esto no glorifica a Dios; por el contrario, lo deshonra muchísimo y contrista al Espíritu Santo» (Mente, carácter y personalidad, tomo 2, cap. 70, p. 663). Cuando entendamos cómo obra la gracia de Dios en nuestro corazón no tendremos tiempo para criticar a los demás. Todos hemos sido sanados por el Gran Médico. Centremos nuestra atención en lo que Jesús ha hecho, y hace, por nosotros.  Basado en Lucas 17:11-19

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill

EL AMOR DE DIOS ES INCONDICIONAL (I PARTE)


En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros y envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados" (1 Juan 4:10).

El amor fíleos y el eros son más receptivos por naturaleza y pueden fluctuar según los sentimientos. Por otro lado, el amor ágape es desinteresado e incondicional. Así que a menos que esta clase de amor constituya el cimiento de tu matrimonio, el desgaste del tiempo lo destruirá. El amor ágape es un amor que se manifiesta "en la salud y la enfermedad", "en la prosperidad y en la adversidad", en buenos y malos momentos, es incondicional. Es la única clase de amor verdadero.
Esta cualidad se debe a que es la clase de amor que Dios tiene. No nos ama porque lo merezcamos, sino porque él es amoroso. La Biblia dice: "En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros y envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados" (1 Juan 4:10). Si él quisiera que probáramos ser dignos de su amor, fracasaríamos de manera lamentable. Sin embargo, el amor de Dios es una elección que toma por su cuenta. Es algo que recibimos de su parte y que luego transmitimos a los demás. "Nosotros amamos, porque él nos amó primero" (1 Juan 4:19).
Si un hombre le dice a su esposa: "Ya no estoy enamorado de ti", lo que en realidad está diciendo es: "Para empezar, nunca te amé en forma incondicional". Su amor se apoyaba en sentimientos o circunstancias en lugar del compromiso. Es el resultado de edificar un matrimonio sobre el amor fíleos o eros. Los cimientos deben ser más profundos que una simple amistad o la atracción sexual. El amor incondicional, el amor ágape, no oscilará con el tiempo ni las circunstancias.
Sin embargo, no quiere decir que el amor que haya comenzado por razones erróneas no pueda ser restaurado y redimido. Es más, cuando reconstruyes tu matrimonio con el ágape como fundamento, se logran los éxitos.
DIOS ES EL ÚNICO QUE PUEDE DARNOS EL AMOR VERDADERO. PÍDELE HOY QUE TE DÉ LA FACULTAD DE IMITARLO.

Tomado del 50 días de Oración
Por Pr. Juan Caicedo Solís
Secretario Ministerial, Dir. Hogar y Familia
Unión Colombiana del Sur.