viernes, 29 de marzo de 2013

PERRO CIEGO


Lugar: Canadá
Palabra de Dios: Hechos 22:15

Algo parecía estar mal con uno de los cachorros Doberman. No se movía tanto como los otros, y cuando lo hacía, siempre se tropezaba con las cosas. Mientras su dueño observaba cuidadosamente la conducta del cachorro, se dio cuenta de que el animal estaba ciego.
A la cachorrita ciega la llamaron Emma. No parecía haber mucha esperanza para ella. ¿Cómo podría sobrevivir, sin poder ver? Probablemente, pasaría el resto de su vida sentada por allí.
Adelantemos el tiempo unos cuantos meses, y Emma está dando vueltas por la propiedad de sus dueños como si su vista fuera perfectamente normal; de hecho, nadie se daría cuenta de que nació ciega. No se tropieza ni se cae, ni se choca contra las cosas. Y parece hacer todo lo que hacen los demás perros. ¿Es posible? ¿Recuperó de alguna manera la vista?
La respuesta es Amy. Amy es otra Doberman. Las dos están siempre juntas. Una pequeña campana en el cuello de Amy guía a Emma. Emma sigue a Amy por todas partes. Por cuanto Amy es una guía tan buena, nadie se da cuenta de que Emma está ciega.
¿Qué pasaría si decidiéramos ayudar a otros de la misma manera? Podríamos guiar a Cristo a personas espiritualmente ciegas, ayudarlas a que no tropiecen en la oscuridad del mal. Ananías dijo al apóstol Pablo: "Tú... serás testigo [de Dios] ante toda persona de lo que has visto y oído". Y eso es lo que Dios espera que hagamos para él; él quiere que seamos sus testigos. Así que, piensa en lo que puedes hacer para ayudar a otros a aprender acerca de Dios.

Tomado de Devocionales para menores
En algún lugar del mundo
Por Helen Lee Robinson

TENER O NO TENER, ESA ES LA CUESTIÓN


No se angustien por el mañana, el cual tendrá sus propios afanes. Mat.6:31-32,34.

Lamentablemente, las mujeres hemos adquirido fama de despilfarradoras. Algunas personas dicen que mientras los hombres compran por necesidad, las mujeres compramos por impulso o por compulsión. En realidad quisiera defenderme, diciendo que no es así en todos los casos y desde luego no en el mío; aunque, viviendo en una sociedad consumista, el deseo de tener cosas se ha vuelto obsesión para muchas. En medio de todo esto he escuchado a muchos levantar la voz y decir en tono idealista: «Las mejores cosas de la vida son gratuitas». Entonces, ¿cuál es el punto de equilibrio en este asunto?
No debemos olvidar que los bienes materiales, cuando provienen de la mano de Dios, son una bendición y hemos de disfrutar de ellos. Me imagino que Sara, la esposa de Abraham, disfrutaba de los bienes materiales que Dios le había dado a su esposo (Gen. 13:1-2). La esposa de Job también disfrutó de sus riquezas (Job 1:1-3). Pienso en los finos tapetes y ornamentos de sus hogares, así como en las delicadas telas con que confeccionaban sus vestidos. No tiene nada de malo utilizar nuestros recursos para comprar cosas.
¿Dónde está, entonces, el peligro con respecto a la posesión de bienes materiales? Cuando el deseo de tener bienes es una tendencia dominante en la vida, y nos llenamos de frustración por no «poder tener», caminamos en terreno peligroso. El otro lado del péndulo es tener tanto que nos volvemos avaras, con el pretexto de ser buenas ahorradoras, y olvidamos compartir con quien nos ha colmado de bendiciones. También estamos en terreno peligroso cuando damos prioridad a nuestros deseos de poseer un bien material por encima de las necesidades básicas de nuestra familia, y cuando empezamos a dudar respecto a la devolución de los diezmos, arguyendo que Dios no necesita nuestro dinero, olvidando que de su mano proviene lo mucho o poco que tenemos.
Hoy es un día para agradecer a Dios por todo lo que de su mano proviene, y también para dar gracias por lo que no tenemos, pues de este modo dependemos más de su poder sustentador. No dudes de que él te dará el sustento diario, y acepta lo que te manda. Sé agradecida y generosa, y también cuida lo que tienes.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Aliento para cada día
Por Erna Alvarado

CRUELDAD SUPREMA


Cruel es la furia, y arrolladora la ira, pero ¿quién puede enfrentarse a la envidia? (Proverbios 27:4).

La envidia es capaz de desatar la crueldad suprema. La «parábola del hombre codicioso y el hombre envidioso» puede ayudarnos a comprenderla. Un hombre codicioso y un hombre envidioso se encontraron con un rey. Este les dijo: «Uno de ustedes puede pedirme algo y se lo daré, siempre y cuando yo le dé el doble al otro».
El envidioso no quería ser el primero en pedir, porque su compañero recibiría el doble. Y el codicioso no quería pedir primero, porque quería obtener lo máximo posible.
Al final, el codicioso insistió en que fuera el envidioso el primero en formular el pedido. Entonces el envidioso le pidió al rey que le arrancara un ojo.
Esto es una muestra del ingenio creativo del fabulista judío Solomon Schimmel, pero una lección tan aguda como una navaja de afeitar. La naturaleza del envidioso es capaz de esa crueldad. Nadie debe subestimar la maledicencia de la envidia.
Conviene conocer y aceptar la realidad. Una de las cosas más difíciles para un ser humano es controlar sus sentimientos de inferioridad. Cuando nos enfrentamos a una capacidad, a un talento o a un poder superior, nos sentimos perturbados e incómodos. La razón es que tenemos una conciencia exagerada de nosotros mismos. Esta perturbación de nuestra imagen personal no puede tolerarse mucho tiempo sin que despierte emociones negativas. Primero sentimos envidia. Si tuviéramos las cualidades o las habilidades de la persona considerada superior a nosotros, seríamos felices.
Pero tampoco podemos admitir que sentimos envidia, porque es un sentimiento que la sociedad condena. También porque mostrar envidia es reconocer que somos inferiores. Como dijo Plutarco: «De todos los trastornos del alma, la envidia es el único que nadie admite tener». No admitimos la envidia ni siquiera ante nuestros amigos más cercanos y fieles. Es un sentimiento clandestino, incubado en la intimidad que va corrompiendo todo lo noble que pueda haber en nosotros.
Únicamente la aceptación de Aquel que repartió con sabiduría talentos y habilidades, puede darnos la victoria sobre la envidia. Dejaremos de envidiar a otros por los talentos que poseen y nos dedicaremos a emplear los nuestros lo mejor que podamos, sean pocos o muchos.
Cuídate, pues, de la envidia. Si la sientes por causa del éxito de alguien, no lo ocultes ni lo niegues. Admítelo, primero ante Dios, y luego ante ti. Luego pide al Señor la gracia y la ayuda que necesitas para vencer a la causante de la «crueldad suprema».

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
¿Sabías que..? Relatos y anécdotas para jóvenes
Por Félix H. Cortez

PARA EL CAMPO MISIONERO


Id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos. Mateo 28:19.

A menudo se apela a nuestras iglesias a dar regalos y ofrendas para ayudar a proyectos misioneros en el campo local y para sostener la obra misionera de ultramar... Desde cada iglesia debieran ascender oraciones por un aumento de la devoción y la generosidad. Aquellos cuyos corazones están entretejidos con el corazón de Cristo estarán felices de hacer lo que pueden para ayudar a la causa de Dios. Se alegran por la expansión y avance, lo que implica ofrendas mayores y más frecuentes...
Bien podemos sentir que es un privilegio ser colaboradores de Dios cuando damos nuestros medios para que avancen sus designios en el mundo. Todos los que poseen ese Espíritu de Cristo tendrán un corazón tierno y compasivo, y una mano abierta y generosa. Nada que tenga a Cristo como el centro que todo lo absorbe puede ser realmente egoísta...
Considere las necesidades de nuestros campos misioneros alrededor del mundo. Nuestros misioneros laboran ardua y fervientemente, pero a menudo se ven muy obstaculizados en su trabajo porque la tesorería está vacía, y no se les dan las facilidades necesarias para el mayor éxito en su labor. Que Dios ayude a aquellos a quienes se les han confiando los bienes de este mundo para que adviertan los designios divinos y su responsabilidad como individuos. Dios les dice: Los he puesto en posesión de mis bienes para que puedan invertirlos en llevar adelante las misiones cristianas que han de establecerse cerca y lejos...
No todos pueden ir como misioneros a tierras lejanas, pero todos pueden hacer la tarea que los espera en su propio barrio. Todos pueden dar de sus medios para llevar adelante la obra misionera...
Dios animará a sus fieles mayordomos que están listos a que usen bien todas sus energías y capacidades de parte de Dios. Según todos aprenden la lección de rendirle fielmente a Dios lo que le pertenece; él, por medio de su providencia, les permitirá a algunos que traigan ofrendas cuantiosas. A otros les permitirá que hagan ofrendas menores; y los dones pequeños y grandes son aceptables para él si se los da con su gloria como objetivo: "Y el que da semilla al que siembra, y pan al que come, proveerá y multiplicará vuestra sementera, y aumentará los frutos de vuestra justicia, para que estéis enriquecidos en todo para toda liberalidad, la cual produce por medio de nosotros acción de gracias a Dios" (2 Cor. 9:10, 11).— Review and Herald, 18 de abril de 1912.

Tomado de Meditaciones Matutinas para adultos
Desde el Corazón
Por Elena G. de White