domingo, 7 de abril de 2013

PAGADO POR COMPLETO

Lugar: Irlanda 
Palabra de Dios: Juan 3:18, DHH

Un terrateniente de Irlanda decidió, un día, que quería ayudar a los arrendatarios (gente que alquila al dueño) pobres y necesitados que vivían en su propiedad. Se le ocurrió hacer un ofrecimiento, y lo puso en un lugar visible para todos. "Estaré en mi oficina este martes desde las 10 de la mañana hasta el mediodía", decía la nota. "Vengan a la oficina en ese horario, con todas sus cuentas pendientes, y yo pagaré sus deudas". Firmado, "El patrón".
Como pueden imaginarse, esta noticia provocó una conmoción entre los inquilinos. Hablaron solamente de eso durante los siguientes días. ¿Por qué el señor haría algo así? ¿Hablaba en serio? ¿Cuál era la "trampa"?
Cuando llegó el día, una gran multitud se reunió fuera de la oficina; pero nadie se animaba a ser el primero en entrar. Se quedaron allí, esperando. Después de todo, ¿y si era una broma? Quedarían como tontos. Los minutos pasaban...
Finalmente, unos minutos antes del mediodía, una pareja de ancianos entró aferrando varios papeles en sus manos. El patrón los saludó cálidamente, y completó un cheque que cubría todos sus gastos. ¡Pagó por completo la deuda de ellos!
Cuando la pareja de ancianos salió y contó a todos la buena noticia, la gente de la multitud no podía creer que hubiesen rechazado un regalo tan grande. Podrían haber saldado completamente todas sus cuentas; pero, ahora era demasiado tarde.
Dios nos ha hecho un ofrecimiento que parece demasiado bueno para ser verdad: él se hizo cargo de todos nuestros pecados, al morir en la cruz del Calvario. Todo lo que debemos hacer es aceptar el regalo de la salvación. Es tan sencillo como esto: "El que cree en el Hijo de Dios, no está condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado".

Tomado de Devocionales para menores
En algún lugar del mundo
Por Helen Lee Robinson

¿TE PARECES A TOMÁS?

Luego le dijo a Tomás: «Pon tu dedo aquí y mira mis manos. Acerca tu mano y métela en mi costado. Y no seas incrédulo, sino hombre de fe». «¡Señor mío y Dios mío!», exclamó Tomás. «Porque me has visto, has creído —le dijo Jesús—; dichosos los que no han visto y sin embargo creen». Juan 20:27-29.

Cuando pienso en Tomás y en sus dudas acerca de la resurrección del Maestro, siempre me lleno de asombro. Aquellas dudas lo llevaron a afirmar categóricamente: «Mientras no vea yo la marca de los clavos en sus manos, y meta mi dedo en las marcas y mi mano en su costado, no lo creeré» (Juan 20: 25). Así es la duda, nos lleva a exigir evidencias que podríamos ver con los ojos de la fe.
Durante largo tiempo, Tomás había atesorado en su corazón la promesa de la resurrección de Jesús, y ahora que se había producido finalmente, actuaba como un incrédulo. Había participado en el ministerio terrenal de su Maestro, conocía su voz, el sonido de sus pasos, sus gestos, sus expresiones y su infinita ternura; es más, sabía que tenía poder para eso, y mucho más, pues lo había comprobado por sí mismo. Sin embargo, parecía que todas aquellas claras manifestaciones habían sido opacadas por la duda.
Por encima de sus cuestionamientos se elevaba una verdad incontestable: Jesucristo había resucitado. Así que pronto Tomás tuvo que reconocerlo. Esto lo llevó a expresar con un corazón compungido y en un grito de angustia: «¡Señor mío y Dios mío!» (Juan 20:28).
Es posible que tú, al igual que Tomás, también hayas caminado con Jesús durante mucho tiempo y que, sin embargo, por alguna circunstancia presente esta experiencia se haya opacado y albergues dudas respecto a su compañía y su cuidado. Puede ser que la certeza de creer en un Dios vivo se haya disipado en tu experiencia cristiana y te sientas lejos de él. Si es así, no permitas que la duda dé paso a la incredulidad. Cuando así sucede, se endurece el corazón y prestamos oídos sordos a la voz del Espíritu Santo llamando a nuestra conciencia.
Amiga, a pesar de tus dudas, Dios existe, y puede actuar en tu vida inmediatamente después de que tú le abras tu corazón y permitas a tu intelecto recordar todo el tiempo pasado en que el Señor ha estado guiando tus pasos, dándole sentido a tu vida. ¿Será como Tomás y pedirás evidencias del poder de Dios, o vivirás por la fe, confiando en Jesús?

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Aliento para cada día
Por Erna Alvarado

SIN REMORDIMIENTO

Por la fe Moisés, ya adulto, [...] consideró que el oprobio por causa del Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta en la recompensa (Hebreos 11:24,26).

Aquel grupo de oración que William Borden había iniciado en 1905 no solo transformó el campus de la Universidad de Yale, sino que sus efectos se sintieron más allá de sus límites. William se apercibió de que en los alrededores de la Universidad de Yale, en la ciudad de New Haven, Connecticut, había muchas viudas, huérfanos y lisiados. Preocupado por aquella situación, fundó una organización llamada Yale Hope Mission cuyo propósito era rescatar y rehabilitar a estas personas. Uno de sus amigos comenta que a menudo se lo podía encontrar en la noche en las calles de los barrios pobres de la ciudad llevando a una persona necesitada a un restaurante o a un asilo barato tratando de rehabilitarla y enseñarle de Jesús.
William se convirtió en un estudiante prominente. Fue presidente de la enorme organización de estudiantes misioneros y además sirvió como presidente de la sociedad honorífica Phi Beta Kappa. Cuando se graduó, rechazó ofertas de trabajo con sueldos muy elevados, porque habla decidido llevar el evangelio al pueblo musulmán Kansu, en China. En ese tiempo escribió en la parte trasera de su Biblia «sin retroceder».
Con el fin de prepararse como misionero, William ingresó al seminario teológico de la Universidad de Princeton y, al finalizar sus estudios, zarpó hacia Egipto para aprender árabe, puesto que habría de trabajar entre los musulmanes en China. Mientras se encontraba en Egipto, enfermó de meningitis y murió, un mes después, a los 25 años de edad.
Casi todos los periódicos de Estados Unidos se hicieron eco de la noticia de su muerte. William Borden no solo había renunciado a su riqueza sino a sí mismo. ¿Fue su muerte un desperdicio? ¿Será que al considerar su vida debamos pensar que hubiera sido mejor para él no haber tomado la decisión de ser misionero? Si piensas con cuidado notarás que la única vida que se desperdicia es la vida que se dedica al servicio de uno mismo. La vida dedicada al servicio de otros nunca es estéril o inútil y siempre será una vida plena.
Después de su muerte, los familiares y amigos de William pudieron leer en la entrecubierta de su Biblia las últimas palabras que había escrito: «Sin remordimientos». La grandeza de un cristiano no se mide por sus logros alcanzados o por su fuerza, sino por servicio incondicional a favor de los demás.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
¿Sabías que..? Relatos y anécdotas para jóvenes
Por Félix H. Cortez

OIDORES DE LOS ESPINOS

Y parte cayó entre espinos; y los espinos crecieron, y la ahogaron. Mateo 13:7.

Con las espinas que ahogan la buena semilla, el gran Maestro describía los peligros que rodean a los que escuchan la Palabra de Dios, porque hay enemigos por todos lados para eliminar el efecto de la preciosa verdad de Dios. Si la semilla de la verdad ha de florecer en el alma, debe renunciarse a todo lo que atrae los afectos para apartarlos de Dios, todo lo que llena la atención de manera que Cristo no encuentra lugar en el corazón. Jesús especificó las cosas que son dañinas para el alma. El mencionó que los cuidados de este siglo, el engaño de las riquezas, y la codicia de otras cosas ahogan la palabra, la semilla espiritual que crece, de manera que el alma deja de obtener su nutrición de Cristo, y la espiritualidad se desvanece del corazón. El amor por el mundo, el amor a sus placeres e imágenes, y el amor a otras cosas separan el alma de Dios; porque los que aman al mundo no dependen de Dios para obtener su valor, su esperanza, su gozo. No saben lo que significa tener el gozo de Cristo, porque este es el gozo de conducir a otros a la Fuente de vida, de ganar almas del pecado a la justicia...
Cuando los que tienen un conocimiento parcial de la verdad son llamados a estudiar algún punto que desafía sus opiniones preconcebidas, se confunden. Sus opiniones preconcebidas son espinas que ahogan la Palabra de Dios, y cuando se siembra la verdad, y se torna necesario arrancar las espinas para darle lugar, sienten que todo se les va de las manos y entran en problema.
Hay muchos que tienen una comprensión imperfecta del carácter de Dios. Piensan que él es duro y arbitrario, y cuando se presenta el hecho de que Dios es amor, se les hace un asunto difícil abandonar sus falsos conceptos de Dios. Pero si no permiten la entrada a la palabra de verdad, que arranque las espinas, las /a ras crecerán nuevamente y ahogarán la buena palabra de Dios; su experiencia religiosa se empequeñecerá, porque el mal de sus corazones abrumará la tierna planta de la verdad y mantendrá afuera la atmósfera espiritual...
La ley de Dios es la regla del gobierno de Dios, y a través de los siglos eternos será la norma de su reino... Si no cedemos a sus requerimientos en esta vida, si no aprendemos a amar a Dios con todo nuestro corazón y a nuestro prójimo como a nosotros mismos, no tendremos ningún cambio de carácter cuando Jesús venga.— Review and Herald, 21 de junio de 1892; parcialmente en Palabras de vida del gran Maestro, p. 31.

Tomado de Meditaciones Matutinas para adultos
Desde el Corazón
Por Elena G. de White