martes, 6 de noviembre de 2012

JARDINES DEL CORAZÓN


«Yo sembré y Apolo regó, pero Dios es quien hizo crecer lo sembrado» (1 Corintios 3:6).

Por favor, camina con cuidado, no quiero que vayas a pisar ninguna planta mientras visitas mi jardín. ¿Puedes ver el maíz, los frijoles y los calabacines?  Este verano vamos a disfrutar en casa de unos buenos vegetales recién cosechados. Estoy muy ansioso de que estén listos.
El versículo de hoy habla de otra clase de jardín: el «jardín» del corazón. Pablo dice que cuando él predicó el mensaje de la Biblia «plantó» la semilla de vida en el corazón de la gente. Apolo, otro miembro de la iglesia, era el encargado de «regar» los corazones. Eso significa que él los ayudaba a entender lo que significaba ser cristianos y los apoyaba en su trayectoria. La última parte del versículo es la más importante. Dios es quien nos hace «crecer» como cristianos. Esto es algo que nadie más puede hacer, sino él. Así como solo Dios puede hacer que los vegetales crezcan, él es el único que puede hace que su Palabra crezca en nuestras vidas y nuestro corazón.
Dios es el mayor jardinero del universo. Planta su Palabra en tu corazón, riégala aprendiendo cada día más de él, y permite que Dios te haga crecer a su imagen también.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

EL PODER DE LA ORACIÓN


Si algo pedís en mi nombre yo lo haré. (Juan 14:14).

Mi madre y cinco de mis hermanos residen en el estado de Baja California, México, mientras que dos de mis hermanos y yo nos hemos quedado a vivir en El Salvador. En cierta ocasión viajé a visitar a mi mamá junto con una tía y con mi abuela materna. Antes de partir de regreso a El Salvador mi abuela sufrió un derrame cerebral y murió en Baja California.
¿Quién nos apoyaría en aquellos momentos tan difíciles? Aunque nadie nos conocía en aquel lugar Dios permitió que nos acompañara la familia adventista de la comunidad. Aunque la iglesia quedaba a cierta distancia, alguien les llevó la triste noticia de que nuestra abuela había muerto.
«Con frecuencia se marchitan nuestras esperanzas más acariciadas. La muerte nos arranca a nuestros seres amados. Cerramos sus ojos, los vestimos para la tumba y los ocultamos de nuestra vista. Pero la esperanza nos hace cobrar ánimo. No estaremos separados para siempre, sino que volveremos a encontrar a nuestros seres amados que duermen en Jesús» (Mensajes selectos, t. 2, p. 297).
Enterramos a mi abuelita en México y luego regresamos a El Salvador. El hogar de mi tía se convirtió en mi hogar. Fue allí donde conocí el mensaje adventista y me bauticé. Desde hace unos veinticinco años sueño con volver a ver a mis hermanos y a mi madre, anhelo el momento en que Dios me permita abrazar a mis amados. Confía en las promesas del Señor, no desmayes en tus peticiones: Dios obrará en el momento adecuado.
«Cada oración sincera recibirá una contestación. Tal vez no llegue esta exactamente como deseáis, o cuando la esperéis; pero llegará de la manera y en la ocasión que mejor cuadren a vuestra necesidad. Las oraciones que eleváis en la soledad, en el cansancio, en la prueba, Dios las contestará, no siempre según lo esperabais, pero siempre para vuestro bien» (Obreros evangélicos, pp. 271-272).
Querido Señor, ayúdame a que mantenga firme mi esperanza, a confiar en que tú obrarás en el momento exacto para que tenga lugar ese encuentro tan esperado por mí.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Jessenia de Guzmán 

LA SUBASTA DEL DIABLO


Tú, Señor; me das luz; tú, Dios mío, alumbras mi oscuridad.  Salmo 18:28

Cuenta una fábula que cierta vez el diablo decidió retirarse después de tantos años de engañar a la gente. Hizo el anuncio público y también avisó que subastaría sus herramientas. Cuando llegó el día de la subasta, el local se llenó con gente de toda clase.
Allí, a la vista del público, se podía observar el arsenal del enemigo: los celos, la envidia, la calumnia, el apetito desordenado, el licor, las drogas, el tabaco, el odio... Había, sin embargo, una «herramienta» que no se exhibía con el resto. Estaba ubicada en un lugar especial. Su apariencia no era particularmente atractiva, pero su precio era muy superior al resto. ¿De qué se trataba?
Entonces el enemigo de las almas explicó: «Se trata de mi arma secreta. Durante años la he usado con éxito con toda clase de gente. Su valor radica en que me prepara el camino para hacer mi obra maligna sin dificultad».
—¿Y cómo se llama? —preguntó alguien.
—¿Qué otra cosa puede ser? —respondió el diablo—. Es el desánimo.
Dice la fábula que el diablo ni se retiró de su trabajo como engañador, ni vendió su arma favorita. Todavía hoy sigue usándola con la misma efectividad de siempre (adaptado de Signs of the Times [Señales de los tiempos], agosto de 2005, p. 29).
Es probable que ahora mismo, mientras lees estas líneas, las tinieblas del desaliento rodeen tu corazón. ¿Has sufrido algún fracaso sentimental? ¿No van bien las cosas en los estudios? ¿Te has peleado con tu mejor amigo o amiga? ¿Has experimentado algún rechazo en los últimos tiempos? ¿Tienes problemas con tus padres?
No hay nada de malo en que te sientas triste o desanimado, pero no permitas que el desaliento se apodere de ti. En primer lugar, porque con desanimarte no vas a solucionar ninguna de esas situaciones. En segundo, porque con tu desánimo estás mostrando desconfianza en el poder de Dios para satisfacer tus necesidades.
¿Qué tienes que hacer, entonces? Desecha esos pensamientos negativos. Elena G. de White escribe que resistir al desánimo es un deber tan positivo como el de orar (El ministerio de curación, p. 194). Piensa en todas las cosas buenas que Dios te ha dado y da gracias por ellas. Finalmente, por sobre todo, nunca olvides que Dios es la luz que alumbra tus momentos de oscuridad.
Gracias, Señor, porque tu luz alumbra mis momentos de oscuridad.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

EL AGUA ES ESENCIAL


«El que beba del agua que yo le daré no tendrá sed jamás sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna» (Juan 4:14).

La historia de este mundo comenzó con el agua. La Biblia nos dice que, en el principio, el mundo estaba oscuro, vacío y cubierto de agua.
Cuando creó la tierra seca, Dios todavía dejó una gran cantidad de agua porque es necesaria para sostener la vida. ¿Sabía que su cuerpo es agua en un 75%?
La Biblia nos dice que una vez hubo una inundación que cubrió todo el mundo. Aun después de que las aguas de aquella gran inundación se retiraran, dos tercios de la superficie terrestre todavía estaban cubiertas de agua. Puede verlo en cualquier mapamundi. El color azul representa el agua que nunca se secó.
Pero, ¿sabía usted que solo el 5% del agua del mundo es potable? Cerca del 2.5% está congelada en los glaciares y los casquetes polares y el 93% restante es el agua salada del mar. Por lo tanto, el 5% potable es muy precioso y raro. Sin ella, moriríamos. ¡Quizá por eso las botellas de agua sean tan caras! Seguro que tiene sed nada más de pensar en ello.  La Biblia habla mucho sobre el agua. Si desea una interesante actividad de sábado por la tarde, busque una buena concordancia (servirá la que está en las últimas páginas de su Biblia) y busque la palabra «agua». Descubrirá algunos textos e historias interesantes relacionados con ella.
En los tiempos bíblicos, la gente se peleaba por el agua (Lot y Abraham, por ejemplo). Aun hoy en día el agua es motivo de disputas entre la gente.
En el desierto, el agua fue una preocupación constante para los hijos de Israel. Asimismo, recuerde que Moisés perdió los estribos por un asunto relacionado con el líquido elemento. En la actualidad, algunas culturas todavía adoran el agua.
Jesús quiere darnos agua viva. «Cualquiera que beba de esta agua [del pozo] volverá a tener sed; pero el que beba del agua que yo le daré no tendrá sed jamás, sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna» (Juan 4:13, 14).
Señor, estamos sedientos; danos tu agua viva. Basado en Juan 4:5-26

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill