viernes, 17 de agosto de 2012

SOLO UN POCO DE AIRE CALIENTE


«Por eso serán como la niebla de la mañana, como el rocío de madrugada, que temprano desaparece, como la paja que se lleva el viento, como el humo que sale por la chimenea» (Oseas 13:3).

Hoy vamos de expedición al desierto. Mira más allá de esa enorme cantidad de arena. ¿Puedes ver cómo suben las olas de calor? ¿Alguna vez has visto el humo de una fogata? ¿Has notado cómo sube al cielo? Cualquier aire que sea más caliente que el aire que lo rodea, sube. Por eso es que los globos de aire caliente se elevan. El aire caliente está tratando de escapar pero no puede, por eso el globo sube.
¿Qué ocurre con el aire caliente que sube hasta el cielo? Simplemente desaparece. El versículo de hoy habla de individuos que adoran ídolos y no al verdadero Dios. Dios dice que ellos se elevarán como el calor y el humo, desapareciendo para siempre. Su vida se acabará porque solo Jesús puede dar vida eterna.
Jesús quiere que lo adoremos. Él no quiere que sigamos a Satanás. Él sabe que la vida de Satanás terminará como el humo, y no quiere que nosotros terminemos así. ¡Si sigues a Jesús, tú también te elevarás, pero para encontrarte con él en el aire cuando regrese de nuevo!

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

EL NOS VENDA LA HERIDA


Porque él es quien hace la herida, pero el la venda; él golpea, pero sus manos curan (Job 5:18).

El recuerdo de ese día no podrá borrarse de nuestras mentes. Era un sábado de principios del mes de mayo. Había concluido una reunión de nuestro distrito de iglesias, a la que habían asistido laicos y las hermanas de dorcas.  El día había transcurrido con total normalidad. Regresamos a casa, despedimos el sábado con nuestros vecinos y nos deseamos feliz semana. Nuestro hijo mayor, Isaac, fue a la tienda y compró una golosina para él y otra para su hermanito Salim. Al poco tiempo Salim comenzó a vomitar. Mi esposo tenía una vigilia, así que decidió que mejor nos quedábamos en casa para descansar. A las once de la noche Salim se despertó llorando porque le dolía el estómago. Yo no sabía qué hacer, así que fui a casa de una vecina que era enfermera. Su recomendación fue que le diera algo para el dolor y que la avisara si seguía mal.
Regresé a casa y seguí sus instrucciones. Como veía que el niño empeoraba llamé al pediatra, quien me recomendó que lo llevara a una clínica. En la clínica ya nos estaban esperando, así que Salim fue atendido de inmediato. Por mi mente nunca pasó la idea de que mi hijo moriría. Sin embargo, al día siguiente, domingo 7 de mayo, a las tres de la mañana, mi hijo Salim bajó al descanso.
«"Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien" (Job 1:21). Si pudieran ser abiertos sus ojos, vería a su Padre celestial inclinado sobre usted con amor, y si pudiera escuchar su voz, sería en tonos de compasión hacia usted, que está postrado por el sufrimiento y la aflicción. Persista en su fuerza; allí hay descanso para usted» (En lugares celestiales, p. 274).
Aquella fue una experiencia muy dolorosa, que únicamente nuestro buen Dios ha podido ir sanando. Sabemos que Dios ha escuchado las oraciones que muchos de nuestros hermanos elevaron por nosotros. Él nos ha dado consuelo y esperanza. Muy pronto «Dios enjugara toda lágrima de los ojos de ellos, y no habrá más muerte, ni llanto, ni clamor, ni dolor, porque las primeras cosa pasaron» (Apoc. 21:4).

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por María Elena Briones García

HAY CONSECUENCIAS


El que anda en integridad, está seguro; el de perversos caminos caerá de repente. Proverbios 28:18, NRV2000.

Cuenta el doctor Braulio Pérez Marcio que cierto día salieron de paseo cuatro ilustres amigas: la Ciencia, la Fortuna, la Resignación y la Integridad. Mientras conversaban de manera animada, la Ciencia preguntó: 
—Si por alguna razón tuviéramos que separamos, ¿sabríamos dónde encontrarnos? A mí, por ejemplo, me podrían encontrar en las grandes bibliotecas del mundo.
— A mí me podrán encontrar — replicó la Fortuna — en la casa de cualquier millonario.
Luego habló la Resignación:
— Me podrán encontrar dondequiera haya gente incapaz de vencer la adversidad.
Entonces todos los ojos se posaron en la Integridad. 
—Y a ti, ¿dónde podríamos encontrarte? Con tristeza, la Integridad respondió:
— A mí, quien una vez me pierde, jamás vuelve a encontrarme (Querida hija, querido hijo, pp. 92,93).
Muy cierto. Porque la integridad no es algo que tú tienes. Es lo que eres en lo más íntimo de tu corazón. Es tu carácter. Por supuesto, esto no significa que si has cometido algún pecado, no puedes arrepentirte y recibir el perdón de Dios. Tampoco significa que no puedas levantarte y comenzar de nuevo. Siempre podrás hacerlo. El problema es que las manchas quedan, como nos lo enseña otra antigua historia.
Es el relato del niño con mal carácter al que su papá le dio una bolsa con clavos, con la instrucción de que por cada mala acción clavara un clavo detrás de la puerta. Y por cada buena acción, sacara un clavo. El primer día le fue muy mal, y le tocó clavar veinte clavos. Pero luego comenzó a portarse bien. Uno a uno sacó los veinte clavos y, contento, fue a avisarle a su padre. Entonces el papá aprovechó para enseñar al jovencito una lección que nunca olvidó: «Te felicito por tu esfuerzo, hijo mío. Pero hay algo que debes aprender: sacaste los clavos, pero quedaron los hoyos. Así sucede cada vez que hieres a alguien. Aunque te arrepientas y seas perdonado, las cicatrices quedan».
Algo parecido a lo que le pasó al rey David después de cometer adulterio con Betsabé. Se arrepintió profundamente y Dios lo perdonó, pero «los huecos» (las consecuencias) quedaron. Así de malo es el pecado.
Padre amado, en medio de este mundo de pecado, quiero conservarme puro, como José, en Egipto; y fiel como Daniel, en Babilonia. Ayúdame a lograrlo.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

EL MEJOR ENTRE DIEZ MIL


«Considerad los lirios, cómo crecen: no trabajan ni hilan, pero os digo que ni aun Salomón con toda su gloria se vistió como uno de ellos» (Lucas 12:27).

A veces encargo flores por Internet. He descubierto que cuando encargo lirios del Perú, por la misma cantidad de dinero obtengo más flores y mayor colorido. Procure echarles un vistazo alguna vez. Son una verdadera oferta. Además, son flores alegres. Bueno, no es que estén felices, sino que verlos me alegra. Son delicados, coloridos y huelen bien.
Los lirios, como todas las flores del campo, nos recuerdan que Jesús es generoso. Nos bendice con abundancia. Mire cualquier ladera que esté cubierta de flores. ¿Quién las puso ahí? A veces, miro mi propio patio y, entre el césped, cerca del suelo, veo que crecen unas florecillas pequeñas y delicadas que, probablemente, son malas hierbas. Algunas son amarillas y otras de color añil, pero todas son perfectas.
Los lirios nos recuerdan que Jesús hace algo más que tan solo cubrir las necesidades. Además de ofrecernos la vida, nos ofrece la felicidad. Además de querer salvarnos, desea rodearnos de belleza. Quiere que respiremos un aire puro y, además, perfumado con el suave olor de las flores.
Al igual que el lirio de los valles, la fragancia de la justicia de Cristo está disponible para todo ser humano. Es como si el Salvador hubiese dicho: «Yo soy como el lirio de los valles. Podrán encontrarme en el campo y en la colina, creciendo aquí y allá, por todas partes. Mi fragancia es abundante, accesible y fácil de encontrar». El Señor se coloca junto al camino de la vida para que todos los que pasen y quieran, puedan tomarlo. Incluso los que no creen y, apresurados, van a través del campo, no pueden evitar toparse con él y respirar su dulce fragancia. Es un «olor de vida para vida» (2 Cor. 2:16).
Jesús quiere que usted hoy vea su belleza y permita que el perfume de su vida lo inspire. Basado en Lucas 12:27

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill