miércoles, 31 de marzo de 2010

¿QUÉ TIENES EN TUS MANOS?

¿Qué tienes en la mano?», preguntó el Señor. «Una vara», respondió Moisés. Éxodo 4:2.
Una vara no era un arma para sentirse poderoso para la tremenda tarea que le asignaba Dios. Nadie más que Moisés conocía los ejércitos del país más poderoso de la tierra en aquella época. Al parecer el milagro que Dios hizo con la vara, al convertirla en serpiente y luego en vara de nuevo, no persuadió a Moisés, porque siguió con su argumento desfavorablemente sobre la comisión que Dios le daba.
Moisés se dio cuenta de que con un pedazo de madera no iba a conseguir nada. Tal vez su discurso sí podría persuadir a Faraón o lograr la adhesión de todo el ejército, pero él conocía sus debilidades, por eso le dijo a Dios: «Francamente, me cuesta mucho trabajo hablar» (Éxodo 4: 10). Estás muy relacionado con esta historia y conoces los portentosos milagros que Dios operó a través de aquella vara.
¿Puedes imaginarte la cara que pusieron Moisés y su hermano Aarón, cuando la vara tocó las aguas de Egipto y se convirtieron en sangre? ¿Recuerdas también cuando Moisés alzó la vara y se dividieron las aguas del Mar Rojo? La vara no era un instrumento para la guerra, pero en las manos de Dios se convirtió en un arma letal para Egipto y una poderosísima arma de defensa para su pueblo.
Frecuentemente llegan a las instituciones educativas adventistas, jóvenes que responden al ideal que Dios tiene para sus hijos. Buscan una preparación profesional de «altos vuelos». Una vez me dijo un joven: «Sé utilizar el machete y trabajar con él todo el día si es necesario». ¡Y valla que le hizo frente al desafío, para obtener un estudio universitario! Ahora es un profesional, que se abrió paso en la vida académica con la fuerza de sus manos, trabajo en el campo, en la finca. ¿Qué tienes en tus manos para servirle a Dios? Él hará grandes milagros en tu vida, si pones lo que tienes a su servicio.
«Dios aceptará a los jóvenes con sus talentos y su caudal de afecto si quieren consagrarse a él». MJ 168.

Tomado de Meditaciones Matinales para Jóvenes
¡Libérate! Dale una oportunidad al Espíritu Santo
Autor: Ismael Castillo Osuna

VIVAMOS LO QUE SOMOS

Pero ahora que han sido liberados del pecado y se han puesto al servicio de Dios, cosechan la santidad que conduce a la vida eterna (Romanos 6:22).

Cuando nos damos cuenta de que somos libres del mal, y que estamos bajo el dominio de Dios, empezamos a actuar en armonía con la nueva hegemonía a la que pertenecemos. Nuestra vida cambia y comenzamos a practicar la justicia, que es la norma de Cristo. Los frutos de esta nueva vida se dejan ver: Llegamos ser santos, porque entramos en la senda de la comunión con Dios. Esta nueva ruta que tomamos es la ruta que conduce a la vida eterna. La senda anterior conducía a la muerte eterna.
Todos los imperativos de la vida cristiana tienen una finalidad: Vivir lo que somos. Sean justos, porque Dios nos llamó a la justicia; sean santos, porque Dios nos llamó a la santidad; sean buenos, porque Dios nos llamó a la bondad; obedezcan los mandamientos, porque Dios nos llama a la obediencia. Estamos en un nuevo camino, debemos vivir en armonía con ese camino. Pertenecemos a un nuevo reino; vivamos en armonía con lo que ese reino representa. Somos hijos de Dios; vivamos como tales. El apóstol lo hace claro: «No ofrezcan los miembros de su cuerpo al pecado como instrumentos de injusticia; al contrario, ofrézcanse más bien a Dios como quienes han vuelto de la muerte a la vida, presentando los miembros de su cuerpo como instrumentos de justicia» (Rom. 6:13).
Todos estos imperativos nos hablan de la fragilidad del ser humano. Hemos sido deteriorados por el mal. El pecado nos ha incapacitado para amar y seguir el bien. Naturalmente no estamos inclinados a buscar a Dios. La justicia de su reino no la asimilamos fácilmente. Al andar en los caminos de Dios vamos en contra de la corriente. De allí que Dios nos invita, nos llama, nos anima, nos capacita; de allí que fallamos y representamos mal al Dios que servimos. Pero Dios nos dice: «Recuerden, ustedes ya no son así. Son siervos de la justicia; son hijos de Dios; vivan lo que son».

Tomado de Meditaciones Matinales para Adultos
“El Manto de su Justicia”
Autor: L Eloy Wade C